Cuando aquella
mañana sonó el despertador se levantó, como cada día, para ir a trabajar. El camino
al trabajo lo hacía a pie, no estaba muy lejos de su casa. Era muy temprano y apenas
había gente por la calle. Pasados unos minutos se percató de que no estaba solo,
alguien caminaba tras él. No le dio mucha importancia y siguió andando. El
sonido de aquellos pasos lo acompañaron hasta llegar a un cruce. Se paró
esperando que el semáforo cambiara de color. Miró hacia atrás para ver de quien
se trataba. No vio a nadie, ni siquiera cerca, estaba solo en la calle. Cruzó y
siguió caminando un poco preocupado por aquella situación en la que se
encontraba. Los pasos parecían reales. ¿Cómo era posible escucharlos y no ver a
nadie? Siguió caminando esta vez más deprisa. Se estaba poniendo muy nervioso, sentía
que alguien o algo lo estaba siguiendo. Se volvió a girar. No había nadie. Muy
asustado corrió los cinco minutos que distaban de la fábrica. Abrió la puerta,
entró y la cerró rápidamente tras de sí. Un viento gélido se coló por ella. Un escalofrió
recorrió todo su cuerpo.
La jornada pasó como cada día, y aunque de vez en cuando
pensaba en lo que le había pasado, cuando regresó a casa se había olvidado del
tema. Había sido todo fruto de su imaginación. Su mente le había jugado una
mala pasada.
Esa noche tuvo un sueño un tanto extraño. Soñó que estaba
viendo la televisión, concretamente las noticias de la tarde, cuando el
presentador, lo miró fijamente y le dijo:
-Cuando quieras
huir, cierra los ojos, concéntrate hasta que veas una puerta roja, ábrela y
corre sin mirar atrás.
Al día siguiente no tenía que acudir al trabajo, era
sábado. Pasó la mañana limpiando y haciendo compras. Por la tarde un par de
amigos acudieron a su casa a cenar y ver unas películas. Pusieron la
televisión. Estaban dando las noticias. Entonces lo vio, al presentador que le
había hablado en su sueño la noche anterior, estaba allí en la pantalla delante
de él e igual que había ocurrido en el sueño, le habló:
-No abras la puerta o morirás –le dijo.
Atónito y asustado les preguntó a sus amigos si habían oído
lo que acababa de decir el presentador.
-Claro –le dijo uno de ellos- encontraron otro cuerpo con más de veinte
puñaladas en el cuerpo. ¿por qué lo preguntas? ¿acaso no lo has oído?
El hombre iba a contestar cuando sonó el timbre de la
puerta.
Fue tan grande el susto que se llevó que se levantó de un
brinco del sofá.
Uno de sus amigos, que había ido a la cocina a buscar
unos vasos, se encaminó hacia la puerta para abrirla.
- ¡No la abras! –le gritó
Pero ya era tarde. Ya había abierto la puerta. Un hombre
encapuchado entró en el apartamento. Llevaba algo en la mano. Era un cuchillo. Se abalanzó sobre él y empezó a asestarle
cuchilladas una tras otra. Su otro amigo que estaba con él en el salón, se
levantó del sofá y fue hacia la puerta. El encapuchado se giró, lo agarró y lo
apuñaló en el abdomen. El hombre aterrorizado corrió hacia el baño y se encerró
allí. Temblaba de miedo sentado en el suelo junto a la bañera. Escuchó pasos
por el pasillo. Los reconoció. Eran los mismos pasos que había escuchado el día
anterior de camino al trabajo. El asesino se estaba acercando. Empezó a
aporrear la puerta con una fuerza. Era cuestión de minutos que el pestillo
cediera y entrara. Cerró los ojos, se agarró las piernas y empezó a balancearse
de delante a atrás rezando y llorando. En medio de aquel caos la imagen de una
puerta roja acudió a su mente. Se vio asimismo abriéndola. Al otro lado estaba
muy oscuro, entró y la cerró tras de sí. Su sorpresa fue enorme cuando vio que
ya no estaba en el baño, sino delante de la puerta de su apartamento. Entró. El
cuerpo de uno de sus amigos yacía en la entrada en medio de un gran charco de
sangre. A pocos metros estaba su otro amigo, también muerto. Entonces escuchó
ruidos al final del pasillo. Un hombre encapuchado estaba intentando echar
abajo la puerta del baño. Cogió un cuchillo de la cocina, el más grande que
tenía. No le tembló la mano cuando se lo clavó en la espalda. El hombre cayó de
bruces al suelo. Lo giró para verle la cara. Era él. Cuando llegó la policía encontró
dos cuerpos. El asesino en serie que andaban buscando se había escapado de
nuevo.