Su único hijo era del demonio. Ahora sabía la verdad. Siempre
había desconfiado que aquel niño no era suyo. Él no era su padre biológico. Estaba
completamente seguro.
Su llegada al mundo había costado un gran precio. Se
había cobrado la vida de su madre. La mujer que amaba y de la que todavía seguía
enamorado.
No más verlo, lo odió. Lo odió como jamás había odiado a
nadie. Lo odiaba por haberle arrebatado lo que más quería en este mundo. Pero
el niño pronto se hizo querer. Inteligente, extrovertido, cariñoso, se fue abriendo,
poco a poco, paso a paso, hacia su corazón maltrecho y malherido, llegando a quererlo
de una manera vehemente, febril.
Su vida dio un giro de ciento ochenta grados con su llegada.
Parecía que aquella criatura, tan frágil, tan hermosa, traía consigo la suerte
bajo el brazo.
Su carrera política comenzó a ascender vertiginosamente
hasta que vio cumplido su sueño.
Aquella noche era la gran fecha, tan esperada, tan
ansiada a lo largo de muchos años. Aquella noche sería nombrado presidente de
la nación.
Estaba en un sótano en penumbra, atado de pies y manos en
una silla. Una gran pantalla frente a él le ofrecía las imágenes de la
ceremonia. Y ahí estaba, dando el discurso ante millones de personas de todo el
mundo.
Pero aquel no era él. No, no lo era. Él estaba
sentenciado a muerte. Nunca sería el presidente de ningún país.
No estaba solo en aquel lugar sombrío. No. Había alguien
más con él.
Un hombre alto, delgado, joven y de muy buen ver. Lo
observaba sin dejar de sonreír.
—¿No estás orgulloso de nuestro hijo? –le preguntó.
El hombre maniatado se mantuvo en silencio sin apartar la
mirada de la pantalla.
—Sabía que no me había equivocado eligiéndote a ti como
su padre terrenal. Le has inculcado buenos valores, los necesarios para
alcanzar el máximo poder.
El hombre seguía sin mediar palabra absorto en las imágenes.
—A partir de ahora ya no te necesitamos. Éste es tu fin.
Siempre supiste que no era tuyo. Tengo que decir a favor de tu mujer que se resistió
y que nunca dejó de amarte al igual que nunca deseó el niño que llevaba en su
vientre. Le concedí el deseo de morir antes de ver el rostro de su recién
nacido. Nuestro pequeño puede tomar la forma de cualquier humano. Y ahora,
gracias a ti, tendrá un gran poder. Ha abierto la puerta del infierno. Una
nueva era ha comenzado.
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