Que sucedan dos accidentes de coche similares en la misma
semana y en el mismo sitio puede ser una casualidad, cosas más raras había visto. Pero tres en el
transcurso de diez días, ya daba que pensar. Estaba claro que aquello era intencionado. Algo
o alguien los estaba provocando, no le cabía la menor duda. Todo esto pensaba
la muerte escondida tras el tronco de un árbol al borde de la carretera,
mientras la policía, ambulancias y los periodistas de las grandes cadenas de
televisión del país estaban haciendo su trabajo. Éstos últimos habían bautizado aquel tramo de
carretera como “la curva maldita” ya que, todo sucedía a la salida de una curva
bastante cerrada y peligrosa.
La primera vez que acudió allí le pareció ver una figura
que se movía dentro del coche. Sabía que dentro había dos personas, un hombre y
una mujer. No sabía cómo, pero aquella figura, con forma humana, le escuchó
llegar y logró escapar antes de que pudiera ver de quien se trataba. Supo que
era una mujer en cuanto salió corriendo del coche para internarse en el bosque.
Llevaba un vestido blanco vaporoso, bastante sucio y raído y su melena rubia
presentaba un aspecto desaliñado, sucio. Sujetaba algo entre las manos, parecía
una bolsa. Pensó que sería alguna ladronzuela, vio el coche siniestrado y
aprovechó para agenciarse de lo que no era suyo. No le dio importancia y siguió
su camino.
La segunda vez, unos días después en el mismo tramo de
carretera, la volvió a ver. Pero esta vez su aspecto había cambiado. Llevaba
unos vaqueros bastante limpios y una camiseta negra. Su pelo estaba recién
lavado y bien peinado. Se sorprendió al verlo llegar y como la otra vez huyó
antes de que pudiera preguntarle qué hacía allí.
Pero esa tercera vez la muerte estaba preparada.
Un joven saltó a la carretera procedente el basto bosque
que la rodeaba. Había visto el accidente y decidió ir a ver si podía ayudar a
los ocupantes del vehículo, esa sería su versión si alguien le preguntaba qué
hacía allí, claro está.
Había una joven dentro. La luz que arrojaba la luna llena
sobre el coche le dejó ver su larga melena rubia sobre una camiseta negra.
Estaba agachada. Se acercó con cuidado, intentando hacer el mínimo ruido para
no alertarla de su presencia. Se colocó tras ella. Y entonces lo comprendió
todo.
-Hola –le dijo en todo amable
La joven se sobresaltó. Su cabeza rebotó contra el techo
del coche. Se dio la vuelta para huir de allí visiblemente nerviosa. La habían
pillado.
Pero el joven fue más rápido que ella y la agarró con
fuerza de un brazo. Ella intentó soltarse sin mucho éxito. Entonces lo miró a
los ojos desafiándolo.
Él vio a la mujer más hermosa que había visto nunca. A pesar
de tener la cara manchada de sangre, vislumbraba una belleza sin igual en las
facciones de su rostro. La guinda del pastel eran aquellos enormes ojos azules
que le invitaban a sumergirse en su mirada.
- ¡Suéltame! o te
arrepentirás… –le amenazó.
El joven lanzó una sonora carcajada al aire. Todavía no
sabía quién era él, pero notaba que su cuerpo temblaba bajo la presión de su
mano y que sus fuerzas se iban debilitando poco a poco. Solía causar ese efecto
entre los de su especie.
-Así que eres tú quién provoca estos accidentes.
Ella se revolvió por enésima vez intentando soltarse,
ahora utilizaba también las piernas e incluso intentó morderle en un par de
ocasiones.
Le agarró el otro brazo y la atrajo hacia él. Ella lo vio
como realmente era. Estaba ante la muerte.
Un silencio sepulcral los envolvió.
Él la abrazó con ternura. Ella se dejó llevar.
Ella se convirtió en la musa de la muerte.
Nunca le faltaría sangre a su lado.
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