viernes, 14 de enero de 2022

HAY UNA HORA PARA MORIR

 

Sali贸 de la consulta del m茅dico p谩lido como la cera. Sab铆a, desde hace tiempo, que en su cuerpo hab铆a “algo” que no iba bien. Incluso pens贸 en “aquello”, pero una cosa es pensarlo y otra saberlo con certeza. Era un hecho. Se estaba muriendo.  ¿Cu谩nto le quedaba? El doctor no pudo ser m谩s directo. Un mes. Le quedaban treinta d铆as, no, treinta y uno, estaba de suerte. Cuando sali贸 a la calle ten铆a claro (muy claro, de hecho), sobre lo que iba a hacer. Nadie le iba a decir cuando se iba a morir ni siquiera “aquello” que crec铆a en su cabeza, le iba a poner fecha de caducidad a su vida. 脡l decidir铆a, por lo menos mientras tuviera las suficientes fuerzas tanto f铆sicas como mentales, cuando iba a morir.

Sonri贸, aunque parezca mentira, se sinti贸 m谩s animado. Pensar que todav铆a pod铆a tener el control sobre su vida, le insufl贸 fuerzas para seguir adelante, quiz谩 un d铆a, o dos, tal vez. 脡l decidir铆a.

Antes de ir a su casa, hizo una parada en una farmacia. Luego otra, en una ferreter铆a. Para cuando abri贸 la puerta de su apartamento ya hab铆a anochecido.

Se prepar贸 algo de cenar, abri贸 una cerveza y se dispuso a ver el partido que retransmit铆an esa noche. Pero antes hizo una llamada, de esas dif铆ciles que a nadie le gustar铆a recibir.

Llantos al otro lado de la l铆nea, en un principio, luego al ver que no consegu铆a nada por ese camino, comenzaron los insultos e improperios. Antes que diera paso a las amenazas el hombre pudo hacer un hueco, en aquel mon贸logo al otro lado de la l铆nea, para decir unas palabras: apelo a tu valor para entender que no pudimos ser, m谩s de lo que fuimos.  Escuch贸 una respiraci贸n entrecortada al otro lado. Antes de que la rabia y la ira volvieran tomaran el control sobre el cuerpo de la mujer, colg贸. Ya hab铆a tenido bastante por aquella noche.

A la ma帽ana siguiente se despert贸 cansado y con ganas de vomitar. Nada nuevo desde hac铆a unos meses. Fue al ba帽o y entonces lo vio. Sobre el lavabo. Inm贸vil. Esperando pacientemente que 茅l alargara la mano y…. ¿por qu茅 no? Pens贸, ese d铆a era tan bueno como cualquier otro.

Abri贸 el frasco y trag贸 todas las pastillas. Luego se sent贸 en el frio suelo de baldosas apoyando su espalda contra la pared y esper贸 a que la muerte llegara. Pero no lleg贸. En su lugar llegaron arcadas seguidas de los v贸mitos. Parec铆a que aquel d铆a no aparecer铆a impreso en su l谩pida, como la fecha de su muerte.

Se acost贸 hasta bien entrada la tarde. Consigui贸 comer algo y se volvi贸 a meter en la cama. Ten铆a m谩s de diez llamadas perdidas de su m茅dico. Sab铆a lo que quer铆a. Comenzar con la quimio. ¿para qu茅? Para prolongar unos meses su vida. Pues no.

Le extra帽贸 no tener llamadas de “ella”. Tal vez, hubiera entrado en raz贸n, tal vez, lo hubiera comprendido el mensaje, tal vez. Ojal谩 fuera as铆, aunque, ciertamente, lo dudaba.

