jueves, 18 de noviembre de 2021

TRAS LA MÁSCARA

 

Creían que, tras aquellas máscaras, la muerte no los reconocería y pasaría de largo. Bebían y bailaban confiados ante aquella idea. Pero aquel hombre sabía que a la Parca no se la podía engañar, porque sus ojos y oídos llegan donde no llegan los de los mortales. Vive entre nosotros y se regocija de ello provocándonos miedo, pánico, terror, tan solo, con el mero hecho de pensar en ella.

Soñó su muerte en la mascarada, escondida tras una de las muchas caretas que danzaban en el gran salón de baile. Se obsesionó por encontrarla. Increpaba a cada uno de los asistentes, que lo miraban como si se hubiera vuelto loco.

Perdido en su desesperación, tropezó con un enmascarado. Vestía de negro. Tenía unas manchas rojas a la altura del pecho. Nervioso, lo asió de la camisa y de un tirón le arrancó la máscara. El terror lo hizo estremecer de pies a cabeza, al descubrir el sangrado en la boca y la nariz de aquel hombre. Presentaba un aspecto demacrado, cadavérico. La Muerte Negra estaba ante él. Al día siguiente, rechazó la invitación a la fiesta y huyó de la cuidad. Pero no se libró de ella. La muerte lo alcanzó. Nadie puede huir de la Parca cuando su hora ha llegado.

lunes, 15 de noviembre de 2021

VENGANZA

 

Ella había creído todas y cada una de las palabras de amor que salían de la boca de aquel hombre. Estaba enamorada. Hasta que el detective privado, que había contratado hacía un par de meses, no le había puesto sobre la mesa hasta la última prueba de sus infidelidades, ella nunca había dudado de él.

Pero… la había subestimado. Un corazón roto puede ser un arma de doble filo.

Fingió que todo iba bien. Preparó la cena, como cada día. Le cocinó su plato favorito y le compró una botella de su vino preferido.

Él no pudo terminar de cenar. Se desplomó sobre el plato, víctima de un sedante que ella le había puesto en la copa.

Cuando despertó estaba amordazado y atado a una silla, en la cocina.

Ella lo observaba a poca distancia, mientras esbozaba una sonrisa malvada, siniestra. Sus preciosos y grandes ojos verdes habían perdido su brillo y su mirada hiriente transmitía desprecio y un total desinterés hacia el hombre. En su mano derecha portaba un cuchillo de grandes dimensiones.

El hombre estaba verdaderamente asustado, en su cara se veía reflejado el terror que invadía todo su cuerpo. Las lágrimas que se agolpaban en sus ojos, lo delataban como el verdadero hombre que era, débil y endeble y no como el hombre fuerte y seguro de sí mismo, que aparentaba ser.

-Es una pena que no puedas hablar, amor mío. –le dijo la mujer- pero creo que es mejor así. Estoy harta de tu palabrería barata y tus falsas promesas de amor.

Él comenzó a moverse en la silla intentando aflojar las cuerdas que lo tenían anclado a ella.

Ella profirió una carcajada que retumbó en los oídos del hombre y que contribuyó a aumentar más, si cabe, el terror que sentía.

-Me enamoraste con tu palabrería barata, tus promesas de amor y tus halagos. Creí en ti y me has mentido. Me has estado engañando todos estos años, lo sé, porque hice que te vigilara un detective privado. No me temblará el pulso cuando clave este cuchillo en tu corazón y ponga fin, de una vez por todas, a esta farsa.  Fuiste las ganas de tenerlo todo y la rabia de quedarse sin nada. Pero sobreviré, mientras tú te pudrirás bajo tierra.

Mientras le hablaba, la mujer se había colocado de espaldas a él, para que no pudiera ver las lágrimas que resbalaban por sus mejillas.

Cuando se dio la vuelta dispuesta a clavarle el cuchillo, el hombre ya no estaba en la silla.

Desconcertada lo buscó con la mirada por toda la cocina, pero el hombre, había sido rápido y se había colocado tras ella. La agarró del cuello, apretándoselo fuertemente, dispuesto a asfixiarla. Ella gritó y trató de librarse de él. La fuerza del hombre superaba con creces la suya, pero…se dio cuenta de que todavía llevaba el cuchillo en la mano, y que si no actuaba con rapidez su vida acabaría allí y ahora.

Así que le asestó una puñalada en la pierna, el hombre preso del dolor aflojó la fuerza que estaba infligiendo sobre su cuello, ella logró librarse de él. El hombre logró agarrarla por un brazo, ella perdió el equilibrio y se dio de bruces sobre las frías baldosas.

