viernes, 13 de agosto de 2021

COMA

 

Hab铆a nacido en Sud谩frica, concretamente en Ciudad del Cabo. Sus padres se hab铆an asentado all铆, pocos despu茅s de casarse, haci茅ndose cargo de un hotel a las afueras de la cuidad, rodeado de naturaleza y pr贸ximo a un parque natural.

Su infancia la pas贸 rodeado de animales. Sus favoritos eran los elefantes y como no pod铆a ser de otra manera, su pasi贸n por ellos y su trabajo se unieron, convirti茅ndose en un prestigioso naire. Era un hombre sencillo que necesitaba pocas cosas materiales para ser feliz. Pod铆a tener un coche de la marca “mercedes” de alta gama, pero en vez de ello viajaba en una destartalada camioneta que hab铆a heredado de su padre.

Una ma帽ana cuando estaba en su casa a punto de levantarse, llamaron fuertemente a su puerta. En el umbral hab铆a una mujer, sonrojada y sofocada por la carrera que hab铆a realizado para avisarle que uno de los elefantes estaba enfermo. R谩pidamente se subieron a la camioneta. Una m煤sica estridente sali贸 de la radio. La apag贸 de inmediato. Se fij贸 en la mujer que estaba sentada a su lado. Era joven, unos veintitantos, alta, delgada, morena. Llevaba el pelo recogido en una coleta con forma de nen煤far. No la hab铆a visto nunca por all铆, parec铆a una turista. El veterinario ya hab铆a llegado. El elefante enfermo era una cr铆a de apenas dos meses. No presentaba buen aspecto, le costaba respirar. La mujer y 茅l se acercaron. Estaban tan absortos mirando a la cr铆a que no la vieron venir. La madre, tal vez pensando que les estaba haciendo algo a su beb茅, les propin贸 un golpe con la trompa. El peor parado fue 茅l.

Se despert贸, se desperez贸 y se levant贸 de la cama. Abri贸 la ventana dejando que los rayos de sol de la ma帽ana entraran en la habitaci贸n. Se gir贸 para ir hasta la cocina cuando se dio cuenta de que algo no iba bien. No escuchaba ning煤n ruido. Viv铆a bastante aislado de la civilizaci贸n, no escuchar ruidos de gente o de coches era lo normal, pero no escuchar el sonido de la naturaleza y la fauna que habita en ella, eso s铆 que no era nada habitual.

Se prepar贸 un caf茅 bien cargado y sali贸 al porche. Mir贸 hacia el cielo completamente azul, no vio nubes y tampoco vio p谩jaros. A su alrededor reinaba un silencio sepulcral. Cogi贸 la furgoneta y fue hasta el pueblo, puso la radio, pero parec铆a no funcionar, aunque cambiara de emisora no emit铆a sonido alguno. La aparc贸 delante de la 煤nica tienda de comestibles que hab铆a. La puerta estaba abierta. Entr贸. Llam贸 a gritos al dependiente. Nadie respondi贸.

La calle estaba vac铆a, ni siquiera se ve铆a un coche aparcado en las inmediaciones. Fue hasta el hotel. No hab铆a nadie tras el mostrador de recepci贸n. Lo que si estaba era la vieja m谩scara que una vez le hab铆a dado, cuando era peque帽o, un cham谩n amigo de sus padres poco antes de morir. Cuando la ve铆a se acordaba de sus progenitores, provoc谩ndole una agradable sensaci贸n de paz y sosiego. Pero aquel d铆a al contemplarla, un escalofr铆o recorri贸 todo su cuerpo.

Sali贸 a la calle. El aparcamiento estaba vac铆o. Sino recordaba mal, hab铆an tenido que poner el cartel de completo y la zona de aparcamiento la recordaba llena. Se estaba poniendo nervioso. No comprend铆a qu茅 estaba pasando. Recorri贸 el hotel de arriba abajo, tuvo que ir por las escaleras porque el ascensor no funcionaba. No hab铆a electricidad.  El hotel estaba completamente vac铆o.

Cansado, desconcertado y algo asustado se sent贸 en las escaleras de acceso a la entrada principal. Mir贸 a su alrededor. Y lo mismo que hab铆a pasado en su casa, el silencio era total y absoluto, tanto que lo estaba volviendo loco. Se agarr贸 la cabeza con ambas manos y grit贸 y grit贸 hasta quedarse af贸nico. Por el rabillo del ojo vio pasar una sombra como una exhalaci贸n, muy cerca de donde estaba. Levant贸 la cabeza y mir贸 en esa direcci贸n. Vio a una mujer. Era la misma que hab铆a ido a su casa. Parec铆a asustada. Ten铆a los ojos vidriosos como si hubiera estado llorando y miraba en todas direcciones con verdadero terror. Deambulaba de un lado para otro sin rumbo fijo. Se acerc贸 a ella despacio para no asustarla y le toc贸 el hombro con la mano. Se llev贸 una sorpresa enorme al comprobar que su mano la hab铆a atravesado como si fuera humo. La mujer ni se inmut贸 y sigui贸 caminando de un lado. No pod铆a verlo. Ahora s铆 que estaba realmente asustado. ¿Qu茅 estaba pasando? La joven sigui贸 caminando y pronto la perdi贸 de vista. No intent贸 seguirla. ¿Para qu茅? En cualquier momento se despertar铆a en su cama y se dar铆a cuenta de que todo aquello hab铆a sido un sue帽o, uno terrible, pero un sue帽o, al fin y al cabo.

