mi茅rcoles, 6 de abril de 2022

EL LIBRO MALDITO

 

“Los hermanos se mataron como enemigos”. Con aquella frase la abuela termin贸 de relatarles lo acontecido hac铆a muchos a帽os a dos j贸venes que hab铆an vivido en aquella casa, mientras apretaba con fuerza aquel libro contra su pecho. Ese libro hab铆a sido el origen de aquella historia. Era un libro maldito que s贸lo tra铆a dolor y muerte para quien lo poseyera.

Su nieto, un adolescente de naturaleza inquieta y extrovertida, lo hab铆a encontrado hurgando entre unas cajas en el desv谩n. Aquella historia lejos de amedrentarlo aviv贸 m谩s su imaginaci贸n y sus ansias de conocer m谩s detalles de lo que hab铆a escrito en aquellas p谩ginas. Esper贸 paciente a que la abuela saliera a dar su paseo matutino para entrar en su habitaci贸n y buscarlo entre sus cosas. Se sobresalt贸 cuando escuch贸 una voz tras 茅l pronunciando su nombre. Su hermana lo ten铆a entre sus manos, ret谩ndolo, con una sonrisa ir贸nica, a que se lo quitara. 脡l corri贸 tras ella hasta que la alcanz贸. Debido al forcejeo el libro cay贸 al suelo abierto, mostrando una p谩gina donde se pod铆a ver un dibujo del mism铆simo diablo. No pudieron reaccionar por el miedo que los embarg贸, cuando una luz muy potente y cegadora, los envolvi贸 y una voz tenebrosa les habl贸. Aquella voz les dijo que el due帽o de aquel libro ser铆a inmortal.

Cuando la abuela regres贸 a casa encontr贸 a los dos j贸venes sin vida, se hab铆an agredido entre ellos hasta la muerte. La historia se repet铆a.

Los hermanos se mataron como enemigos.  

martes, 5 de abril de 2022

EL LIBRO

 

Marco no soportaba la idea de quedarse en casa a solas con sus padres m谩s del tiempo justo y necesario. Esto es, por la ma帽ana antes de ir instituto y por la noche para poder encerrarse en su cuarto donde gracias a sus cascos, encontraba la paz que necesitaba. La convivencia con sus progenitores era un verdadero infierno. Su padre beb铆a hasta perder el conocimiento. Su madre no paraba de llorar y rezar, no sin antes utilizar todo tipo de palabras malsonantes del todo inadecuadas para una persona tan devota como ella.

Hab铆an llegado hac铆a escasas horas a aquel pueblo, con la idea de comenzar una nueva y mejor vida, una m谩s que, seguramente, ir铆a al saco donde ya descansaban m谩s de media docena de ellas truncadas. Los odiaba a muerte. Incluso por las noches se imaginaba c贸mo ser铆a su vida sin ellos. Y barajaba la idea de hacerles da帽o, de que pagaran por todo el sufrimiento que d铆a a d铆a les causaban. Pod铆a estar varios d铆as sin comer sin que les importara. Pero lo peor, era el olor a orina y v贸mito por toda la casa.

Sali贸 dando un portazo. Hab铆an comenzado a discutir porque su madre descubri贸 una botella de wiski escondida entre la ropa de su marido.

Estaban all铆, para salir adelante con el nuevo trabajo de pap谩 (del otro lo hab铆an echado, al igual que del piso en que viv铆an por no pagar el alquiler) y alejarlo de sus amigos que lo liaban a beber. Como si 茅l no se liara solo, pensaba el muchacho.

Le daba pena su madre por lo ingenua que era la mayor铆a de las veces.

Decidi贸 dar una vuelta por el pueblo. Lo que ten铆a en mente era encontrar una librer铆a. Su lugar preferido. All铆 pod铆a evadirse durante horas de su asquerosa vida, de los problemas e incluso del mundo entero, meti茅ndose en la piel del protagonista del libro que tuviera entre manos en aquel momento.

Hac铆a una bonita tarde de verano. Abandon贸 la larga avenida y encamin贸 sus pasos por unas callejuelas empedradas de la parte antigua. Pas贸 por una armer铆a. En el escaparte hab铆a un expositor con todo tipo de balas habidas y por haber, pens贸 茅l, al ver la gran cantidad que hab铆a y todas distintas.

