miércoles, 29 de marzo de 2023

QUE ASÍ SEA...

 

La felicidad que colmaba su corazón se vio turbada esa mañana cuando al despertar recordó lo que había soñado.

Su mujer lo miraba mientras se afeitaba delante del espejo al tiempo que le daba el biberón a su hijo de apenas dos meses de edad. Aquella criatura era el motivo de su alegría y su felicidad, era el motivo por el que cada mañana al despertarse lo hiciera tarareando una canción, cualquiera, la primera que le viniera a la mente. Pero aquella mañana era distinta a las anteriores desde que aquel bebé había llegado a sus vidas. Aquella mañana no cantaba. Por eso su esposa lo miraba con detenimiento. Algo había cambiado en él.  Tal vez, pensó, la pesadilla de la noche anterior tuviera algo que ver en aquel cambio. Él al sentirse observado, le preguntó qué pasaba a su esposa. Ella dejó al niño sobre la cama lo besó en la enfrente con una ternura infinita y volvió al baño con su esposo.

—¿Qué te pasa? –le preguntó- te noto raro esta mañana. ¿Tiene algo que ver con la pesadilla de esta noche?

El hombre se secó la cara con la toalla, cogió a su mujer de la mano y juntos se sentaron en la cama junto a su hijo. Él lo miró con amor, un amor puro, incondicional. Y supo que haría cualquier cosa por él. Se acercó al bebé y le susurró al oído «Baba Yagá vendrá por ti, pero yo te protegeré, aunque tenga que dar mi vida a cambio»

Entonces mirando a su mujer a los ojos comenzó a relatarle la historia de un ser malvado que le contaban cuando era pequeño llamado Baba Yagá. «Nuestro hijo tiene que ser bendecido o si no ella se lo comerá»

La mujer se echó a reír al tiempo que le decía que aquello no eran más que cuentos chinos contados por los mayores para asustar a los más pequeños. El hombre movió la cabeza de un lado a otro. Aquellas carcajadas comenzaron a retumbar en su cabeza provocando que una incipiente ira comenzara a crecer dentro de él.

Se levantó enfadado y mirándola le exclamó que quisiera ella o no, el niño sería bendecido con agua bendita que él mismo traería de la iglesia. La pesadilla de anoche había sido en torno a aquel ser maléfico avisándole que se llevaría al niño. El hombre sabía que sólo aquello evitaría que Baba Yagá llevara a cabo sus planes con éxito.

—Por encima de mi cadáver –le dijo ella- no permitiré que un sueño condicione lo que ya habías hablado. Nada de sacerdotes, nada de bendiciones, nada de religiones.

—Que así sea –le respondió él mientras abandonaba la habitación.

La mujer se tumbó al lado del bebé pensando que el tema había sido zanjado definitivamente.

Se quedó adormilada a su lado.

El hombre volvió a entrar en el dormitorio, llevaba algo escondido tras su espalda. No titubeó cuando alzó el cuchillo y se lo clavó a su esposa en el pecho.

A continuación cogió al bebé y salieron a la calle.

 

 


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