mi茅rcoles, 25 de enero de 2023

EL C脫NCLAVE

 


El c贸nclave ha comenzado. Los aspirantes a ser el nuevo pont铆fice residen en la Casa de Santa Marta, una residencia en el propio Vaticano, manteniendo la prohibici贸n de cualquier contacto con el mundo exterior.

Son recluidos en un recinto cerrado, no se les permiten habitaciones individuales ni sirvientes. La comida se les sirve por un ventanuco.

El s茅ptimo d铆a cuando se acercaron a llevarles la raci贸n y nadie se acerc贸 al ventanuco, ni tampoco escucharon voces, ni movimiento alguno dentro de estancia, fue entonces cuando comenzaron a sospechar que algo pasaba. Tras pedir los permisos pertinentes abrieron la puerta.

Boquiabiertos, estupefactos y muertos de miedo se quedaron al ver a aquella joven de unos veinte a帽os, vistiendo un vestido blanco salpicado de sangre que le llegaba hasta los pies descalzos, una larga cabellera negra como la noche m谩s oscura y unos ojos hipn贸ticos grandes y azules que los miraba fijamente mientras esbozaba una sonrisa siniestra. Llevaba un hacha en la mano.

Estaba parada inm贸vil en medio de un gran charco de sangre y rodeada de las cabezas de los aspirantes papales.

Dos hombres de seguridad irrumpieron en el recinto. Comenzaron a dispararle hasta que no qued贸 ninguna bala en sus pistolas.

La joven cay贸 al suelo.

Escucharon unos gemidos. Hab铆a un hombre vivo. El favorito para el puesto.

En ese momento la puerta se cerr贸 con gran estr茅pito tras ellos. Las cortinas se corrieron y las luces se apagaron. Se hizo la oscuridad total.

Comenzaron a gritar asustados. Entonces…

La temperatura comenz贸 a subir. Los hombres comenzaron a sudar copiosamente.

La joven que finge morir para seguir matando se levant贸 bajo la mirada at贸nita de los presentes.

Surgi贸 una llamarada de la nada y de ella apareci贸 un ente, un demonio, que todos reconocieron de inmediato: Sat谩n.

La joven lo mir贸 con ternura mientras le ofrec铆a el hacha.

—Te cedo el honor pap谩, de matar al pr贸ximo papa

 

 

 

 

 


mi茅rcoles, 18 de enero de 2023

HOSPITAL SANT MARIE

 

HOSPITAL PSIQUI脕TRICO

SANT MARIE

 

 

 

 

 

Querido Coronel Marlowich:

 

Le he enviado a lo largo de estos 煤ltimos meses varias misivas de las que no he recibido respuesta. Espero que tal retraso se deba a la guerra que estamos viviendo y que usted, como un hombre de honor que es, est谩 librando en ella en nombre de su pa铆s.

Su querida y apreciada hermana Madeleine ha sufrido una gran reca铆da en los 煤ltimos meses. Su estado an铆mico y f铆sico se han deteriorado considerablemente. Se niega a salir de su habitaci贸n y a tomar tomo alimento s贸lido y l铆quido que le proporcionamos.

Pensamos que tal eventualidad se debe a su ausencia. El lazo fraternal que los une siempre fue r铆gido y s贸lido y su falta ha calado en ella de tal manera que sus ganas de vivir se van mermando cada d铆a que pasa.

Su hermana siempre fue una mujer de car谩cter, dotada de gran carisma y apreciada por los dem谩s pacientes del hospital. El hecho de que no haya salido en semanas de su habitaci贸n ha hecho mella en los 谩nimos de los dem谩s internos. Hemos sufrido varios altercados y reacciones hostiles culp谩ndonos, a m铆 y a todo el personal que trabaja aqu铆, de su situaci贸n.

La noticia de su fallecimiento supuso una gran tragedia para nosotros. Debo confesarle que hemos enterrado tu cuerpo en el cementerio que hay detr谩s del hospital, una noche fr铆a y lluviosa con la presencia de un servidor como director de este hospital, el m茅dico que certific贸 su muerte y una enfermera que hab铆a trabado una gran amistad con su querida hermana.

Ahora nos encontramos en la peor situaci贸n que cualquier persona puede vivir. Encerrados en el s贸tano del hospital nos encontramos todo el personal.

Madeleine no hab铆a muerto. Ha sido la actuaci贸n crucial de uno de los pacientes, Alan Valdomir, un joven m茅dico que, tras una negligencia con un paciente su padre opt贸 por encerrarlo tras estos muros, fue el que observ贸 desde la ventana de su habitaci贸n la comitiva funeraria de tres aquella noche. Cuatro contando con su hermana.

Esper贸 pacientemente a que finalizara el sepelio y a continuaci贸n desenterr贸 lo enterrado. La catalepsia de Madeleine trajo la muerte que nos acecha desde entonces.

