Damas, habían vivido en aquella casa colonial del siglo XVIII, dos
hermanas, con una diferencia de edad de menos de un año. Perdieron a sus padres
a una temprana edad, quedando al cargo de un tío paterno. Sus vidas
transcurrieron rodeadas de lujos y atenciones constantes. El tío falleció
siendo muy anciano. Ellas habían cumplido la mayoría de edad. Al leer el testamento que habían dejado sus
padres, descubrieron que su difunto tío había derrochado el dinero que les
correspondería a ellas por herencia. Sólo quedaba la casa, las joyas de su
madre y poco más. Los criados se fueron, dejándolas solas en aquella enorme
casa. No tenían más familia. Su tío no se había casado y no tenía descendencia.
Aquella situación hizo que la hermana mayor enfermara gravemente. Una gran
depresión la postraba en la cama casi las 24horas del día. Su hermana, un día,
cansada de largos meses de cuidarla, viendo como su juventud pasada sin
disfrutar de la vida, sin poder casarse y así formar el hogar que tanto
anhelaba, empezó a idear un plan. Al poco tiempo la hermana enferma desapareció
de la casa. Inmediatamente, empezó a frecuentar sitios de moda, a dar fiestas
en su casa, a vestir elegantemente. Si le preguntaban por su hermana respondía,
casi automáticamente que la había tenido que ingresar en un centro
especializado en enfermedades mentales, por la grave situación en la que se
encontraba. Nadie puso en duda aquella argumentación y la vida siguió pasando.
Se casó, vivió en aquella casa con su esposo, un reputado congresista, tuvieron
un hijo y parecía que todo iba bien. Hasta que empezaron los fenómenos
extraños, movimiento de muebles, caída de objetos al suelo, una voz que se
escuchaba sobre todo por las noches. Un mañana, apareció tendida en el suelo,
al pie de las escaleras que conducían al piso superior. Tenía roto el cuello,
supuestamente, por la caída. Su viudo y su hijo abandonaron la casa poco tiempo
después porque vivir allí se hizo prácticamente imposible. Los fenómenos
extraños se habían acrecentado hasta tal punto que un día, muertos de miedo,
cogieron un par de maletas y se largaron, dejando atrás libros antiguos,
objetos de valor y personales.
Actualmente, la casa que llevaba
tiempo deshabitada, necesitaba algún que otro arreglo, pero eso no fue
impedimento para que aquella mujer la comprara. El vendedor en ningún momento
mostró su identidad, cualquier transacción se realizaba a través de un bufete
de abogados. Quería mantenerse en el anonimato. Después de hacer los arreglos
necesarios para hacerla habitable de nuevo, se instaló allí. Desde el primer
momento en que la había visto se había enamorado completamente de ella. Sus
días pasaban tranquilos y apacibles. Una noche empezó a escuchar ruidos de pasos
en el piso inferior de la casa. Instaló una alarma para sentirse más segura. En
los días siguientes aparte de escuchar ruidos, comenzó a tener sueños extraños,
angustiosos, se despertaba gritando y llorando. Hasta que una noche se despertó
en medio de una pesadilla, el corazón le latía desbocado en el pecho. Abrió los
ojos y vio como sobre ella flotaba una mujer joven, vestida con ropajes
antiguos, no tenía ojos, solo estaban las cuencas, mostrando una sonrisa
siniestra en su cara cadavérica. Pidió ayuda, estaba muerta de miedo. La
policía se personó en su casa, uno de ellos recordaba que sus abuelos contaban
historias siniestras sobre esa casa y un escalofrío recorrió todo su cuerpo.
Ella decidió buscar información en la hemeroteca del pueblo. Encontró historias
sobre la casa que le ponían los pelos de punta. Sonidos extraños, luces que se
encendían y apagaban, la gente que intentaba vivir allí, duraba menos de un
mes, hasta que ya nadie se interesó por ella. Sin embargo, alguien no dejaba
que se deteriorada y todos los años se hacían limpieza en los jardines, se
abrían ventanas para ventilar y se hacían pequeños arreglos. Nadie sabía quién
mandaba hacerlo. Aunque circulaban rumores que indicaban que era aquel dueño
anónimo.
Una mujer de mediana edad la abordó un día por la calle, le contó una
historia sobre aquellas hermanas, que le había escuchado a su abuela. Corría el
rumor entre los vecinos, que la hermana pequeña había matado a la mayor para
librarse de ella y poder quedarse con las joyas de su madre y así poder llevar
la vida que siempre había soñado.
Su hermano decidió pasar el fin de semana con ella. Decidieron mover algún
que otro mueble y colocar algún cuadro por la casa, para darle un ambiente más
personal. Uno de ellos, iría en la cabecera de su cama. Cuando estaban
taladrando la pared, ésta se resquebrajó casi por completo. Lo que encontraron
allí les dejó sin palabras. Había un cuerpo momificado, emparedado, colocado en
posición fetal. Parecía el de una mujer joven, vestida con el mismo ropaje que
llevaba la mujer que se le aparecía. Tiempo después de aquello y tras realizar
las averiguaciones pertinentes, tuvieron la certeza de que aquel cuerpo
momificado, pertenecía a la hermana mayor. Hubo un detalle que no pasó por
alto, el apellido del marido de la hermana más joven correspondía a alguien que
ella conocía muy bien. Entonces si hilaba los datos que tenía, con los nuevos,
aquel hombre podría ser el descendiente anónimo. El heredero de aquella casa. Recordó
el día que su hermano se lo presentó, eran grandes amigos, nunca hablaba de su
familia. Un hombre educado, simpático, inteligente, que se labró una buena reputación
entre los de su gremio. Pero, sobre todo, le intrigó la insistencia de que
invirtiera su dinero en aquella casa. Se trataba de su abogado.