viernes, 15 de abril de 2022

OSCURA VERDAD

 


 

Recuerdo aquel fin de semana con una mezcla de sentimientos dispares. Una euforia desatada y un dolor de puñales clavados en el corazón, desgarrador, mortal.

El colegio había organizado una excursión a las montañas. Pasaríamos tres días y dos noches fuera de casa. Estaba feliz, radiante, rebosaba alegría por todos los poros de mi cuerpo. A mis doce años pasar tanto tiempo fuera de casa era toda una aventura. Pero al mismo tiempo, me preocupaba que mi madre se quedara sola. Mi padre viajaba mucho por temas de trabajo.  Y por aquel entonces llevaba fuera de casa más de una semana. Mi madre me prometió que estaría bien, que fuera tranquilo y disfrutara de esos días. Sería una experiencia maravillosa que no olvidaría nunca. Y qué razón tenía. Aquel fin de semana no lo he borrado de mi memoria, ni creo que lo haga mientras me quede un halo de vida.

A pesar de que llevaba poco tiempo en aquel pueblo, unos seis meses creo recordar, había hecho amigos con facilidad. Nos habíamos trasladado allí desde la otra punta del país al morir mi abuela. Mi padre heredó la casa. Era muy grande y estaba muy bien cuidada. En un principio me enfadé un poco por el cambio, dejar a mis amigos atrás, mi escuela, todo lo que conocía. Pero supe adaptarme bastante bien.

Cuando llegamos a nuestro destino montamos las tiendas y pasamos el resto de la tarde zambulléndonos en las cristalinas aguas del lago hasta la hora de cenar. Nos acostamos muy tarde esa noche y la siguiente también, porque las pasamos contando historias de miedo alrededor de una hoguera. Fueron unos días cargados de emociones y buenos recuerdos. El fin de semana transcurrió sin ningún contratiempo. Todo habían sido risas y diversión.

Había anochecido cuando llegamos a la escuela. Nuestros padres nos recogerían allí. Mi madre no estaba. Podía entender que mi padre no fuera a buscarme, lo más seguro es que no hubiera regresado todavía de su viaje, pero mi madre…. Ella siempre venía a recogerme. Comencé a caminar a casa, que no distaba mucho de la escuela, molesto y algo enfadado con ella por aquel olvido.

Los padres de mi mejor amigo se ofrecieron a acompañarme, pero les dije que no hacía falta que si me daba prisa no tardaría en llegar. Les di las gracias y comencé a caminar todo lo deprisa que podía teniendo en cuenta que cargaba con el saco de dormir y una mochila bastante pesada con todas mis cosas a la espalda.

Al llegar a mi casa me extrañó no ver luces dentro. La puerta de la entrada estaba cerrada. Toqué el timbre y llamé a mi madre, pero no obtuve respuesta. Di la vuelta y me encaminé hacia la puerta trasera. La poca luz que arrojaba la luna me permitió ver montículos de tierra por todo el jardín. Alguien había estado cavando. Quien fuera que lo había hecho estaba claro que buscaba algo. Me acerqué al hoyo que tenía más cerca. Había huesos desenterrados. Desconcertado sin saber qué pensar corrí hacia la puerta.

 La abrí y frente a mi vi una figura envuelta en sombras sentada en una silla. Reconocía a mi madre. Quise encender la luz, pero en un hilo de voz me pidió que no lo hiciera. Me acerqué a ella. Sus pies y sus manos estaban atados y su vestido estaba cubierto de sangre. ¡Su propia sangre! Presa del pánico le pregunté qué había pasado mientras intentaba desatarla. Estaba muy mal herida. Tenía la cara llena de moratones. Pero lo peor… lo peor fue ver su mirada clavada en mí llena de pánico, con los ojos vidriosos. Tenía un corte en la garganta. No parecía profundo. La sangre emanaba de ella, llevándose consigo la vida de mi madre.

Conseguí desatarla y la tumbé en el suelo. Grité con todas mis fuerzas pidiendo ayuda. Ella me agarró de un brazo. Intentaba decirme algo. Me incliné para escuchar lo que quería decirme. No podía parar de llorar.

