El sonido de la alarma de su móvil indicaba que eran las 11 de la noche. El hombre apaga la tele, se levanta del sofá y se dirige al baño. Se da una ducha, se afeita y se pone el uniforme. Su turno de vigilancia en la fábrica comienza a las doce de la noche, tan solo dos manzanas lo separan de su trabajo. En el ascensor se observa en el espejo y sonríe al ver su imagen reflejada en él. Un afeitado perfecto y ni un atisbo de arrugas en su ropa.
Abre la puerta de la calle y una densa niebla lo rodea. La visibilidad es nula a su alrededor. Un pitido en su móvil le indica la llegada de un mensaje. Lo lee. Su compañero lo está esperando frente a su portal en el coche como viene haciendo cada noche en los últimos seis meses que llevan trabajando en aquel lugar.
Armando pone un pie en la calle. Enciende la linterna del móvil esperando que arroje algo de luz sobre aquella niebla. Logra llegar al coche. Al abrir la puerta nota que algo o alguien lo agarra de la camisa con mucha fuerza. Una vez dentro se da cuenta de que está rota a la altura del hombro. Asustado mira a su compañero y le explica lo que le ha pasado. El otro hombre está muy quieto. Tiene la mirada ausente en un punto más allá del parabrisas del coche… donde sólo hay niebla.
Armando lo zarandea con fuerza para que salga de su ensimismamiento. El conductor gira la cabeza y lo mira. Armando se da cuenta de que algo no va bien. Nada va bien. Presenta una palidez cadavérica y donde antes había dos ojos ahora sólo quedaban las cuencas.
Se apresura a abrir la puerta del coche. Grita cuando el hombre lo agarra por la ropa con una fuerza descomunal. Intenta soltarse, forcejean durante un rato, caen rodando por la acera. Armando logra darle una patada en su cadavérica cara y logra huir. Se mete dentro del portal y sin esperar a ver aparecer a su compañero tras el cristal de la puerta, sube corriendo como alma que lleva el diablo por las escaleras hasta llegar a su apartamento. Se asoma a la ventana al escuchar unos gritos desgarradores pidiendo ayuda en la calle. No puede ver nada a través de los cristales. Pero en esos momentos supo con certeza que la niebla nocturna convierte en asesino a cualquier persona que en esos momentos anden por la calle.