Levant贸 la mirada para contemplar una enorme cometa sobrevolando los tejados de las casas.

M谩s adelante pas贸 por una tienda de deportes. En la puerta hab铆a un gran cartel donde se ofrec铆an viajes en globo. Hab铆a una foto de uno a una gran altura, con varias personas en la cesta mostrando su mejor sonrisa mientras volaban sobre un campo de flores. Recorri贸 la vista por el escaparte y entonces vio algo que le gust贸 m谩s que un viaje en globo:  unos patines.

Sigui贸 caminando. Se par贸 delante de una tienda con un gran expositor en el escaparate donde se ve铆an varias fotos del planeta tierra vista desde el espacio. Tambi茅n hab铆a un ba煤l con varias c谩maras de fotos junto a un osito de peluche.

Prosigui贸 su caminar aparentemente sin rumbo. Empezaba a estar cansado. Pens贸 en preguntarle a alguien en que calle estaba la biblioteca, cuando vio a una anciana sentada en una mecedora en el porche de su casa. Ante ella, sobre una mesa plegable hab铆a libros y diversos objetos decorativos, todos ellos en venta. Se acerc贸 para echarles una ojeada por si ve铆a alguno que le interesara.

La anciana ten铆a el cabello blanco recogido en un mo帽o y vest铆a completamente de negro. Lo observaba con detenimiento.

Los libros eran de tem谩ticas diversas. Los hab铆a de aventuras, extraterrestres, fantasmas, unas cuantas novelas de amor y alg煤n que otro comic. Nada que le impulsara a coger alguno de ellos y abrirlo.

La anciana se levant贸 de la silla y comenz贸 a caminar lentamente hacia 茅l.

El chico ni se percat贸, estaba ensimismado leyendo los t铆tulos de aquellos libros esperando encontrar alguno que le interesara.

Se sobresalt贸 cuando escuch贸 su voz. Se gir贸. La mirada de la anciana cay贸 sobre 茅l.

Sinti贸 un escalofr铆o recorri茅ndole la espalda cuando sus ojos se detuvieron en los viejos y cansados de la mujer. Eran negros como la oscuridad. Durante unos minutos, que al ni帽o le pareci贸 toda una vida, la mujer no dej贸 de mirarlo. Luego lo tom贸 del brazo dici茅ndole que ten铆a lo que estaba buscando.

Estuvo tentado de marcharse corriendo, aquella anciana le daba verdadero terror, pero aquel pensamiento igual que vino se fue y se encontr贸, casi sin darse cuenta, entando en la casa tras ella.

La mujer sac贸 una llave de entre sus ropas y abri贸 el caj贸n de una vieja y apolillada c贸moda. Sac贸 un libro y se lo entreg贸.

La portada estaba en blanco cuando lo tom贸 entre sus manos, pero algo pas贸. Unas letras empezaron a formarse en ella. Al cabo de unos minutos aquel libro ten铆a t铆tulo: VIAJE AL INFIERNO.

Le pareci贸 interesante. Le pregunt贸 por el precio. Ella le dijo que era un regalo y que espera que lo disfrutara mucho. El chico le dio las gracias y se fue

Como no le apetec铆a volver a casa y unas ganas imperiosas de comenzar a leer aquel libro hab铆an comenzado a crecer en su interior, encontr贸 un parque, se sent贸 y lo abri贸.

El joven termin贸 de leer en el momento en que el d铆a dio paso a la noche. Se levant贸 del banco en el que hab铆a permanecido sentado durante horas y comenz贸 a caminar hacia su casa. Algo hab铆a cambiado en 茅l. Su paso era m谩s decidido, ya no caminaba encorvado como si su espalda soportara todos los pecados del mundo y su semblante ya no reflejaba la angustia y tristeza de hac铆a unas horas. Es m谩s, esbozaba una radiante sonrisa.

 

Cien minutos antes de la media noche unos gritos desgarradores alertaron a los vecinos que llamaron a la polic铆a. Pero antes de que 茅sta llegara una anciana se col贸 en aquella casa. La escena que vio era dantesca, aunque a ella pareci贸 no importarle. Ni se inmut贸. Sab铆a a donde ten铆a que ir como si ya hubiera estado all铆 m谩s de una vez.