Los primeros rayos de sol de la mañana, arrojó luz sobre la cocina, poniendo al descubierto un par de cuerpos bañados por su propia sangre.

 

 

 

 

 

domingo, 14 de noviembre de 2021

EL ACOMPAÑANTE PERFECTO

 Encontré, en aquel cohibido muchacho, el acompañante perfecto para mis paseos nocturnos entre los vivos. Llevaba mucho tiempo vagando entre ellos, tanto, que los recuerdos felices que tenía antes de mi muerte, se habían ido disipando de mi memoria, hasta desaparecer por completo. Sin embargo, mis actos más atroces y viles, los que me habían llevado a perecer en  la horca, esos, no se borrarían jamás, porque por ellos, podía deambular entre los vivos hasta el final de los tiempos.

Lo vi por casualidad. Era una noche como tantas otras. Sin nada importante que me hiciera pensar lo contrario.

El verano había llegado y con él las noches cálidas y estrelladas.

Estaba algo apartado del grupo. Observaba a sus amigos de una manera que, a mí, acostumbrada a ver aquella mirada en algunos vivos que escogen las noche para realizar los actos más depravados, no me pasó desapercibida. Además, era idéntica a la que me devolvían los espejos cuando aun podía ver mi imagen reflejada en ellos.

No puedo decir lo mismo del resto de aquellos chicos que, conversaban y bebían, ajenos a aquellos ojos cargados de ira y envidia que los contemplaba desde el refugio que le otorgaban las sombras.

Pude vislumbrar su alma oscura y su corazón helado, latiendo con furia desmesurada en su pecho.

Aquello no hizo más que incrementar la certeza de que mi búsqueda había terminado. Estaba en mis manos, que mi soledad, al fin, terminara.

Por aquellas noches que pasé a su lado, observándolo, mientras mis caricias, como una suave brisa sobre su piel, hacían que su cuerpo se estremeciera, supe que a su lado la calma es tan salvaje, que su timidez hace que todo salte por los aires. Estaremos juntos eternamente y seremos felices. Lo sé. Pero para ello... tiene que morir.

Permanecí a su lado mientras la muerte sesgaba su vida. Le agarré fuertemente la mano, cuando su alma abandonó su cuerpo, al fin libre de las ataduras que la tenían sujeta al mundo de los vivos. Pero no fui lo suficientemente rápida para evitar que una bola de fuego la atrapara, envolviéndola en llamas. Lo perdí, antes de tenerlo.


domingo, 7 de noviembre de 2021

NUEVA VIDA

 

Cuando fue consciente de su propia existencia, sintió que no estaba solo.

Notaba otras presencias a su lado. Estaba muy oscuro y no podía distinguir cuantos eran, pero algo le decía que eran muchos los que igual que él, estaban allí encerrados.

El lugar tenía forma ovalada. Sintió su textura sedosa y elástica. Sabía que aquello los protegía, era cómodo y la temperatura allí dentro era muy agradable.

A medida que el tiempo transcurría dentro de aquel huevo, sus movimientos se iban haciendo más precisos y su tamaño iba aumentando.

No sabía cómo había terminado allí. Lo último que recordaba es estar postrado en una cama de hospital. Escuchó a los médicos hablar con su esposa del estado muy crítico en el que se encontraba. Se acordaba del accidente de coche. No tenía dolor. Escuchaba el ir y venir de los médicos y enfermeras, entrando y saliendo de su habitación, incluso podía escuchar lo que hablaban entre ellos, pero no podía mover ni un solo músculo de su cuerpo, tampoco podía abrir los ojos. Permanecía tumbado en aquella cama mientras el tiempo iba pasando. Entonces… la máquina, a la que estaba conectado, comenzó a emitir un sonido, estridente, ensordecedor. Después de eso, nada, salvo el silencio más absoluto.

Ahora sentía un cuerpo, pero muy diferente al que tenía. Podía pensar, e incluso su visión se iba haciendo, poco a poco, más nítida, empezaba a distinguir formas a su alrededor. Quiso agarrarse a aquella pared de seda. Se dio cuenta de que no tenía manos. Tenía patas. Un total de ocho.

Su desconcierto le hizo entrar en pánico. En su desesperación quiso gritar, pero no tenía garganta y sin ella tampoco existían cuerdas vocales que emitieran algún sonido, por muy leve que fuera. Tampoco podía llorar. Sus ojos estaban secos. Sentía unos deseos enormes de romper aquella tela y salir al exterior. Sus compañeros, sus hermanos, sintieron lo mismo que él, porque al unísono, se pusieron a golpearla hasta que hicieron un agujero lo suficientemente grande, por el cual pudieron colarse. Una gran tarántula los estaba esperando fuera con pequeños trozos de insectos para alimentarlos.

