Soñaban con viajar a África, a una isla paradisiaca,
donde disfrutar de su luna de miel. Sus amigos le regalaron el viaje.
Partieron el día de su boda, enamorados y felices por la
nueva vida que comenzaban juntos y no había un lugar mejor para hacerlo que
aquel pedazo de paraíso.
Las fotos tomadas del lugar eran sin duda un gran reclamo
para los turistas. Mostraban un paisaje sin igual, con grandes cascadas y lagos
enormes con aguas cristalinas. En definitiva, un lugar paradisiaco donde
descansar después del estrés provocado por los preparativos de la boda. Si cerraban
los ojos podían verse en la orilla del mar y disfrutando del paseo por la selva
acompañados de un guía. Luego cenarían en el restaurante del hotel y
contemplarían la puesta de sol mientras tomaban una copa.
Embarcaron en el avión que los llevaría a tan deseado destino.
Se acomodaron en sus asientos dispuestos a disfrutar cada segundo del viaje.
Había transcurrido una hora desde que el avión había
despegado, cuando se dieron cuenta de que algo no iba bien. Salía humo de uno
de los motores. Las insistentes llamadas al personal de vuelo no se hicieron
esperar. Cundió el pánico cuando, por los conductos de ventilación, comenzaron
a salir arañas de gran tamaño que se iban dispersando por todos los lados. No
eran una ni dos, había cientos, miles de ellas. Eran tarántulas. Los pasajeros,
unos ocupados en matarlas y otros en huir de ellas no se percataron de que el
avión caía en picado.
Los protagonistas de esta historia atemorizados intentaron
esconderse en el baño y tapar los conductos con toallas para evitar así que se
colaran en aquel estrecho espacio. Escuchaban gritos de dolor de los pasajeros
cuando alguno era picado por alguna de ellas. Se abrazaron cuando se dieron
cuenta de la situación. Nadie sobreviviría a una muerte segura.
El hombre se despertó gritando y bañado en sudor. Se
enderezó en su asiento y miró a su alrededor. Su esposa, sentada a su lado, trataba
de calmarlo. Había tenido una pesadilla. Algunos pasajeros lo miraron alertados
por sus gritos. Él pidió disculpas mientras intentaba calmarse un poco. Un
vistazo por la ventanilla le indicó que estaban sobrevolando el mar.
Tranquilizó a su esposa diciéndole que estaba bien. Se
levantó, no sin cierto esfuerzo, para ir al baño. Le dolía todo el cuerpo y las
piernas le pesaban una tonelada cada una.
Por el largo pasillo no pudo menos que observar a los
pasajeros que los acompañaban en aquel largo vuelo. La mayoría estaban
durmiendo. Otros hojeaban una revista o leían un libro. Pero había algo más que
le llamó la atención. Se veían muy pálidos a todos y cada uno de ellos, sin
excepción. Una señora mayor lo miró mientras esbozaba una sonrisa, dejando al
descubierto unos dientes podridos y amarillentos. El hombre ante aquella imagen
apresuró el paso. Abrió la puerta del baño. Abrió el grifo y se refrescó la
cara. Aquel sueño lo había dejado muy cansado y perturbado. No sabía si era premonitorio,
esperaba que no, pero algo le decía que ando andaba mal, pero… ¿qué?
Volvió a su asiento. Todos a su alrededor se habían
quedado dormidos. Incluso pudo escuchar los ronquidos de aquella señora que le
había sonreído de manera siniestra al pasar a su lado. Su esposa también dormía.
Su aspecto se había vuelto demacrado en el poco tiempo que estuvo en el baño. Se
sentó a su lado y le habló. No hubo respuesta. La zarandeó un poco. Nada. La
dejó dormir. Se acurrucó a su lado y se quedó dormido casi al instante. Mientras
se dejaba llevar por el sueño una alerta saltó en su cabeza. El avión no se
movía. Había visto una pequeña isla hacía un buen rato e incomprensiblemente
seguía en el mismo sitio. Parecía estar viendo una foto.
Estaba tan cansado…. Cerró los ojos y cualquier
preocupación desapareció por completo.
“Un avión se estrelló en el mar a pocos kilómetros de la
isla de Madagascar. No hay ningún superviviente. Los primeros en llegar al
lugar de los hechos descubrieron que los cadáveres presentaban picaduras por
todo el cuerpo. Las primeras investigaciones arrojaron a la luz que habían sido
provocadas por tarántulas. ¿Qué hacían aquellas arañas en el avión? Se piensa
que el piloto perdió el control del aparato desencadenando aquel trágico final.”