Despu茅s de haber dormido casi todo el d铆a, sab铆a que ser铆a casi imposible, conciliar el sue帽o esa noche. Sali贸 a dar un paseo por el parque. Llevaba algo en una bolsa. Sab铆a que no habr铆a nadie paseando a esas horas de la madrugada. Era el momento. Tan bueno como cualquier otro. Mir贸 a su alrededor escudri帽ando cada 谩rbol que hab铆a all铆. Se decidi贸 por uno con el tronco ancho y muy alto. Aguantar铆a su peso. Trep贸 por 茅l. Lleg贸 a una rama que parec铆a bastante s贸lida. Pas贸 la cuerda por ella, hizo un nudo, se puso otro alrededor del cuello y se lanz贸. Pudo ver la luna llena antes de…

Por incre铆ble que pudiera parecer, la cuerda se rompi贸. No ten铆a sentido, la hab铆a comprado esa tarde. No acab贸 con su vida. Otra vez. En su lugar, consigui贸 un esguince en el tobillo derecho y varias contusiones. Una mujer que pasaba por all铆 con su perro, llam贸 a emergencias. Pas贸 la noche en el hospital.

           Dos intentos de suicidio fallidos. Parec铆a que la muerte se alejaba de 茅l. Pens贸 postrado en la cama mientras observaba el techo de la sala de urgencias donde se encontraba. La se帽ora que estaba en la cama de al lado musit贸 algo en voz baja, que no logr贸 entender. Corri贸 la cortina que separaba ambas camas y se acerc贸 a ella. Le pregunt贸 que hab铆a dicho. Ella abri贸 los ojos, le agarr贸 con incre铆ble fuerza, para ser una persona tan mayor, el brazo y le dijo mir谩ndolo fijamente: “todav铆a no ha llegado tu hora. Ten paciencia, Llegar谩”. Dicho esto, exhal贸 su 煤ltimo suspiro bajo la mirada at贸nita del hombre. La muerte estaba all铆 en ese momento. Por un segundo la vio, en el umbral de la puerta, le sonre铆a de manera burlona.

Se fue a casa por la ma帽ana. Se dio una ducha y decidi贸 coger el coche y salir de la ciudad. Eso le ayudar铆a a aclarar sus ideas y buscar una manera definitiva de acabar con su vida.

No era mala idea la de lanzarse por un barranco como en aquella pel铆cula.

En cuanto sac贸 el coche del garaje, uno aparcado en las inmediaciones, comenz贸 a seguirlo por toda la ciudad y continu贸 haci茅ndolo cuando el hombre se desvi贸 hacia una carretera secundaria. Fue ah铆 cuando tuvo la certeza de que lo segu铆an. Quien lo siguiera (seguramente “ella”) pareci贸 darse cuenta de que hab铆a sido descubierta porque fue acortando la distancia hasta quedar pr谩cticamente pegado a la parte de atr谩s de su coche. Ah铆 comenz贸 la persecuci贸n. La carretera era muy estrecha, apenas cab铆an dos coches en ambos sentidos. No sab铆a muy bien a d贸nde iba a dar. Se hab铆a metido por all铆 en un intento de despistar a su perseguidora cuando todav铆a no ten铆a la certeza de que lo estuviera siguiendo. Pero ahora lo ten铆a claro. Iba a por 茅l. No era esa la forma que ten铆a en mente de morir. 脡l ten铆a el poder de elegir c贸mo hacerlo. Y no iba a ser como aquella loca le impusiera.

Intentaba arrinconarlo hacia la cuneta, mientras tocaba el claxon y hac铆a se帽ales con las luces. Quer铆a sacarlo de la carretera. Estuvieron as铆 un par de kil贸metros. Vio un desv铆o. Lo tom贸. Pero….

Un perro se cruz贸 en su camino. Dio un volantazo para no atropellarlo. Perdi贸 el control del coche que sali贸 volando, literalmente, unos metros y termin贸 impactando contra unos nichos de un viejo cementerio. A su lado se par贸 el coche que lo persegu铆a. Una persona baj贸 de 茅l. Milagrosamente, no hab铆a perdido el conocimiento, reconoci贸 la cara de aquel hombre, era su m茅dico. Con su ayuda sali贸 del veh铆culo.  Otra vez la muerte hab铆a pasado de largo. O no.

Mientras esperaban la llegada de la ambulancia, el m茅dico le explic贸 que llevaba d铆as llam谩ndolo. Ten铆a algo que decirle. No se estaba muriendo. Se hab铆an equivocado de expediente. Estaba sano, muy sano.