Un hombre y una mujer yac铆an sin vida en el suelo del sal贸n en medio de sendos charcos de sangre. Los hab铆an sido apu帽alado reiteradamente. Se acerc贸 al muchacho que contemplaba la escena desde una esquina. Agarrando las piernas con sus manos no dejaba de llorar al tiempo que repet铆a una y otra vez: No fui yo, no fui yo.

-No, no lo fuiste –le espet贸 la mujer- fueron los demonios que habitan dentro de ti. Tus deseos se han cumplido. Date por satisfecho. Eres libre.

Cogi贸 el libro que estaba tirado en el suelo con manchas de sangre. Lo contempl贸 durante unos segundos. Satisfecha al ver que el titulo hab铆a desaparecido, sonri贸.

-Me lo llevo, otro ni帽o pronto lo necesitar谩 igual que t煤.

Meses despu茅s una ni帽a tuvo aquel libro entre sus manos. El t铆tulo en este caso rezaba: LAS PRINCESAS NO MUEREN.

 

 

lunes, 4 de abril de 2022

VISIONES

 

Aquel era su primer d铆a de trabajo como vigilante en el centro comercial. Su turno comenzaba a las 12 de la noche. Lleg贸 puntual y comenz贸 la ronda. En la planta baja, hab铆a varias personas paseando, al igual que en la primera. En la segunda, donde estaban los restaurantes, todav铆a se pod铆a ver gente cenando.

Nadie le prestaba atenci贸n. Tampoco le importaba.

Cuando recorri贸 el 煤ltimo piso y comprob贸 que todo iba bien, regres贸 a la planta baja y se dirigi贸 a la m谩quina de caf茅 que hab铆a cerca de la entrada. Le esperaban muchas horas por delante y una buena dosis de cafe铆na le vendr铆a bien.

Escuch贸 unos pasos corriendo hacia 茅l. Por el sonido que hac铆an parec铆an los de un ni帽o. Se gir贸 y efectivamente, delante de 茅l hab铆a una ni帽a pelirroja, de unos cinco a帽os, con el pelo recogido en una coleta. Ten铆a unos grandes ojos negros que lo miraban nerviosa y asustada. 脡l se agach贸 y se puso a su altura. Ten铆a una marca de nacimiento al lado de la oreja derecha con forma de mariposa.  Le pregunt贸 qu茅 le pasaba. La ni帽a rompi贸 a llorar. El hombre trat贸 de calmarla. Ella lo abraz贸 con fuerza. Estaba temblando. Entre sollozos logr贸 explicarle que un hombre estaba persiguiendo a su mam谩 con un cuchillo. El vigilante la contempl贸 durante unos instantes sin dar cr茅dito a lo que la peque帽a le estaba contando. 脡sta al ver que no le cre铆a lo agarr贸 de una mano y comenz贸 a tirar de 茅l.

- ¡Por favor, dese prisa, quiere matar a mi mam谩, tiene que ayudarla! –le suplicaba.

El hombre pens贸 que no perd铆a nada en ir a comprobar qu茅 le pasaba a la mam谩 de la peque帽a.

- ¿D贸nde est谩? –le pregunt贸.

-En el parking –le respondi贸 ella.

La cogi贸 en brazos y se dirigieron hacia el ascensor. Cuando llegaron al aparcamiento le pregunt贸 d贸nde la hab铆a visto por 煤ltima vez. Pero no hizo falta que le respondiera porque escuch贸 unos gritos desgarradores, no muy lejos de donde estaban, pidiendo ayuda. El aparcamiento estaba vac铆o.

Le pidi贸 a la ni帽a que no se moviera de donde estaba mientras 茅l iba a ayudar a su madre. Llam贸 a la polic铆a pidiendo ayuda. Sospechaba que aquel hombre era peligroso y, recordando lo que le hab铆a dicho la ni帽a, era posible que fuera armado.

Sali贸 de la parte iluminada y se adentr贸 en una zona oscura. Encendi贸 su linterna. Camin贸 en silencio durante un buen rato. Escuch贸 a alguien corriendo. Le grit贸 que se detuviera. Sinti贸 una respiraci贸n en su nuca. Se gir贸 alumbrando con la linterna. Profiri贸 un grito de terror al verse reflejado en aquel rostro. Sinti贸 un fuerte dolor en la cabeza y luego el silencio m谩s absoluto.  Ese silencio con sus c贸digos de misterio, indescifrables, en sentencia firme inapelable.