Pero no se despert贸 y los d铆as fueron pasando. No sab铆a cu谩ntos, pero podr铆a jurar que semanas e incluso meses. Aquel silencio lo estaba volviendo loco. Y entonces un d铆a, comenz贸 a hablar para s铆 mismo. A cantar. Luego a hablar solo y a cantar. La comida se estaba acabando. No sab铆a cu谩nto tiempo m谩s podr铆a aguantar aquella pesadilla que estaba viviendo. Estaba completamente solo, sin personas, ni animales, ni p谩jaros. S贸lo vegetaci贸n que d铆a a d铆a iba adquiriendo m谩s y m谩s terreno.

Una ma帽ana se despert贸 con un fuerte dolor de cabeza. La frente le ard铆a. Ten铆a mucha fiebre. El cuerpo le picaba y cada vez que se rascaba levantaba una capa de piel con las u帽as. En un par de horas el aspecto que presentaba era lamentable y bastante macabro. Apenas le quedaba unos cent铆metros de piel en el cuerpo. El dolor de cabeza se hab铆a incrementado por cien la ultima hora y su cuerpo ard铆a de calor. Ech贸 a correr desesperado sin una direcci贸n fija, s贸lo quer铆a correr y dejar atr谩s aquel picor que lo estaba matando. En su alocada carrera tropez贸 con la rama de un 谩rbol y cay贸 de bruces en el suelo. Estaba tan d茅bil, tan cansado que supo al tratar de levantarse que ya no podr铆a hacerlo. Rompi贸 a llorar como un ni帽o. Grit贸 pidiendo auxilio, aun sabiendo que sus s煤plicas no ser铆an escuchadas. Entonces una sombra lo cubri贸. Abri贸 los ojos. El viejo cham谩n lo observaba. Junto a 茅l estaba la mujer. Lo miraba, parec铆a que ahora pod铆a verlo.  Quiso hablar, pero su garganta no emiti贸 sonido alguno. El anciano le habl贸 en su lengua nativa, zul煤, que 茅l entend铆a muy bien. “Es hora de despertar” le dijo, mientas le tend铆a una mano. 脡l se la tom贸. Ya no ten铆a miedo.

En una cama de hospital yac铆a un hombre en coma tras la agresi贸n sufrida por un elefante. La mujer que estaba con 茅l, sali贸 mejor parada, un par de costillas rotas y diversas contusiones. Tras varios meses dormido, el hombre, por fin, se despert贸. Cuando abri贸 los ojos lo primero que vio fue a la joven que se hab铆a quedado dormida en una silla que hab铆a colocado junto a la cama. A los pies 茅sta, estaba el viejo cham谩n, sonri茅ndole.

 

s谩bado, 7 de agosto de 2021

PUERTA AL INFIERNO

 

 Digamos que, si por alg煤n hipot茅tico motivo ocurriera alguna vez, tendr铆amos que estar preparados y no esperar a que suceda para tomar medidas. Tambi茅n es verdad que, si llegara a ocurrir por razones no humanas, mejor no imaginar la mente pensante, perversa y malvada capaz de dar forma a aquellas atrocidades. Vivimos en una era que en cuanto la luz del sol deja de iluminar nuestras vidas, encendemos l谩mparas, farolas y cualquier artilugio que nos d茅 luz, tal vez, porque inconscientemente o no nos aterra la oscuridad y las sombras que habitan en ellas. La raza humana somos una fauna muy peculiar. Juguetes de la vida y el sudoku de la muerte. Un hombre de letras, erudito donde los haya, escritor de fama mundial, conocedor de miles de historias ins贸litas que, siglo tras siglo han sucedido en nuestro mundo y siguen sucediendo.