“Cada palabra es una historia que extiende la virtud y la violencia de la humanidad”

Sentí pasos acercándose. Los vecinos escucharon mis gritos y se acercaron. La policía no tardó en llegar. Cuando lo hicieron mi madre ya estaba muerta.

Luego me enteré de que mi padre la había matado. El hombre que yo conocía, el hombre cariñoso que jugaba conmigo, era un asesino.

Cuando mi padre era un adolescente y vivía en aquella casa, habían desaparecido algunas chicas en aquel pueblo. Nunca cogieron al asesino.

Mi padre fue a la universidad. Al terminó viajó por todo el país, viviendo en varios lugares hasta que conoció a mi madre y se quedó a vivir en la ciudad donde nací y de la que nos habíamos ido hacía poco tiempo. Lo que yo no sabía es que allá donde fuera mi padre desaparecía gente. La policía le pisaba los talones. Al sentirse acorralado decidió volver al pueblo, donde todo había comenzado. Pero no quería vivir bajo el mismo techo que mi abuela. Una mujer autoritaria con un carácter muy fuerte y conocedora del secreto que tan celosamente guardaba su hijo. Así que mi padre no tuvo reparos en matarla haciéndole tomar un frasco entero de sedantes que le había recetado el médico para dormir. Debido a su avanzada edad y a la demencia que venía padeciendo los últimos meses, dieron por hecho que había sido ella la que por su propia mano las había tomado, en un momento de enajenación mental.

Mi madre tenía una pasión, la jardinería. Siempre estaba cuidando sus flores y plantando unas nuevas. Recuerdo que unos días antes de irme a aquella excursión había comprado varios árboles frutales. La teoría es que cuando estaba cavando la tierra para plantarlos encontró algún hueso. Eso la llevó a segur cavando y seguir encontrando más y más. Eran los huesos de las jóvenes desaparecidas cuando mi padre vivía en aquella casa.

Cuando llegó de su viaje y encontró a mi madre cavando en el jardín supo que había sido descubierto. Ella le preguntó qué significaba aquello. Él se puso nervioso y la mató. O eso creyó antes de huir. Pero de alguna manera mi madre logró mantenerse con vida hasta que yo llegué.

Mi padre se convirtió en el asesino en serie con más muertes a su espalda que ningún otro conocido, dejando un reguero de cadáveres allá por donde pasara.

Hoy lo ejecutarán. Estaré presente y lo miraré a los ojos hasta que la muerte lo lleve al infierno.

 

miércoles, 6 de abril de 2022

EL LIBRO MALDITO

 

“Los hermanos se mataron como enemigos”. Con aquella frase la abuela terminó de relatarles lo acontecido hacía muchos años a dos jóvenes que habían vivido en aquella casa, mientras apretaba con fuerza aquel libro contra su pecho. Ese libro había sido el origen de aquella historia. Era un libro maldito que sólo traía dolor y muerte para quien lo poseyera.

Su nieto, un adolescente de naturaleza inquieta y extrovertida, lo había encontrado hurgando entre unas cajas en el desván. Aquella historia lejos de amedrentarlo avivó más su imaginación y sus ansias de conocer más detalles de lo que había escrito en aquellas páginas. Esperó paciente a que la abuela saliera a dar su paseo matutino para entrar en su habitación y buscarlo entre sus cosas. Se sobresaltó cuando escuchó una voz tras él pronunciando su nombre. Su hermana lo tenía entre sus manos, retándolo, con una sonrisa irónica, a que se lo quitara. Él corrió tras ella hasta que la alcanzó. Debido al forcejeo el libro cayó al suelo abierto, mostrando una página donde se podía ver un dibujo del mismísimo diablo. No pudieron reaccionar por el miedo que los embargó, cuando una luz muy potente y cegadora, los envolvió y una voz tenebrosa les habló. Aquella voz les dijo que el dueño de aquel libro sería inmortal.

Cuando la abuela regresó a casa encontró a los dos jóvenes sin vida, se habían agredido entre ellos hasta la muerte. La historia se repetía.