Una ira y una furia desmesuradas embargaron el cuerpo de aquel hombre. No daba cr茅dito a lo que estaba escuchando. Haciendo acopio de todas las fuerzas que pudo reunir, se levant贸 del suelo, se abalanz贸 sobre el galeno y le apret贸 el cuello hasta que dej贸 de respirar. Debido al esfuerzo que hizo para acabar con la vida del m茅dico se desmay贸. La muerte solt贸 una carcajada. Hay una hora para morir. Y la de 茅l todav铆a no hab铆a llegado.

 

 

 

 

 

mi茅rcoles, 12 de enero de 2022

LA LLAVE

 

El conde, sabiendo que su vida llegaba a su fin, decide donar parte de su colecci贸n. Son libros muy antiguos, 煤nicos, de un valor incalculable.  Su decisi贸n dice basarla en la creencia certera de que sus allegados no sabr谩n valorar realmente ese tesoro que ha ido adquiriendo, a帽o tras a帽o, a lo largo de su vida. No sabr谩n apreciar el verdadero valor de esos libros y los vender谩n, por unas cuantas monedas, al primero que se ofrezca a comprarlas.  Pero, ¿es ese el verdadero motivo que le lleva a aquella donaci贸n?

Se presenta una joven en la mansi贸n. El anciano la recibe sentado en una silla junto a la ventana. Sus miradas se cruzan. Su belleza lo fascina. Ella observa la pila de libros que hay sobre la mesa, sonr铆e. Luego, su mirada recorre la basta biblioteca que tiene ante s铆. Parece que busca algo.  El anciano sabe lo que es. Le ofrece una taza de t茅. Ella la acepta encantada. Hablan sobre la donaci贸n. La conversaci贸n es informal, distendida y pronto llegan a un acuerdo.  

La joven dice sentirse mareada. Se levanta. Le cuesta caminar. Toda gira a su alrededor. Le pregunta d贸nde est谩 el ba帽o. 脡l le da las indicaciones precisas. Pero no llega a salir de la habitaci贸n. El conde sonr铆e cuando cae desplomada en el suelo. El plan que hab铆a urdido hab铆a funcionado. O eso cre铆a. Quer铆a algo que ella ten铆a. Tuvo que contenerse y guardar la compostura, cuando la joven al entrar en la biblioteca e inclinarse ante 茅l para estrecharle la mano, la llave que llevaba colgada al cuello, qued贸 a la vista de sus ojos. Entonces supo que no se hab铆a equivocado de persona.  

Se acerc贸 a uno de los estantes y cogi贸 un libro.  El libro. En la parte de atr谩s hay una cerradura. Estaba muy emocionado. Le temblaban las manos. Se acerc贸 a la joven y alarg贸 su mano hacia su cuello. Roz贸 con los dedos la llave. Entonces, profiri贸 un grito desgarrador de dolor. Contempl贸 horrorizado sus dedos quemados. La joven se despert贸. Lo mir贸 y comprendi贸 lo que hab铆a pasado. Tom贸 aquel libro entre sus manos. Cogi贸 la llave y entonces… se abre el libro del rey maldito. El libro que confiere la inmortalidad a quien pueda abrirlo. El libro que puede despertar a las almas confinadas en el infierno. Lee en voz alta unas palabras plasmadas en 茅l. El anciano comienza a arder. En minutos qued贸 reducido a cenizas. Ella lanza una carcajada sonora que se escucha en toda la casa. Da media vuelta y se va, dejando tras de s铆 un halo con fuerte olor a azufre.

martes, 11 de enero de 2022

BAJO EL COLOR DE LA SANGRE, EST脕N LOS INOCENTES

 

- ¡Alfombra roja!, buscad una, ¡r谩pido! -les grit贸 a sus hombres.

Aquel monstruo, asesino de ni帽os, al cual, llevaban varios meses buscando, al fin lo hab铆an encontrado. Cuando se dio cuenta de que lo hab铆an descubierto, sin titubear un segundo, se hab铆a pegado un tiro en la sien.  Pero antes de acabar con su vida, hab铆a dicho algo. Tal vez, en aquellas palabras, estaba la clave para encontrar a las v铆ctimas.

-"Bajo el color de la sangre, est谩n los inocentes".

Estaba anocheciendo. En la casa, las sombras empezaban a ganar terreno. Encendieron todas y cada una de las luces. Se pusieron a registrar cada habitaci贸n, moviendo muebles, escudri帽ando cada rinc贸n, en un intento desesperado por encontrar a aquellos ni帽os.

