Cuenta la leyenda que una joven, nacida en el seno de una
familia acomodada, se enamoró de un mozo que trabajaba a las órdenes de su
padre. Éste al conocer el romance entre los jóvenes, dispuso que embarcara a tierras lejanas, con la intención de apartarla
de aquel muchacho y que se olvidara de él.
La muchacha salía a cubierta todas las noches, llorando y
suspirando por su amado. Un día el rey del mar, intrigado por ver quien
profería tan desgarradores lamentos, acudió a ver de quien se trataba. Era tal
la belleza de aquella muchacha, que en cuanto la vio, se enamoró perdidamente
de ella. Adoptó la forma de un bello joven dispuesto a enamorarla. Pero ella lo
rechazaba, noche tras noche. Poseidón, entró en cólera. Y en un arrebato de ira
la convirtió en una talla de madera que luciría en el mascarón de proa, al
mismo tiempo que lanzaba una maldición sobre el barco. Tras reiterados intentos
de no perder el rumbo, finalmente quedó a la deriva, los tripulantes uno a uno
se iban muriendo por causas desconocidas y el barco, sin nadie que lo guiara,
llegó a los fríos hielos antárticos donde se congeló totalmente.
La talla de madera se convirtió en una esfinge helada. Llantos y lamentos eran escuchados a varias millas a la redonda.
La esfinge congeló a cada barco que osaba adentrarse por
aquellas aguas inhóspitas, esperando que algún día su amado fuera a rescatarla.