Los hermanos se mataron como enemigos.  

martes, 5 de abril de 2022

EL LIBRO

 

Marco no soportaba la idea de quedarse en casa a solas con sus padres más del tiempo justo y necesario. Esto es, por la mañana antes de ir instituto y por la noche para poder encerrarse en su cuarto donde gracias a sus cascos, encontraba la paz que necesitaba. La convivencia con sus progenitores era un verdadero infierno. Su padre bebía hasta perder el conocimiento. Su madre no paraba de llorar y rezar, no sin antes utilizar todo tipo de palabras malsonantes del todo inadecuadas para una persona tan devota como ella.

Habían llegado hacía escasas horas a aquel pueblo, con la idea de comenzar una nueva y mejor vida, una más que, seguramente, iría al saco donde ya descansaban más de media docena de ellas truncadas. Los odiaba a muerte. Incluso por las noches se imaginaba cómo sería su vida sin ellos. Y barajaba la idea de hacerles daño, de que pagaran por todo el sufrimiento que día a día les causaban. Podía estar varios días sin comer sin que les importara. Pero lo peor, era el olor a orina y vómito por toda la casa.

Salió dando un portazo. Habían comenzado a discutir porque su madre descubrió una botella de wiski escondida entre la ropa de su marido.

Estaban allí, para salir adelante con el nuevo trabajo de papá (del otro lo habían echado, al igual que del piso en que vivían por no pagar el alquiler) y alejarlo de sus amigos que lo liaban a beber. Como si él no se liara solo, pensaba el muchacho.

Le daba pena su madre por lo ingenua que era la mayoría de las veces.

Decidió dar una vuelta por el pueblo. Lo que tenía en mente era encontrar una librería. Su lugar preferido. Allí podía evadirse durante horas de su asquerosa vida, de los problemas e incluso del mundo entero, metiéndose en la piel del protagonista del libro que tuviera entre manos en aquel momento.

Hacía una bonita tarde de verano. Abandonó la larga avenida y encaminó sus pasos por unas callejuelas empedradas de la parte antigua. Pasó por una armería. En el escaparte había un expositor con todo tipo de balas habidas y por haber, pensó él, al ver la gran cantidad que había y todas distintas.

Levantó la mirada para contemplar una enorme cometa sobrevolando los tejados de las casas.

Más adelante pasó por una tienda de deportes. En la puerta había un gran cartel donde se ofrecían viajes en globo. Había una foto de uno a una gran altura, con varias personas en la cesta mostrando su mejor sonrisa mientras volaban sobre un campo de flores. Recorrió la vista por el escaparte y entonces vio algo que le gustó más que un viaje en globo:  unos patines.

Siguió caminando. Se paró delante de una tienda con un gran expositor en el escaparate donde se veían varias fotos del planeta tierra vista desde el espacio. También había un baúl con varias cámaras de fotos junto a un osito de peluche.

Prosiguió su caminar aparentemente sin rumbo. Empezaba a estar cansado. Pensó en preguntarle a alguien en que calle estaba la biblioteca, cuando vio a una anciana sentada en una mecedora en el porche de su casa. Ante ella, sobre una mesa plegable había libros y diversos objetos decorativos, todos ellos en venta. Se acercó para echarles una ojeada por si veía alguno que le interesara.

La anciana tenía el cabello blanco recogido en un moño y vestía completamente de negro. Lo observaba con detenimiento.

Los libros eran de temáticas diversas. Los había de aventuras, extraterrestres, fantasmas, unas cuantas novelas de amor y algún que otro comic. Nada que le impulsara a coger alguno de ellos y abrirlo.

La anciana se levantó de la silla y comenzó a caminar lentamente hacia él.

El chico ni se percató, estaba ensimismado leyendo los títulos de aquellos libros esperando encontrar alguno que le interesara.

Se sobresaltó cuando escuchó su voz. Se giró. La mirada de la anciana cayó sobre él.

Sintió un escalofrío recorriéndole la espalda cuando sus ojos se detuvieron en los viejos y cansados de la mujer. Eran negros como la oscuridad. Durante unos minutos, que al niño le pareció toda una vida, la mujer no dejó de mirarlo. Luego lo tomó del brazo diciéndole que tenía lo que estaba buscando.

Estuvo tentado de marcharse corriendo, aquella anciana le daba verdadero terror, pero aquel pensamiento igual que vino se fue y se encontró, casi sin darse cuenta, entando en la casa tras ella.