- ¡Aqu铆 hay una! - grit贸 un polic铆a.

Corrieron hacia donde estaba su compa帽ero y efectivamente hab铆a una gran alfombra roja que ocupaba gran parte del suelo de aquella habitaci贸n. Sobre ella descansaba una gran mesa de madera de gran tama帽o. Era muy pesada y necesitaron la ayuda de los cinco hombres para poder moverla.  Levantaron la alfombra.

Encontraron una trampilla. La abrieron. A la luz quedaron visibles unas escaleras que se perd铆an en la oscuridad. Lo m谩s seguro es que llevaban hasta el s贸tano. El capit谩n baj贸 primero. Detr谩s de 茅l lo siguieron un par de hombres. Cada uno llevaba una linterna.  Un olor nauseabundo les golpe贸 la cara. Faltaban un par de pelda帽os para pisar el suelo del s贸tano cuando….

La trampilla se cerr贸 tras ellos con un golpe seco.  

Las linternas dejaron de funcionar.

La luz se fue en toda la casa.

Uno de los polic铆as, el que iba m谩s rezagado, se puso nervioso, perdi贸 el equilibrio y se precipit贸 escaleras abajo llev谩ndose a su paso a sus compa帽eros con 茅l.

Los polic铆as que hab铆an quedado arriba, al escuchar aquel estrepitoso ruido, intentaron abrir la trampilla. No lo consiguieron. Llamaron a gritos a sus compa帽eros, pero no recibieron respuesta.

Pidieron refuerzos por radio.

A lo lejos se empezaron a escuchar el ruido de las sirenas de los coches patrulla acerc谩ndose a la casa. Procedente del s贸tano los dos polic铆as escucharon gritos de dolor y p谩nico. Desesperados intentaban abrir la trampilla. Pero 茅sta no ced铆a. Cuando llegaron los refuerzos, los gritos cesaron. La trampilla se abri贸 de golpe, como impulsada con una fuerza descomunal.

Asomaron las cabezas esperando escuchar algo. Nada.

Comenzaron a bajar. Al final de las escaleras hab铆a tres cuerpos.  

Se acercaron, la luz de las linternas les permiti贸 ver un cuadro dantesco, repulsivo. Aquellos cuerpos semidesnudos estaban a medio comer.  Quienes estuvieran d谩ndose aquel fest铆n, se escondieron al escucharlos bajar.

Las manos les temblaban visiblemente mientras alumbraban el lugar. Uno de ellos le se帽al贸 al compa帽ero un punto en la pared del fondo. Unas figuras peque帽as, con los ojos inyectados en sangre y blancos como la cera, comenzaron a caminar hacia ellos. Despacio, muy despacio. Eran muchos, demasiados.

La trampilla se cerr贸 con un golpe seco.

Corrieron escaleras arriba, intentaron abrirla. No lo consiguieron.

Aquellos seres se acercaban a ellos. Los ten铆an acorralados. No hab铆a escapatoria posible. Comenzaron a gritar.

Los refuerzos intentaron abrirla. No lo consiguieron. Unos gritos desgarradores provenientes del s贸tano los pusieron en alerta…… Minutos despu茅s la trampilla se abri贸. Bajaron….

 

 

 

 

 

s谩bado, 8 de enero de 2022

LO IMPOSIBLE

 

Un trineo se deslizaba a una velocidad vertiginosa, por la ladera de la monta帽a.

Un guarda forestal en la cima, lo observaba a trav茅s de unos prism谩ticos.

Tem铆a por la vida de aquel hombre. No pod铆a entender a qu茅 se deb铆a tanta prisa.

Ech贸 un vistazo a su alrededor y entonces lo vio. Una nube oscura y de grandes dimensiones parec铆a perseguirlo.

Su velocidad iba incrementando en proporci贸n a la velocidad que iba adquiriendo el trineo.

Entonces bajo la mirada estupefacta del guarda, sucedi贸 lo imposible.

Algo ins贸lito, macabro, impensable.

Aquella nube empez贸 a escupir peces de su interior. El trineo perdi贸 el control, impactando contra un 谩rbol.

