Cuenta la leyenda que una poderosa bruja se internó en el bosque en busca de unas raras y escasas hierbas para curar las heridas de su marido, causadas por el ataque que sufrió por una loba de regreso a casa. Tras una lucha encarnizada entre la bestia y el hombre éste logró matarla asestándole una puñalada en el corazón. A duras penas llegó a casa donde su mujer le curó las heridas. Pero la fiebre había comenzado a subir de manera alarmante por eso salió en busca de aquellas hierbas que le curarían.
Llevaba en su regazo a su
bebé recién nacido.
En su camino se encontró el cuerpo de la loba muerta. Sin
dudarlo, sacó un puñal que llevaba entre su ropa y le arrancó el corazón al
animal. Seguidamente se lo acercó a la boca del niño para que lamiera la
sangre. Pero había algo más. Unos aullidos lastimeros detrás de unos matorrales
la pusieron en alerta. Se acercó sigilosamente para descubrir que había una
cría de lobo asustada y hambrienta allí.
La mujer no lo dudó ni un instante y acercó al lobezno a
su pecho para que bebiera su leche.
Una vez que hubo comido la mujer lo colocó junto a su
bebé y prosiguió su camino. No tardó en dar con las hierbas y volvió a casa.
Durante meses un enorme lobo macho, negro como la noche
más oscura, observaba la casa, viendo como su cachorro iba haciéndose más
grande a medida que pasaban los días. Pero de la misma marera que su lobezno se
iba haciendo adulto, su ira y sus ansias de venganza crecían al mismo ritmo.
Una noche la manada se llevó al cachorro humano.
En un claro del bosque, iluminado por la luz de la luna
llena, yacía el niño gritando y llorando de miedo. A su alrededor siete lobos
caminaban en círculo a su alrededor, gruñéndole.
La mujer acompañada por el lobo que había rescatado y de
su marido llegaron a aquel lugar. Los lobos cesaron su danza macabra y los
miraron con auténtica fiereza dispuestos a atacar.
Pero no movieron un músculo cuando presenciaron la
transformación del hombre y de la mujer en licántropos.
El joven lobo avanzó unos pasos sin dejar de mirar al líder
de la manada, el gran lobo negro, su padre.
Todos se apartaron conocedores de la pelea que en pocos
minutos iban a presenciar. Una pelea a muerte. Sólo uno podría quedar con vida.
El gran lobo se abalanzó sobre su adversario. Pero este más joven y más ágil
esquivó el golpe. La pelea duró varias
horas hasta que el hijo venció al padre.
La luna incitó al lobo a festejar con sangre su victoria. Sus padres humanos acababan con el resto de la manada, éste arrancó el
corazón de su padre del pecho. Hizo un ademán a su hermano humano para que se
acercara y juntos compartieron el festín.