Habitación 232. Una enfermera situada en el umbral de la
puerta observaba a los dos pacientes estaban en ella. Su cara reflejaba
desconcierto, pena y resignación.
Le preocupaba la joven que se debatía entre la vida y la
muerte, enchufada a una máquina que la mantenía con vida. Un joven no se
separaba de su lado. Ahora se había quedado dormido con la cabeza sobre la cama
sin dejar de agarrar la mano de la muchacha. En el otro lado de la habitación,
separados tan solo por una cortina blanca, un hombre mayor dormía plácidamente.
Se disponía a entrar en la habitación, cuando un
escalofrío recorrió todo su cuerpo. La temperatura había bajado
considerablemente. Sabía lo que significaba aquello: la muerte estaba cerca.
-Hola Gladys –le saludó cordialmente una figura embozada
en una túnica negra que apenas dejaba ver su rostro.
-Hola –le respondió la enfermera- me imagino que no estás
aquí por casualidad
La figura soltó una carcajada.
-Mi querida enfermera, parece mentira que a estas alturas
no sepas que yo no hago nada por casualidad.
Ella esbozó una triste sonrisa.
- ¿Cuánto tiempo hace que nos conocemos?
-Más de diez años -le respondió Gladys- Me da pena que
ella…. Ya sabes…
La muerte hizo un ademán rápido con su huesuda mano, en
señal de que ya sabía a lo que se refería.
-Lo sé. Pero ya sabes que la vida es un regalo y que yo
apareceré cuando menos se espera.
- ¿Por qué no te llevas a ese hombre? - le preguntó
señalando la cama donde descansaba el anciano
-Ese hombre, vivirá unos años más –le respondió- a ella
vine a liberarla de su sufrimiento.
-No es justo –le espetó ella, en un tono que distaba mucho
de ser cordial.
-Lo sé, querida.
-Parece que no te importa –le reprochó la enfermera.
-Importe, o no, tengo que hacer mi trabajo –le dijo un
poco enfadada la muerte por el atrevimiento de Gladys en juzgarla- así que es
mejor que te apartes.
--¿Y, sino que? –le dijo ella desafiándola.
La muerte lanzó una sonora carcajada. Tenía agallas
aquella mujer, pensó.
-No puedes morir dos veces querida, si no te apartas
entraré de todos modos, sólo quería ser amable, nada más
La enfermera lo dejó pasar.
-Míralos – dijo la muerte- Ese hombre ha vivido una vida
plena, ha tenido una bonita historia de amor, sin embargo, saldrá de esta y
todavía le quedan unos cuantos años de vida.
Guardó silencio.
-Ella –continuó hablando mientras sus cuencas ausentes de
ojos se posaban sobre la joven. - Ella ha tenido un accidente de coche junto al
chico con el que había comenzado una historia de amor. Hay finales que cuentan historias y
principios que tal y como empiezan se borran para siempre.
La máquina que le proporcionaba la vida a la joven
comenzó a pitar. El joven que estaba a su lado se despertó y comenzó a gritar
pidiendo ayuda. En minutos la habitación se llenó de gente.
La enfermera se alejó por el pasillo cabizbaja y triste,
desvaneciéndose a cada paso que daba.
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