Un hombre con una apariencia más que agradable a ojos de
muchas mujeres y otros tantos hombres, se dejaba ver entre la multitud
esbozando una sonrisa entre victoriosa e irónica. Portador de un carisma sin
precedentes, caminaba con paso firme y enérgico, sabedor de que su presencia no
pasaba inadvertida.
No todo es lo que parece. Bajo aquella fachada de hombre
poderoso, guapo y carismático, habitaba el mal en el estado más puro, una de
las muchas apariencias de Satán. Había derrotado a Dios que había dado por
perdida a la humanidad, dejándola a la merced de un nuevo ser a quien adorar y
rezar. Con los diez mandamientos incumplidos, por los siglos de los siglos,
llegó una nueva era, oscura y tenebrosa. La salvación sería para las almas que
juraran lealtad al mismísimo demonio, el único y poderoso.
Con diez mandamientos llegó el apocalipsis, creados para
la nueva etapa. Una en la que se engrandece la figura de Satán sobre todas las
cosas, considerándolo el representante de todos los pecados que conducen a la gratificación física y emocional.
La muerte, escondida entre las aguas, esperaba impaciente
una señal del Oscuro para dar comienzo el apocalipsis.
A cien segundos de la medianoche comenzó.
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