miércoles, 3 de julio de 2024

SOLDADOS

 Tom, un chaval de nueve años, y su madre entraron en un establecimiento de comida rápida. Habían estado toda la mañana de compras y aquello formaba parte del plan de la mujer en agradecimiento al buen comportamiento de su hijo y su infinita paciencia para con ella.  

Mientras Marjorie, la madre, hacía el pedido, el chaval la esperaba sentado en una mesa jugando con sus soldados de juguete. 

En la mesa de al lado se sentaron tres adolescentes que no paraban de gritar y reírse. 

Tom, en un momento dado, se agachó para recoger a uno de sus soldados que se había caído de la mesa, parando en los pies de uno de ellos. 

Alan al darse cuenta de que el muñeco en cuestión estaba junto a sus zapatillas de marca no dudó en pisarlo.
Al chaval lo miró y le pidió amablemente que le dejara cogerlo. Pero Alan tenía otros planes que no coincidían en nada con los de Tom.

En vez de apartar el pie y facilitarle al chaval la recuperación de su soldado perdido, lo pisó con más fuerza hasta hacerlo trizas.

Tom intentó contener las lágrimas que afloraban a sus ojos. Le costó, pero lo consiguió.

Decepcionado por la reacción del adolescente, se sentó resignado en la silla y esperó pacientemente la llegada de su madre. Tenía un soldado menos, era un hecho. Muerto en combate, pensó. 

El altercado habría quedado ahí, sin más, por lo menos por parte de Tom que no le gustaban las peleas y mucho menos suplicar. Pero Alan  no quería dejar pasar aquella oportunidad de burlarse de él y de sus soldados.

Lo humilló delante de sus amigos, se burló de él e incluso no dudó en dar un paso más y le agredió dándole un manotazo en la cabeza del chaval.

Tim no pudo aguantar más y rompió a llorar. Marjorie ajena a lo que le estaba pasando a su hijo seguía en la cola de los pedidos desesperada por la tardanza.

Alan se levantó para rellenar su vaso de refresco.

A la vuelta tropezó con otro muchacho y el líquido se derramó en su camiseta nueva.

Culpó de aquello, como no, al chaval de la mesa de al lado, a Tom.

Enfadado se encaminó al baño para limpiarse la mancha. Mientras tanto Marjorie hacía acto de presencia en la mesa donde estaba su hijo, portando una bandeja con sendas hamburguesas y patatas fritas.

Tom había dejado de llorar y logró sonreír cuando su madre se sentó a su lado.

En el baño, Alan profiriendo una palabrota tras otra, intentaba quitar aquella ingrata mancha de su apreciada camiseta. Cuando terminó levantó su mirada al espejo y contempló su imagen en el espejo. Era guapo y lo sabía. Pero en el espejo no solo se veía a él. Había alguien más detrás de él. Se giró. No había nadie. Se volvió a mirar en el espejo y allí estaba de nuevo un soldado con la cara sucia y el uniforme lleno de barro, con el fusil apuntándole directamente a la cabeza. Entonces…. Escuchó un disparo.

En una acto reflejo se agachó para evitar la bala y salió corriendo del baño gritando.

Pero cuál sería su sorpresa al ver que aquel soldado del baño no era el único que lo acechaba. 

El local estaba lleno de ellos, todos apuntándoles con sus fusiles.

Se agarró la cabeza desesperado y cayó de rodillas en el pasillo llorando y suplicando por su vida. Los soldados se acercaron a él y lo rodearon sin dejar de apuntarle con sus armas.

Personas extrañas entran en la puerta de la percepción.

Alan logró levantarse y en un intento desesperado de luchar por su vida echó a correr hacia la salida.

Su carrera alocada lo llevó hasta la carretera en la que, a esa hora de la tarde, había mucho tráfico. No vio al autobús acercarse y ya era tarde cuando se dio cuenta de su existencia.

La gente en el local comenzó a gritar y salir corriendo a la calle, donde el joven había exhalado su último suspiro tras haberle pasado las ruedas del autobús por encima.