El guarda, visiblemente nervioso, comenz贸 a deslizarse por la ladera, en un intento desesperado por salvar la vida de aquel hombre.

Cuando lleg贸 junto al trineo, el cuerpo del hombre hab铆a sido sepultado por centenares de peces provistos de grandes aletas y de color plateado.

Pidi贸 ayuda por radio. Con voz temblorosa y cargada de miedo trat贸 de explicar lo que hab铆a pasado. Ten铆an que enviar, urgentemente, al servicio de rescate y una ambulancia.

 

 

 

 

 

viernes, 7 de enero de 2022

SED DE VENGANZA

 

Esper贸 a que oscureciera para saltar la verja del cementerio y caminar con paso firme y decidido, hasta aquella tumba, la 煤ltima morada del asesino de su hija. Levant贸 el pico que llevaba en la mano y arremeti贸 contra ella, una y otra vez, hasta que no le quedaron fuerzas para seguir, mientras profer铆a un insulto tras otro. Luego condujo dos horas hasta su casa, en completo silencio.

El pueblo estaba celebrando la noche de Halloween. Las calles estaban abarrotadas de gente disfrazada. Pasaban diez minutos de la media noche. 

Estaba llenando la ba帽era cuando son贸 el timbre. Baj贸 a abrir. En el umbral de la puerta, hab铆a alguien disfrazado. Llevaba un hacha en la mano.

- ¿Truco o trato? –le pregunt贸.

-Lo siento, no tengo nada para darte –se excus贸 ella.

-Mejor –le respondi贸 el hombre, mientras empujaba la puerta y entraba en la casa.

La mujer, asustada, subi贸 las escaleras y se encerr贸 en el cuarto de ba帽o. Escuch贸 pasos acerc谩ndose. Cada vez m谩s y m谩s cerca.

- ¡No te escondas!, ¡no podr谩s escapar! -grit贸 el intruso.

Reconoci贸 esa voz. Pertenec铆a al hombre enterrado en la tumba que hab铆a destrozado.

- ¡Disfrut茅 viendo morir a tu hija, ahora lo har茅 contigo! 

Lanz贸 una carcajada malvada, siniestra, mientras destrozaba la puerta a hachazos.

 

 

mi茅rcoles, 5 de enero de 2022

EL ESCARABAJO

 

Ni en un mill贸n de a帽os, se hubiese imaginado que tendr铆a que ir a buscar a aquella mujer, con fama de bruja, que viv铆a en los confines del bosque, como la 煤ltima esperanza de salvar la vida a su padre.

脡l, el menor de tres hermanos que, a sus diez a帽os, todav铆a se met铆a en la cama de sus padres cuando hab铆a tormenta y que odiaba la naturaleza, el bosque y todo lo relacionado con 茅l, porque eran un avispero de animales y bichos de todo tipo. A todas luces parec铆a el menos indicado para llevar a cabo aquella tarea.

Pero no hab铆a vuelta atr谩s, la decisi贸n estaba tomada. Su madre hac铆a las veces de enfermera, su hermano mayor ten铆a que ir a trabajar y el mediano se encargaba de la casa mientras su padre siguiera enfermo.

Se hab铆a enfadado mucho, pero cuando puso un pie en la calle, aquella ira se evapor贸. Lo que ahora sent铆a, cuando caminaba por calles adoquinadas de aquel pueblo amurallado, era terror en estado puro.

Estaba anocheciendo. Empezaba a llover. Cubri贸 su cabeza con la capucha de su anorak rojo. Sin levantar la mirada del suelo, caminaba con rapidez. Pensando que cuanto antes llegara, antes regresar铆a y aquella pesadilla antes llegar铆a a su fin.

Pas贸 por la tienda de bons谩is. No se fij贸 en el dibujo de una mano que alguien hab铆a pintado en la pared de una casa abandonada. Tampoco prest贸 atenci贸n al escaparate de una librer铆a donde ten铆an expuesta una m谩quina de escribir muy antigua. Ni en los paraguas, de lo m谩s variopintos, que portaban unos turistas. Ni se fij贸 en el suelo cubierto de mosaicos de piedras de colores cuando pas贸 por delante del ayuntamiento. No vio al zorro escondido tras unos cubos de basura.

