jueves, 30 de enero de 2025

SANTA COMPAÑA

 En el pueblo les habían dicho a Antonio que hacía más de una semana que no veían por allí a su padre. Había caído una fuerte tormenta y se temía que el anciano se hubiera quedado incomunicado en su casa.

Antonio y su mujer María cogieron el coche y se encaminaron hacia la casa de José, el padre de Antonio.

A medio camino tuvieron que dejar el vehículo en medio de la carretera porque había árboles tirados, fruto del fuerte temporal, que les impedía el paso.

Se adentraron por una senda del bosque que Antonio conocía bien y que daba a la casa de su padre.

Llevaban un rato caminando cuando María le dijo a su marido que no se moviera. 

—¿Por qué? le preguntó Antonio.

Ella le dijo:

—No te muevas que llegan los espíritus de los muertos.

Se levantó un ligero vientecillo  y un marcado olor a cera.

La Santa Compaña estaba cerca.

María le dijo a Antonio que tenían que trazar un círculo en el suelo y no salir de él, así aquella procesión de ánimas pasaría de largo. 

Antonio pudo ver como cada fantasma llevaba una luz en aquella procesión y su padre la encabezaba.

Olía mal, estaba muy delgado y tenía la piel cetrina y a cada paso que daba emitía un sonido de dolor cada vez más fuerte.

El hijo abandonó el círculo y se acercó a José. El hombre no lo reconoció, estaba muy oscuro y él estaba muy cansado y no podía pensar con claridad, así que le entregó a su propio hijo el caldero y la cruz que llevaba en la mano, condenando de aquella manera.

Así que, Antonio pasó a tomar el relevo de su padre en aquella procesión de difuntos.


jueves, 16 de enero de 2025

LA MINA

 —¿Por qué tomamos este desvío, Pablo?

—Cariño, ¿has visto la flecha? 

—Sí, claro, ponía “Vieja mina” a dos kilómetros.

—Sara, hace muchos años, esa mina funcionaba a tope hasta que un fatídico día la mina se hundió y con ella cerca de 80 trabajadores.

—¡Madre mía eso es terrible!

—Sí. Pero lo mejor viene ahora, la gente se fue del pueblo porque por las noches escuchaban los lamentos de los mineros fallecidos  cuyos cuerpos nunca encontraron. Las madres y las esposas que habían perdido a sus hijos y sus esposos no podían soportar escuchar los gritos de ellos noche tras noche.

—Bueno…nos quedamos un ratito y nos vamos a mí esas cosas me dan mal rollo.

—No te preocupes no hace falta ni que bajes del coche, le echo un vistazo a la mina y nos vamos, prometido.

Pablo bajó del coche y subió a una pequeña colina tras la cual estaba la vieja mina. Sara mientras tanto en el coche trataba de sintonizar una cadena de la radio donde pusieran música, sin mucho éxito.

Aburrida, se apeó del coche, gritó el nombre de Pablo, pero su novio no le respondió, Caminó un poco y vio una pequeña casa casi en ruinas pero en mejor estado que todas las demás que había visto hasta ahora. Fuera al lado de la puerta había una mujer sentada y con un cuchillo tallaba figuras de madera.

Sara se acercó y la saludó. La mujer levantó la cabeza. Era muy muy mayor podía tener más de cien años. 

—Son muy bonitas —le dijo intentando ser amable aunque no había visto en su vida figuras de madera tan feas.

—¿Quieres una? son 10 euros.

Sara le entregó el billete. 

Pablo llegó corriendo y sudoroso pero muy contento por la excursión que había hecho y se puso a la par de su novia dándole un beso en la mejilla.

—¿No tardé tanto mi amor, verdad? 

En eso, de la casa, salió un hombre igual de mayor o más, si cabe, que la mujer, Le ofreció al joven que entrara prometiéndole el agua más fresca que jamás hubiera bebido.