Se despierta un d铆a de lluvia, se asoma a la ventana y a partir de ah铆 su vida cambia para siempre. Como buen coleccionista de lo ins贸lito, hace un repaso mental para encontrar acontecimientos acaecidos a lo largo de la historia similares a lo que est谩 viendo tras el cristal mojado de su ventana, para darse cuenta con verdadero terror, que nunca hubo nada igual. Cogi贸 su m贸vil para llamar a la polic铆a. Como si de un trabalenguas se tratara lo que les ten铆a que contarles, sus palabras sal铆an atropelladamente de su boca sin sentido alguno para el que estaba escuchando al otro lado de la l铆nea. Un grito aterrador en la calle lo asust贸 de tal manera, que el m贸vil se le escurri贸 entre los dedos. Corri贸 hacia la ventana. Una madre lloraba desconsoladamente gritando el nombre de su hijita que hab铆a desaparecido en un charco de agua que hab铆a formado la lluvia en la calle. 脡l abri贸 la ventana y le grit贸 que se subiera a la acera. Pero la desesperaci贸n de la madre, junto con el ruido de la lluvia cayendo sobre el asfalto, impidieron que escuchara lo que gritaba el hombre. Hab铆a metido la mano en aquel charco, hasta la altura del codo para recuperar a su hija. Todav铆a pod铆a escuchar sus gritos llam谩ndola con verdadero pavor. Entonces una sombra se alz贸 de aquella hendidura en el suelo cubierta de agua, arrastr贸 a la mujer con 茅l, desapareciendo ambos de su vista. Alguna gente que andaba por all铆 se acerc贸 para ayudarla. 脡l segu铆a gritando desde la ventana, advirti茅ndoles que no lo hicieran, que se alejaran de cualquier charco que vieran lo m谩s lejos posible. No era tan f谩cil evitarlos, los hab铆a por todas partes. Una joven lo escuch贸 y les grit贸 a los dem谩s que se subieran a las aceras y evitaran los charcos de agua, de esa manera estar铆an a salvo. El hombre hab铆a visto como los coches desaparec铆an cuando sus ruedas rozaban el agua empozada. Aquellos charcos no eran iguales entre s铆, presentaban distintos tama帽os. Desde su ventana pudo comprobar, muy a su pesar, que pod铆an moverse como si algo o alguien los impulsara a hacerlo o peor a煤n, como si tuvieran vida propia. En cuanto una persona o coche pisaba uno, 茅stos se encog铆an o agrandaban en funci贸n del tama帽o. Luego eran agarrados y arrastrados hacia el fondo, desapareciendo. Sintoniz贸 la radio en un canal local esperando que alguien arrojara luz sobre lo que estaba sucediendo y si era as铆, tomaran las medidas pertinentes para acabar con aquella pesadilla. S贸lo suced铆a en aquella calle de la ciudad. Hasta el momento nadie sab铆a con certeza lo que estaba pasando, todo eran especulaciones, nada concluyente. Fue a su despacho y sac贸 una carpeta negra de uno de los cajones de su escritorio, en ella guardaba fotograf铆as antiguas de la cuidad. Al cerrarlo vio unas hojas asomando por una hendidura del caj贸n. Descubri贸 un doble fondo cuya existencia era desconocida para 茅l hasta ese momento. Quit贸 la madera. Encontr贸 otra carpeta del mismo color. La puso sobre la mesa y fue pasando las hojas. Encontr贸 los planos de la ciudad de hac铆a m谩s de trescientos a帽os, cuando todav铆a no hab铆a edificios ni calles asfaltadas. Aquello era oro puro. Ley贸 aquellos documentos durante un buen rato. Debajo de esa parte de la ciudad hubo una mina de carb贸n. Hab铆a estado en funcionamiento muchas d茅cadas. Se hab铆a levantado una ciudad para acoger a la gente que trabajaba en ella, llegando a ser muy rica y pr贸spera y un lugar de gran renombre y punto de encuentro para la gente pudiente de la 茅poca. Pero algo pas贸 en aquella mina que de un d铆a a otro se cerr贸. Los obreros empezaron a desparecer misteriosamente y la gente de la ciudad empez贸 a ponerse nerviosa. Para calmar los nervios se cerr贸, y construyeron una f谩brica textil y una maderera. Indemnizaron a las familias de los desaparecidos y les dieron trabajo en las f谩bricas. Con el paso del tiempo todo aquello se olvid贸. Pero hubo un hombre, el capataz de la mina, que hab铆a visto como uno de sus hombres desaparec铆a ante su vista, engullido por un charco que se hab铆a formado en el suelo a causa de las lluvias de los 煤ltimos d铆as. No se cansaba de repetir que un ser monstruoso de grandes u帽as y dientes afilados hab铆a emergido de aquel charco llev谩ndoselo con 茅l. Jur贸 hasta el d铆a de su muerte, que aquella mina era una puerta al infierno. Nunca hab铆a escuchado aquella historia. Sigui贸 leyendo y descubri贸 recortes de peri贸dicos fechados en a帽os posteriores, donde se hablaba de desapariciones de gente en esa v铆a, coincidiendo siempre con alguna reforma en la misma o la construcci贸n de alg煤n edificio a pie de calle. Daba la casualidad que estaban haciendo unas obras en la pavimentaci贸n desde hac铆a varios d铆as.

¿Habr铆an vuelto a abrir aquella puerta al infierno desatando la furia de los demonios?

 

viernes, 30 de julio de 2021

DELIRIOS

 

Mir贸 con escepticismo a sus hermanos. Ni en un mill贸n de a帽os llegar铆a a imaginar que ser铆an capaz de hacerle una cosa as铆 y todo porque una vez, desesperada, los hab铆a llamado en plena noche para contarles “aquello”. Lo hizo porque estaba asustada, nada m谩s, no para darles pies a esas ideas que se les hab铆a metido en la cabeza de que estaba loca.