Camin贸, camin贸 y camin贸 hasta llegar a un sendero que conduc铆a al bosque.

De noche todo era diferente. Escuchaba ruidos que no pod铆a identificar, la oscuridad ganaba terreno. Las sombras hab铆an llegado para quedarse, formando siluetas macabras, distorsionando la realidad.  

Apur贸 todav铆a m谩s el paso. Seg煤n las indicaciones que le hab铆a dado su madre sobre c贸mo encontrar la caba帽a de aquella mujer, no quedaba muy lejos de donde estaba.

El crujido de una rama tras 茅l, lo sobresalt贸. Grit贸 de puro terror. Ahora ya no caminaba, corr铆a como alma que lleva el diablo, rezando en voz baja, a quien le quisiera escuchar, que lo ayudara.

Corri贸 y corri贸 hasta que lleg贸 a un claro y a la morada de la bruja. Hab铆a dejado de llover.

Era una caba帽a de madera, vieja y destartalada. No hab铆a luz en su interior. Se acerc贸 con paso firme. La indecisi贸n no ten铆a cabida. Hab铆a llegado hasta all铆 y ten铆a que terminar lo que hab铆a empezado. Golpe贸 con los nudillos la ajada puerta. Esper贸. Nadie abri贸. No se rindi贸. Rode贸 la casa hasta la parte de atr谩s. Vio un fuego. Sobre 茅l, hab铆a una enorme olla. Sal铆a vapor de su interior. Ni rastro de la mujer.

- ¿Me buscabas, jovencito? Has tardado mucho en llegar. Llevo horas esper谩ndote.

Fue tal el susto que se llev贸 el muchacho al escuchar aquella voz, que el coraz贸n le dio un vuelco en el pecho. Ante 茅l hab铆a una mujer con un aspecto muy diferente al que se hab铆a imaginado. Cuando a uno le dicen que tiene que ir a buscar a una bruja, te imaginas a una anciana, muy mayor, de edad indeterminada, con aspecto desali帽ado, ropas largas, un sombrero de pico y alguna que otra verruga en la cara. Pero ante 茅l hab铆a una muchacha muy hermosa, joven, con una larga melena rubia, alta y delgada. Vest铆a unos vaqueros y un jersey rojo y no ten铆a ninguna verruga en su cara, s贸lo una amplia y bonita sonrisa. Se sonroj贸 al verla.

Lo llev贸 adentro, le pidi贸 que se sentara y le ofreci贸 un refresco. El interior de la caba帽a, nada ten铆a que ver con el aspecto que presentaba por fuera. Estaba todo muy bien cuidado y limpio, era muy amplia y ten铆a muebles modernos y funcionales.

Cuando hubo apurado hasta la 煤ltima gota del vaso, pas贸 a contarle lo que le hab铆a llevado hasta all铆. Ella lo escuch贸 atentamente. Cuando hubo acabado de relatarle lo sucedido, ella se levant贸, cogi贸 un malet铆n negro que descansaba sobre el sof谩 y se pusieron en marcha.

El camino de regreso fue m谩s llevadero. Hablaron durante el trayecto y el muchacho se sent铆a muy a gusto y relajado al lado de aquella joven.

Al llegar a la casa, la llevaron hasta el dormitorio donde el hombre yac铆a en la cama. Estaba p谩lido y ojeroso. Pidi贸 que le trajeran agua caliente y unas toallas limpias y que encendieran la chimenea.

Le coloc贸 sobre el abdomen y la frente las toallas, previamente mojadas en el agua caliente.

Luego extrajo de su malet铆n un frasquito de cristal, dentro hab铆a un l铆quido verde. Ayudada por la esposa, levantaron la cabeza del hombre que descansaba sobre una almohada, luego le dio de beber aquella poci贸n. La bruja comenz贸 a recitar unas palabras en una lengua desconocida para ellos.

Pasados cinco minutos, el hombre empez贸 a toser. Lo ayudaron a ir al ba帽o. En uno de esos accesos de tos expuls贸 un escarabajo negro cuyo tama帽o era inusualmente grande.