Pablo entró tras él. Sara se quedó fuera con la mujer que le estaba contando la historia de la mina. La joven intentaba no parecer aburrida por la narración de la señora, pero tenía unas ganas enormes de que cogieran el coche y largarse de allí, aquel sitio no le gustaba lo más mínimo.

Se escuchó un ruido fuerte dentro de la casa. Sara entró gritando el nombre de Pablo. Lo vio tirado en el suelo de la cocina con un fuerte golpe en la cabeza del que emanaba mucha sangre.

Se tumbó a su lado. El joven todavía respiraba. Les gritó a la pareja de ancianos que llamaran a una ambulancia, pero lo único que consiguió fue que la agredieran a ella también.

Apto seguido llevaron a los jóvenes a la parte de atrás de la casa donde tenían un gran congelador industrial. Los jóvenes visitantes fueron ahorcados con cadenas. 

—Hermana, este invierno no pasaremos hambre.


sábado, 21 de diciembre de 2024

EL PADRE JUAN

 Mateo y Luisa llevaban mucho tiempo viajando. Ella estaba muy enferma, no comía y se pasaba la mayor parte del tiempo durmiendo. Ningún doctor se atrevía a darle un diagnóstico porque no sabían cuál era el mal de Luisa.

Cansados de andar de un lado a otro, decidieron volver a casa. Mateo le procuraría las mejores atenciones hasta que su mujer falleciera.

En la carretera, un hombre les hizo señas para que pararan el coche. Mateo se arrimó a una cuneta y bajó la ventanilla. El hombre, un señor muy delgado ya entrado en años, les indicó que en el siguiente pueblo encontraría a alguien que les podía ayudar y les dio el nombre de un sacerdote: Juan. Mateo le dio las gracias y siguieron su camino. Cuando llegaron al pueblo el hombre preguntó a varias personas por el padre Juan, nadie parecía o no quería parecer que sabían quién era. No decían nada. Entonces optó por buscar la iglesia. No fue difícil, el campanario se elevaba por encima de las casas.

Mateo encontró al padre Juan arrodillado ante el altar. Se quedó mirándolo. Le recordaba a alguien. Lo conocía. No le costó recordar de qué lo conocía. Era el hombre que había visto en la carretera y que les indicó este lugar como la salvación de su esposa.

Le explicó lo que le pasaba a su mujer, Luisa está poseída le indicó.

Mateo rompió a llorar mientras abrazaba a su querida esposa. El padre Juan les ofreció una habitación que tenía en la parte de atrás de la iglesia detrás del altar y junto a la suya así podía controlar mejor a Luisa cuando comenzara el proceso del exorcismo.

Al día siguiente la poca gente que pasaba por delante de la iglesia se vieron un cartel pegado en la puerta que rezaba: “Cierre temporal por vacaciones” No se extrañaron, no era la primera vez que lo veían.

Años atrás los vecinos le habían prendido fuego a la iglesia con el padre Juan dentro porque éste se portaba de manera extraña y todos llegaron a la conclusión de que el demonio se había apoderado de él.

Milagrosamente la iglesia seguía intacta y según algún valiente que pudo subirse a una de las ventanas les informó que tampoco había sufrido daños. Solo había algo que recalcar: la cruz sobre el altar estaba invertida y no había ninguna imágen de santo alguno dentro.

El demonio habitaba en ella y se había hecho con las almas  aquella pobre pareja. 




jueves, 12 de diciembre de 2024

AGONÍA

 La primera vez que la vi sirviendo copas en la discoteca no pude dejar de mirarla. Era perfecta. Su larga melena rubia, sus enormes ojos negros, su esbelto cuerpo te hacía estremecer de deseo.

Yo soy un chico más bien guapo, encantador y con un gran don de palabra. 

Empezamos a vernos asiduamente en su apartamento. Cada minuto que pasaba con ella se me hacía corto.

Una noche salimos con unos amigos de ella, insistió en presentarlos, ella ya conocía los míos, llegamos a casa bastante perjudicados.

En un momento, ya rayando el alba, me levanté al baño. Nuestras ropas estaban esparcidas por el salón y el contenido del bolso de ella desparramado por el suelo. 

