La fiesta de aquella noche prometía. La plaza del pueblo estaba engalanada
con banderitas y luces de colores. El palco listo para la gran actuación del
grupo de rock local. Los bares sacaron las mesas a la calle, para que la gente
pudiera beber y no perderse la actuación. El día dio paso a una noche
estrellada y cálida. Poco a poco la gente se fue congregando en la plaza. Yo acudí
con mi novio y unos amigos en común. Era nuestro último día de universidad y lo
queríamos celebrar a lo grande. Así que empezamos con unos chupitos. El grupo
de rock empezó a tocar los primeros acordes. Luego fuimos a otro y cuando ya estábamos
en el tercero, uno de nuestros amigos señalaba con el dedo un punto en el
bosque. Todos miramos hacia allí y vimos humo entre los árboles. Decidimos ir y averiguar qué era aquello, tal vez había otra fiesta y nos la
estábamos perdiendo. Íbamos algo “perjudicados” por el alcohol y en esos
momentos a todos nos pareció la mejor idea del mundo. Así que allá nos fuimos.
Se unió a nosotros un chico que habíamos encontrado en el último bar en el que habíamos
estado. Parecía sacado de una comuna hippie de los años 60. Era muy simpático y
a todos nos caía muy bien. Cuando llegamos a un claro del bosque vimos una gran
hoguera encendida. A su alrededor había mucha gente sentada, bebiendo y
cantando. Todos jóvenes como nosotros. Nos sentamos entre ellos sin ningún
problema. La acogida fue total. Sobre la hoguera había un gran caldero negro. Salía
humo de dentro, como si se estuviera cociendo algo. El joven que nos había
acompañado nos sirvió en unas tazas, un líquido verde que sacaba de allí. Al principio
nos mostramos un poco reacios a probarlo, pero en cuanto lo hicimos todos
coincidimos que aquello era la mejor bebida que habíamos probado nunca. A la
segunda taza de aquel brebaje ya estábamos cantando y bailando como si lo hubiéramos
hecho toda la vida. Recuerdo haberme quitado la blusa porque tenía calor y también
recuerdo verlo hacer a los demás. Luego apareció un hombre vestido con una túnica
dorada, con el pelo muy largo y una gran barba blanca que le llegaba hasta el pecho.
Parecía sacado de una película, me sorprendió el gran parecido que tenía con el
mago Merlín. No podía para de reírme. Llevaba una bolsita de cuero colgada al
cuello. Sentía curiosidad por lo que llevaba dentro. El chico hippie había
estado hablando con él, parecía como si se conocieran de toda la vida, así que
se lo pregunté y él me respondió “un par de anillos”. Aquello me hizo mucha gracia, y le dije que
para que los quería. Me miró como si estuviera loca y me dijo que era “El Mago de la vida ”. No le di importancia y seguí bailando y bailando, no podía parar. Sentía
que podía flotar y una gran felicidad me embargaba por completo.
Me desperté con un gran dolor de cabeza y el cuerpo dolorido. Miré a mi alrededor y vi la plaza del pueblo, vacía y sucia por la fiesta de la noche anterior. Sentí frio, estaba desnuda y acostada en un sofá. Pero eso no era todo, había alguien a mi lado, lo reconocí de inmediato era el chico hippie de la fiesta. Pero las sorpresas aun no habían terminado, llevaba un anillo en el anular de mi mano izquierda, eso solo podía significar una cosa, me había casado con aquel chico que yacía también desnudo a mi lado y que según pude comprobar, también llevaba uno, igual que el mío. Pero, ¿Dónde estaban los demás? Me levanté y me puse a caminar, fui hasta el bosque con la intención de encontrarlos allí. Y lo hice, los encontré, estaban todos muertos. Había regueros de sangre por todas partes. Empecé a gritar como una loca, presa del pánico. Pero había alguien más, estaba aquel hombre vestido con la túnica dorada, delante de la hoguera que no se había apagado, observándome, como si me estuviera esperando. Escuché pasos acercándose, era el chico con el que, supuestamente me había casado. Se puso a mi lado. Supe entonces, que aquel hombre nos había casado en una especie de ritual. No quería ni imaginar qué más había pasado esa noche, que no recordaba. Los miré y presentí que algo malo iba a pasar. Sus ojos se tornaron rojos y la transformación fue total, ante mí ya no había dos hombres, había dos bestias salidas del inframundo. Mi cuerpo también empezó a cambiar, sentí náuseas y la tripa empezó a hincharse. Algo malo estaba creciendo dentro de mí. Me volví loca, empecé a gritar y a gritar hasta que me dolió la garganta y luego corrí y corrí y me lancé entre las llamas. Estoy en el hospital, me salvaron de morir en la hoguera. Tengo gran parte del cuerpo quemado. No encontraron ningún rastro de aquellos dos hombres. A mis amigos, a mi novio y al resto de la gente los degollaron. Y la respuesta a la pregunta que se están haciendo es no. No estoy embarazada.