R谩pidamente la joven lo agarr贸 y lo lanz贸 al fuego de la chimenea. Escucharon un grito desgarrador cargado de odio y dolor proveniente de las llamas. La bruja les pidi贸 que mantuvieran el fuego encendido durante dos noches y dos d铆as. Tiempo m谩s que suficiente para que aquella vampira, que hab铆a tomado la forma de aquel asqueroso insecto, se consumiera.

La recuperaci贸n del hombre, fue instant谩nea. Con los ojos anegados en l谩grimas le dijo a su mujer que ten铆a hambre. 脡sta fue a prepararle algo de comer. Se acerc贸 a la joven para darle las gracias y preguntarle qu茅 quer铆a como pago.

Ella sonri贸 maliciosamente.

El hombre al mirarla a los ojos pudo, su interior, su esencia, su oscuridad. Aquella visi贸n lo asust贸. Un escalofr铆o recorri贸 su espina dorsal. Fuera cual fuese su petici贸n no podr铆a negarse, estaba ante un ente muy poderoso y carente de alma.

Respondi贸:

-A tu hijo peque帽o.

 

 

 

 

 

lunes, 3 de enero de 2022

¿C脫MO COMENZAR DESDE EL DOLOR?

 


 

¿C贸mo comenzar desde el dolor?

¿C贸mo hacerlo despu茅s de conocer la verdad?

Seguramente esas preguntas y muchas m谩s se le pasaron por la cabeza a aquel muchacho despu茅s de averiguar la verdadera historia de su corta vida.

Pero no nos adelantemos y vayamos al principio.

Ricardo era un joven de quince a帽os. Viv铆a a las afueras de un peque帽o pueblo, en una casa de dos plantas rodeada de un enorme jard铆n.

Desde muy peque帽o estuvo al cuidado de su padre. Ellos dos solos. 脡ste le hab铆a contado que su madre hab铆a fallecido al poco de nacer 茅l. Quedando sumido en una gran depresi贸n por la p茅rdida de su esposa, se volc贸 completamente en el cuidado de su hijo reci茅n nacido.

El padre preocupado desde siempre por la seguridad de su peque帽o, le relataba historias que terminaban en moraleja. Historias sobre no hablar con extra帽os, obedecer a sus padres, hacer sus tareas, aplicarse en los estudios…

El tiempo fue pasando y aquellas historias dieron paso a otras m谩s acordes a su edad. En la era de internet y los peligros que acechaban a los j贸venes eran otros y m谩s oscuros.

Un d铆a el padre se present贸 en su habitaci贸n. El joven estaba ante el ordenador jugando online con otros usuarios.

-Hijo tengo que contarte una historia –le dijo

-Pap谩 –protest贸 el muchacho- ya no tengo cinco a帽os para tus cuentos de miedo.

-Pero 茅ste es real, Ricardo y creo que te vendr铆a bien escucharlo.

A lo que su hijo le respondi贸:

-Pap谩 te advierto que tus historias de terror ya no me dan miedo

-Entonces escucha atentamente –le pidi贸 el padre

“Un joven de tu edad, al igual que t煤, jugaba por internet con otros usuarios. Un d铆a se fij贸 en uno, se hac铆a llamar Inesperado66. Podr铆a haberle pasado desapercibido sino fuera por un detalle a tener en cuenta, siempre estaba conectado, fuera cual fuese la hora del d铆a o de la noche. Era muy bueno, estaba en la posici贸n m谩s alta. Un d铆a comenzaron a chatear. Parec铆a simp谩tico, incluso le hab铆a dicho que era de su misma edad. Hablaban del colegio y de trivialidades del d铆a a d铆a. Le ense帽贸 t茅cnicas del juego y en pocas semanas, hab铆a escalado posiciones situ谩ndose entre los diez mejores. El d铆a de su cumplea帽os aquel jugador le hab铆a obsequiado con una gran cantidad de monedas y vidas extras para el juego. Cosa que le halag贸 mucho y se sinti贸 de alguna manera m谩s cercano a 茅l. Entonces pas贸 algo que en el fondo deseaba que ocurriera, inesperado66 le propuso conocerse, a lo que el chaval no pudo negarse, porque esa idea ya se le hab铆a pasado por la cabeza varias veces. Le dio su direcci贸n.

