Encontré, en aquel cohibido muchacho, el acompañante perfecto para mis paseos nocturnos entre los vivos. Llevaba mucho tiempo vagando entre ellos, tanto, que los recuerdos felices que tenía antes de mi muerte, se habían ido disipando de mi memoria, hasta desaparecer por completo. Sin embargo, mis actos más atroces y viles, los que me habían llevado a perecer en la horca, esos, no se borrarían jamás, porque por ellos, podía deambular entre los vivos hasta el final de los tiempos.
Lo vi por casualidad. Era una noche como tantas otras. Sin nada importante que me hiciera pensar lo contrario.
El verano había llegado y con él las noches cálidas y estrelladas.
Estaba algo apartado del grupo. Observaba a sus amigos de una manera que, a mí, acostumbrada a ver aquella mirada en algunos vivos que escogen las noche para realizar los actos más depravados, no me pasó desapercibida. Además, era idéntica a la que me devolvían los espejos cuando aun podía ver mi imagen reflejada en ellos.
No puedo decir lo mismo del resto de aquellos chicos que, conversaban y bebían, ajenos a aquellos ojos cargados de ira y envidia que los contemplaba desde el refugio que le otorgaban las sombras.
Pude vislumbrar su alma oscura y su corazón helado, latiendo con furia desmesurada en su pecho.
Aquello no hizo más que incrementar la certeza de que mi búsqueda había terminado. Estaba en mis manos, que mi soledad, al fin, terminara.
Por aquellas noches que pasé a su lado, observándolo, mientras mis caricias, como una suave brisa sobre su piel, hacían que su cuerpo se estremeciera, supe que a su lado la calma es tan salvaje, que su timidez hace que todo salte por los aires. Estaremos juntos eternamente y seremos felices. Lo sé. Pero para ello... tiene que morir.
Permanecí a su lado mientras la muerte sesgaba su vida. Le agarré fuertemente la mano, cuando su alma abandonó su cuerpo, al fin libre de las ataduras que la tenían sujeta al mundo de los vivos. Pero no fui lo suficientemente rápida para evitar que una bola de fuego la atrapara, envolviéndola en llamas. Lo perdí, antes de tenerlo.