Manuel Martínez, de unos cuarenta años, cuerpo moldeado
de gimnasio, bien parecido, desprendía miradas seductoras y algún que otro
suspiro cuando alguna fémina pasaba a su lado. De gran carisma y dotado de un
gran don de gentes eran algunas de las cualidades que le habían llevado a ser
el presentador de un programa en una conocida y renombrada cadena nacional
llamado FANTASMAS Y OTROS PERSONAJES desde hace más de un año. Se presentó un
día de primavera, un viernes 13 en concreto, con un espectacular currículo bajo
el brazo en aquella pequeña ciudad pidiendo trabajo. El director de la cadena,
conocedor de su fama en todo el país, no cuestionó que un gran locutor como
aquel que había trabajado hasta entonces como presentador de las noticias del
mediodía quisiera trabajar allí. No lo dudó ni un instante y le dio lo que
pedía. Un programa de madrugada que hablara sobre lo sobrenatural y que los
oyentes pudieran interactuar haciendo llamadas en directo.
Durante el primer año de emisión los índices de audiencia
habían sobrepasado las expectativas con creces a pesar de que otra emisora
emitía en la misma franja horaria un programa muy similar. Digamos que
FANTASMAS Y OTROS PERSONAJES era un plagio de él en letras mayúsculas. Pero la
voz acompasada, seductora, casi susurrante, tenía encandiladas a la audiencia
femenina. Aunque la presentadora del otro programa no se quedaba atrás, es más,
su profesionalidad era muy superior a la de Manuel, éste jugaba con los
sentimientos de su audiencia, invitando a cenar a alguna que otra oyente y haciendo
adulaciones que arañaban la línea de lo moralmente correcto al realizar
diversas preguntas, a su audiencia femenina, basadas en la ropa que llevaban
para dormir en esas cálidas noches de verano, entre otras preguntas, a cada cual más
subida de tono.
Hay un dicho que dice que quien juega con fuego se acaba
quemando y Manuel comprobó su veracidad en sus propias carnes. Una de aquellas
citas había sido ni más ni menos que con la nieta de su jefe. Una adolescente con
la mayoría de edad recién cumplida. Salieron a cenar y a bailar. Ella era muy
guapa. Lucía una larga melena rubia y un cuerpazo que sacaba el hipo. Todo
aquello quedaba en segundo plano cuando abría la boca. Digamos que, carecía de
luces, su nivel cultural ni siquiera se acercaba al aprobado. Tenía una risa
acompañada de algo parecido a un rebuzno que hacía que el que estuviera a su
lado sintiera vergüenza ajena. No lo dudó ni un segundo, le dio una excusa y la
acompañó a casa dándole largas de cuando se volverían a ver. Pasaron las
semanas y al no tener noticias de él comenzó el calvario para Manuel.
Ella, despechada comenzó a difamarlo por las redes
sociales. Tenía muchos “amigos” y pronto la audiencia comenzó a descender en
picado. Su jefe sabiendo como era su nieta trató de disuadirla en lo que estaba
haciendo. A los pocos días apareció muerta. La habían violado y estrangulado. Su
cuerpo apareció flotando en un río.
Unos días después Manuel pidió a su jefe poder ausentarse
unos días por motivos personales. Su madre estaba gravemente enferma. Cuando
retomó su programa una semana después, lo hizo recitando unos versos
desgarradores donde plasmaban el dolor que sentía por la muerte de la mujer que
lo había traído al mundo. El teléfono comenzó a sonar, llamadas para darle el pésame
colapsaban la línea. En unos días la audiencia volvió a subir. Su plan había
funcionado.
Tras el entierro de su madre, invitó a su hermana pequeña
a pasar unos días en su casa. Una noche cuando regresaba de la emisora la
encontró despierta esperándolo. No le gustó lo que vio reflejado en su cara,
era una mezcla de desconfianza, miedo y mucha rabia.
Ella lo acusó de matar a su madre. No concebía que muriera
de un ataque al corazón sabiendo de la buena salud que gozaba. No creía para
nada en que la causa de la muerte fuese aquella. La discusión subió de tono en
un determinado momento. Él empujó a su hermana y ésta perdió el equilibrio golpeándose
la cabeza contra el suelo. Perdió el conocimiento.
Una hora después él llamó a la policía. Encontraron a la
mujer en la bañera con las venas cortadas.
Todo indicaba que estaban ante un suicidio.
No hace falta decir que, tras unos versos de sublime
dolor, una voz entrecortada en antena y cientos de llamadas, la audiencia
superó lo nunca visto en un programa de radio. A todo esto, hay que añadir que
escritores reconocidos del género de terror, querían que promocionara sus obras.
Esa noche promocionaría la nueva novela de un gran
escritor. Una novela llena de intrigas, humor negro y calabazas.
INTRIGANTE COMO PLATO ENTRANTE,
DE RAZA Y SIN MORDAZAS
¡LEAN CREMA DE CALABAZA!