La mujer sacó una llave de entre sus ropas y abrió el cajón de una vieja y apolillada cómoda. Sacó un libro y se lo entregó.

La portada estaba en blanco cuando lo tomó entre sus manos, pero algo pasó. Unas letras empezaron a formarse en ella. Al cabo de unos minutos aquel libro tenía título: VIAJE AL INFIERNO.

Le pareció interesante. Le preguntó por el precio. Ella le dijo que era un regalo y que espera que lo disfrutara mucho. El chico le dio las gracias y se fue

Como no le apetecía volver a casa y unas ganas imperiosas de comenzar a leer aquel libro habían comenzado a crecer en su interior, encontró un parque, se sentó y lo abrió.

El joven terminó de leer en el momento en que el día dio paso a la noche. Se levantó del banco en el que había permanecido sentado durante horas y comenzó a caminar hacia su casa. Algo había cambiado en él. Su paso era más decidido, ya no caminaba encorvado como si su espalda soportara todos los pecados del mundo y su semblante ya no reflejaba la angustia y tristeza de hacía unas horas. Es más, esbozaba una radiante sonrisa.

 

Cien minutos antes de la media noche unos gritos desgarradores alertaron a los vecinos que llamaron a la policía. Pero antes de que ésta llegara una anciana se coló en aquella casa. La escena que vio era dantesca, aunque a ella pareció no importarle. Ni se inmutó. Sabía a donde tenía que ir como si ya hubiera estado allí más de una vez.

Un hombre y una mujer yacían sin vida en el suelo del salón en medio de sendos charcos de sangre. Los habían sido apuñalado reiteradamente. Se acercó al muchacho que contemplaba la escena desde una esquina. Agarrando las piernas con sus manos no dejaba de llorar al tiempo que repetía una y otra vez: No fui yo, no fui yo.

-No, no lo fuiste –le espetó la mujer- fueron los demonios que habitan dentro de ti. Tus deseos se han cumplido. Date por satisfecho. Eres libre.

Cogió el libro que estaba tirado en el suelo con manchas de sangre. Lo contempló durante unos segundos. Satisfecha al ver que el titulo había desaparecido, sonrió.

-Me lo llevo, otro niño pronto lo necesitará igual que tú.

Meses después una niña tuvo aquel libro entre sus manos. El título en este caso rezaba: LAS PRINCESAS NO MUEREN.

 

 

lunes, 4 de abril de 2022

VISIONES

 

Aquel era su primer día de trabajo como vigilante en el centro comercial. Su turno comenzaba a las 12 de la noche. Llegó puntual y comenzó la ronda. En la planta baja, había varias personas paseando, al igual que en la primera. En la segunda, donde estaban los restaurantes, todavía se podía ver gente cenando.

Nadie le prestaba atención. Tampoco le importaba.

Cuando recorrió el último piso y comprobó que todo iba bien, regresó a la planta baja y se dirigió a la máquina de café que había cerca de la entrada. Le esperaban muchas horas por delante y una buena dosis de cafeína le vendría bien.

Escuchó unos pasos corriendo hacia él. Por el sonido que hacían parecían los de un niño. Se giró y efectivamente, delante de él había una niña pelirroja, de unos cinco años, con el pelo recogido en una coleta. Tenía unos grandes ojos negros que lo miraban nerviosa y asustada. Él se agachó y se puso a su altura. Tenía una marca de nacimiento al lado de la oreja derecha con forma de mariposa.  Le preguntó qué le pasaba. La niña rompió a llorar. El hombre trató de calmarla. Ella lo abrazó con fuerza. Estaba temblando. Entre sollozos logró explicarle que un hombre estaba persiguiendo a su mamá con un cuchillo. El vigilante la contempló durante unos instantes sin dar crédito a lo que la pequeña le estaba contando. Ésta al ver que no le creía lo agarró de una mano y comenzó a tirar de él.

- ¡Por favor, dese prisa, quiere matar a mi mamá, tiene que ayudarla! –le suplicaba.

El hombre pensó que no perdía nada en ir a comprobar qué le pasaba a la mamá de la pequeña.