Sin embargo, aquella noche cuando sus padres llegaron a casa, pens贸 en contarles lo que hab铆a hecho. Se sent铆a mal por haberle dado la direcci贸n a aquel usuario y las advertencias que, una y otra vez, le hac铆an sus padres de no dar datos personales a nadie que hubiera conocido por internet, no se iban de su cabeza. Pero para cuando quiso dec铆rselo a su padre, 茅ste se excus贸 con tener que hacer una llamada importante y que hablar铆an m谩s tarde. Al intentarlo con su madre le pidi贸 que se lo contara luego porque era la hora de la cena y tambi茅n la hora del ba帽o del beb茅. El joven se ofreci贸 a ba帽ar a Ricardo, su hermano peque帽o. Al final fue el 煤nico que lo escuch贸. M谩s tarde decidi贸 irse a la cama sin contarlo, pensando que quiz谩 aquel miedo que le rondaba era infundado.”

-Un momento pap谩 –le interrumpi贸 el muchacho- ¿el beb茅 se llama como yo? Nunca antes hab铆as puesto nombre a los protagonistas de tus historias.

-Quiz谩 porque nunca fueron tan reales como 茅sta, jovencito.

Aquello desconcert贸 al joven. Pero su padre prosigui贸 con su historia zanjando de aquella manera cualquier pregunta al respeto.

“En alg煤n momento de la noche, unos ruidos provenientes de la planta baja de la casa lo despertaron. Parec铆a que alguien hab铆a volcado alg煤n mueble. No se movi贸. Estaba asustado. Agarrando las s谩banas con fuerza, se mantuvo en alerta a la espera de nuevos ruidos. Pero esta vez fueron pasos lo que escuch贸. Pasos subiendo las escaleras. Pasos acerc谩ndose y el crujido de la puerta de la habitaci贸n de sus padres al abrirse. Se tap贸 la cabeza con las mantas a modo de escudo.

Durante un rato, rein贸 el silencio. En la cama de al lado dorm铆a su hermano Ricardo. Aquellos ruidos no lo hab铆an despertado.

Entonces escuch贸 pasos que se acercaban a su habitaci贸n. La puerta comenz贸 a abrirse lentamente con un chirrido ensordecedor que no recordaba que hiciera hasta ese momento.

En el umbral apareci贸 un hombre vestido de negro, era muy alto y sus ropas estaban cubiertas de sangre. Llevaba algo entre las manos que arroj贸 sobre la cama del joven. Eran las cabezas de sus padres.

-Hola querido amigo. –le salud贸.

El muchacho reconoci贸 a aquel hombre como su amigo de internet.

Presa del p谩nico se levant贸 de la cama de un salto y fue hasta la de su hermano. Lo cogi贸 en brazos y lo abraz贸 con todas sus fuerzas. El beb茅 comenz贸 a llorar.

El hombre se acerc贸 a ellos. Llevaba un cuchillo ensangrentado en la mano y lo bland铆a amenazadoramente hacia ellos. El joven le grit贸 que los dejaran en paz. El asesino de sus padres le arrebat贸 al beb茅 de sus brazos y luego le clav贸 el cuchillo en el abdomen.

Ricardo dej贸 de llorar. Miraba al hombre detenidamente mientras intentaba agarrarle la barba con sus peque帽as manos. El hombre tambi茅n lo mir贸 y entonces el beb茅 le sonri贸. En aquel momento supo que no podr铆a matar a ese ni帽o, supo que criar铆a aquel beb茅 como si fuera suyo.

El padre termin贸 el relato bajo una mirada cargada de dolor, terror y desconcierto por parte de su hijo Ricardo.

No hizo falta hablar, Ricardo comprendi贸 que todas aquellas historias de terror que, noche tras noche, le contaba su padre eran reales.

Se dio cuenta de que aquel beb茅 era 茅l.

Supo que aquel hombre, no era su verdadero padre y que su madre no hab铆a muerto al nacer 茅l. 脡l la hab铆a asesinado.

Supo que aquel hombre, era un asesino serial.

 

 

 

 

 

REBELI脫N

  Era una agradable noche de primavera, el duende Nils, m谩s conocido como el Susurrador de Animales, estaba sentado sobre una gran piedra ob...