- ¿En serio? ¿lo dec铆s en serio? –les pregunt贸.

Sus ojos eran dos signos de interrogaci贸n. Sus hermanos bajaron las miradas. Tal vez avergonzados, tal vez apenados, o tal vez, ambas cosas.

- ¡Salid de mi casa! –les grit贸. Mientras les abr铆a la puerta de la calle invit谩ndolos a salir.

Una r谩pida lectura a sus miradas le indic贸 que no se iban a rendir y que volver铆an a por ella.

Se sirvi贸 un vaso de gaseosa bien fr铆a. Sali贸 al jard铆n y se sent贸 en la hierba. Record贸 una canci贸n de su infancia y se puso a cantar. Miles de recuerdos la envolvieron en aquella calurosa tarde de verano transport谩ndola a la casa de sus padres, donde ella y sus hermanos, pasaron muchas tardes como aquella jugando en el jard铆n mientras su madre tend铆a la ropa cantando aquella canci贸n.

- ¿En serio te vas a poner nost谩lgica en estos momentos? –le espet贸 una voz. –¿Recuerdas que estamos en peligro o acaso ya lo has olvidado?

Se levant贸 de un brinco y se encamin贸 hacia la casa. Subi贸 a su cuarto y cerr贸 la puerta.

-No debes hablar cuando estamos fuera –le reprimi贸 a aquella voz enfadada- alguien te podr铆a escuchar.

-Me da igual que me escuchen –le respondi贸 con desd茅n mientras se sentaba en la cama y cog铆a un peluche con forma de jirafa. –ahora ese no es nuestro mayor problema.

-Lo s茅 –le respondi贸 ella- tenemos que hacer algo al respeto. Mir贸 al peluche que ten铆a en la mano y le pareci贸 que ten铆a una cara infeliz. Con el dedo abri贸 un poco m谩s las costuras para hacerle una gran sonrisa.

-Tengo una idea –le dijo la voz- ¿por qu茅 no les hacemos una visita esta noche?

-Pero esta noche ponen en la televisi贸n “la ruleta de la fortuna” –le respondi贸 ella apenada.

-No digas tonter铆as sino arreglamos esto de una vez por todas nos van a encerrar y all铆 no podremos ver nunca m谩s ese programa. A ver dime –le ret贸- prefieres perderte un programa o todos, t煤 eliges.

-Vale, vale, t煤 ganas –le respondi贸, aunque no muy convencida.

Aquella noche su hermana y su hermano se hab铆an reunido en casa de la primera para hablar de la salud mental de su hermana peque帽a. No estaba muy bien. El detonante que hab铆a alterado su mente, hab铆a sido la muerte de su hija, de tan solo dos a帽os, atropellada por un coche que se dio a la fuga, delante de su casa. Hab铆an pasado seis meses de aquello y aunque no quer铆an que viviera sola no hab铆a manera de hacerla salir de su casa. Una vez tuvieron que llamar una ambulancia porque se hab铆a pasado con las pastillas de dormir. Otra hab铆a dejado el grifo de la ba帽era abierto y otra vez casi incendia la cocina al olvidarse la tetera al fuego. Y ahora, resulta que ten铆a alucinaciones, ve铆a figuras, monstruos en su habitaci贸n y los llamaba por las noches a altas horas de la madrugada. Hab铆an conseguido una enfermera que se quedaba con ella por el d铆a, pero las noches las pasaba sola. La enfermera les hab铆a dicho que la situaci贸n de su hermana empeoraba con los d铆as. Se hab铆a inventado una amiga y hablaba con ella a todas horas. El psiquiatra que llevaba su caso, les hab铆a sugerido como la mejor opci贸n, internarla en un centro especializado donde estar铆a vigilada las 24 horas y donde recibir铆a la atenci贸n que necesitaba. Lo que no le hab铆an dicho a su hermana, es que al d铆a siguiente ir铆an a buscarla para llevarla a aquel hospital. Les dol铆a que su hermana acabara as铆 pero no ve铆an otra salida.

 

- ¡Vamos, espabila, que ya es de noche! –le apremi贸 la voz enfadada –tu estulticia consiste en no querer aprender. Te dan miles de bofetadas y sigues sin comprender nada. ¡espabila! -le grit贸.

Sali贸 de la casa, cogi贸 el coche y se encamin贸 hacia la de su hermana. Viv铆a cera de una f谩brica, a una media hora.

Aparc贸 el coche en la acera de enfrente. Hab铆a dos coches m谩s aparcados en la entrada, uno era el de su hermano y el otro el de su hermana.

- ¡Genial! –dijo la voz- est谩n juntos. Nos ha tocado la loter铆a. Y comenz贸 a re铆rse de manera compulsiva como si hubiera contado el mejor chiste del mundo.

