lunes, 18 de enero de 2021

¿UN SUEÑO?

 


                   ¿A qué vienen los extraterrestres a nuestro mundo? ¿A conquistarnos, tal vez, a observarnos, a dar un paseo casual o quizá son otras sus intenciones?

                    Aquella noche, ya pasadas las doce, algo ocurrió en aquel bosque, los pájaros levantaron el vuelo presas de pánico, los animales huyeron refugiándose en otro lugar donde pudieran estar a salvo, pero, ¿de qué? Nadie escuchó nada, todos estaban durmiendo, salvo un puñado de personas que por un motivo u otro estaban despiertos y vieron algo que surcaba el cielo. Algo luminoso, de grandes proporciones, silencioso, que se posó en el bosque.

                   Una de esas personas era Clara, había estado trabajando hasta tarde en un proyecto que tenía entre manos. Desde la ventana de su estudio había visto una luz atravesando el cielo y que luego desaparecía entre los árboles que poblaban el bosque que tenía enfrente de su casa. Tano, su perro mestizo comenzó a ladrar con ímpetu en la puerta. Ella, trató de calmarlo, pero los ladridos iban subiendo de intensidad. Decidió salir con él a dar una vuelta, antes de que despertara a sus vecinos con sus ladridos y de paso intentaría averiguar que era aquello que había visto en el cielo.

                   Salieron, ella llevaba al perro de la correa, caminaron por un sendero que se adentraba en el bosque, no le hacía falta llevar una linterna, aquella noche había luna llena.

                   El perro que hasta entonces había dejado de ladrar, comenzó a ponerse nervioso y cada vez tiraba más de la correa, en un descuido el perro se soltó y comenzó a correr internándose en el bosque. Ella comenzó a llamarlo mientras iba tras él.

                   Llegó hasta un claro en el bosque, y allí descubrió lo que había visto y leído multitud de veces, un ovni. Se quedó boquiabierta ante lo que tenía delante. Aquel aparato era más grande que un avión, pero a diferencia de éste, era ovalado, como un huevo, con luces por todas partes, de color plateado. La mitad para arriba de aquel objeto estaba formada en su totalidad por cristal. No podía ver lo que había dentro porque las luces la cegaban. La mitad para abajo era completamente lisa, no se veía ninguna puerta.

                   Los ladridos insistentes del perro la sacaron de su ensimismamiento. Acudió a su encuentro. Tano le estaba ladrando a algo que permanecía inmóvil frente a él, como si fuera una estatua, al acercarse, Clara descubrió que estaba ante un ser, vestido con un mono plateado, del mismo color que aquel aparato, le cubría la cabeza, dejando ver sólo la cara y las manos. Los pies estaban enfundados en unas botas negras.

                 Aquel ser extendió las manos vacías indicándole que no llevaba nada en ellas, en un intento de tranquilizarla. Clara llamó a su perro, éste se acercó a ella, reticente, sin dejar de mirar y gruñir a aquella cosa.

                 Ella se acercó un poco más a él, con cautela y a medida que lo iba haciendo apreció que a los pies de aquel ser había unos frascos pequeños, redondos, de un color azul intenso como el cielo, calculó que habría decenas, quizá un centenar de ellos esparcidos por el suelo. Él la estaba mirando y se percató de que miraba a aquellos frascos, entonces le habló, y no lo hizo en una lengua extraña, lo hizo en su idioma. Tenía una voz grave, le hablaba despacio, con calma, para no asustarla.

                             -Hola, -comenzó a decirle- mi nombre es Arum, como ya habrás imaginado vengo de muy lejos. Pero no vengo a hacerte daño ni a ti ni a nadie, vengo en una misión.

                  Clara, parpadeó, estaba confusa y eufórica al mismo tiempo. Su instinto le decía que aquel tipo no era peligroso, su instinto y su perro que se había acostado a su lado como si nada hubiera pasado.

                               -Yo me llamo Clara y éste es Tano mi perro.

                  Una vez echas las presentaciones el ambiente se distendió un poco. El tipo aquel se sentó sobre el tronco de un árbol caído y le hizo un ademán para que se sentara a su lado y Clara así lo hizo.

                                -Bueno, esto te parecerá raro, pero quiero contártelo todo para que lo entiendas. Cada cierto tiempo, viajamos por el espacio, recorremos muchos planetas entre ellos éste. Venimos de una galaxia muy lejana a la vuestra, donde vivimos en un planeta parecido al tuyo. Allí nacemos, hacemos nuestra vida, estudiamos, trabajamos, igual que vosotros y luego también morimos. Cuando alguien muere, metemos su alma en estos frascos. Esperamos a tener muchas, cientos, miles, para emprender el viaje. Durante muchos años vamos de planeta en planeta y las vamos dejando. Mi misión, lo que me ha traído a este planeta, es esparcir estos frascos por todo el mundo. No estoy solo, hay más naves surcando vuestros cielos, en estos momentos, con la misma misión.

                                  - ¿Y para que hacéis esto? –logró preguntarle Clara.

                           Él la miró y ella pudo ver un atisbo de ternura y comprensión en su cara, entonces continuó hablando.

                                    -Verás, sabemos de vuestros procedimientos y ritos cuando uno de vosotros muere, nosotros también tenemos los nuestros. Estas almas que están en los frascos, son liberadas en cuanto vosotros, por pura curiosidad, abráis el frasco. Esta alma al fin liberada, buscará un recién nacido y se introducirá en su cuerpo, de esa manera volverá a vivir y tendrá otra oportunidad de redimir los pecados que habría hecho en la otra u otras vidas que haya tenido, hasta alcanzar la plenitud, la paz total.

                                    - ¿Y por qué están estas esparcidas por el suelo?

                                     -¡¡Ahh!!, eso, sí –y soltó una carcajada- no esperaba compañía, tu perro me asustó y me cayeron, pero tranquila, los frascos no se rompen.

                                Clara estaba realmente confundida, lo que le había contado la había dejado desconcertada. El hombre se levantó y ella hizo lo mismo.

                                        -Bueno tengo trabajo que hacer como ya ves, -le dijo- pero he de hacer una última cosa para que no tengas problemas con los tuyos. Esto no lo pueden saber, no están preparados todavía, lo hago por tu bien. Espero que me perdones.

                                   Clara se despertó sobresaltada. Había tenido un sueño rarísimo, sobre una nave espacial y un extraterrestre. Se levantó, Tano estaba a su lado en su cama, durmiendo plácidamente. Fue hasta la cocina a beber un vaso de agua, y entonces vio tierra en el suelo, delante de la puerta de la entrada.

 

 


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