No s茅 el tiempo que podremos sobrevivir en este angosto, h煤medo y fr铆o s贸tano, sin comida y bebida salvo por las ratas que viven aqu铆 y el agua f茅tida que discurre entre por el suelo.

Le imploro clemencia si lee esta carta. Necesitamos ayuda urgente.

 

 

 

 SALVADOR CROWN

Director

 

 

 

mi茅rcoles, 11 de enero de 2023

TRAS LA SOMBRA

 

—¿D贸nde est谩 el Pr铆ncipe? –le pregunt贸 un demonio en tono apremiante a un subordinado que acababa de entrar en su despacho.

—Todav铆a no volvi贸 jefe –le dijo con cara de consternaci贸n.

—¿En serio? –respondi贸 el jefe sin poder creer lo que le estaba diciendo – ¿crees que debemos preocuparnos por su tardanza?

A lo que el otro le respondi贸 mientras tomaba asiento frente al jefe.

—Resistir, resistiremos alg煤n tiempo m谩s, pero en los niveles m谩s bajos empiezan a cuestionarse su regreso y estoy m谩s que seguro que est谩n elaborando un plan para hacerse con el control de los niveles superiores. Ya sabe a lo que me refiero…

—Lo s茅, lo s茅 –le dijo el otro moviendo la cabeza preocupado- Ir谩n tomando los niveles convenciendo a su paso a la escoria que los habita hasta crear un ej茅rcito lo suficientemente numeroso para alzarse contra nosotros.

—S铆, jefe, as铆 es –le respondi贸 su subordinado

—Sabemos si ha cambiado de lugar o ¿sigue en el mismo sitio?

—Sigue ah铆, jefe, no sabemos muy bien por qu茅 Satan谩s visit贸 la ciudad de los umbrales.

—¿Quieres que te lo diga? –le espet贸 su jefe que sin esperar respuesta continu贸- Est谩 obsesionado por encontrar la sombra.

—¿La sombra? ¿Qu茅 sombra? –le pregunt贸 asombrado el otro.

—¿Cu谩l va a ser pedazo de carne con patas? –le respondi贸 malhumorado por las pocas luces que ten铆a aquel demonio- La suya.

—No sab铆a que la hab铆a perdido –le dijo el otro pensativo

—As铆 es. Un buen d铆a se larg贸. Seg煤n me cont贸 le dijo que estaba harta de 茅l, m谩s bien de su cambio de actitud, que ya no era tan malo como lo pintaban, se estaba volviendo vago, no dejaba el infierno para nada, todo el d铆a sentado viendo pasar la eternidad en vez de salir al mundo de los vivos y provocar cat谩strofes

—¿De verdad? Eso es injusto, ¿no le parece? 脡l no tiene que salir, para eso estamos nosotros

—Pero hay m谩s amigo m铆o. Escucha atentamente –y se acerc贸 a 茅l como si le fuera a contar un secreto, el subordinado hizo lo mismo y sus cuernos quedaron a pocos cent铆metros los unos de los otros- Le llam贸 gordo y que ella no pod铆a permitirse que la vieran por ah铆 con esos kilos de m谩s.

Estuvieron un rato en silencio mir谩ndose el uno al otro agarr谩ndose el vientre para no re铆rse, pero sin mucho resultado, las carcajadas, sonoras, estridentes y terror铆ficas se escucharon en varios kil贸metros a la redonda, haciendo que un mont贸n de curiosos se acercaran a ver qu茅 pasaba.

—As铆 que su sombra se fue en busca de aventuras y qu茅 mejor lugar que ese, habitado por las almas m谩s oscuras que hay sobre la faz de la tierra –sentenci贸 el jefe.

 


mi茅rcoles, 4 de enero de 2023

TORMENTO

 

Tormento se cans贸 del chantaje.

Cuando se despert贸 la habitaci贸n estaba en penumbra. El despertador que hab铆a sobre su mesilla de noche marcaba las tres de la madrugada. Gir贸 la cabeza hacia el otro lado de la cama, pero el dolor que sinti贸 al hacerlo le arranc贸 un grito lastimero y unas l谩grimas comenzaron a descender por sus mejillas. Opt贸 por alargar su mano izquierda. No le doli贸 al hacerlo. Comprob贸 que ese lado de la cama estaba vac铆o. Mejor as铆, pens贸. Se levant贸 con gran esfuerzo y arrastrando los pies logr贸 llegar al ba帽o.  El espejo situado sobre el lavabo, le devolvi贸 el reflejo de ella misma. No se reconoc铆a. Ten铆a un ojo amoratado, cerrado en su totalidad. La cara hinchada, moretones en el cuello como si alguien hubiese intentando estrangularla. Le faltaba un par de dientes y sospechaba que ten铆a la nariz rota. Aquel rostro que ve铆a en el espejo no era el de ella. No pod铆a serlo. No reconoc铆a a aquella mujer que la estaba mirando.