Se baj贸 del coche, fue hasta el maletero, cogi贸 una garrafa que llevaba all铆 y con ella en la mano se dirigi贸 a la casa. Sin hacer ruido fue a la parte trasera y se col贸 dentro por la puerta que daba al jard铆n que su hermana siempre dejaba abierta. Empez贸 a derramar el l铆quido por todas partes, mientras sus hermanos se hab铆an quedado dormidos viendo una pel铆cula en el sof谩, ajenos a lo que pasaba.

Encendi贸 una cerilla y la lanz贸 al suelo. Las llamas empezaron a hacer su trabajo.

 

 

 

 

 

 

 

s谩bado, 24 de julio de 2021

ACECHO

 

 Cuando aquella ma帽ana son贸 el despertador se levant贸, como cada d铆a, para ir a trabajar. El camino al trabajo lo hac铆a a pie, no estaba muy lejos de su casa. Era muy temprano y apenas hab铆a gente por la calle. Pasados unos minutos se percat贸 de que no estaba solo, alguien caminaba tras 茅l. No le dio mucha importancia y sigui贸 andando. El sonido de aquellos pasos lo acompa帽aron hasta llegar a un cruce. Se par贸 esperando que el sem谩foro cambiara de color. Mir贸 hacia atr谩s para ver de quien se trataba. No vio a nadie, ni siquiera cerca, estaba solo en la calle. Cruz贸 y sigui贸 caminando un poco preocupado por aquella situaci贸n en la que se encontraba. Los pasos parec铆an reales. ¿C贸mo era posible escucharlos y no ver a nadie? Sigui贸 caminando esta vez m谩s deprisa. Se estaba poniendo muy nervioso, sent铆a que alguien o algo lo estaba siguiendo. Se volvi贸 a girar. No hab铆a nadie. Muy asustado corri贸 los cinco minutos que distaban de la f谩brica. Abri贸 la puerta, entr贸 y la cerr贸 r谩pidamente tras de s铆. Un viento g茅lido se col贸 por ella. Un escalofri贸 recorri贸 todo su cuerpo.

La jornada pas贸 como cada d铆a, y aunque de vez en cuando pensaba en lo que le hab铆a pasado, cuando regres贸 a casa se hab铆a olvidado del tema. Hab铆a sido todo fruto de su imaginaci贸n. Su mente le hab铆a jugado una mala pasada.

Esa noche tuvo un sue帽o un tanto extra帽o. So帽贸 que estaba viendo la televisi贸n, concretamente las noticias de la tarde, cuando el presentador, lo mir贸 fijamente y le dijo:

 -Cuando quieras huir, cierra los ojos, conc茅ntrate hasta que veas una puerta roja, 谩brela y corre sin mirar atr谩s.

Al d铆a siguiente no ten铆a que acudir al trabajo, era s谩bado. Pas贸 la ma帽ana limpiando y haciendo compras. Por la tarde un par de amigos acudieron a su casa a cenar y ver unas pel铆culas. Pusieron la televisi贸n. Estaban dando las noticias. Entonces lo vio, al presentador que le hab铆a hablado en su sue帽o la noche anterior, estaba all铆 en la pantalla delante de 茅l e igual que hab铆a ocurrido en el sue帽o, le habl贸:

-No abras la puerta o morir谩s –le dijo.

At贸nito y asustado les pregunt贸 a sus amigos si hab铆an o铆do lo que acababa de decir el presentador.

-Claro –le dijo uno de ellos-  encontraron otro cuerpo con m谩s de veinte pu帽aladas en el cuerpo. ¿por qu茅 lo preguntas? ¿acaso no lo has o铆do?

El hombre iba a contestar cuando son贸 el timbre de la puerta.

Fue tan grande el susto que se llev贸 que se levant贸 de un brinco del sof谩.

Uno de sus amigos, que hab铆a ido a la cocina a buscar unos vasos, se encamin贸 hacia la puerta para abrirla.

