lunes, 24 de octubre de 2022

NI CONTIGO NI SIN TI

 

- “Cariño, saldremos de ésta ya verás. Nadie ni nada podrá separarnos jamás”.

Escuché la voz de mi hermana. Estaba hablando con alguien. Supuse que, con su marido, por el tono cariñoso que empleaba.

Me extrañó. El día anterior había llevado a su perro a mi casa para que lo cuidara durante unos días. Se iban de vacaciones. Su relación, una vez más, pasaba por un mal momento y, una vez más, trataban de solucionarlo. Llevaban más de 10 años juntos y no recordaba que lograran estar sin discutir más de dos meses seguidos. Recuerdo que me había dicho, en un tono bastante decidido, tal vez, para convencerme a mí o convencerse a ella misma que, al fin iban a solucionar sus diferencias de una vez por todas: «vamos a lanzar por la borda un último intento, así sabremos si nuestra relación reflota o se hunde para siempre”. Yo asentí como única respuesta, tenía mis dudas al respeto, pero no se lo dije.

Había ido a su casa a buscar algún juguete para Nerón, el pastor alemán, y su comida, de la cual, sorprendentemente, se había olvidado Elisa, mi hermana. Es una mujer meticulosa, obsesiva del orden y controladora. Olvidarse de la comida del perro era algo inédito en ella. No le di mucha importancia pensando que, la idea de esas vacaciones, acaparaba toda su atención.

La voz parecía provenir del salón. Grité su nombre. No obtuve respuesta. La casa estaba en penumbra. Las persianas estaban bajadas y sólo podía distinguir la forma de los muebles. Busqué el interruptor de la luz. No había nadie. Pero sí encontré algo que definitivamente no tenía que estar allí. Se trataba de una silla de madera colocada en medio del salón, de cara a la televisión. Sobre ella había unas cuerdas ensangrentadas. Y la alfombra tenía manchas de sangre. Alguien había sido atado con ellas.

 

Entonces escuché un ruido sordo sobre mi cabeza. Un ruido similar al que provoca un mueble al ser volcado.

Subí despacio hasta el piso de arriba. Estaba muy asustada.

El ruido provenía de la habitación de mi hermana. La puerta estaba entreabierta. El lugar estaba oscuro como el resto de la casa. La luz de las farolas de la calle me permitía distinguir las formas. Así fue como pude ver la cama. Allí tumbado distinguí la figura de un hombre. Ni rastro de mi hermana. Palpé la pared en busca del interruptor de la luz. Al iluminarse la habitación las sombras dieron paso a la realidad.

Aquella figura en la cama era mi marido. Me acerqué asustada. Lo toqué. Estaba frío. Tenía la ropa manchada de sangre. No estaba seca. Lo habían matado hacía poco. En las manos había marcas de ataduras. Entonces lo comprendí. Comencé a gritar rota de dolor. La puerta del baño se abrió de golpe. Salió mi cuñado. Llevaba un cuchillo cubierto de sangre en la mano. Sus ojos enloquecidos se clavaron en los míos. Mi grito lo había alertado de mi presencia.

Tras él apareció mi hermana. Llevaba la ropa mojada. Tenía la cara llena de arañazos y la ropa hecha jirones.

Mi cuñado se abalanzó sobre mí. Tuve los reflejos rápidos para agarrar la pequeña lámpara de bronce que había sobre la mesilla de noche y golpear su cabeza con ella.

Más tarde cuando llegó la policía supe la verdadera historia de aquel triángulo amoroso. Encontraron las suficientes pruebas para determinar que mi marido y mi hermana eran amantes. Mi cuñado lo había descubierto. Había matado a mi marido y habría hecho lo mismo con mi hermana si no hubiese escuchado mi grito desgarrador. Mi querida Elisa se ha esfumado. Por más que la buscaron durante días, no la encontraron.

Mi marido muerto, mi cuñado muerto, ahora me tocaba a mí vengarme.

¡¡¡Corre hermanita, corre, mientras puedas hacerlo!!!!

 

 

 

 

 

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