El día que murió mi madre supe que mi vida ya no sería la
misma a partir de aquel momento. Soy la mayor de cuatro hermanos. Mi padre
pasaba la mayor parte del tiempo en la carretera y cuando volvía no se ocupaba
de nosotros. Pegaba a los más pequeños para que estuviesen callados y a mí me
trataba como si fuera su criada. Luego se sentaba en el viejo sofá a ver la
televisión, bebiendo una cerveza tras otra, toda la noche. Tuve que dejar de ir
a la escuela para ocuparme de mis hermanos. Cada día que pasaba el odio que
sentía hacia él iba creciendo poco a poco. Me imaginaba mil y una maneras en
que moría cada cual más cruel que la anterior. Estaba dispuesta a matarlo si
con aquello terminaba la pesadilla que estábamos viviendo. Porque ese hombre no
merecía vivir. Incluso una noche en que no podía dormir, una de tantas, me
imaginaba nuestra historia en la televisión titulado «cuatro relatos de un
asesinato se contaron». Cerré los ojos y pensé en esas posibles cuatro maneras:
envenenado, acuchillado, ahorcado, atropellado…
Una noche intentó entrar en mi habitación. Me asusté
mucho y logré poner la cómoda delante de la puerta. Me insultó, aporreando la
puerta como un loco. Mis hermanos se despertaron y entre todos intentaron disuadirlo.
Estaba tan borracho que intentando pegarles se enredó con sus propios pies.
Cayó hacia atrás precipitándose por las escaleras. Al escuchar el ruido de la caída
salí de mi cuarto. Mis hermanos se abrazaron a mi llorando desconsoladamente. Mi
padre yacía inmóvil al pie de las escaleras. Me acerqué. Sangraba mucho por la cabeza.
No respiraba. No sentía la euforia que me había imaginado que sentiría cuando
se muriera. Tenía miedo. Por mí, por mis hermanos. Tenía que hacer algo.
Lo metí en la camioneta. Conduje hasta un descampado que
había tras el cine Riazor y lo dejé allí tirado esperando que cuando alguien lo
encontrara por la mañana pensara que la causa de su muerte había sido por una
caída estando borracho. No muy lejos de allí estaba la bodega de la que era un
habitual.
La policía vino a vernos al día siguiente. Habían encontrado
el cuerpo de nuestro parte. Nos dijeron que el forense había llegado a la
conclusión de que había sido un asesinato, lo más seguro que por un ajuste de
cuentas, debía dinero a mucha gente debido a su afición al juego.
Mis hermanos y yo nos pusimos a llorar. Nos habíamos
librado de esa. Nos fuimos a vivir con una hermana de mi madre.
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