Se despert贸 sobresaltado al ser zarandeado.  Dos polic铆as lo miraban fijamente. Les pregunt贸 por la ni帽a y su madre. Ellos le respondieron que hab铆an peinado la zona y que all铆 no hab铆a nadie. El centro comercial quedaba vac铆o a partir de las once de la noche.

A帽os despu茅s, aquel hombre se cas贸 y tuvo una ni帽a pelirroja, con una mancha de nacimiento en forma de mariposa al lado de su oreja derecha.

 

mi茅rcoles, 30 de marzo de 2022

LA BRUJA

 

Cien minutos antes de la medianoche comenz贸 el terremoto. Cien minutos despu茅s de la medianoche ces贸. Las gentes del pueblo contuvieron el aliento esperando un nuevo temblor. Nada. Salvo el silencio m谩s absoluto. Respiraron aliviados pensando que se hab铆a acabado. No sab铆an que aquello era s贸lo el principio. Pudieron ver una llamarada de fuego en lo m谩s profundo del bosque. Se hab铆a abierto una brecha en la tierra por donde los demonios que habitaban en el averno comenzaron a emerger a la superficie. A continuaci贸n, las puertas de las casas, que hab铆an permanecido cerradas durante el temblor, se abrieron de par en par. Los ni帽os, hipnotizados, atra铆dos por una fuerza invisible que los dominaba, comenzaron a caminar en direcci贸n al bosque. Los intentos desesperados de sus padres por retenerlos fueron en balde. Se escapaban una y otra vez atra铆dos por el fulgor de aquellas llamas que se elevaban m谩s all谩 de las copas de los 谩rboles.  

Hombres y mujeres decidieron pedirle ayuda. Siempre la hab铆an repudiado. Expuls谩ndola del pueblo por el miedo que les causa. Sab铆an que eran una bruja muy poderosa dotada de grandes poderes. Ahora, era la 煤nica que podr铆a salvar a sus peque帽os.

Viv铆a en una vieja caba帽a junto al bosque. Cuando llegaron vieron una luz intensa en su interior. Cuando abrieron la puerta se encontraron con una imagen que no podr铆an borrar de su memoria mientras siguieran con vida.

La mujer con el cabello blanco como la nieve, vistiendo una t煤nica negra, con los brazos alzados en se帽al de s煤plica y con los ojos en blanco, recitaba unos versos plasmados en las p谩ginas de un viejo libro.

Todos y cada uno de ellos, se arrodillaron frente a ella. Mientras escuchaban la ofrenda que inici贸 con poes铆a.

- ¡Esp铆ritus de los 谩rboles

acoged las almas de los inocentes

mientras con nuestras plegarias derrotaremos

a los demonios que poseen sus cuerpos!

Estuvieron rezando toda la noche. No se movieron a pesar de los gritos desgarradores y escalofriantes que se escuchaban m谩s all谩 de las paredes de la caba帽a.  

Al despuntar el alba, salieron temerosos por lo que se pudieran encontrar.

Ella iba a la cabeza de la comitiva, en direcci贸n al bosque.

La brecha hab铆a desaparecido. No hab铆a rastro de los demonios. Los ni帽os parec铆an dormir tumbados sobre un suelo lleno de cenizas. Formaban un c铆rculo alrededor de unas brasas ya consumidas. Alz贸 los brazos y de nuevo invoc贸 a los esp铆ritus de los 谩rboles para que liberaran las almas de los peque帽os. 脡stos, poco a poco, fueron despertando.

lunes, 28 de marzo de 2022

QUISIERA

 

 

 

El silencio m谩s absoluto reinaba en aquel coche. Los dos j贸venes que iban en 茅l no hab铆an abierto la boca desde que hab铆an salido de la ciudad. De eso hac铆a m谩s de dos horas. Faltaba poco para llegar al pueblo que los vio nacer y crecer y que hab铆an dejado atr谩s para estudiar en la universidad. No hab铆an vuelto desde entonces. No era muy grato el motivo que los hab铆a hecho regresar. La tr谩gica muerte de su hermana peque帽a. 脡sta nunca hab铆a abandonado la casa familiar. La muerte prematura de su padre cuando eran peque帽os, la ausencia de los hermanos mayores y la posterior enfermedad de su madre, hicieron que aquella joven quedara retenida entre aquellos muros. Nadie le pregunt贸 nunca qu茅 quer铆a ni cu谩les eran sus sue帽os, porque los ten铆a.  Cualquier decisi贸n sobre su vida estaba tomada desde el momento justo en que vino a este mundo. No abandonar铆a jam谩s la casa de sus padres.

