sábado, 24 de julio de 2021

ACECHO

 

 Cuando aquella mañana sonó el despertador se levantó, como cada día, para ir a trabajar. El camino al trabajo lo hacía a pie, no estaba muy lejos de su casa. Era muy temprano y apenas había gente por la calle. Pasados unos minutos se percató de que no estaba solo, alguien caminaba tras él. No le dio mucha importancia y siguió andando. El sonido de aquellos pasos lo acompañaron hasta llegar a un cruce. Se paró esperando que el semáforo cambiara de color. Miró hacia atrás para ver de quien se trataba. No vio a nadie, ni siquiera cerca, estaba solo en la calle. Cruzó y siguió caminando un poco preocupado por aquella situación en la que se encontraba. Los pasos parecían reales. ¿Cómo era posible escucharlos y no ver a nadie? Siguió caminando esta vez más deprisa. Se estaba poniendo muy nervioso, sentía que alguien o algo lo estaba siguiendo. Se volvió a girar. No había nadie. Muy asustado corrió los cinco minutos que distaban de la fábrica. Abrió la puerta, entró y la cerró rápidamente tras de sí. Un viento gélido se coló por ella. Un escalofrió recorrió todo su cuerpo.

La jornada pasó como cada día, y aunque de vez en cuando pensaba en lo que le había pasado, cuando regresó a casa se había olvidado del tema. Había sido todo fruto de su imaginación. Su mente le había jugado una mala pasada.

Esa noche tuvo un sueño un tanto extraño. Soñó que estaba viendo la televisión, concretamente las noticias de la tarde, cuando el presentador, lo miró fijamente y le dijo:

 -Cuando quieras huir, cierra los ojos, concéntrate hasta que veas una puerta roja, ábrela y corre sin mirar atrás.

Al día siguiente no tenía que acudir al trabajo, era sábado. Pasó la mañana limpiando y haciendo compras. Por la tarde un par de amigos acudieron a su casa a cenar y ver unas películas. Pusieron la televisión. Estaban dando las noticias. Entonces lo vio, al presentador que le había hablado en su sueño la noche anterior, estaba allí en la pantalla delante de él e igual que había ocurrido en el sueño, le habló:

-No abras la puerta o morirás –le dijo.

Atónito y asustado les preguntó a sus amigos si habían oído lo que acababa de decir el presentador.

-Claro –le dijo uno de ellos-  encontraron otro cuerpo con más de veinte puñaladas en el cuerpo. ¿por qué lo preguntas? ¿acaso no lo has oído?

El hombre iba a contestar cuando sonó el timbre de la puerta.

Fue tan grande el susto que se llevó que se levantó de un brinco del sofá.

Uno de sus amigos, que había ido a la cocina a buscar unos vasos, se encaminó hacia la puerta para abrirla.

- ¡No la abras! –le gritó

Pero ya era tarde. Ya había abierto la puerta. Un hombre encapuchado entró en el apartamento. Llevaba algo en la mano. Era un cuchillo.  Se abalanzó sobre él y empezó a asestarle cuchilladas una tras otra. Su otro amigo que estaba con él en el salón, se levantó del sofá y fue hacia la puerta. El encapuchado se giró, lo agarró y lo apuñaló en el abdomen. El hombre aterrorizado corrió hacia el baño y se encerró allí. Temblaba de miedo sentado en el suelo junto a la bañera. Escuchó pasos por el pasillo. Los reconoció. Eran los mismos pasos que había escuchado el día anterior de camino al trabajo. El asesino se estaba acercando. Empezó a aporrear la puerta con una fuerza. Era cuestión de minutos que el pestillo cediera y entrara. Cerró los ojos, se agarró las piernas y empezó a balancearse de delante a atrás rezando y llorando. En medio de aquel caos la imagen de una puerta roja acudió a su mente. Se vio asimismo abriéndola. Al otro lado estaba muy oscuro, entró y la cerró tras de sí. Su sorpresa fue enorme cuando vio que ya no estaba en el baño, sino delante de la puerta de su apartamento. Entró. El cuerpo de uno de sus amigos yacía en la entrada en medio de un gran charco de sangre. A pocos metros estaba su otro amigo, también muerto. Entonces escuchó ruidos al final del pasillo. Un hombre encapuchado estaba intentando echar abajo la puerta del baño. Cogió un cuchillo de la cocina, el más grande que tenía. No le tembló la mano cuando se lo clavó en la espalda. El hombre cayó de bruces al suelo. Lo giró para verle la cara. Era él. Cuando llegó la policía encontró dos cuerpos. El asesino en serie que andaban buscando se había escapado de nuevo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

LA MUERTE DEL AVIADOR

  —¡Hola papá! ¿Cómo te encuentras hoy? Silencio al otro lado del teléfono —¡Papá! ¿estás ahí? —Sí, sí, estoy aquí —le respondió su padre —¿...