miércoles, 29 de noviembre de 2023

ENGAÑO

 Si estoy relatando ésto es porque encontré cuadernos y lápices para hacerlo. Tengo veinticuatro años, hace diez que comenzó la etapa post apocalíptica de la que todavía no nos hemos recuperado. En el cielo aparecieron unas naves que no venían a tomar el té, ni mucho menos. Empezaron a lanzar bombas y a asesinar a más de la mitad de la población mundial. Los que habíamos sobrevivido milagrosamente, pensamos que aquello era el principio del fin de la humanidad y que aquellos seres se harían con nuestro planeta. Pero no fue así. Los mató las bacterias con las que convivimos diariamente y a las que nuestros organismos después de años y años se adaptaron a ellas.

Estallaron en todas partes del mundo y liberaron un gas letal para la humanidad. O eso no dijo una señora que se hacía llamar o la llamaban sus seguidores la «dama de la saya verde» por un problema de pigmentación en la piel, parecía  verde como un sapo pero en un tono más claro. Eso la hacía ser diferente al resto de todos nosotros y como tal, en un mundo donde ya nada era igual a lo que habías conocido esa diferencia la marcaba como alguien especial, una profeta puesta en la tierra para salvar a la poca humanidad que quedaba.

Mis padres y yo éramos de los pocos supervivientes que vagábamos por la ciudad en busca de comida y cobijo. Ella nos vio y nos ofreció unas máscaras antigás que según ella nos protegería de los gases que pululaban por el aire.

Nos metió en un bunker bajo tierra durante años. Ella tenía el control absoluto de todo lo que pasaba allí. Si no obedecías, si te revelabas o si no seguías las normas que ella había dictado, te mataba sin contemplaciones. Descubrimos, para nuestro horror, que luego nos servía a nuestros compañeros muertos en la comida. Nos convertimos en caníbales en contra de nuestra voluntad. Había puesto unas cámaras que vigilaban el perímetro exterior de donde nos hallábamos. Un día vio a un hombre. Envió a sus dos mejores sirvientes, los más leales, a buscarlo. Lo llevaron a una habitación minúscula, la misma donde dictaba sentencia y asesinaba. Estuvo cara a cara con él, interrogándolo durante horas, los dos solos. El hombre se había apartado de su grupo, y era el príncipe de un país vecino. Eso nos lo contó él más tarde. Lo pusimos al día. Él nos dijo que no había ningún gas allí fuera y que el aire se podía respirar sin problemas. A partir de ese momento el odio hacia ella creció exponencialmente. Cada vez que la mencionábamos lo hacíamos llamándole «bruja».

La bruja de la saya verde engañó al príncipe para que se quedara allí con ella, ofreciéndole «humo» a cambio.

Él le siguió la corriente mientras intentaba urdir un plan de huída. Le prestamos nuestra ayuda. Primero tendríamos que acabar con sus secuaces. Lo logramos poniendo matarratas en sus comidas. Siempre comían aparte. A ella le preparamos una muerte digna de una gran embaucadora. 

Una vez muertos los secuaces de la bruja logramos hacernos con las llaves de la trampilla que nos separaba del mundo exterior. Varios hombres entraron en su habitación mientras dormía y la llevaron a rastras arriba. Allí entre gritos de espanto por lo que estaban haciendo, la degollaron.

Ahora logramos encontrar un asentamiento donde intentamos sobrevivir día a día y estoy segura que lo conseguiremos.


miércoles, 22 de noviembre de 2023

CAZA AL ASESINO

 —Abuelo, por favor, cuéntanos la historia del lobo blanco.

El abuelo estaba sentado en su butaca preferida viendo las noticias en el televisor, cuando los gemelos, Tom y Harry, entraron en el salón corriendo y lo abrazaron. 

El hombre era feliz cada vez que su hija los traía de visita. Los abrazó con ternura pensando cuán rápido pasa el tiempo. Parecía que habían nacido ayer y ya pronto cumplirían trece años.

—¿Y cómo sabéis eso? —les preguntó aún sabiendo la respuesta.