- ¡No la abras! –le grit贸

Pero ya era tarde. Ya hab铆a abierto la puerta. Un hombre encapuchado entr贸 en el apartamento. Llevaba algo en la mano. Era un cuchillo.  Se abalanz贸 sobre 茅l y empez贸 a asestarle cuchilladas una tras otra. Su otro amigo que estaba con 茅l en el sal贸n, se levant贸 del sof谩 y fue hacia la puerta. El encapuchado se gir贸, lo agarr贸 y lo apu帽al贸 en el abdomen. El hombre aterrorizado corri贸 hacia el ba帽o y se encerr贸 all铆. Temblaba de miedo sentado en el suelo junto a la ba帽era. Escuch贸 pasos por el pasillo. Los reconoci贸. Eran los mismos pasos que hab铆a escuchado el d铆a anterior de camino al trabajo. El asesino se estaba acercando. Empez贸 a aporrear la puerta con una fuerza. Era cuesti贸n de minutos que el pestillo cediera y entrara. Cerr贸 los ojos, se agarr贸 las piernas y empez贸 a balancearse de delante a atr谩s rezando y llorando. En medio de aquel caos la imagen de una puerta roja acudi贸 a su mente. Se vio asimismo abri茅ndola. Al otro lado estaba muy oscuro, entr贸 y la cerr贸 tras de s铆. Su sorpresa fue enorme cuando vio que ya no estaba en el ba帽o, sino delante de la puerta de su apartamento. Entr贸. El cuerpo de uno de sus amigos yac铆a en la entrada en medio de un gran charco de sangre. A pocos metros estaba su otro amigo, tambi茅n muerto. Entonces escuch贸 ruidos al final del pasillo. Un hombre encapuchado estaba intentando echar abajo la puerta del ba帽o. Cogi贸 un cuchillo de la cocina, el m谩s grande que ten铆a. No le tembl贸 la mano cuando se lo clav贸 en la espalda. El hombre cay贸 de bruces al suelo. Lo gir贸 para verle la cara. Era 茅l. Cuando lleg贸 la polic铆a encontr贸 dos cuerpos. El asesino en serie que andaban buscando se hab铆a escapado de nuevo.

viernes, 23 de julio de 2021

MONSTRUO DEL MAR

 

 

 

Hay una limitaci贸n para todo, pens贸 la mujer. No cruzar铆a aquel pasillo oscuro y siniestro, ten铆a que buscar otra salida. Se encamin贸 hacia el ascensor que quedaba a escasos metros de donde estaba, puls贸 el bot贸n. No funcionaba. Se hab铆a ido la luz en todo el hotel a causa de la tormenta. Regres贸 a su habitaci贸n. Ten铆a que salir de all铆 y dejar a un lado su fobia a la oscuridad. La pantalla del m贸vil se ilumin贸. Hab铆a llegado otro mensaje y 茅ste era peor que el anterior “estoy cerca, puedo olerte amor m铆o. Esta noche dormir谩s en el infierno”. Mir贸 a trav茅s del cristal de la ventana, un coche entraba en el aparcamiento. Estaba segura de que era 茅l. Ten铆a que salir de all铆 antes de que la encontrara.

A lo lejos vio una luz potente e intermitente. Era la luz del faro. Abri贸 la puerta y mir贸 a ambos lados antes de salir. Alumbraba el largo y oscuro pasillo con la linterna del m贸vil. Al fondo hab铆a una puerta con un letrero que dec铆a “salida de emergencia”, la abri贸 y baj贸 las escaleras que daban directamente a la calle. Empez贸 a correr bajo la lluvia. Vio un cartel que indicaba el camino a seguir para llegar al faro, un sendero que bordeaba el acantilado. Camin贸 durante una media hora, hasta que por fin lo vio. Sigui贸 caminando un poco m谩s y encontr贸 un t煤nel como 煤nico acceso al faro. La luz de la linterna del m贸vil cada vez era m谩s d茅bil. La bater铆a se estaba agotando y aquel t煤nel parec铆a muy largo y sobre todo muy oscuro. Respir贸 hondo y entr贸. Fue caminando pegada a la pared fr铆a y h煤meda.

Aquellas vacaciones no estaban resultando como se hab铆a imaginado. Hab铆a llegado a aquel peque帽o pueblo costero buscando tranquilidad, lejos del bullicio de la ciudad y huyendo de su pasado dispuesta a empezar una nueva vida. Pero su tranquilidad hab铆a durado una semana. Su pasado hab铆a encontrado a su presente poniendo en peligro su futuro. El ruido que produjeron unas latas vac铆as dentro de una bolsa al chocar contra su pie la sobresalt贸. Algunos excursionistas no ten铆an ning煤n reparo en dejar la basura esparcida por todas partes. Tuvo que tomar aliento, el coraz贸n le lat铆a desbocado en su pecho. Con la poca luz que le quedaba en el m贸vil vio que las latas no era lo 煤nico que hab铆a por el suelo, tambi茅n hab铆a trozos de frutas. Se apart贸 un poco para no pisarlas. Una luz potente alumbr贸 el t煤nel. Se peg贸 todo lo que pudo a la pared, respirando con dificultad a causa de la angustia y el miedo que sent铆a. Escuch贸 la voz de su pasado “¡Empieza la diversi贸n, querida!” La hab铆a encontrado. Corri贸 con desesperaci贸n. En su alocada carrera tropez贸, cay茅ndose un par de veces. Al fin vislumbr贸 la salida. Hab铆a dejado de llover cuando sali贸 del t煤nel. El faro distaba escasos metros. Cuando lleg贸 hab铆a una placa negra con las fechas en las que se pod铆a visitar el faro grabadas en letras de color blanco. La puerta estaba cerrada y por m谩s que lo intent贸 no logr贸 abrirla. Decidi贸 dar la vuelta por si hab铆a otra entrada. Nada. Entonces lo vio saliendo del t煤nel. No pod铆a volver por donde hab铆a venido y detr谩s ten铆a el acantilado. Pens贸 que podr铆a esconderse entre las rocas. Qu茅 otra cosa podr铆a hacer. Si lo despistaba tal vez pudiera regresar al hotel, coger su coche y huir. Baj贸 por la empinada cuesta hasta las rocas, mirando bien donde pon铆a los pies para no resbalar y caer. Una ca铆da por aquella pendiente significaba una muerte segura. Mir贸 hacia atr谩s un par de veces, pero no vio a nadie. Eso no la relaj贸 en absoluto. Sab铆a que pod铆a ser muy astuto y no verlo, no significaba que hubiera desistido de seguirla ni mucho menos.

