¡Bruma! era la único inteligible que pude entender en
todo aquel batiburrillo de palabras que profería mi amigo por el móvil.
Mientras intentaba calmarlo, me asomé a la ventana. Se escuchaban las sirenas
de la policía. Se dirigían hacia las afueras de la ciudad. La llamada se cortó.
La gente salía de sus casas todavía en pijama, debido a la hora que era, (las
cuatro de la mañana), no era de extrañar. Hombres mujeres y niños, somnolientos
y asustados se agrupaban intercambiando información con los vecinos. Fui hasta
el salón y puse la tele. En el canal de noticias, estaban mostrando imágenes
insólitas, nunca vistas en toda la historia de la humanidad. Sucedía en todas
partes del mundo. Los cementerios, eran literalmente engullidos por la tierra.
Empezaba con un ligero temblor, luego se abría un gran socavón en ella,
tragándose los camposantos por completo. Para luego quedar envueltos en una
espesa bruma. Llegué en menos de quince minutos al cementerio. Había muchos
curiosos como yo, allí congregados. Con los primeros rayos de sol, la bruma se
fue dispersando. En la última morada de miles de cuerpos, aparecieron flores,
de todos los tamaños y colores. Un músico tañía, con maestría, un violín,
aplacando los ánimos, bastante alterados, de los que estábamos allí presentes.
Pronto el suelo quedó completamente cubierto con una alfombra de flores. Sonó
el móvil en uno de los bolsillos de mi pantalón. Era mi amigo de nuevo. Esta
vez preguntándome dónde estaba. Se lo dije. Él también estaba allí pero no podía
verme a causa de la gente que se había ido llegando y se había arremolinado a
mi alrededor. Me mostró unas imágenes. Si aquello que teníamos ante nuestros
ojos era raro, extraño, lo que vi en la pantalla de su móvil, iba más allá. En
bosques, pozos, paredes, ríos, pantanos, en los lugares más inverosímiles que
te puedas imaginar aparecieron cadáveres. La policía, los forenses, estaban
desbordados por el trabajo que se les presentaba. Los restos óseos de gente
desaparecida, a lo largo de los años y que nunca más se supo de ella, había
salido a la luz sin que nadie tuviera una explicación racional o no tan
racional para aquello. Sólo los enterrados en tierra sagrada habían
desaparecido, quedando en su lugar unas flores como vestigio de que la vida no
se acaba, que se transforma en algo tan hermoso como una flor.
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