Una furgoneta de reparto se detuvo delante de la
comisaría. Un joven ataviado con un buzo amarillo y una visera del mismo color,
se apeó de ella.
Abrió la puerta trasera, sacó una carretilla de mano de
su interior y empezó a apilar cajas, hasta un total de cuatro. Todas de madera
y del mismo tamaño. Cada una de ellas tenía un número en la parte superior.
En la entrada, un policía le firmó la nota de entrega. El
joven las dejó en el suelo y antes de irse le dio un sobre blanco, cerrado, con
el nombre del comisario escrito en la parte delantera.
El policía, le entregó en mano la carta al comisario que
estaba en su despacho. Mientras la leía, su semblante se tornó blanco como la
cera, e inmediatamente ordenó a gritos que encontraran aquella furgoneta y al
tipo que había hecho la entrega.
Se procedió a abrir las cajas. La nota decía: «Me gusta
matar y lo hago a sangre fría y con una saña desmesurada que me provoca un
inmenso placer. Disfruté viendo el miedo en los ojos de estas mujeres al saber
que iban a morir. ¿Quién te hará la comida hoy?”
En cada caja había una cabeza, todas eran de mujeres. Una
de ellas pertenecía a la esposa del comisario.
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