- ¿Dónde está? –le preguntó.

-En el parking –le respondió ella.

La cogió en brazos y se dirigieron hacia el ascensor. Cuando llegaron al aparcamiento le preguntó dónde la había visto por última vez. Pero no hizo falta que le respondiera porque escuchó unos gritos desgarradores, no muy lejos de donde estaban, pidiendo ayuda. El aparcamiento estaba vacío.

Le pidió a la niña que no se moviera de donde estaba mientras él iba a ayudar a su madre. Llamó a la policía pidiendo ayuda. Sospechaba que aquel hombre era peligroso y, recordando lo que le había dicho la niña, era posible que fuera armado.

Salió de la parte iluminada y se adentró en una zona oscura. Encendió su linterna. Caminó en silencio durante un buen rato. Escuchó a alguien corriendo. Le gritó que se detuviera. Sintió una respiración en su nuca. Se giró alumbrando con la linterna. Profirió un grito de terror al verse reflejado en aquel rostro. Sintió un fuerte dolor en la cabeza y luego el silencio más absoluto.  Ese silencio con sus códigos de misterio, indescifrables, en sentencia firme inapelable.

Se despertó sobresaltado al ser zarandeado.  Dos policías lo miraban fijamente. Les preguntó por la niña y su madre. Ellos le respondieron que habían peinado la zona y que allí no había nadie. El centro comercial quedaba vacío a partir de las once de la noche.

Años después, aquel hombre se casó y tuvo una niña pelirroja, con una mancha de nacimiento en forma de mariposa al lado de su oreja derecha.

 

miércoles, 30 de marzo de 2022

LA BRUJA

 

Cien minutos antes de la medianoche comenzó el terremoto. Cien minutos después de la medianoche cesó. Las gentes del pueblo contuvieron el aliento esperando un nuevo temblor. Nada. Salvo el silencio más absoluto. Respiraron aliviados pensando que se había acabado. No sabían que aquello era sólo el principio. Pudieron ver una llamarada de fuego en lo más profundo del bosque. Se había abierto una brecha en la tierra por donde los demonios que habitaban en el averno comenzaron a emerger a la superficie. A continuación, las puertas de las casas, que habían permanecido cerradas durante el temblor, se abrieron de par en par. Los niños, hipnotizados, atraídos por una fuerza invisible que los dominaba, comenzaron a caminar en dirección al bosque. Los intentos desesperados de sus padres por retenerlos fueron en balde. Se escapaban una y otra vez atraídos por el fulgor de aquellas llamas que se elevaban más allá de las copas de los árboles.  

Hombres y mujeres decidieron pedirle ayuda. Siempre la habían repudiado. Expulsándola del pueblo por el miedo que les causa. Sabían que eran una bruja muy poderosa dotada de grandes poderes. Ahora, era la única que podría salvar a sus pequeños.

Vivía en una vieja cabaña junto al bosque. Cuando llegaron vieron una luz intensa en su interior. Cuando abrieron la puerta se encontraron con una imagen que no podrían borrar de su memoria mientras siguieran con vida.

La mujer con el cabello blanco como la nieve, vistiendo una túnica negra, con los brazos alzados en señal de súplica y con los ojos en blanco, recitaba unos versos plasmados en las páginas de un viejo libro.

Todos y cada uno de ellos, se arrodillaron frente a ella. Mientras escuchaban la ofrenda que inició con poesía.

- ¡Espíritus de los árboles

acoged las almas de los inocentes

mientras con nuestras plegarias derrotaremos

a los demonios que poseen sus cuerpos!

Estuvieron rezando toda la noche. No se movieron a pesar de los gritos desgarradores y escalofriantes que se escuchaban más allá de las paredes de la cabaña.  

Al despuntar el alba, salieron temerosos por lo que se pudieran encontrar.

Ella iba a la cabeza de la comitiva, en dirección al bosque.