—Fue la abuela, nos dijo que una vez habías visto cómo un lobo blanco mataba a una persona.

—Sí, es cierto. Pero eso sucedió hace más de cuarenta años, cuando yo era muy joven. 

Los muchachos se sentaron sobre la alfombra enfrente del hombre con las piernas cruzadas escuchando atentamente.

«Corría el mes de junio, el calor empezaba a notarse ya. Los días eran más largos y la gente estaba más que dispuesta a disfrutar de aquellos días soleados. Venía gente de fuera, forasteros, a nuestro pueblo. Más bien gente de ciudad que quería disfrutar de unos días tranquilos lejos de la rutina. Entre toda aquella gente llegó un hombre malo, de los que no vienen a disfrutar de la paz y la tranquilidad del pueblo sino de los que son felices arrancando los sueños y la vida de la gente.

Actuaba cuando el amanecer entraba de puntillas en el pueblo. Primero fue una chica, Amanda, que salía de su turno en la gasolinera. Luego Raúl,  que trabajaba en un pub. También el repartidor del pan y el de la leche. En un total de cinco personas en sólo un mes.

Los degollaba.  La policía estaba desconcertada. No había encontrado huellas, ni una sola pista. 

A la gente le gusta mucho cotillear y más cuando se tratan de temas como éste comenzaron a decir que el asesino tras cortarles el cuello a sus víctimas se quedaba mirando como se desangraba hasta morir. No sé si es cierto o no porque el hombre nunca habló.

Pero el asesino cometió un error. Su última víctima logró escapar con vida. Sus gritos alertaron a los vecinos que llamaron a la policía. El asesino había huido al bosque.

Yo había salido muy temprano de casa para ir a cortar leña, no quería hacerlo cuando el sol estuviera muy alto y el calor me abrasara. Recuerdo que era una apacible y tranquila noche de luna llena. Fue cuando escuché unos pasos y una respiración agitada a mis espaldas. Me giré y vi a un hombre vestido completamente de negro, camisa, pantalón y zapatos. Su mirada era la de un loco que se había escapado del manicomio. Blandía un cuchillo. Se lanzó sobre mí dispuesto a matarme. Fui más rápido y pude evitarlo. Eché a correr como alma que lleva el diablo. El hombre me perseguía gritando que no tenía escapatoria, que me iba a matar.

Entonces lo vi. Un enorme lobo blanco saltó al sendero. El asesino se enfrentó a él amenazándolo con el cuchillo. El lobo se abalanzó sobre él. El hombre logró clavarle el cuchillo en una de sus patas delanteras. El lobo aulló de dolor. Aquello lo enfureció todavía más. Desgarró el cuello del asesino. Yo lo ví todo escondido tras unos matorrales.

—¡A cenar! —les gritó la abuela.

El abuelo cogió el bastón que descansaba a su lado y se puso en pie. 

Todavía arrastraba las secuelas de una herida de arma blanca sufrida cuando era joven.


miércoles, 15 de noviembre de 2023

SAFO

 Elisa había tenido una infancia feliz. Siempre había sido más bien delgada, con la tez muy blanca y una melena larga y rubia. Siempre sonreía. No tenía motivos para no hacerlo. Hija única de un acaudalado hombre de negocios, nunca le había faltado de nada. Su madre la adoraba, pero ella tenía debilidad por su padre. Cuando éste volvía de sus viajes de negocios, que a veces duraban meses, intentaba pasar todo el tiempo posible a su lado. 

Cuando escuchaba llegar el carruaje salía a esperarlo. Su padre la levantaba en volandas y giraba y giraba con ella llamándola por el mote que le había puesto de pequeña: Safo. Nunca supo por qué la llamaba así, pero le gustaba. 

Todo eran risas, abrazos y besos. Luego le daba el regalo que le habría traído que siempre fascinaba a la pequeña.

Pero Elisa fue creciendo y se convirtió en una muchacha muy guapa. Su padre comenzó a buscarle un buen marido.

Ella los rechazaba a todos. No quería casarse. No quería un marido que le diera órdenes y le cortara las alas. Quería estudiar, ver el mundo. No quería estar atada a ningún compromiso.

