miércoles, 22 de marzo de 2023

HORA DEL PAGO

 

—Gracias por este día ten maravilloso en la playa, cariño –le decía Ana mientras tumbados en la arena le acariciaba el pelo con ternura –Marta se lo está pasando en grande haciendo castillos en la arena

Y así era, su hija estaba sentada en la orilla llenando un cubo rojo de arena, con una pequeña pala con una enorme sonrisa dibujaba en su cara. Era feliz, al igual que él y su esposa. Era un día perfecto.

Ana se levantó de su lado y fue hasta la niña. Le dio la mano y juntas comenzaron a jugar con las olas que morían en la orilla.

El hombre cerró los ojos y se dejó llevar por el murmullo del agua.

Un estruendo lo sobresaltó. Se irguió en la toalla al escuchar los gritos de su mujer y su hija. Ana llevaba a la pequeña en brazos. Corrían a su encuentro. El cielo se había cubierto de espesas nubes negras que escupían… ¿piedras?

Él tomó la mano de su esposa y comenzaron a correr para ponerse a salvo. Su esposa tropezó. Ella y la niña cayeron sobre la arena. Una gran roca negra caía a gran velocidad sobre ellas…

El hombre se despertó gritando y bañado en sudor. Le costó un rato darse cuenta de donde estaba. Estiró el brazo hacia el otro lado de la cama. Estaba vacío…

Se levantó, salió de la habitación y fue hasta la cocina esperando encontrar a su esposa allí.

No estaba. Recorrió toda la casa sin encontrarla. Fue hasta la habitación de su hijita y tampoco estaba. La cama estaba deshecha pero no había ni rastro de la pequeña.

Nervioso salió a la calle. El coche tampoco estaba.

La llamó al móvil. Saltaba el contestador.

Lo intentó varias veces más, le dejó mensajes para que lo llamara porque estaba preocupado.

Decidió esperar un poco por si llamaba. Comenzó a pasear de un lado a otro de la casa, la incertidumbre lo estaba matando. ¿Dónde estaban?

El teléfono sonó en su mano. Del susto que se llevó casi lo deja caer al suelo. Miró el número. Desconocido leyó. Contestó.

—Ha llegado el momento de pagar el pacto, Fausto –le dijeron al otro lado de la línea.

—¿Quién es? –preguntó aun sabiendo la respuesta.

Meses atrás había hecho un pacto con un hombre que había conocido en un bar. Desesperado por las deudas que lo acosaban estaba bebiendo sin parar en la barra. El hombre se acercó ofreciéndole la solución a sus problemas. Nunca supo por qué aceptó, tal vez la borrachera tuviera parte de culpa y la otra, el miedo a perderlo todo, su familia, su casa….

Al día siguiente en su cuenta estaba el dinero que necesitaba. El hombre a la pregunta de qué quería a cambio, sólo le respondió: me debes un favor.

Estaba amaneciendo. Los primeros rayos de sol que se colaban por las ventanas de salón le mostraron la realidad. Sus ropas estaban manchadas de tierra, así como sus manos. Fue hasta el baño. El espejo le devolvió su reflejo. Tenía la cara sucia y llena de arañazos.

El timbre de la puerta sonó varias veces hasta que fue consciente de ello. Iba a abrir cuando los policías la echaron abajo. Sin darse cuenta le habían puesto las esposas y lo llevaban hasta el coche patrulla. Lo acusaban de la muerte de su esposa y de su hija.

Había pagado el pacto. El diablo se había cobrado sus almas.

 


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