La brecha había desaparecido. No había rastro de los demonios. Los niños parecían dormir tumbados sobre un suelo lleno de cenizas. Formaban un círculo alrededor de unas brasas ya consumidas. Alzó los brazos y de nuevo invocó a los espíritus de los árboles para que liberaran las almas de los pequeños. Éstos, poco a poco, fueron despertando.

lunes, 28 de marzo de 2022

QUISIERA

 

 

 

El silencio más absoluto reinaba en aquel coche. Los dos jóvenes que iban en él no habían abierto la boca desde que habían salido de la ciudad. De eso hacía más de dos horas. Faltaba poco para llegar al pueblo que los vio nacer y crecer y que habían dejado atrás para estudiar en la universidad. No habían vuelto desde entonces. No era muy grato el motivo que los había hecho regresar. La trágica muerte de su hermana pequeña. Ésta nunca había abandonado la casa familiar. La muerte prematura de su padre cuando eran pequeños, la ausencia de los hermanos mayores y la posterior enfermedad de su madre, hicieron que aquella joven quedara retenida entre aquellos muros. Nadie le preguntó nunca qué quería ni cuáles eran sus sueños, porque los tenía.  Cualquier decisión sobre su vida estaba tomada desde el momento justo en que vino a este mundo. No abandonaría jamás la casa de sus padres.

En realidad, aquella muchacha no era hermana de sangre. La habían dejado delante de la casa envuelta en una ajada manta con pocos días de vida, una mañana de un frío día de invierno. Sus padres al verla tan pequeña y desvalida, sin familia, sin nadie que la quisiera, decidieron que formaría parte de sus vidas desde aquel preciso momento y la criaron como si de su propia hija se tratara.

Lo que había enmudecido a aquellos jóvenes era cómo murió la joven. Suicidio, le habían dicho en aquella llamada recibida de madrugada, en el piso de estudiantes que compartían los hermanos.

Llegaron con el tiempo justo para ir al entierro. Al llegar vieron un grupo nutrido de personas, entre ellas su madre, que presentaba un aspecto muy demacrado sentada en una silla de ruedas que era empujada por una enfermera. Tras el emotivo encuentro con ella y recibir las condolencias de los presentes, una anciana se acercó a ellos. En voz muy baja, casi en un susurro, les dijo que fueran a visitarla. Su hermana necesitaba ayuda. Dicha anciana vivía en la cabaña junto al bosque. Era por todos conocida por sus dotes adivinatorios y sus pócimas y conjuros. Se miraron entre ellos desconcertados por las palabras de aquella anciana. ¿Qué ayuda podría necesitar su hermana más allá de unas oraciones por su alma?

Terminada la ceremonia, dejaron las maletas en casa y se encaminaron hacia la casa de la anciana. El día estaba llegando a su fin. Las primeras sombras de la noche hacían acto de presencia.

La mujer los estaba esperando en el umbral de la puerta. En cuanto los vio salió a su encuentro Llevaba unas linternas que entregó a los muchachos.

Con un ademán les pidió que la siguieran por un sendero que se internaba en el bosque. Los jóvenes se pusieron a su lado y le preguntaron qué pasaba. Qué había querido decir con lo de que su hermana necesitaba ayuda.

Ella colocó un dedo delante de sus labios pidiéndoles silencio.

Caminaron una media hora más hasta que llegaron a una parte del bosque que no conocían, a pesar de que más de una vez se habían adentrado en el bosque más de una vez, como parte de sus juegos de infancia. Alumbraron a su alrededor con las linternas. El haz de luz les devolvió una imagen impactante. Aquellos árboles que los rodeaban eran distintos a todo lo que habían visto hasta el momento. Aquellos árboles brillaban. Y no eran pocos, eran cientos los que aparecían iluminados con una luz que parecía provenir de su interior.

Entonces la anciana comenzó a hablar:

-Dentro de estos árboles están las almas de los suicidas. Retenidas en ellos para toda la eternidad. He podido comprobar que el alma de vuestra hermana no está en ninguno de ellos. Vuestra hermana no se suicidó. A ella le han arrebatado la vida.

El hermano pequeño rompió a llorar. El mayor, sin embargo, arremetió contra la mujer tildándola de charlatana y bruja, amenazando con abandonar el lugar e ir a denunciarla a las autoridades. Dio media vuelta enfurecido con la intención de largarse de allí, preso de la ira, cuando sintió una presión sobre su hombro derecho. Se estremeció cuando sintió aquel contacto. Aquella mano que lo tocaba estaba helada. Un frio gélido le recorrió todo el cuerpo. Se giró y entonces…. la vio. Era ella.

