domingo, 2 de enero de 2022

SI ENTRAS, NO SALES

 

 

 

Era una c谩lida tarde de verano, cuando los vecinos de aquel peque帽o pueblo, vieron pasar una ranchera verde. Al llegar a una gran casa pintada de blanco, situada a las afueras, se detuvieron. Hab铆an llegado.

Del coche se apearon un hombre, una mujer y una adolescente. La muchacha con el ce帽o fruncido y semblante malhumorado, se plant贸 delante de la casa mir谩ndola de manera inquisitoria dispuesta a protestar por su aspecto. Pero no pudo hacerlo. Era m谩s bonita de lo que jam谩s se hubiera imaginado. Ten铆a dos plantas y hasta donde sus ojos pod铆an ver, un gran jard铆n en la parte trasera.

-Espera a ver su interior y la piscina –le susurr贸 su padre al o铆do, mientras cargaba con dos grandes cajas.

Su madre le pidi贸 que llevara sus maletas y procedieron a la apertura de la puerta principal. El padre, introdujo la llave en la cerradura. Al abrirla, hizo una ceremoniosa reverencia invit谩ndolas a entrar en su nuevo hogar.

Tanto la madre como la hija no pudieron menos que re铆rse. Carol hab铆a dejado atr谩s su enfado dando paso a la curiosidad propia de una chica de su edad, por ver c贸mo era por dentro.

La joven, comenz贸 a recorrer la planta de abajo. Y lo que vio le gust贸. La cocina era enorme. Ten铆a una puerta que daba al jard铆n desde la cual pod铆a ver una enorme piscina. Intent贸 abrirla, pero estaba cerrada.

Encamin贸 sus pasos hacia el sal贸n, de un tama帽o considerable. En una de las paredes hab铆a una gran chimenea que le rob贸 una sonrisa. Los muebles eran nuevos y funcionales, pero hab铆a algo que le llam贸 la atenci贸n. En las paredes, hab铆a retratos de familias enmarcados. En uno se ve铆a a una joven con un beb茅 en brazos. En otra, a un matrimonio de mediana edad con cinco ni帽os, tres ni帽as y dos ni帽os. Otra, mostraba a dos ancianos, un hombre y una mujer y en las otras dos, se ve铆a una pareja con una ni帽a de unos ocho a帽os, en una y la otra estaba vac铆a. Todos sonre铆an. A Carol le dio la impresi贸n que sus ojos se mov铆an para mirarla al pasar. Un escalofr铆o le recorri贸 el cuerpo.

Le quiso preguntar a su padre si sab铆a algo de aquello, pero prefiri贸 dejarlo para m谩s tarde y de paso sugerirle quitarlos de all铆. Tanto 茅l como su madre estaban muy atareados descargando cajas y bolsas del coche.

Al cabo de un rato, cuando por fin hubieron metido todo dentro, Carol ya hab铆a recorrido la parte de arriba y se hab铆a enamorado completamente de su habitaci贸n. Era enorme, muy soleada y daba al jard铆n trasero. Escuch贸 risas en la cocina. Baj贸 a ayudarles.

La tarde estaba cayendo y las primeras sombras de la noche ganaban terreno, a pasos agigantados, a la luz del sol. Decidieron hacer un descanso y comer algo.

Fue entonces cuando la joven le coment贸 a su padre que la puerta que daba al jard铆n estaba cerrada con llave. El hombre prob贸 cada una de las llaves que le hab铆a dado la inmobiliaria, pero ninguna abr铆a aquella puerta. Marc贸 el n煤mero de la joven que le hab铆a vendido la casa, pero el m贸vil no daba se帽al. No le dio mucha importancia y decidi贸 que por la ma帽ana se acercar铆a hasta all铆.

Pero la joven de la inmobiliaria se hab铆a dado cuenta de que no le hab铆a dado todas las llaves, en la oficina estaban la que daba al jard铆n trasero y la del s贸tano. As铆 que antes de irse a su casa decidi贸 pasarse por all铆 puesto que le quedaba de camino.

Mientras tanto en la casa se vieron que los problemas empezaban a mostrar su cara m谩s siniestra. No hab铆a electricidad. Encontraron una linterna que funcionaba, en uno de los cajones de la cocina y el hombre se encamin贸 hacia el s贸tano donde estaba el cuadro de la luz. Pero su sorpresa fue may煤scula cuando al ir a abrir la puerta se dio cuenta de que estaba cerrada con llave y 茅l no la ten铆a. Intent贸 volver a llamar a la inmobiliaria, pero segu铆a sin dar se帽al. Pens贸 en coger el coche e ir hacia all铆, pero era muy tarde y lo m谩s seguro es que hubieran cerrado. No se equivoc贸.