En realidad, aquella muchacha no era hermana de sangre. La hab铆an dejado delante de la casa envuelta en una ajada manta con pocos d铆as de vida, una ma帽ana de un fr铆o d铆a de invierno. Sus padres al verla tan peque帽a y desvalida, sin familia, sin nadie que la quisiera, decidieron que formar铆a parte de sus vidas desde aquel preciso momento y la criaron como si de su propia hija se tratara.

Lo que hab铆a enmudecido a aquellos j贸venes era c贸mo muri贸 la joven. Suicidio, le hab铆an dicho en aquella llamada recibida de madrugada, en el piso de estudiantes que compart铆an los hermanos.

Llegaron con el tiempo justo para ir al entierro. Al llegar vieron un grupo nutrido de personas, entre ellas su madre, que presentaba un aspecto muy demacrado sentada en una silla de ruedas que era empujada por una enfermera. Tras el emotivo encuentro con ella y recibir las condolencias de los presentes, una anciana se acerc贸 a ellos. En voz muy baja, casi en un susurro, les dijo que fueran a visitarla. Su hermana necesitaba ayuda. Dicha anciana viv铆a en la caba帽a junto al bosque. Era por todos conocida por sus dotes adivinatorios y sus p贸cimas y conjuros. Se miraron entre ellos desconcertados por las palabras de aquella anciana. ¿Qu茅 ayuda podr铆a necesitar su hermana m谩s all谩 de unas oraciones por su alma?

Terminada la ceremonia, dejaron las maletas en casa y se encaminaron hacia la casa de la anciana. El d铆a estaba llegando a su fin. Las primeras sombras de la noche hac铆an acto de presencia.

La mujer los estaba esperando en el umbral de la puerta. En cuanto los vio sali贸 a su encuentro Llevaba unas linternas que entreg贸 a los muchachos.

Con un adem谩n les pidi贸 que la siguieran por un sendero que se internaba en el bosque. Los j贸venes se pusieron a su lado y le preguntaron qu茅 pasaba. Qu茅 hab铆a querido decir con lo de que su hermana necesitaba ayuda.

Ella coloc贸 un dedo delante de sus labios pidi茅ndoles silencio.

Caminaron una media hora m谩s hasta que llegaron a una parte del bosque que no conoc铆an, a pesar de que m谩s de una vez se hab铆an adentrado en el bosque m谩s de una vez, como parte de sus juegos de infancia. Alumbraron a su alrededor con las linternas. El haz de luz les devolvi贸 una imagen impactante. Aquellos 谩rboles que los rodeaban eran distintos a todo lo que hab铆an visto hasta el momento. Aquellos 谩rboles brillaban. Y no eran pocos, eran cientos los que aparec铆an iluminados con una luz que parec铆a provenir de su interior.

Entonces la anciana comenz贸 a hablar:

-Dentro de estos 谩rboles est谩n las almas de los suicidas. Retenidas en ellos para toda la eternidad. He podido comprobar que el alma de vuestra hermana no est谩 en ninguno de ellos. Vuestra hermana no se suicid贸. A ella le han arrebatado la vida.

El hermano peque帽o rompi贸 a llorar. El mayor, sin embargo, arremeti贸 contra la mujer tild谩ndola de charlatana y bruja, amenazando con abandonar el lugar e ir a denunciarla a las autoridades. Dio media vuelta enfurecido con la intenci贸n de largarse de all铆, preso de la ira, cuando sinti贸 una presi贸n sobre su hombro derecho. Se estremeci贸 cuando sinti贸 aquel contacto. Aquella mano que lo tocaba estaba helada. Un frio g茅lido le recorri贸 todo el cuerpo. Se gir贸 y entonces…. la vio. Era ella.

Lo miraba de manera acusadora.

El hermano peque帽o tambi茅n la vio y se acerc贸 a ella. Su mirada estaba repleta de amor. Ella le regal贸 una dulce sonrisa de enamorada. Abri贸 sus brazos para estrecharla contra su cuerpo, pero se top贸 con aire.  