Marjorie vio la escena a través del cristal. Le dijo a Tom que recogiera a sus soldados. Este obedeció y los metió en la caja de donde los había sacado. Le dio la mano a su madre y juntos se alejaron del local lo más aprisa que pudieron. 

Mientras corrían calle abajo, Tom no pudo evitar sonreír. Había ganado aquella batalla, una de tantas…






miércoles, 19 de junio de 2024

EL FINAL DE TODO

 Talbot, un muchacho de 16 años, se había quedado hasta tarde en la biblioteca terminando un trabajo de historia que tenía que entregar al día siguiente. Iba caminando hacia su casa cuando una furgoneta negra se paró a su lado.

Un hombre de mediana edad vestido totalmente de negro se bajó y se acercó a él. 

—Talbot, hijo mío, ¿cómo estás?

—¡¿Papá?! 

El muchacho se había quedado de piedra al oír la voz de ese hombre que se parecía a la de su padre que había muerto hacía menos de un año después de una larga enfermedad.

El hombre lo agarró con una gran fuerza de un brazo mientras abría la puerta de atrás de la furgoneta.

—¡Entra!

Talbot supo en ese momento que aquel hombre no era su padre y comenzó a forcejear para liberarse de él.

Tony un joven de unos 25 años venía de trabajar. Aquel día había sido agotador. Era animador y lo hacía sobre todo en fiestas infantiles. Había días en los que odiaba su trabajo y aquel era un día de esos. Estaba tan cansado y tenía tantas ganas de llegar a su casa que no se había cambiado. Todavía llevaba puesta la ropa de payaso y la cara pintada. 

Escuchó unos gritos y vio como un hombre intentaba meter a un chaval en una furgoneta. Aquello le dio mala espina. Agarró al chaval por detrás y pudo evitar que el hombre lo secuestrara. Este al verse derrotado se metió dentro y huyó de allí como alma que lleva el diablo.

Tony acompañó al chaval hasta su casa.

Mientras tanto el hombre de la furgoneta recibió una llamada.

—¿Todo bien?

—No, el chaval logró escapar.

Silencio al otro lado, una pausa demasiado larga que sabía que no significaba nada bueno.

—Siento haber fallado pero es él, estoy seguro. Al agarrarlo del brazo el contacto con su piel me produjo una quemadura. No hay duda de que es el elegido.

—Bueno, lo sabremos pronto.

La llamada se cortó.


Cuando Talbot llegó a casa vio que su madre todavía no había llegado de trabajar. Mejor así, pensó, no se encontraba bien y no quería que se preocupara. Se quitó la ropa, se puso el pijama y fue al baño.

Se miró en el espejo, el reflejo le mostraba la palidez de su cara y había algo más. Le dolía el brazo en el que aquel hombre lo había agarrado. Se lo miró. Tenía una quemadura en el lugar en que lo había agarrado. Sintió que se mareaba al verlo. Se mojó la cara con agua fría e intentó relajarse. Se volvió a mirar en el espejo. Su cara se estaba transformando. Le habían salido arrugas y sus ojos habían perdido su tonalidad azul pasando a ser negros como la oscuridad más profunda.

Salió del baño arrastrando los pies. Se sentía cansado, como si el peso del mundo recayera sobre sus hombros, como si fuera el titán Atlas.

Se sentó ante su escritorio dispuesto a terminar el trabajo de historia que tenía que entregar a primera hora de la mañana pero no pudo. En su lugar cogió unos folios y comenzó a escribir. Él no lo hacía, una mano invisible lo hacía por él, estuvo escribiendo durante horas y cuando terminó se sintió tan exhausto que se metió en la cama, no escuchó a su madre llamándolo para cenar ni escuchó abrirse la puerta cuando ella fue a ver si se encontraba bien ni el beso que le dio en la frente deseándole buenas noches.

Talbot escribió la profecía del final de la tierra.

Cuando se despertó por la mañana se encontró como un mundo destruido, todos habían muerto. Seres infernales habían tomado la tierra y la aclamaban como el nuevo dios.


jueves, 6 de junio de 2024

PESADILLA

 Por tercera noche consecutiva Murray se despertó empapado en sudor y con el corazón saltando en su pecho con la fuerza y la furia de un caballo desbocado.