Después de rechazar el último candidato que su padre había invitado a comer, las cosas cambiaron en aquella casa. Su padre se volvió huraño hacia ella, evitaba estar en la misma habitación que ella. No le dirigía la palabra y pasaba más tiempo fuera de casa. Se convirtió en el monstruo de los cuentos que de pequeña le leía su progenitor antes de dormirse.

Una noche aquel monstruo entró en su habitación.

Por la mañana se había ido.

El tiempo pasó y Elisa se encontraba muy mal. No paraba de vomitar y pasaba casi todo el tiempo en la cama mareada y sin fuerzas.

Cuando regresó su padre, se dio cuenta de lo que pasaba.

Le dio un ultimátum: se casaría o se iría de casa. Pronto se le notaría el embarazo y si no tomaban medidas rápido destruiría por completo su reputación y la de toda su familia.

Elisa no lo dudó y aquella noche huyó de su hogar.

Caminó durante días. Hasta que las fuerzas la abandonaron y se desmayó en el borde de un camino.

Cuando se despertó estaba tumbada en una cama. 

La habían recogido unas monjas y la habían llevado al convento. Llevaba dos días inconsciente.

Le preguntaron su nombre. Ella respondió: Safo.

Los días pasaron. Sabía que el ser que crecía en su vientre era de aquel monstruo.

Safo tiñó las sábanas con el rojo líquido de su bebé.


jueves, 9 de noviembre de 2023

VAMPIROS

 Mi amiga Elisa estaba obsesionada con los vampiros.

Todo comenzó en su dieciséis cumpleaños.

Nos invitó a ir al cine. Esa tarde de viernes ponían El conde Drácula.

Nos conocemos desde la guardería y os puedo jurar que nunca la ví tan quieta, tan interesada y tan… hipnotizada con una película.

No salió en todo el fin de semana de casa por mucho que le insistí.

El lunes en el instituto le pregunté qué tal estaba. Y me dijo que muy bien. En realidad lo parecía. Estaba radiante. No había ni rastro de la chica tímida que conocía. No sé si había sido la película, que ya tenía 16 años o lo que fuera, pero Elisa se comportaba de manera distinta desde el día de su cumpleaños.

El fin de semana siguiente me pidió que fuera el sábado a su casa. Accedí encantada.

Vimos Blade, por supuesto, una película de vampiros.

Me estaba quedando algo adormilada, apoyada en su hombro, he de decir a mi favor, que a mi los vampiros no me entusiasman lo más mínimo, cuando un grito infernal me despertó. Pensé que provenía de la tele. Pues no. Elisa era la que había gritado.

Estaba pálida. Y me señalaba la televisión.

Fue cuando lo vi. Un tipo más feo que pegarle a un padre y a un abuelo juntos, con unos colmillos enormes. Unos hilos de sangre le corrían por la barbilla. El monstruo aquel se iba acercando poco a poco hasta que tuvimos un primer plano de su cara en la pantalla del televisor. Nos abrazamos muertas de miedo. Pero ahí no quedó la cosa. 

El vampiro arranca su corazón que late entre sus manos. 

Mi amiga comienza a andar hacia el televisor. Yo me quedo muda, incapaz de pronunciar una palabra. Estaba paralizada de miedo.

Elisa se acerca a la pantalla y se come el corazón aquel. Luego él la agarra de un brazo y mi amiga desaparece en el televisor. 

Nunca tuvimos noticias de ella. Ni viva ni muerta.


miércoles, 1 de noviembre de 2023

NOCHE DE MUERTOS

 —¡Mamá, quería un disfraz de drácula, no de murciélago! -protestó el niño. Es de bebés. Si no lo recuerdas ya tengo ocho años.

—Pero si estás guapísimo, cariño —le respondió la madre, mientras lo abrazaba con ternura —Venga, vámonos o llegaremos tarde a la fiesta de Halloween del colegio.

El niño no muy convencido con el cambio de planes en lo referente a su disfraz, se puso el abrigo y subió al coche.

El colegio quedaba a una media hora de su casa. Harían una parada antes de llegar para recoger a Joe, un compañero de clase.