Me agaché y recogí sus cosas, entonces fue cuando vi su carnet de identidad. Se llamaba María de la Agonía. ¿Se lo pueden creer?

Me entraron unas ganas locas de reirme. Y no paré de hacerlo hasta que ella apareció a mi lado. Estaba muy seria. Me dijo que no quería que anduviera en sus cosas. Quise explicarle lo que había pasado pero no me creyó, pensó que le había hurgado en el bolso. Me hizo prometer que no le diría a nadie su segundo nombre. A nadie! Me lo dejó muy claro. Se lo prometí, mientras cruzaba los dedos a mi espalda.

No me quedó tiempo para contárselo a mis amigos, a mi familia y a todo el que conocía aunque fuera de vista. Me parecía muy gracioso su nombre y no entendía por qué ella se lo tomaba tan en serio.

Un día en el que me había quedado un par de horas de horas de más cuando salí ya era de noche. Había perdido el autobús. El coche estaba en el taller. Mi chica estaba trabajando, así que solo quedaba caminar.

No anduve ni cien metros cuando unos encapuchados me rodearon.  Les dije que les daría lo que quisieran. Tenía dinero. Pero parecía que no era aquello lo que les interesaba. Empezaron a golpearme y a patearme en el suelo. Me dejaron muy mal. Me habían roto varios huesos y el dolor era insoportable. Sabía que si alguien no venía a socorrerme pronto, me moriría.

Entonces escuché unos tacones. Una mujer se acercó. Los hombres le abrieron paso y…. Allí estaba!!!! Era ella, era María, mi chica. 

Le supliqué que me ayudara, que me librara de aquellos hombres y que nos fuéramos a casa…. Pero las intenciones de ella eran otras. Llevaba un cuchillo en la mano. Aquel era mi fin.

Me gusta cómo luce la Agonía cuando viene a por mí.


jueves, 5 de diciembre de 2024

BUEN TRABAJO

 Del Coliseo iba saliendo la gente que había ido esa tarde a ver el último combate de gladiadores.  Los cuerpos de los perdedores habían sido retirados. En menos de media hora estaría todo limpio y preparado para los juegos del día siguiente. 

Caía la noche en la ciudad de Roma. Entró en la ciudad un hombre encapuchado vistiendo una túnica negra y con un cayado en la mano. No se le veía el rostro. No se sabía si era joven o era un viejo.

A su paso dejaba un olor. Ese aroma era distinto según a quien le preguntaras, a unos les olía a rosas, a jazmín, a incienso, al rocío de la mañana, otros a tabaco, al alcohol, también a bebé…. Aquel olor era tan fuerte que aunque estuviera la gente en sus casas cenando salían a la calle. Se acercaban al hombre encapuchado.  A éste parecía no importarle que la gente se acercara a él y lo oliera. Hombres, mujeres y niños comenzaron a seguirlo.

¿Y a dónde los llevó el hombre? Al Coliseo.

Gran parte de la gente que vivía en Roma estaba allí. Unos tomaron asiento en las gradas y otros lo hicieron en la arena.

El hombre en ningún momento dijo palabra alguna. Los romanos que estaban allí también estaban en silencio. No se escuchaba ni el zumbido de una mosca. 

De repente el encapuchado levantó el cayado y todos los allí presentes, sin excepción alguna, cayeron muertos. Era un ladrón de almas.

Al día siguiente el ladrón de almas seguía sentado en la arena sin moverse, parecía muerto también. Ante aquella barbaridad el emperador Trajano mandó llamar a su mejor gladiador para que diera muerte a aquel ser miserable que había matado a más de la mitad de la ciudad.

El gladiador se acercó a él espada en mano. El encapuchado se puso de rodillas y apoyó la cabeza en la arena. El gladiador decapitó al ladrón del pueblo y alardeando de lo que había hecho, cogió la cabeza seccionada por el pelo. El encapuchado lo mordió. en la cara y el gladiador lo lanzó lejos profiriendo un insulto tras otro.