El hermano mayor intent贸 huir. Pero las ra铆ces de los 谩rboles afloraban a la superficie a cada paso que daba. Perdi贸 la linterna y la orientaci贸n se hizo nula por completo.  Un enorme 谩rbol se inclin贸 sobre el 茅l y lo atrap贸 entre sus ramas. Sus intentos de librarse de ellas fueron en vano. En pocos segundos desapareci贸 entre aquellas ramificaciones y sus gritos desgarradores dejaron de escucharse.

脡l hab铆a matado a la joven. Celoso de la relaci贸n con su hermano. Una noche regres贸 a la casa familiar. Hab铆a bebido mucho. Le pidi贸 que se fugara con 茅l. Ella se neg贸 y 茅l cegado por aquel rechazo, la golpe贸 y viol贸. Ella jur贸 que lo contar铆a y 茅l en un arrebato de furia acab贸 con su vida. La enterr贸 en lo profundo del bosque. Pero aquella anciana lo hab铆a visto regresar del bosque de madrugada. Sinti贸 curiosidad y se adentr贸 en 茅l descubriendo as铆 el cuerpo de la joven, con una soga al cuello y colgando de una rama del mismo 谩rbol que ahora hab铆a atrapado a su asesino.

Los 谩rboles comenzaron a mecerse al comp谩s de una melod铆a. Reconocieron la voz de la muchacha entonando aquella canci贸n.

 

Quisiera una historia sin comas ni acentos,

un paradigma repleto de tu piel,

inventar un mundo carmes铆 de luci茅rnagas perdidas,

un mar valiente que ame los barcos sin rumbo,

un libro sin hojas, pero repleto de tus miradas.

 

 


mi茅rcoles, 23 de marzo de 2022

CELOS

 

Aquellos grandes ojos azules le hab铆an robado el coraz贸n, aquellos ojos lo hab铆an hecho enloquecer de amor. Pasaba horas y horas contempl谩ndola en sus idas y venidas por la casa, mientras se empapaba con el sonido de su risa y se embelesaba con sus conteneos al caminar. Y pensaba… es m铆a, s贸lo m铆a, sinti茅ndose afortunado por tener el boleto ganador. Comenz贸 a molestarse cuando los ojos de su esposa se posaban en otros que no eran los suyos, con una mirada cargada de dulzura que provocada alg煤n que otro sonrojo y muchas sonrisas hechizadas.

No lo soportaba. Punzadas de dolor le atravesaban el cuerpo avivando m谩s, si cabe, sus celos hacia cualquiera que tuviera la osar铆a de ponerle los ojos encima.

En un arrebato de celos le pidi贸 que no coqueteara con otros hombres. Ella neg贸 que lo hiciera, alegando que s贸lo quer铆a ser amable. S贸lo lo amaba a 茅l. Se acerc贸 a ella de manera amenazadora. La mirada de ella perdi贸 su brillo y su dulzura convirti茅ndose en el vivo reflejo del puro terror. Sus pies se enredaron en la alfombra provoc谩ndole la ca铆da y posterior p茅rdida del conocimiento.

Cuando despert贸 estaba en su cama. A pesar de o铆r el trinar de los p谩jaros en el jard铆n no pod铆a ver nada. Estaba inmersa en la m谩s absoluta oscuridad. Se toc贸 la cara top谩ndose con una venda que le cubr铆a los ojos. Escuch贸 la voz de su esposo. Se la iba a quitar.

Al hacerlo comprob贸 que estaba ciega. El miedo, el terror, la invadieron. ¡Le hab铆a arrancado los ojos!

脡l estuvo un rato en silencio, contempl谩ndola, mientras ella no paraba de gritar, desesperada, pregunt谩ndole una y otra vez: ¿POR QU脡?

El hombre se coloc贸 sobre ella. Sent铆a su aliento sobre su cara. Ol铆a a alcohol.

-No puedo acostumbrarme a tu mirada sin ojos –le dijo.

Con una almohada hizo presi贸n sobre la cara de su esposa hasta que 茅sta dej贸 de patalear intentando con una desesperaci贸n desmesurada, aspirar una bocanada de aire.