Llegaron en el momento en que se abrieron las puertas del gimnasio para dar paso a la fiesta.

La habían adornado a conciencia. Murciélagos, calabazas, brujas, escobas voladoras, zombies, calderos mágicos…. No faltaba nada.

La música comenzó y los progenitores soltaron a  sus fieras para que se divirtieran.

La mayoría de los papás y mamás se quedaron para ayudar. Uno de los organizadores del evento, Sebastián, se acercó a un grupo de padres que se habían reunido junto a la puerta para evitar que ningún niño saliera de allí sin permiso.

—Faltan cuatro profesores, Ana, Javier, María y Santiago. ¿no los habréis visto, verdad?

Los padres le dijeron que no, que no los habían visto.

Sebastián siguió preguntando con el mismo resultado: nadie los había visto.

Lo más alarmante, si cabe, es que tampoco respondían a su llamada al móvil y no eran de los que dejaban tirada a la gente y sobre todo en un día como aquel.

La fiesta transcurrió con normalidad. 

Cuando estaban a punto de decir el nombre del ganador o ganadora del disfraz más original, las luces se apagaron quedando encendidas sólo las de emergencia.

Las puertas del gimnasio se abrieron bruscamente como movidas por un gran golpe de aire.

Cuatro encapuchados aparecieron en el umbral. Cada uno llevaba un hacha en la mano.

Una madre entró corriendo en el gimnasio gritando que había encontrado los cuerpos de los cuatro profesores en el baño.

Los encapuchados sonrieron. Se escuchó un grito, luego otro y otro…

La noche de muertos trajo a los sonámbulos del infierno.


miércoles, 18 de octubre de 2023

SOFÍA

      —¿Sofía, estás ahí?

      —¿Quién es Sofía?

     —¡Te quieres callar! -le reprimió María- estoy invocando a un demonio muy malvado, que según dicen en internet nunca viene solo. Trae a sus demonios para hacer bromas sangrientas.

     Alba guardó silencio mientras su dedo índice seguía encima del vaso como si se lo hubieran pegado. No le gustaba nada aquello. De pronto el vaso se movió hasta la casilla donde había un sí en mayúsculas.

     Miró de reojo a su amiga y al ver la expresión de su cara, haciendo un enorme esfuerzo para no echarse a reír, supo que todo aquello era una farsa. Se estaba burlando de ella.

Alba se levantó y se sentó en la cama de su amiga. María la siguió pidiéndole disculpas.

     —Quería gastarte una broma Alba, lo siento. Últimamente estás muy rarita. Además no creerás toda esa tontería de la ouija ¿verdad?. La encontré hace un par de días sobre un banco del parque mientras paseaba a Toby. Perdóname, por favor.

     Se arrodilló delante de su amiga poniendo su cara más angelical.

     Alba se rió y la abrazó.

     —No pasa nada María. Siéntate a mi lado. El problema es mi madre. ¡La odio!. Sabes que es una gran devota. Todo lo que hago es pecado para ella. Arderé en las llamas del infierno por llevar la falda por encima de la rodilla o la blusa desabrochada o si digo un taco y no veas lo que me pasará si le doy un beso a un chico. Engendraré en mi vientre al hijo de Satán eso como poco. Si pudiera la mataría. 

      Su amiga la miró apenada. Una madre así era un suplicio.

     —Con la mía no tengo esos problemas. Es atea. Así que no me dice nada por llevar escotes o la falda muy corta. Pero….

     —Se levantó de la cama y fue hasta su mesilla de noche y sacó un papel varias veces doblado.

     —¿Qué es eso? -le preguntó Alba.

     —Es la gente que me cae mal.

      Su amiga la miró. Había más de veinte nombres allí anotados. Casi todos eran compañeros del instituto, algún que otro profesor y otra gente que no conocía.

     —Tú sólo quieres matar a tu madre y yo a toda esta gente.

     —Mañana es sábado -le soltó María

     —¿Y?

     —Es el cumple de Sara… Nos invitó hace semanas ¿no lo recuerdas?

