ESTOY MUERTO
Me estoy pudriendo, siento como los gusanos recorren mi
cuerpo. Esto es una agonía y ellos… ellos no hacen nada, solo me dejan aquí postrado,
poniéndome un gotero tras otro que me dejan adormecido y me hacen ver cosas.
Esta noche me desperté, el olor a muerte era insoportable,
me quise levantar, sentía nauseas, pero mis piernas podridas no se movían.
Agarré una de ellas y un trozo de carne quedó entre mis manos. Entré en pánico.
Grité, pero de mi garganta muerta no salió ningún sonido. Me estoy volviendo
loco…
Estoy tumbado boca arriba, mi mirada se cruza con la
lámpara que cuelga del techo de mi habitación. Tiene seis brazos de bronce con
una bombilla en cada uno. Hay un cuervo posado en uno de ellos haciendo que se
balanceara peligrosamente. Me observa atentamente, sus intenciones no son
buenas, lo sé, espera el momento exacto para abalanzarse sobre mí y picotear mis
ojos podridos.
Me desmayé. O volví a morir. No lo sé. Me despierto. Mi
mujer está a mi lado. Quiere que coma. No entiende que un cadáver no necesita
alimentarse. Tras ella hay un hombre con una bata blanca. Este médico es nuevo.
No lo había visto hasta entonces. Le está hablando de un tal Cotard. No sé
quién es esa persona y tampoco me interesa saberlo. Lo único que realmente me
importa es que me estoy descomponiendo y nadie parece darse cuenta. ¿Soy el
único cuerdo en esta historia?
Esto tiene que ser una maldición… ¡Un momento! Claro, es
una maldición. La maldición salió de la biblioteca de Babel y la llevo conmigo.
Estuve allí hace un par de días, buscando…. No me acuerdo. El cerebro está
podrido, por lo menos en parte. No logro recordarlo. ¿Qué día es hoy? Giro la
cabeza con verdadero esfuerzo hacia la mesilla de noche. Mi móvil. Si pudiera
cogerlo… Intento girarme. Despacio. Consigo ladear mi cuerpo. ¡Oh, no! ¡Un
trozo de carne se ha desprendido de mi espalda! Pero lo consigo. Tengo el móvil
entre mis manos. Hoy es día 9. Claro, ahora todo encaja. Estuve allí el día 7
del mes 7 a las 7 de la tarde. El libro… ya lo recuerdo… lo saqué de allí.
Pero... ¿dónde está? Recuerdo el título… Me duele la cabeza. ¿Cómo era? Si, era
el «EL LIBRO DE LA INMORTALIDAD» No tenía que haberlo traído a casa. Tengo que
devolverlo. Pero.. ¿cómo?
Mi esposa se acerca a mí. Me mira fijamente. ¿Buscabas
esto? Me dice mientras me muestra el libro en cuestión. Intento decirle que lo
devuelva para acabar con esta agonía. Se ríe en mi cara. Tiene algo en la mano.
¡No..! quiero gritarle. Es un mechero. Lo va a quemar. Será el fin, mi fin. Lo
hace mientras su suelta una siniestra carcajada que retumba en mis oídos. El
cuervo se abalanza sobre mí…