Su mujer, Ángela, trataba de tranquilizarlo.

—¿Otra vez la misma pesadilla? —le preguntó visiblemente preocupada.

—Sí. Pero esta vez, al igual que la de ayer, había algo diferente.

—No entiendo….

—Verás Ángela. La primera vez yo estaba sentado en una silla, en medio de un gran salón. Estaba de espaldas a la ventana. La luz del atardecer que se colaba por ella, alargaba de manera considerable mi sombra. Podía sentir una presencia que me observaba detrás de mí. Intentaba levantarme pero parecía que aquella maldita silla estuviera sujetándome para que no lo hiciera..  Sentía que aquello que se acercaba a mi lo iba haciendo lentamente, tomándose su tiempo y presentía que si no conseguía levantarme de aquella maldita silla, si no lo hacía…. moriría.

Ángela lo abrazó con fuerza mientras unas lágrimas se deslizaban por sus mejillas al imaginarse la angustia que había sentido su marido.

—La segunda noche la pesadilla comenzó igual, pero había algo diferente. Aquella presencia estaba detrás de mí. Pude percibir su olor. No era desagradable. Me resultaba conocido, aunque debido al estado de auténtico terror que sentía, no pude identificarlo. Aquella aparición se acercó más a mí. Pude sentir un cosquilleo en mi oreja derecha. Era su aliento. Me susurró algo que no logré comprender.

Su mujer lo besó tiernamente en los labios y luego se acurrucó a su lado.

—Y esta noche ¿qué pasó? —le preguntó.

—Esta noche querida, ese ser, esa aparición dio un paso más. Esta vez cuando me susurró al oído entendí lo que me decía. 

—¿Qué te decía?

—Vas a morir…. Sentí el filo de un cuchillo en mi cuello y cómo hacía un pequeño corte.

 —¡Mi amor, es horrible! Pero piensa que sólo fue una pesadilla, estás vivo, aquí a mi lado. No quiero ni pensar qué sería de mí si tú me faltaras.

—Sí, es cierto. Ha sido sólo un sueño. Intentemos dormir de nuevo.

—Pero antes, bajaré a por un vaso de leche caliente,  te ayudará a dormir mejor.

—Gracias querida. Te quiero mucho.

—Yo también, mi amor.


Cuando se despertó sintió que tenía el cuerpo entumecido. Estaba sentado en una rígida silla de madera. Intentó moverse sin 

éxito alguno. Le dio la impresión de que la silla lo tenía atrapado. No podía mover la cabeza, ni los brazos, ni las piernas. Vio su sombra alargada en el suelo. Estaba de espaldas a una ventana. Aquella era la luz del atardecer. Pero… cómo era posible. No recordaba haber llegado allí. Lo último que recordaba es estar en la cama con su mujer, con Ángela.

¿Dónde estaba y cómo había llegado hasta allí?

Estaba reviviendo su pesadilla. Sabía lo que pasaría a continuación. Aquel ser acercándose a él por la espalda. Aquellas palabras que le susurraban al oído y el cuchillo en su garganta.

Y así fue. Pero ahora sí reconoció el olor que le había sido tan familiar en sus sueños. Era la colonia que usaba su mujer. Entonces…

—El sueño de Murray lo asesinó en realidad —escuchó la voz de Ángela mientras le rajaba el cuello.

Murió haciéndose una única pregunta:

—¡¿Por qué?!



jueves, 16 de mayo de 2024

LA ESCRITORA

 Marta llevaba tres días encerrada en su casa, concretamente en su despacho. La muerte de su marido la había hundido en un pozo de pena y dolor. Salir de aquella habitación le provocaba ansiedad. No podía soportar no escuchar los pasos de su marido por la casa, ni sus risas, ni verlo..

Ese tiempo lo pasó escribiendo su última novela. Se había abastecido de comida. Tenía un baño en la habitación, así que no le hacía falta salir de allí por varios días.

No había parado de llover desde ese día, un fuerte temporal había aterrizado en el pueblo sin pensar en irse en los próximos días.

Marta no contó con la ausencia de luz. Estaba tumbada en el diván leyendo, cuando todo quedó a oscuras.

