Raúl se despertó con los primeros rayos del sol que se
colaban por la ventana de su habitación. Sara estaba a su lado. Se giró. Le
gustaba contemplarla mientras dormía. En esos momentos veía a aquella jovencita
que le había robado el corazón hacía más de cincuenta años y que todavía le
pertenecía.
Aquella mañana se había despertado acariciando recuerdos
que creía ya olvidados, de un tiempo muy lejano. Su madre en la cocina orneando
pan y como aquel aroma impregnaba cada rincón de la casa. Su larga melena
recogida en una coleta, su delantal blanco y una gran sonrisa dibujada en su
cara mientras le apremiaba que se diera prisa o llegaría tarde al colegio.
Había sentido aquel beso que le había dado en su mejilla y la había visto en el
umbral de la puerta despidiéndose de él con la mano mientras le decía:
-Recuerda que hoy vendrá la familia a casa, no tardes en
regresar del colegio. Hoy será un gran día.
-Sí, mamá –le había respondido con el corazón rebosante
de amor.
Ahora recostado en su cama, en el ocaso de su vida, con
las manos entrelazadas sobre su pecho y contemplando el techo recordaba aquel
sueño tan nítido. Nunca había tenido uno igual. Había sentido aquel beso, el
olor al pan recién hecho. Había vuelto a su infancia mientras dormía.
Cerró los ojos. Quería volverla a ver una vez más. Y lo hizo,
y esta vez no era un sueño. Su madre estaba allí, sentada en el borde de su
cama. Era tan liviana que parecía flotar. No había envejecido, era la misma que
cuando era pequeño, igual que en su sueño. Con su coleta y su delantal blanco. Se
miraron sin pronunciar palabra. No hacía falta hablar. Aquellas miradas
cargadas de amor lo decían todo. No sentía miedo, no. Era paz lo que sentía en
cada fibra de su cuerpo. Ella le sonreía mientras acariciaba con ternura su
mejilla surcada de arrugas. Escuchó su voz en su cabeza a pesar de que no había
movido los labios. “Hoy es el día, hoy vendrá toda la familia” A continuación se
inclinó sobre él y le besó la frente. Luego se desvaneció.
Se giró para contárselo a Sara, pero…. seguía dormida. Últimamente
su salud había empeorado mucho. Dormía muchas horas y aun así siempre estaba cansada.
Decidió no despertarla.
Como impulsado por un resorte invisible se levantó. Su
artritis había decidido darle una tregua aquella mañana. Se sentía bien, como
si le hubieran quitado cincuenta años de encima. Fue al baño. Se contempló en
el espejo. Estaba llorando. Éste le devolvió la imagen de un hombre octogenario,
sin embargo, se sentía joven de nuevo. Siguió mirándose un buen rato, como si
quisiera ver más allá del cristal. Cuando desvió la mirada sus ojos tenían un
brillo especial, el de un hombre que había tenido una revelación que debía
llevar a cabo. El viaje que Sara y él
llevaban tiempo posponiendo se haría, por fin, realidad.
El día se presentaba gris y nublado, amenaza con llover.
Pero ni el tiempo ni ninguna otra cosa enturbiaría su misión y mucho menos su
buen humor.
Tres horas después de haber salido a la carretera, las
primeras gotas de agua comenzaron a mojar el parabrisas del coche.
Poco después bajo una cortina de lluvia vio la silueta de
una mujer. Aminoró la marcha. Era joven y muy guapa, vestida con ropa de los
sesenta. El corazón le dio un vuelco en el pecho al reconocerla. Era su madre.
Y… no estaba sola.
El viaje había llegado a su fin.
Un conductor había llamado a emergencias. Les explicó,
visiblemente alterado. que el coche que circulaba delante de él, se había
salido de la carretera chocando contra un árbol.
Había estacionado el coche en el arcén para realizar la
llamada. Tal vez todavía siguieran con vida. Tenía que ir a ver. La ayuda no
tardaría en llegar.
Se apeó del coche y fue hasta el lugar del accidente.
Al volante iba un hombre muy mayor, demasiado a su
entender para que condujera y más con aquel tiempo. Estaba muerto.
En el asiento del copiloto había una persona. Estaba totalmente
envuelta en un manta.
Debido al impacto parte de su cabeza quedó al
descubierto.
Aquella imagen le acompañaría hasta el día de su muerte
provocándole pesadillas noche tras noche.
Se trataba de una mujer. Una anciana. En avanzado estado
de descomposición.
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