La cabeza no tocó el suelo. Desapareció por el aire. 

Pero una vez que la sangre se derramó por el suelo los muertos se levantaron y comenzaron a andar siguiendo a los que estaban vivos y los mataban de un mordisco. Roma estaba invadida por una orla de zombis.

El diablo se había hecho con un buen botín de almas. Sonreía cuando abandonó la ciudad.



jueves, 28 de noviembre de 2024

HERENCIA

 Estaban en la inmensa biblioteca de la casa de su padre a la espera de que el Señor Martínez leyera el testamento.

Laura y Lorenzo eran los legítimos herederos. Heredaron tanto la mansión como las tierras que la rodeaban y el dinero que había en el banco. Tenían que repartirlo entre los dos y su difunto padre esperaba que no hubiera ningún altercado en el proceso de dividir los bienes.

Lorenzo había llegado acompañado de Virginia, su esposa. Laura llegó sola.

La idea era pasar una semana allí para dejar todo aquel asunto arreglado.

Vivirían los tres en la mansión familiar.

Todo parecía ir bien entre su hermano y ella. Habían cerrado ya casi el acuerdo en la división de los bienes. Todo indicaba que en un par de días llamarían al Señor Martínez para que  pusiera todo en regla.

Una noche Laura bajó a la cocina a por un vaso de agua. Escuchó voces abajo, en el salón. Eran su hermano y su mujer conversando.

—Necesitamos todo el dinero que tenga mi padre en el banco. El prestamista no aguantó más, me amenazó con matarme si no le entregaba el dinero en una semana.

—Lorenzo, mi amor, estamos en una situación desesperada por culpa de tu adicción al juego y a las apuestas. ¿Cómo pretendes salir de ésta?

—Muy fácil, tenemos que conseguir la parte de mi hermana.

—¿Y cómo piensas hacerlo?

—Muy fácil. matándola,

Laura había escuchado toda la conversación. Estaba en peligro. Su propio hermano pensaba sacarla de enmedio por la herencia.

Al día siguiente tenía previsto pasarse por la mansión el señor Martínez para arreglar el tema, según un mensaje que le había mandado Laura.

Un abuso la convirtió en demonio para vengarse.

Esa noche Laura drogó a su cuñada y a su hermano.


Los metió en su coche, al cual había manipulado los frenos. No pudieron evitar la muerte. 

El señor Martínez le dio el pésame a Laura el día del funeral de su hermano y su cuñada.

Tenía que reunirse con él en su despacho al día siguiente.  


jueves, 21 de noviembre de 2024

REBELIÓN

 


Era una agradable noche de primavera, el duende Nils, más conocido como el Susurrador de Animales, estaba sentado sobre una gran piedra observando la cúpula del cielo cargada de estrellas. Viajaba por todo el mundo. Cuando el susurro de los animales llegaba a sus oídos iba hacia aquel lugar. Los animales no estaban contentos fuera dónde fuera, tenían un enemigo muy superior a ellos, lo sabían, y también sabían que lo tenían que vencer para estar a salvo. Pero, ¿cómo?

No hacían falta palabras, los susurros del duende Nils eran transportados por todos los lugares del mundo a través del aire, de una ráfaga de viento, de una ligera brisa… 

El duende Nils contaba historias de terror a los animales para alentar más su odio hacia aquel enemigo. Historias que se afianzaban con fuerza en el corazón y hacían crecer la esperanza en cada animal de que un día serían libres. 

Durante un tiempo el duende Nils dejó que ese odio creciera en cada corazón de cada animal con más fuerza, con más rencor y más aversión hacia el enemigo, hasta que estuvieron listos para la mayor rebelión jamás conocida. 

Solo bastó una frase del Susurrador y éstos entraron en batalla con el hombre, su mayor enemigo.


EL CAMPESINO

  El campesino estaba trabajando en sus tierras cuando un hombre vestido con traje y corbata se acercó a él. Le saludó cortésmente y le ofre...