 

miércoles, 3 de noviembre de 2021

EL DEMONIIO EN EL CONVENTO

 

Revólver en mano, el comisario entró en el convento. Un silencio sepulcral reinaba en el edificio, interrumpidos únicamente, por sus pasos y su respiración entrecortada. El primer cadáver apareció a escasos metros de la puerta. Después de inspeccionar todo el lugar encontró un total de 20 cuerpos. Coincidía con el número de monjas que vivían allí. Convencido de que aquel día ya no podía ir a peor, no esperaba la gran sorpresa que le esperaba en una de las celdas, concretamente la que quedaba al final del pasillo. Al abrir la puerta se topó con el cuerpo de un hombre colgado de una de las vigas. Era el hombre de confianza de las monjas, el que hacía las tareas de mantenimiento. Llevaba un cinturón alrededor del cuello. Le habían rajado el abdomen, las vísceras colgaban de su interior, desparramándose por el suelo. Tuvo que hacer un gran esfuerzo para no vomitar. El olor era insoportable. Se apoyó contra la pared en un intento desesperado por tranquilizarse, le costaba respirar. Aquello parecía la obra de un animal de una gran fuerza y tamaño.

¿Qué pasó realmente allí?

El hombre, trabajaba en el convento haciendo diversas tareas. Cuidaba del jardín y arreglaba desperfectos, tanto dentro, como fuera del edificio. Un día cansado, pensando que su vida no podía ser más miserable de lo que ya era, decidió hacer algo al respeto. Llevaba algún tiempo dándole vueltas a una idea que tenía metida en la cabeza. Un día, al atardecer, se encaminó hacia la montaña. Había escuchado a la gente del pueblo que allí vivía una bruja, famosa por su poder para invocar al diablo. No le costó mucho encontrarla. Ella parecía estar esperándolo. Así que sin dudarlo ni un momento y bajo la mirada atenta de aquella mujer que esbozaba una sonrisa un tanto siniestra, hizo un trato con el mismísimo diablo. Quería hacerse rico, tener poder y ser respetado por todos. Las monjas serían su moneda de cambio. Tras hacer la invocación, leyendo un conjuro escrito en un libro muy antiguo, en un idioma desconocido para él, el pacto quedó sellado.  El hombre bajó de la montaña seguido del diablo. Al llegar al convento le abrió la puerta y lo dejó entrar, confiado en que cumpliera el trato. Pero el demonio tenía otros planes muy distintos a los de aquel hombre. El mal quedó impregnado en el lugar. Pronto las monjas se empezaron a comportar de una manera impensable e irracional. El demonio corrompió el alma de cada una de aquellas mujeres, llenándolas de ira, envidia, mentiras, celos. Consiguiendo que se mataran unas a otras. El hombre no consiguió el dinero y el respeto que deseaba. Sólo consiguió una muerte terrible y dolorosa.

viernes, 15 de octubre de 2021

MARÍA

 

La iglesia estaba a tope el día del funeral. Ana y yo habíamos sido sus mejores amigas. Ese día me quedé a dormir en su casa. Ninguna de las dos queríamos estar solas. Estuvimos charlando hasta bien entrada la madrugada, hasta que el sueño nos envolvió y nos quedamos dormidas. Un ruido me despertó. Me levanté. Vi luz por la rendija de la puerta del cuarto de baño. Entré. Vi a Ana delante del espejo mirándose fijamente, estaba pálida y parecía hipnotizada. Había algo más allí, algo que definitivamente no tenía que estar. Proferí un grito agudo y desgarrador que hizo que Ana saliera del trance en el que estaba inmersa. Se desmayó y cayó sobre el frio suelo de baldosas del baño. La llevé hasta la cama. Tardó un rato en despertarse, cuando lo hizo me miró, había tristeza en sus ojos. Le dije:

-María apareció en tu reflejo.

Ella rompió a llorar

- ¿Qué pasó? –le pregunté.

Había escuchado algo en boca de aquel espectro: venganza.

Ana me agarró la mano con fuerza, me hacía daño, pero no la aparté. Sabía que había pasado algo y quería que me lo contara.