Pensó que volvería pronto, pero una hora después seguía a oscuras.

Muy a su pesar tuvo que salir de su despacho.

Los fusibles estaban en el sótano. Tenía una linterna en uno de los cajones de su escritorio. La cogió y salió de la habitación.

Se encaminó hacia la cocina donde se encontraba la puerta que daba al sótano.

Era de noche, la oscuridad era total. No sólo no había luz en su casa sino en la de los vecinos y ninguna farola iluminaba la calle. Estaban todas apagadas.

Para llegar a la cocina tenía que pasar por el vestíbulo donde comenzaban las escaleras que daban al piso de arriba. 

Vio algo extraño.

Salía luz de la habitación a través de la puerta que estaba entreabierta. La habitación que había compartido con su marido hasta hacía unos días.

Comenzó a subir las escaleras, despacio, sentía el miedo en su espalda. Su cabeza le decía que había dejado la luz encendida el día que estuvo allí vistiéndose para el funeral de su marido. Tenía que ser eso. Se lo repetía una y otra vez a medida que iba subiendo.

Cuando llegó arriba caminó hasta la puerta. La empujó hasta que se abrió de todo. La luz procedía del armario. Las puertas estaban abiertas de par en par.

Estaba perpleja, pensó que aquello no era más que un sueño del que se despertaría en cualquier momento. Se acercó a él.

Supo nada más verlo que aquello no era normal. Como escritora del género de terror sabía casi con certeza de que era una puerta que la llevaría a algún lugar.

La escritora atravesó el portal.

Entró en él. Apartó la ropa que estaba colgada. La parte de atrás del armario había desaparecido, así como la pared.

Se coló por aquel hueco. La luz le cegaba los ojos. Cuando salió al otro lado vio una habitación igual que la suya. La misma cama, las mismas mesitas de noche y las mismas lámparas sobre ellas. El mismo tocador, la misma colcha sobre la cama….

Era como si no hubiera salido de su cuarto. Pero había algo diferente. Su ropa estaba amontonada con sus perchas y en el suelo un recorte de periódico.

Lo cogió y lo leyó. Miró la fecha. Era de hacía tres días.

Marta Ventura, la famosa escritora de terror ha fallecido esta madrugada a consecuencia de un fatídico accidente de coche.

Ella era esa mujer.


miércoles, 1 de mayo de 2024

MASACRE

 —¿No los habéis visto?

Gritaba una mujer enloquecida corriendo entre la muchedumbre congregada en la plaza de Haymarket el 1 de mayo, conmemorando el día del obrero

—¡Vienen hacia aquí!

Un hombre logró pararla agarrándola fuertemente de un brazo.

—¿A quienes te refieres mujer?

—¡A ellos! Que Dios nos ampare ya están aquí.

El hombre giró la cabeza a tiempo de ver cinco corceles blancos acercándose a la multitud. Cabalgando sobre sus lomos iban cinco hombres vestidos de negro. Cada uno de ellos llevaba una espada en la mano.

El hombre, llamado Tim Gordon, reportero de un renombrado periodico, los reconoció de inmediato. Eran los hombres que habían sido asesinados como responsables de la muerte de varios policías en la reyerta que había ocurrido en aquella misma plaza.

—Resurgen las almas de la masacre de Haymarket —murmuró el hombre.

Los caballos siguieron al trote por el camino que les iba abriendo la multitud. Dieron una vuelta a la plaza sin mediar palabra con sus espadas en alto. 

El silencio era absoluto. No se escuchaba ni el trinar de los pájaros.

Al terminar regresaron por donde habían venido. 

Tras el impacto que aquellas apariciones habían provocado en la gente, éstas comenzaron a moverse tímidamente y hablar entre ellos entre susurros. 

Decidieron dar por finalizada aquella congregación.

Pero aquel día no todos regresaron a sus casas. Cuando la plaza empezó a quedar vacía los más rezagados vieron cuatro cuerpos ensangrentados en el suelo. Les faltaba la cabeza.


sábado, 13 de abril de 2024

EL RESURGIR

 El Olimpo había sido un lugar de copas muy conocido no solo en la ciudad sino en todo el país. Allí bellas jovencitas cantaban ligeritas de ropa los viejos cuplés de los años 20.

