Los primeros rayos de sol se colaron en la habitación
descubriendo a un hombre tendido en una cama. El sonido insistente de la alarma
lo despertó. Alargó el brazo tanteando la superficie de la mesilla en busca del
despertador. Lo cogió. Con las pocas fuerzas que le quedaban lo arrojó contra
la pared. Se hizo el silencio. Pero parecía que los astros, se habían alineado
ese día, para no dejarlo dormir. Sonó su móvil. Le estaban esperando desde
hacía más de una hora. Se excusó y les pidió que se fueran sin él. Los
alcanzaría más tarde. Se incorporó en la cama. Le dolía mucho la cabeza. La
noche anterior se había pasado con la bebida, como venía haciendo desde….
Al apoyar los pies en el suelo, notó algo debajo de uno
de ellos. Parecía una hoja de papel. La cogió. Había algo escrito en ella:
"No finjas no ver el
eclipse de un beso, cuando se rozan nuestros labios Ni entender en qué lengua
muerta, escriben nuestras manos el abecedario"
La soltó como si le quemara las manos y se
levantó de un salto.
Reconocía aquellos versos, reconocía
aquella letra. Eran de ella. Pero ella estaba muerta. Hoy era el primer
aniversario de su desaparición en el bosque.
Fue al baño, se tomó un par de aspirinas y
se dio una ducha caliente. No podía quitarse de la cabeza aquella nota. No
sabía quien la había puesto allí. Lo más seguro es que alguien que los conocía
bien lo hubiera hecho. A medida que pensaba en ello más seguro estaba de que
era una broma, una muy macabra por parte de sus amigos y se iba enfureciendo a pasos
agigantados. Se vistió y salió. Le quedaban un par de horas de camino hasta
llegar al lugar donde la había visto por última vez. Se reuniría con los
familiares y amigos para hacerle un homenaje. No habían encontrado su cuerpo.
El día se había oscurecido. Unas nubes
grandes y oscuras tapaban el sol. No tardaría en llover.
A medida que se iba acercando los recuerdos
se hacían más nítidos en su memoria. Había intentado durante esos doce meses
olvidar lo que había pasado aquel día. Lo conseguía a medias con el alcohol que
se había convertido en su única compañía desde entonces. Le ayudaba a mitigar
los remordimientos.
Desvió la mirada un segundo para abrir la
guantera y coger la botella que tenía allí. Cuando volvió a mirar a la
carretera vio una mujer a pocos metros de su coche. Estaba inmóvil. Había algo
en ella que le era familiar. Frenó. ¡Era ella! Vestía la misma ropa que llevaba
ese día. El coche giró violentamente. Se salió de la carretera precipitándose por
la ladera de la montaña. Dio varias vueltas de campana hasta impactar contra un
enorme árbol que había a medio camino de aquel descenso. Una enorme rama rompió
el parabrisas atravesando el pecho del hombre.
Todavía con vida, escuchó la voz de su
esposa:
-Hace un año que me abandonaste en el
bosque. Me dejaste sola, con una pierna rota mientras tú ibas por ayuda. Pero
no diste el aviso hasta varios días después. Cuando yo ya había muerto. Te
libraste de mí. Mi cuerpo fue devorado por las alimañas del bosque. Ahora te espera
el mismo final. Nadie te encontrará aquí. Yo no lo permitiré.
Giró la cabeza para suplicarle por su vida,
pero no vio a nadie. Lo que si vio fue a unos lobos mirándolo fijamente,
mientras la saliva se escurría entre sus afilados dientes.