Las cosas no le podían ir mejor. La audiencia crecía cada
día. Todos los ojos de los medios de comunicación estaban posados en él.
Una noche que en un principio parecía una como otra
cualquiera, aprovechó una pausa del programa en el que había puesto un par de
bandas sonoras de películas muy conocidas de terror, para ir al baño.
A la vuelta se encontró sentado en su sitio a un hombre
de media edad, con el pelo muy corto salpicado de canas. Vestía una camiseta
donde se veían inscritas dos palabras verdad
o mentira y unos vaqueros
desteñidos. Sonreía.
-Hola –le saludó- veo que me recuerdas.
El pánico se había adueñado del cuerpo de Manuel. La
visión de aquel hombre, que creía muerto, lo había dejado en shock.
El hombre lanzó una gran carcajada al aire. Se levantó
lentamente sin apartar su mirada de la aterrada de Manuel y le hizo un ademán
de que se sentara. La última canción estaba a punto de terminar. Pronto tendría
que continuar con el programa. El hombre leyendo sus pensamientos le dijo que
no se preocupara que la emisión del programa de esa noche se iba a poner más
interesante a partir de ahora.
-No entiendo –logró decir Manuel
-Lo sé, pero no tardarás en comprenderlo todo –le respondió
todavía sonriendo.
La canción se terminó. Manuel cogió entre sus manos el guion
que tenía escrito para continuar la emisión donde lo había dejado hacía unos
minutos. Pero para su sorpresa aquel hombre hizo una negación con la cabeza, le
arrebató las hojas de sus manos, entregándole otras.
Manuel leyó los primeros renglones y su tez mudó de
color, volviéndose blanca como la leche, como si hubiera visto un fantasma.
Pulso el botón de silencio para no ser oído en antena. El hombre que en ese momento
estaba situado a su espalda, lo volvió a encender.
-La gente tiene que saber la verdad –sentenció –comienza a
leer.
- ¡No quiero! –le gritó- ¡esto es una blasfemia, no puedo
leer esta sarta de mentiras!
- ¿Estás seguro? –le preguntó el hombre mostrándole una
pistola que había sacado de la nada.
Visiblemente nervioso comenzó a leer lo que había escrito
en aquella hoja.
-Mi nombre no es Manuel Martínez, ni tampoco Antonio
García, ni Javier González, mi nombre verdadero es Jesús Martín. No soy
periodista, he falsificado mi título para conseguir trabajo en distintas
cadenas a lo largo de todo el país. Una tapadera para hacer lo que realmente me
gusta: violar y matar a mujeres.
Llegado a este punto Manuel se levantó tirando la silla
esperando tomar desprevenido a aquel hombre y poder huir. Pero no fue así. El
hombre más corpulento que él y actuando con rapidez, le golpeó en la cara rompiéndole
la nariz. A continuación, le gritó, le exigió, que continuara leyendo apoyando
la pistola contra su cabeza.
-Bajo el nombre de Javier González he estrangulado a dos
mujeres después de violarlas
Bajo el nombre de Antonio García, he matado a una mujer
que se negó a entregarme el coche cuando huía de la policía después de intentar
secuestrar a una chica que dio el grito de alarma.
Bajo el nombre de Manuel Martínez he matado a una chica
de quince años y a su madre cuando entré en su casa, después de violarlas. Su
marido entró cuando yo estaba a punto de marcharme. Forcejeamos y le disparé.
Aquella confesión lo desmoronó totalmente, comenzó a
llorar suplicando que lo dejara en paz.
El hombre haciendo caso omiso a sus súplicas le dijo que
siguiera leyendo.
-Lo que no sabía es que el padre de aquella chica no
murió. Lo que tampoco sabía es que me estuvo siguiendo desde entonces controlando
cada paso que daba. No tiene nada que perder perdió a su familia y luego a
causa de la obsesión por pillarme también su trabajo. Él es el verdadero Manuel
Martínez.
He matado a mi madre asfixiándola con una almohada para
conseguir mayor audiencia en mi programa. También he matado a mi hermana. La drogué
y la metí en la bañera donde le corté las venas para que pareciera que había
sido un suicidio provocado por el dolor que la embargaba debido a la pérdida de
nuestra madre.
Hay un sobre amarillo sobre la mesa donde estoy, dentro
están las pruebas sacadas de unas cámaras colocadas en mi casa y en la de mi madre.
Así como la llave de una caja de seguridad de un banco donde guardo los objetos
personales de las chicas que he matado, así como fotos que les saqueé en el
momento de su muerte. También encontrarán mis otras identidades.
Al terminar el silencio que reinaba en la sala pesaba
sobre ellos como una losa. El teléfono no había sonado en todo ese tiempo.
Entonces el hombre, sin mediar palabra, le disparó en la
sien derecha.
A continuación, colocó la pistola en la mano derecha de
Manuel.
El teléfono comenzó a sonar.
Las sirenas de la policía sonaban cada vez más cerca.
El hombre salió del edificio perdiéndose entre las sombras
de la noche.