Encontr贸 una cueva y decidi贸 descansar un rato all铆 escondida entre las sombras. Escuch贸 un fuerte y lastimoso alarido, seguido del sonido de unas cadenas, que le hel贸 la sangre e hizo estremecer todo su cuerpo. Asom贸 la cabeza y vio un ser abominable que la paraliz贸 por completo. Cualquier te贸logo perder铆a la fe si viera aquello. A escasos metros de aquella cueva, un enorme perro de color blanco provisto de cuernos y grandes orejas, con los ojos negros como el averno y unos dientes largos y afilados sal铆a del agua. Todo ocurri贸 en cuesti贸n de segundos. El hombre que la persegu铆a presa del p谩nico y paralizado de miedo, desapareci贸 de su vista. Aquel enorme monstruo se abalanz贸 sobre 茅l atrap谩ndolo entre sus fauces. Escuch贸 el sonido de los huesos al ser triturados por los dientes de aquel ser. Estaba aterrada, pero si no hu铆a en aquel momento, sab铆a que correr铆a la misma suerte que 茅l. Empez贸 a correr sin mirar atr谩s. Al llegar al faro escuch贸 voces procedentes del t煤nel seguidas de la luz de unas linternas. Grit贸 con las pocas fuerzas que le quedaban, pidiendo ayuda. Aquellos hombres hab铆an o铆do aquel aullido infernal. Sab铆a que aquello no presagiaba nada bueno. Aquel demonio del mar, s贸lo sal铆a de noche y s贸lo si notaba la presencia de alg煤n humano cerca.

viernes, 16 de julio de 2021

LA SALVADORA

 

 

La mujer sali贸 a pasear por el campo que bordeaba su casa con su beb茅 de pocos meses. Hac铆a una tarde muy calurosa de verano y decidi贸 descansar del paseo. Se sent贸 a la sombra de un gran 谩rbol. La peque帽a empez贸 a lloriquear, moviendo sus peque帽as piernas y sus brazos pidiendo comida, la madre la amamant贸. Al terminar no pudo menos que eructar cuando su madre la levant贸. Luego se qued贸 dormidita en su regazo. La contempl贸 con amor, mientras le susurraba “Mi ni帽a, mi dulce y hermosa ni帽a”.

La madre entrecerr贸 los ojos y se dej贸 llevar por los sonidos envolventes del campo, p谩jaros, grillos, cigarras y alguna que otra rana no muy lejos de donde estaba es todo lo que escuchaba. La calma y quietud que se respiraba le produc铆a paz y tranquilidad. Se dej贸 llevar. Su imaginaci贸n cobr贸 vida y comenz贸 a volar muy lejos de all铆.

Se vio en un inmenso castillo escribiendo una carta con una pluma que mojaba en un tintero en forma de cuerno. La carta hablaba de esp铆as que, como fantasmas, la acechaban y observaban a todas horas y de candados en las puertas. Al anochecer cuando las estrellas brillaran en el firmamento, abandonar铆a aquel lugar para siempre y se ir铆a con 茅l.

Un escarabajo hab铆a empezado a subir por su pierna, pero ella no sinti贸 el cosquilleo que le produc铆a, ni se movi贸 de donde estaba, segu铆a so帽ando.

Al anochecer sali贸 de aquel castillo como hab铆a planeado, embozada en una capa negra y protegida por las sombras que la noche le otorgaba.

Un escultor de renombre hab铆a tallado en piedra la figura de una madre portando un beb茅 en brazos en el jard铆n. Se toc贸 su abultado vientre y pens贸 en su hija y en la nueva vida que les esperaba, mientras contemplaba aquella hermos铆sima escultura.  

El fr铆o filo de una espada apoyada en su garganta la sobresalt贸, despert谩ndola de su sue帽o. Frente a ella, vestido de etiqueta, hab铆a un hombre muy algo y delgado, con facciones delgadas y pelo muy oscuro que la miraba fijamente mientras esbozaba una sonrisa que hizo que se le helara el coraz贸n, era siniestra, malvada. Los ojos de la mujer eran la viva imagen del terror. Instintivamente abraz贸 con fuerza a su peque帽a contra su pecho para protegerla. Aquel hombre estaba dispuesto a rajarle el cuello y una vez hubiera acabado con su vida har铆a lo mismo con el beb茅 que sosten铆a en brazos. Pas贸 la punta de la espada por el cuello de la mujer mientras emit铆a una risa sard贸nica cargada de odio.