 

 

 

lunes, 21 de marzo de 2022

LA DECISI脫N

 

Las primeras sombras de la noche comenzaron a adentrarse en el cementerio, r谩pidas, silenciosas.  Aquella mujer llevaba horas sentada frente a una tumba, abrazando con fuerza su bolso contra su pecho. Ten铆a los ojos enrojecidos por largas horas de llanto. Un gran ramo de flores cubr铆a casi por completo la l谩pida y lo que estaba escrito en ella:

 Nada se ha perdido,

Porque caminar juntos es y ser谩,

lo que el libro de la eternidad, para nosotros,

haya escrito.

Se levant贸 despacio. Ten铆a entumecidas las piernas. Cuando logr贸 ponerse en pie, abri贸 el bolso y meti贸 la mano dentro. Buscaba algo. Estaba tan concentrada en su tarea que se sobresalt贸 al escuchar la voz de una anciana tras ella. El bolso se le escurri贸 de las manos. Su contenido qued贸 desparramado por el suelo. Entre sus cosas hab铆a un frasco de cristal, peque帽o, sin etiquetas, con un l铆quido transparente dentro que, como de un milagro se tratase, hab铆a sobrevivido a la ca铆da.

La mujer se sonroj贸 y con rapidez se agach贸 a recogerlo, haci茅ndolo desaparecer en uno de los bolsillos delanteros de su abrigo.

La anciana se acerc贸 a ella y le pregunt贸 a qui茅n ven铆a a visitar.

Con una mirada de infinita tristeza le respondi贸 que a su marido. Hab铆a muerto en un accidente de coche hac铆a tres d铆as.

La anciana se acerc贸 a la l谩pida, separ贸 despacio, casi con extrema delicadeza, las flores que tapaban la inscripci贸n y la ley贸 en voz alta.

Luego pos贸 sus ojos en los de la mujer y le hizo una pregunta:

- ¿Quieres irte con 茅l? He visto con la rapidez que hac铆as desaparecer el frasco del veneno en el bolsillo.

La viuda rompi贸 a llorar. Entre sollozos le respondi贸 que era lo que m谩s deseaba. Lo echaba mucho de menos cada minuto, cada segundo y su vida ya no ten铆a sentido sin 茅l.

Las luces de las farolas que bordeaban los pasillos del cementerio, se encendieron. La anciana la agarr贸 de un brazo y se pusieron a caminar por aquellos largos corredores en silencio.

La mujer le iba a hacer una pregunta a la anciana cuando escuch贸 el sonido de muchos pasos y rezos tras ellas. Volte贸 la cabeza para verlos, intrigada por saber qui茅nes eran y sobre todo qu茅 hac铆an all铆 tan tarde, pero…. no vio a nadie.

Siguieron caminando durante un rato m谩s. Aquellos rezos las segu铆an. La anciana le apretaba el brazo con fuerza, haci茅ndole da帽o. Quiso dec铆rselo, pero algo en la manera en que la mir贸 le hizo cambiar de idea. Estaban llegando a la salida. La verja estaba cerrada. Se comenz贸 a poner nerviosa pensando que tendr铆an que pasar la noche all铆. Empez贸 a temblar de miedo y su respiraci贸n se volvi贸 agitada. La anciana se detuvo. Se coloc贸 frente a ella y le toc贸 la barriga.

-Tienes dos opciones. Salir de aqu铆 y traer al mundo al beb茅 que esperas. O quedarte y caminar para siempre por el sendero de la eternidad junto a tu esposo.

Ella la mir贸 sorprendida, no sab铆a que estaba embarazada.

-La salida est谩 cerrada –le dijo en un hilo de voz

-Ya no

La verja se fue abriendo poco a poco. Los rezos ya no estaban tras ella, ahora los sent铆a a su alrededor.

Meti贸 la mano en su bolsillo y sac贸 aquel frasco. Lo contempl贸 unos segundos. Dentro estaba el camino r谩pido para atajar su dolor. Estir贸 la mano y se lo dio a la anciana. Los pasos comenzaron a alejarse de ellas. Escuchaba como aquellos rezos se iban alejando por los pasillos del camposanto. Comenz贸 a caminar hacia la salida. La verja se cerr贸 tras ella. Se gir贸. Quer铆a darle las gracias a la anciana. Pero no logr贸 verla. En su lugar hab铆a una figura encapuchada con una hoz en la mano. La muerte le hab铆a dado una segunda oportunidad.

 

 

 

 

 

 

 

 


REBELI脫N

  Era una agradable noche de primavera, el duende Nils, m谩s conocido como el Susurrador de Animales, estaba sentado sobre una gran piedra ob...