     —Olvídate, mi madre me dejó muy claro que no iría.


     Sin embargo el sábado por la tarde Alba se presentó en la fiesta. María al verla la abrazó con entusiasmo loca de alegría.

     —Al final te dejó venir -le dijo 

     —Bueno, más o menos -le respondió Alba.

     Después de un par de copas y de bailar más de una hora Alba le hizo señas a su amiga para que la siguiera. Cargaba con una caja que parecía pesada. María la siguió hasta el garaje.

     —¿Qué hacemos aquí? .-le preguntó

     —Gran parte de los que tienes en la lista están aquí

     —Si, lo sé ¿y?

     —Ayúdame a llenar estas botellas vacías de anticongelante. Los chicos acaban de vaciar todo el alcohol en un cubo y lo están bebiendo como si fuera agua. Echaremos el contenido de éstas y nadie se dará cuenta. Podemos ponerle algún refresco a mayores para que no se note demasiado el sabor y morirán todos. ¿Verdad que es una buena idea?

     María la miró durante unos segundos. La estaba asustando. Entonces le hizo una pregunta. La respuesta determinaría si debería asustarse o no.

     —¿Cómo conseguiste que tu madre te dejara venir?

     —¡Oh! Fue muy fácil. Ella ya no puede hablar.

     —¿Qué has hecho Alba?

     —Alba ya no está, querida. Yo soy Sofía y si no me quieres ayudar no he venido sola desde el infierno me he traído unos cuantos amigos. ¡La fiesta acaba de empezar!

     


     

     


jueves, 12 de octubre de 2023

LA NIEBLA

 El sonido de la alarma de su móvil indicaba que eran las 11 de la noche. El hombre apaga la tele, se levanta del sofá y se dirige al baño. Se da una ducha, se afeita y se pone el uniforme. Su turno de vigilancia en la fábrica comienza a las doce de la noche, tan solo dos manzanas lo separan de su trabajo. En el ascensor se observa en el espejo y sonríe al ver su imagen reflejada en él. Un afeitado perfecto y ni un atisbo de arrugas en su ropa. 

Abre la puerta de la calle y una densa niebla lo rodea. La visibilidad es nula a su alrededor.  Un pitido en su móvil le indica la llegada de un mensaje. Lo lee. Su compañero lo está esperando frente a su portal en el coche como viene haciendo cada noche en los últimos seis meses que llevan trabajando en aquel lugar. 

Armando pone un pie en la calle. Enciende la linterna del móvil esperando que arroje algo de luz sobre aquella niebla. Logra llegar al coche. Al abrir la puerta nota que algo o alguien lo agarra de la camisa con mucha fuerza. Una vez dentro se da cuenta de que está rota a la altura del hombro. Asustado mira a su compañero y le explica lo que le ha pasado. El otro hombre está muy quieto. Tiene la mirada ausente en un punto más allá del parabrisas del coche… donde sólo hay niebla.

Armando lo zarandea con fuerza para que salga de su ensimismamiento. El conductor gira la cabeza y lo mira. Armando se da cuenta de que algo no va bien. Nada va bien. Presenta una palidez cadavérica y donde antes había dos ojos ahora sólo quedaban las cuencas.

Se apresura a abrir la puerta del coche. Grita cuando el hombre lo agarra por la ropa con una fuerza descomunal. Intenta soltarse, forcejean durante un rato, caen rodando por la acera. Armando logra darle una patada en su cadavérica cara y logra huir. Se mete dentro del portal y sin esperar a ver aparecer a su compañero tras el cristal de la puerta, sube corriendo como alma que lleva el diablo por las escaleras hasta llegar a su apartamento. Se asoma a la ventana al escuchar unos gritos desgarradores pidiendo ayuda en la calle. No puede ver nada a través de los cristales. Pero en esos momentos supo con certeza que la niebla nocturna convierte en asesino a cualquier persona que en esos momentos anden por la calle.


MASACRE

  —¿No los habéis visto? Gritaba una mujer enloquecida corriendo entre la muchedumbre congregada en la plaza de Haymarket el 1 de mayo, conm...