Aquel 谩rbol donde segu铆a apoyada se abri贸 tras ella formando un hueco en su tronco lo suficientemente grande para darles cabida. Unas ramas la rodearon por la cintura, la introdujeron dentro para luego cerrarse bajo su at贸nita mirada. Pudo ver el filo de la espada que se hab铆a clavado en la corteza del 谩rbol a pocos cent铆metros de donde estaban ella y su peque帽a. Entonces escuch贸 la voz de una mujer.

-No permitir茅 que cambies el curso de la historia -le dec铆a al hombre –Has fracasado una vez hace mucho tiempo y no vencer谩s ahora. No lograste matar a la antepasada de esta mujer y esa ni帽a que lleva en brazos ser谩 la salvadora del mundo.

Tras estas palabras escuch贸 gritos aterradores proferidos por el hombre y fuertes golpes que hac铆an tambalear el 谩rbol. No sabr铆a calcular el tiempo que dur贸 aquella contienda. Cuando al final rein贸 el silencio y el 谩rbol abri贸 su tronco y pudieron salir, ya hab铆a anochecido por completo. Sobre la tierra yac铆a el traje negro del hombre, pero no hab铆a rastro alguno de su cuerpo y la espada que hab铆a portado estaba a su lado. El 谩rbol segu铆a erguido, majestuoso apuntando a las estrellas, con alg煤n que otro corte en el tronco y unas cuantas ramas cortadas.

 


viernes, 9 de julio de 2021

NO HAY CABIDA PARA EL ERROR

 


 

Con veinte a帽os, aquel joven hab铆a conseguido la puntuaci贸n m谩s alta en tiro. Se hab铆a alistado en el ej茅rcito cuando cumpli贸 la mayor铆a de edad, no dejando escapar la oportunidad que se le ofrec铆a de largarse de casa. Su madre hab铆a muerto hac铆a un par de a帽os y su padre desde entonces, se hab铆a convertido en un alcoh贸lico. Lo desped铆an de todos los trabajos y se hab铆a puesto violento con 茅l en m谩s de una ocasi贸n. Antes de abandonar su pueblo y la casa que lo vio crecer fue hasta el cementerio para despedirse de su madre. Deposit贸 sobre su tumba un ramo de tulipanes, sus flores preferidas.

En su primera misi贸n en combate, el parabrisas del cami贸n donde iba con sus compa帽eros, hab铆a quedado hechos a帽icos por una explosi贸n. Result贸 con heridas leves. Sus compa帽eros no corrieron la misma suerte, hab铆a sido tal la fuerza de la explosi贸n que la onda expansiva los lanz贸 varios metros por el aire, pereciendo algunos y otros quedando en un estado m谩s bien lamentable, falleciendo poco despu茅s. Se salvaron el sargento al mando y 茅l.  Intentando protegerse de las balas que zumbaban a su alrededor subieron los escalones de un edificio casi en ruina hasta la azotea, desde la cual ten铆an una buena visi贸n de toda la aldea. Estaba anocheciendo. El enemigo se escond铆a entre las sombras que poco a poco iban cubriendo el lugar. Entonces lo volvi贸 a ver. Ah铆 estaba 脡l. La 煤ltima vez que hab铆a visto a aquel ser encapuchado de blanco ten铆a doce a帽os. Estaba jugando al f煤tbol con unos amigos en la calle, no vieron el cami贸n que hab铆a perdido los frenos y que se acercaba a ellos a una gran velocidad. Fue la primera vez que lo vio. Se coloc贸 en medio de la carretera y durante unos minutos el tiempo se par贸 para todos menos para 茅l y sus amigos que lograron ponerse a salvo y no morir atropellados.

Escuch贸 como el sargento le gritaba que disparara. Ten铆a a aquel hombre a tiro, pero hab铆a un problema, hab铆a tomado a una mujer como reh茅n con un estado muy avanzado de embarazo. Si disparaba a aquel hombre pod铆a errar y matarla a ella. Era buen tirador, el mejor, pero aquella situaci贸n lo sobrepasaba. Conoc铆a los engranajes de la guerra y que la duda, aunque fuera m铆nima pod铆a costarte la vida. Coloc贸 el dedo en el gatillo dispuesto a disparar a la cabeza de aquel hombre, esperando no fallar. Sab铆a que si le daba a aquella mujer caer铆a en un pozo de depresi贸n. La culpabilidad lo perseguir铆a toda su vida y vivir铆a una realidad maquillada. Entonces aquel ser vestido de blanco se situ贸 delante de la mujer. No lo dud贸. Apret贸 el gatillo. Abati贸 al enemigo.


REBELI脫N

  Era una agradable noche de primavera, el duende Nils, m谩s conocido como el Susurrador de Animales, estaba sentado sobre una gran piedra ob...