Doña Equidna dirigía el local. Tenía tres hermosas hijas pequeñas que las dejaba a cargo de su hermana en la parte superior del local que era su vivienda.

Pero todo cambió cuando el local comenzó a decaer debido a las salas de fiestas y discotecas que comenzaban a emerger.

Tuvo que vender el Olimpo a un empresario interesado en darle un aire más moderno al lugar.

Doña Equidna cayó en una gran tristeza que la llevó a la tumba pocos meses después.

Una noche de Agosto, veinte años después, coincidiendo con las fiestas del pueblo. Tres jóvenes, Amalia, Amelia, Ámbar, entraron en el Olimpo cargando sendas metralletas. Comenzaron a disparar a todo el mundo que encontraban en su camino y que les impedía el paso.

Al gran empresario, un hombre corrupto que utilizaba el local para sus negocios oscuros e ilegales, Don Elías, le cortaron la cabeza, la colocaron en un gran palo, la pusieron en el escenario y comenzaron a cantar.

La policía no hizo nada. Respiraron con satisfacción  al saber que aquella rata inmunda no les volvería a dar trabajo.

Las hijas de Equidna resurgieron para conquistar el Olimpo.



jueves, 28 de marzo de 2024

EL HIJO

 —¿Estás verdaderamente seguro de lo que has averiguado?

—Sí, señor presidente. He estado más de un año haciendo averiguaciones y todo lo que pone en el informe que le he entregado es cierto, incluso hay pruebas de todo ello.

—Se refiere a las del adn ¿no?

—Exacto —le confirmó el detective privado— Marcos no es su hijo— El nombre de su verdadero padre aparece también en el informe.

—Muchas gracias por sus servicios. Mi secretaria tiene un cheque generoso para usted. No se olvide de que firmamos un acuerdo de confidencialidad, si revela algo de ésto lo pagará con su vida.

—Lo sé, puede confiar en mí. Es parte de mi trabajo.

—Ahora váyase, por favor, quiero estar a solas.

El detective privado se fue. En cuanto cerró la puerta a sus espaldas el presidente hizo una llamada.

—Encargaros del hombre que acaba de salir de mi despacho y de Juan Martínez. Os paso ahora la dirección. Y dile a Félix que venga a verme lo antes posible.

 

Cuando Alberto Fontán entró en su casa, su mujer estaba llorando en el salón.

—¿Qué te pasa querida? —le preguntó el hombre.

Ella se levantó del sofá y se acercó a él con paso firme y decidido. Estaba muy enfadada.

—Todo esto ha sido cosa tuya ¿verdad? —le espetó.

Con toda la tranquilidad del mundo mientras se servía un generoso vaso de whisky el marido le respondió:

—No sé a qué te refieres Sara

—Has cambiado a nuestro hijo de colegio ¿no? he recibido hoy una llamada del director.

—Cariño, ese lugar no era el mejor para Marcos. Sabes que necesita disciplina. Lo he mandado a un internado de Suiza, al mejor y al más caro. Lo veremos en verano y en navidad. Haremos de él un hombre de provecho. No te preocupes.

—Pero podrías avisarme. Nunca cuentas conmigo —sollozó ella.

Él la abrazó con ternura.

—En dos días será tu cumpleaños, haré para ti una fiesta a lo grande. Invitaremos a nuestros mejores amigos. Y te lo pasarás genial. 

—¿Y Marcos? 

—Él estará entre nosotros. No te preocupes. Sabes que todo lo que hago es por el bien de la familia.


La fiesta fue un éxito. El menú era digno de la mesa de un rey. 

Pero lo que más halagaron fue la carne. Nunca habían probado nada igual. Y aunque se morían de ganas de saber de dónde procedía, el presidente no quiso desvelar esa información.

Alberto Fontán con el plato de la carne delante pensó: llegó el momento de comer su carne, la carne de Marcos.



REBELIÓN

  Era una agradable noche de primavera, el duende Nils, más conocido como el Susurrador de Animales, estaba sentado sobre una gran piedra ob...