Decidieron que aquello no le iba a arruinar su primera noche en su nuevo hogar. Rebuscando por los cajones encontraron unas cuantas velas y se dispusieron a cenar amparados por su luz. Se acostar铆an temprano y al d铆a siguiente solucionar铆an el problema de la luz y de las llaves.

La joven de la inmobiliaria enfil贸 el coche por el sendero de grava, que daba a la casa. Estaba muy oscuro dentro. Pens贸 que tal vez hubieran retrasado su llegada hasta el d铆a siguiente. Pero vio las siluetas de una joven con un beb茅 en brazos en el sal贸n. Al ir acerc谩ndose escuch贸 m煤sica y pudo vislumbrar a una pareja de ancianos bailando. Le pareci贸 bastante extra帽o todo aquello. Por lo que le hab铆a contado el hombre al que le hab铆a vendido la casa, all铆 iban a vivir 茅l, su esposa y su hija adolescente. En ning煤n momento le habl贸 ni de un beb茅 ni de unos ancianos.

Se ape贸 del coche y se dirigi贸 a la puerta de la entrada. Timbr贸.

Dentro de la casa, poco antes de que sonara el timbre, el equipo de m煤sica que hab铆a en el sal贸n comenz贸 a sonar, dejando escapar las notas armoniosas de un vals. Aquello los dej贸 petrificados.  El padre se levant贸 y accion贸 el interruptor de la cocina, donde estaban, que no arroj贸 luz en la estancia. Linterna en mano fue hasta el sal贸n seguido de su mujer y su hija que por nada del mundo quer铆an quedarse solas en la cocina, estaban muy asustadas.

La m煤sica ces贸 cuando se escuch贸 el timbre. Estaban en el umbral de la puerta del sal贸n cuando aquello sucedi贸. Un peque帽o grito sali贸 de sus gargantas provocado por el susto que les caus贸 el timbrazo.

Lo primero que se les pas贸 por la cabeza es que eran los de la inmobiliaria y que les iban a solucionar los problemas de la luz. El padre se dirigi贸 hacia la puerta de la entrada dispuesto a abrirla, pero…. no pudo. Ten铆a la llave puesta, pero por m谩s que lo intentaba no lograba hacerla girar. Grit贸 al que estuviera al otro lado de la puerta. Pero nadie le respondi贸. Escuch贸 pasos que iban en direcci贸n al garaje. Corri贸 hacia la ventana para abrirla. No lo consigui贸. La temperatura en la casa hab铆a bajado considerablemente. Pero lo peor no era el fr铆o que sent铆an, sino la sensaci贸n de estaban siendo observados.

Fuera la joven timbr贸 un par de veces m谩s al ver que nadie acud铆a a abrir la puerta. La m煤sica hab铆a cesado.  Se acerc贸 a las ventanas por si ve铆a a los ancianos o a la mujer con el beb茅, pero parec铆a que la casa estaba vac铆a. No sab铆a qu茅 hacer. Fue hasta su coche y cogi贸 su m贸vil. Llam贸 al hombre que hab铆a comprado la casa, pero no daba se帽al. Fue hasta el garaje. Hab铆a un coche all铆. Una ranchera verde. Aquello s贸lo pod铆a significar una cosa: hab铆an llegado ese d铆a.

Volvi贸 a timbrar. Nada. Entonces una idea acudi贸 a su cabeza. Hab铆an salido a cenar al pueblo. No pod铆a haber otra explicaci贸n. Sonri贸 con alivio. Se hab铆a puesto nerviosa por nada. Se subi贸 al coche con la idea de volver al d铆a siguiente por la ma帽ana.

As铆 lo hizo. De camino al trabajo par贸 en la casa.

Se dio cuenta de que algo no iba bien a medida que se iba acercando con el coche.

Las luces de toda la casa estaban encendidas. La puerta de la casa estaba abierta de par en par. Asom贸 la cabeza mientras lanzaba una pregunta al aire: ¿hay alguien? Nadie respondi贸

Vio cajas vac铆as y otras a medio vaciar esparcidas por toda la planta baja.

Fue hasta el sal贸n. Lo recorri贸 con la mirada y algo le llam贸 la atenci贸n. Los cuadros se hab铆an ca铆do. El suelo estaba cubierto de cristales. S贸lo quedaba uno colgado en la pared. Se acerc贸. En 茅l se ve铆a a un hombre, una mujer y una adolescente. Reconoci贸 al hombre. Era el nuevo propietario de la casa.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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