Lo miraba de manera acusadora.

El hermano pequeño también la vio y se acercó a ella. Su mirada estaba repleta de amor. Ella le regaló una dulce sonrisa de enamorada. Abrió sus brazos para estrecharla contra su cuerpo, pero se topó con aire.  

El hermano mayor intentó huir. Pero las raíces de los árboles afloraban a la superficie a cada paso que daba. Perdió la linterna y la orientación se hizo nula por completo.  Un enorme árbol se inclinó sobre el él y lo atrapó entre sus ramas. Sus intentos de librarse de ellas fueron en vano. En pocos segundos desapareció entre aquellas ramificaciones y sus gritos desgarradores dejaron de escucharse.

Él había matado a la joven. Celoso de la relación con su hermano. Una noche regresó a la casa familiar. Había bebido mucho. Le pidió que se fugara con él. Ella se negó y él cegado por aquel rechazo, la golpeó y violó. Ella juró que lo contaría y él en un arrebato de furia acabó con su vida. La enterró en lo profundo del bosque. Pero aquella anciana lo había visto regresar del bosque de madrugada. Sintió curiosidad y se adentró en él descubriendo así el cuerpo de la joven, con una soga al cuello y colgando de una rama del mismo árbol que ahora había atrapado a su asesino.

Los árboles comenzaron a mecerse al compás de una melodía. Reconocieron la voz de la muchacha entonando aquella canción.

 

Quisiera una historia sin comas ni acentos,

un paradigma repleto de tu piel,

inventar un mundo carmesí de luciérnagas perdidas,

un mar valiente que ame los barcos sin rumbo,

un libro sin hojas, pero repleto de tus miradas.

 

 


miércoles, 23 de marzo de 2022

CELOS

 

Aquellos grandes ojos azules le habían robado el corazón, aquellos ojos lo habían hecho enloquecer de amor. Pasaba horas y horas contemplándola en sus idas y venidas por la casa, mientras se empapaba con el sonido de su risa y se embelesaba con sus conteneos al caminar. Y pensaba… es mía, sólo mía, sintiéndose afortunado por tener el boleto ganador. Comenzó a molestarse cuando los ojos de su esposa se posaban en otros que no eran los suyos, con una mirada cargada de dulzura que provocada algún que otro sonrojo y muchas sonrisas hechizadas.

No lo soportaba. Punzadas de dolor le atravesaban el cuerpo avivando más, si cabe, sus celos hacia cualquiera que tuviera la osaría de ponerle los ojos encima.

En un arrebato de celos le pidió que no coqueteara con otros hombres. Ella negó que lo hiciera, alegando que sólo quería ser amable. Sólo lo amaba a él. Se acercó a ella de manera amenazadora. La mirada de ella perdió su brillo y su dulzura convirtiéndose en el vivo reflejo del puro terror. Sus pies se enredaron en la alfombra provocándole la caída y posterior pérdida del conocimiento.

Cuando despertó estaba en su cama. A pesar de oír el trinar de los pájaros en el jardín no podía ver nada. Estaba inmersa en la más absoluta oscuridad. Se tocó la cara topándose con una venda que le cubría los ojos. Escuchó la voz de su esposo. Se la iba a quitar.

Al hacerlo comprobó que estaba ciega. El miedo, el terror, la invadieron. ¡Le había arrancado los ojos!

Él estuvo un rato en silencio, contemplándola, mientras ella no paraba de gritar, desesperada, preguntándole una y otra vez: ¿POR QUÉ?

El hombre se colocó sobre ella. Sentía su aliento sobre su cara. Olía a alcohol.

-No puedo acostumbrarme a tu mirada sin ojos –le dijo.

Con una almohada hizo presión sobre la cara de su esposa hasta que ésta dejó de patalear intentando con una desesperación desmesurada, aspirar una bocanada de aire.

 

 

 

REBELIÓN

  Era una agradable noche de primavera, el duende Nils, más conocido como el Susurrador de Animales, estaba sentado sobre una gran piedra ob...