Se vino a vivir aquí hace un par de meses. Hasta entonces
éste era el lugar de veraneo para él y su familia. Pasaron los años. Se divorció. Apareció unas cuantas veces
acompañado de sus hijos. Éstos se hicieron mayores y volvía solo.
Llegó aquí, una fría tarde de invierno, para alejarse del
mundo. Del ruido, la ingratitud y la miseria humana, de la mentira, la esclavitud
psicológica, de la gente en general, de la oscuridad y de la muerte…
La casa situada entre la espesura del bosque, es un lugar
idílico para encontrar la paz que tanto anhelaba. No hay teléfono, ni
televisor, ni mucho menos internet. Pero ahí está con esa sonrisa permanente
dibujada en su cara, satisfecho de estar aquí y feliz de no tener que ver a
nadie. Tiene un libro en su regazo, se ha quitado las gafas de leer y contempla
el paisaje que, como si de un cuadro se tratase, le ofrece el gran ventanal del
salón. Me coloco a su lado para tener una perspectiva más clara de lo que está
viendo.
Al pie de la ladera donde está ubicada la casa hay un
lago. Descansando en la orilla un bote de remos. El que utiliza casi a diario
para ir a pescar o simplemente dar un paseo por aquellas aguas cristalinas que
bajan directamente de la montaña.
Respira hondo. Es feliz. Lo siento. Se puede palpar la
felicidad que rebosa por cada poro de su cuerpo.
Le gusta aquella ausencia de ruido. El sonido del
silencio a su alrededor. Enturbiado, de vez en cuanto, por el canto de algún
pájaro o el crujir de las ramas de los árboles al ser mecidas por el viento.
A mí también me gusta esta paz que se respira. Por eso no
me he ido nunca de aquí. No encontraría un lugar mejor para pasar la eternidad.
Hay un par de pajarillos ocupados en hacer un nido.
Vuelan buscando hojas secas y palitos. De aquellos huevos saldrán nuevas vidas
en un mundo en guerra. Un mundo cubierto por el manto de la muerte. Qué ironía.
Si no que me lo digan a mí.
Siento el ritmo acompasado de su respiración. Se quedó
dormido. Los pajaritos siguen con…. ¿Qué es eso? Una sombra gira en la esquina
de la casa. Una figura se cuela por la ventana abierta de la cocina. Lleva un
cuchillo en la mano. Esto se pone feo.
Aquella figura completamente vestida de negro. Lleva
puesta una capucha. Se acerca muy despacio hacia donde está el hombre dormido.
No puedo hacer nada.
Un potente ruido despierta al dueño de la casa. La figura
oscura proyecta su mirada más allá de los vidrios del ventanal. Yo hago lo
mismo. Es un avión. Vuela muy bajo. Demasiado.
Entonces….
Todo salta por los aires.
Frente a mí, mirándome hay cuatro ojos, abiertos de
par en paz, asustados desconcertados.
Ahora me toca explicarles que están muertos.
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