Antes incluso de estar totalmente despierta y de abrir
los ojos, Marta sabĂa que estaba siendo observada. No dudĂł ni un instante en
pensar que era su marido que velaba su sueño. Pero aquel perfume… aquel olor a
rosas que envolvĂa la habitaciĂłn y que penetraba por su nariz… Le gustaba mucho
más que la colonia que usaba Enrique.
AbriĂł los ojos lentamente. Se sentĂa cansada. Le dolĂa la
cabeza. HabĂa dormido gracias a las pastillas que el mĂ©dico le habĂa recetado
cuando pasó aquello….
Vagos recuerdos acudĂan a ella. El que predominaba era
haber sentido un gran dolor en el pecho… un profundo sentimiento de vacĂo en su
interior… y muchas ganas de llorar… llorar… dormir… llorar… dormir…
SalĂa de la inconciencia que le causaban las pastillas,
un segundo, sólo un segundo, suficiente para ver el rostro de su marido y luego….
otra vez la oscuridad y aquel dolor que la estaba matando.
Pero aquel rostro que la miraba fijamente a través de
unos grandes y profundos ojos azules no era el de Enrique.
Marta con verdadero esfuerzo se sentĂł en la cama. La
mujer le sonreĂa.
—¿Quién eres? –le preguntó
—Angélica –le respondió ella.
—¿Te conozco?
—Ahora sĂ, ya sabes mi nombre y yo sĂ© el tuyo –le respondiĂł
la mujer
—¿Dónde está Enrique? ¿Dónde está mi marido?
—¿No lo recuerdas? Se ha ido un par de dĂas –le respondiĂł
Angélica.
Marta no lo recordaba. No recordaba mucho desde….
Recordaba que Ă©l le habĂa hablado antes de irse a dormir. ÂżLe habĂa dicho que
se iba? ÂżPor quĂ© la dejaba sola? ÂżHabĂa contratado a aquella mujer para que la
cuidara? No podĂa recordarlo y aquello la volvĂa loca.
—¿Te pidió que me cuidaras? –le preguntó en un hilo de
voz a punto de quebrarse por el llanto.
—Más o menos –le respondió ella
—No entiendo…. ¿Cuánto tiempo llevas aqu�
—Toda la noche
—Tengo que levantarme –le dijo Marta- he de entregar un
proyecto antes de las cuatro –hizo una pausa- ¿qué hora es?
—las 12 –le respondió Angélica.
Marta necesitaba sus analgésicos para mitigar el dolor de
cabeza que la estaba matando. MirĂł hacia su mesilla de noche donde habĂa dejado
el frasco de pastillas. Lo cogiĂł. Estaba vacĂo.
—No quedan
—No
—¿Los he tomado todas? –preguntó a la mujer sorprendida.
—SĂ. Los has tomada. Pero creo que podrás terminar el
trabajo sin ellas.
—¿Tú crees? –le preguntó con cierta desconfianza
—SĂ.
Marta intentĂł ponerse en pie, pero sus piernas parecĂan
hechas de mantequilla y comenzaron a temblar bajo su peso.
—Trabajaré en la cama.
—Será lo mejor –le dijo Angélica mientras le entregaba su
portátil.
—¿Te quedarás aquà conmigo hasta que termine? –le
preguntĂł esperando una respuesta afirmativa.
—SĂ
Marta respirĂł aliviada y comenzĂł a trabajar. En un par de
horas habĂa terminado. Lo enviĂł por correo electrĂłnico. A continuaciĂłn, se
recostĂł y cerrĂł los ojos.
—Voy a dormir un poco –le dijo a Angélica
La mujer la arropĂł y se tumbĂł a su lado.
Su mĂłvil sonĂł reiteradamente en su mesilla de noche.
Marta y AngĂ©lica seguĂan durmiendo.
Poco después el timbre sonó.
Marta y AngĂ©lica seguĂan durmiendo.
Ya entrada la noche Enrique abrĂa la puerta de la casa
seguido de la jefa de Marta y de la policĂa que habĂa llamado ella al no tener
noticias de la mujer despuĂ©s de varios intentos a lo largo del dĂa por
contactar con ella.
Descubrieron el cuerpo frĂo de Marta sobre la cama. El
forense dictaminĂł suicidio al ver el frasco de pastillas vacĂo sobre la mesilla
de noche. La muerte se habĂa producido hacĂa más de veinticuatro horas.
—¡Imposible! –le dijo la jefa- me envió el proyecto esta
mañana.
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