lunes, 28 de noviembre de 2022

INVITADA ESPECIAL

 

Las últimas semanas cuando pensaba en ella, lo hacía sin dolor. Tal vez ayudaba el hecho de que se había volcado en su trabajo, como cocinero en un renombrado restaurante de la ciudad, y también que había comenzado una nueva relación meses atrás. Ahora cuando pensaba en ella no sentía amor, ni rabia, ni siquiera indiferencia, sentía pena. Por ella, por él, por una relación que hubiese sido muy bonita si ella no hubiese decidido ponerle fin.

Ese fin de semana era el cumpleaños de su nueva pareja, Sara. La sorprendería con una fantástica cena en su casa. Luego, en los postres, le pediría matrimonio. Sería una velada perfecta.

Sin embargo, era consciente de que tenía que cerrar, para siempre, aquella puerta. Dejar de pensar en ella, dejar de recordarla…. Era necesario.

Cuando Laura recobró la conciencia lo hizo a causa de un dolor punzante en su cabeza que la estaba martirizando. Intentó moverse. No pudo. Estaba atada de pies y manos a una silla. Miró a su alrededor presa del pánico. No podía gritar. Se lo impedía la mordaza que tenía en la boca. Estaba en un sótano en penumbra. Alumbrado tan solo por una única bombilla que arrojaba sobre ella una luz mortecina. Escuchó una voz. La reconoció. Era la de él….

Empezó a removerse en la silla intentando que las cuerdas con las que estaba atada se aflojaran. Pero lo único que consiguió fue que se le clavaran más en la carne, causándole un dolor insoportable.

Lo último que recordaba es estar en el coche de Ángel, su pareja, rumbo a la costa donde habían reservado una habitación en un hotel a pie de playa. La idea era pasar juntos un agradable fin de semana. Unas imágenes fugaces cruzaron por su cabeza. Ángel gritando. ¡Los frenos no funcionaban! El coche salió de la carretera….  Luego…

El hombre se situó frente a ella. Sonreía. Ella lo miró directamente a los ojos, desafiándolo.

- ¡Oh, mi querida Laura! ¡cuánto me alegro de verte! No tienes muy buen aspecto, querida –soltó una sonora carcajada que logró ponerle los pelos de punta a Laura- pero bueno, es normal dadas las circunstancias –continuó el hombre- Te preguntarás que haces aquí. Estás en todo tu derecho de hacerlo.

Mientras hablaba caminaba en círculos alrededor de ella. Blandía un cuchillo de grandes dimensiones, que movía de un lado a otro al tiempo que gesticulaba.

-Tu novio está muerto, hundido en el fondo del mar dentro del coche. Y tú estás aquí –volvió a reírse.

¡Cómo odiaba aquella risa!

-No te costó pasar página por lo que veo. Pero bueno teniendo en cuenta que empezaste a salir conmigo por una apuesta…. que al final ganaste, porque yo me enamoré perdidamente de ti, a pesar de tus desaires y de no hacer más que poner trabas para no continuar algo que estaba empezando y que podría a ver sido muy bonito.

Laura se revolvió en la silla. Desesperada. Aterrada. Lágrimas de terror y angustia resbalaban por sus mejillas. Sabía que aquello era el final, su final.

-Yo también ha comenzado una relación. Se llama Sara. Es muy guapa, casi tanto como tú. Y por eso tengo que cerrar el capítulo de mi vida donde apareces tú y comenzar a escribir otro donde sólo aparezca ella. Si te sirve de consuelo vivirás en mí y en ella, para siempre. Serás la invitada especial en la cena.

Hizo una pequeña pausa. La sujetó por los hombres. Se inclinó ligeramente. Acercó sus labios a su oído y le susurró:

-Quizá el amor que me quede por dar son los restos que tú me dejaste.

El sábado de noche cuando Sara acudió a la cita, se encontró con una mesa preparada con exquisitez. No faltaba detalle. Cubiertos de plata, velas, rosas rojas (sus preferidas). El mejor vino, música de fondo. Una luz tenue… la mejor compañía…

Y el plato principal estofado de carne en vino tinto de Borgoña, ajo, cebolla, hierbas y setas, cocinado a fuego lento durante horas.

 

 

 

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