-La dejé morir –apartó su mirada de la mía y luego continuó- Habíamos ido a nadar, la reté a llegar hasta una boya bastante alejada de la orilla, sabía que no era tan buena nadadora como yo, y aun así no me importó. A medio camino, un calambre en una pierna le impidió seguir nadando, me gritaba pidiendo auxilio. No fui a ayudarla, me quedé mirando cómo se ahogaba.

La miré horrorizada, aparté mi mano de la suya y me levanté de la cama.

En aquel momento un frío gélido nos envolvió. La almohada, que hasta entonces reposaba inmóvil sobre la cabecera de la cama, se levantó impulsada por una fuerza invisible, situándose sobre la cabeza de Ana. Yo estaba tan asustada que me quedé petrificada ante lo que mis ojos estaban viendo. Ana pataleaba con desesperación, intentando aspirar una bocanada de aire. Se estaba asfixiando. No hice nada para salvarla. María estaba llevando a cabo su venganza.

jueves, 7 de octubre de 2021

EL VELERO

 

Dejó la percha donde estaba el vestido que se pondría esa noche sobre la cama y se fue al baño a ducharse. En menos de una hora la vendrían a recoger. Era la primera vez que salía en mucho tiempo. Desde la muerte de su pequeño. Hacía casi un año de eso. Sus amigas la habían convencido para salir a cenar y tomar una copa. Sabía que le vendría bien y por eso había aceptado. Sus amigas gritaron de alegría y la abrazaron, contentísimas de aquella decisión, prometiéndole que no se iba a arrepentir, que lo pasaría genial.

Se estaba subiendo la cremallera del vestido cuando las luces de los faros de un coche iluminaron su habitación. Pensando que eran las chicas, bajó a abrirles la puerta. Pero en el umbral había un perfecto desconocido. Un hombre que no había visto en su vida. Iba vestido con un traje blanco, un sombrero y unas botas del mismo color. Llevaba algo entre las manos.

Su mundo se vino abajo cuando lo reconoció. Era similar al velero de madera que le había hecho el padre poco antes de morir su hijo. Se convirtió en su juguete favorito. De hecho, lo enterraron con él. El hombre sin mediar palabra se lo entregó. Estaba cubierto de tierra. Vio dos letras grabadas en la madera: J.G. que correspondían a las iniciales de su pequeño, Juan García. La mujer comenzó a llorar presa del dolor. Los recuerdos se agolpaban en su cabeza, atormentándola. Le gritó con desesperación:

- ¡Has profanado la tumba de mi hijo!

-No se puede profanar una tumba vacía –le dijo él.

Ella lo miró, sin comprender lo que le decía.

El hombre entró en la casa y cerró la puerta tras de sí. Ella empezó a retroceder asustada.

- ¿Quién eres? –musitó.

-Soy un lokopala, un guardián de la tumba de tu hijo. –le respondió- devuélvelo a su lugar y te dejaré en paz.

Ella siguió retrocediendo hasta que su espalda chocó contra una mesa. Temblaba de pies a cabeza.

-No sé dónde está el cuerpo de mi hijo –le gritó ella, desesperada.

Aquel ser clavó su mirada en ella, sus ojos se tornaron rojos. Sintió que su alma quedaba desnuda, dejando al descubierto sus secretos más íntimos. Se sintió vulnerable, indefensa. Pero aun así lo desafió.

- ¡El culpable es su padre, él se lo llevó! –le espetó

- ¡Mentira! –le gritó el ser.

Se escuchó el chirriar de una puerta al abrirse en el piso superior. La puerta de una habitación que ella siempre mantenía cerrada y cuya llave llevaba siempre consigo. Ahí guardaba sus secretos. Los secretos que aquel hombre había descubierto.

A continuación, se escucharon unos pasos.

Desesperada intentó llegar hasta las escaleras y parar lo que estuviera sucediendo allá arriba. Pero sólo quedó en eso, en un intento, porque no se movió del sitio. Una fuerza desconocida la retenía. No se podía mover.

Nadie podía ver aquello, nadie podía descubrir lo que tan celosamente tenía guardado bajo llave. Nadie podía saber que tenía guardados, en aquella habitación, los cuerpos de su marido y de su hijo. Nadie podía saber que había asesinado a su marido y profanado la tumba de su hijo. Nadie podía saber todo aquello. Nadie…

Un grito de terror salió de su garganta.

Un hombre y un niño, asidos de la mano, bajaban lentamente las escaleras.

 

 

 

REBELIÓN

  Era una agradable noche de primavera, el duende Nils, más conocido como el Susurrador de Animales, estaba sentado sobre una gran piedra ob...