Le dol铆a todo el cuerpo, pero lo peor no era el dolor f铆sico sino el dolor del alma.  Para el dolor f铆sico que la atormentaba se tom贸 un par de analg茅sicos. El dolor del alma ser铆a m谩s dif铆cil de curar, no hab铆a pastillas para calmarlo.

El ba帽o comenz贸 a girar a su alrededor. Despacio y con gran esfuerzo apoy贸 su espalda en la puerta. Llor贸. Llor贸 como no lo hab铆a hecho nunca. Esta vez su marido se hab铆a lucido de lo lindo.

Grit贸.  Fue grito desgarrador, desesperado, terror铆fico.

No se sinti贸 mejor al hacerlo.

Cerr贸 los ojos.

Escuch贸 una voz. La reconoci贸 al momento. Era la suya. Alz贸 la mirada y se vio. All铆 plantada delante de ella estaba otro yo mir谩ndola fijamente. Hab铆a desaf铆o en sus ojos, determinaci贸n y coraje, algo que hac铆a tiempo que no sent铆a.

- ¡M铆rame! –le inst贸- soy tus emociones. Soy el miedo, el asco, la ansiedad, la culpa, la ira, la tristeza. Ll谩mame tormento. Vengo a ayudarte.

Lo que ocurri贸 a continuaci贸n lo recordaba de forma distorsionada. Recordaba que hab铆a escuchado abrirse la puerta de la calle. Luego unos pasos que conoc铆a muy bien, acerc谩ndose a la cocina. Ella estaba all铆 tras la puerta. No recordaba c贸mo hab铆a llegado. Pero all铆 estaba esper谩ndolo, conteniendo el aliento a cada paso que 茅l daba, para no ser descubierta. Recordaba tener algo en la mano. Un cuchillo.

Su marido entr贸 tambale谩ndose. Hab铆a estado bebiendo.  Fue directo a la nevera. Ella se situ贸 detr谩s de 茅l.

Pronunci贸 su nombre. 脡l se gir贸 sobresaltado. La hac铆a en la cama. No esperaba que estuviera levantada esper谩ndolo. Todo un detalle por su parte, nada mejor que una buena paliza para doblegar a las mujeres, pens贸. Sonre铆a cuando se gir贸. Al hacerlo sinti贸 un dolor punzante y fr铆o en el abdomen. Mir贸 lo que le hab铆a pasado y vio sangre, mucha sangre traspasando su camiseta blanca. Levant贸 la mirada. Ya no sonre铆a. Su mirada rabiosa se clav贸 en la de ella. Ahora era ella la que estaba sonriendo.  Antes de desplomarse agarr贸 con furia a su mujer. Intent贸 pegarle, pero las fuerzas le abandonaron y se desplom贸 sobre el fr铆o suelo de la cocina.

 

 

 

mi茅rcoles, 28 de diciembre de 2022

ELMUNDO SE EXTINGUIRA A LAS 12

 

Se despert贸 sobresaltado. Hab铆a tenido una pesadilla. Se ahogaba, no pod铆a respirar. El terror y el p谩nico m谩s absoluto se hab铆an adue帽ado de 茅l. Entonces…. Abri贸 los ojos. Pero no lograba ver nada. A su alrededor todo era oscuridad. Mirara hacia donde mirara, no hab铆a ni un resquicio de luz que iluminara la penumbra en la que se encontraba. Inhal贸 una bocanada de aire que llen贸 sus pulmones exhal谩ndola despu茅s. Volvi贸 a repetir lo mismo varias veces. El poder respirar era en gran medida un alivio, pero aquella negrura que lo envolv铆a no ayudaba a que pudiera relajarse totalmente.

La sensaci贸n de ahogo volvi贸 con m谩s intensidad a cada segundo que pasaba. Sent铆a que su movilidad estaba bastante reducida. Pod铆a mover los brazos y piernas ligeramente. Ahora bien, si las levantaba se topaba con algo s贸lido que no le permit铆a alzarlas por completo. Tambi茅n intent贸 incorporarse. La primera vez se llev贸 un buen golpe en la cabeza, debido al impacto sent铆a un gran dolor en la cabeza. Se toc贸 el sitio da帽ado y vio que le hab铆a salido un bulto del tama帽o de un huevo de codorniz.  Varias ideas cruzaron su mente. Pero s贸lo pill贸 una al vuelo. La que se repet铆a m谩s veces. Quiz谩 la menos adecuada en su situaci贸n. Pero la que m谩s veracidad pod铆a tener teniendo la situaci贸n en la que se encontraba. Lo hab铆an enterrado vivo. ¿Pero c贸mo era posible sentir dolor y miedo si estaba muerto?

—¿Hola?

Contuvo la respiraci贸n durante un instante. Le pareci贸 que alguien le hablaba. ¿No estaba solo? ¿A cu谩ntos m谩s los hab铆an enterrado con vida a su lado? Tal vez aquella voz estuviera en su cabeza. Tal vez se estaba volviendo loco. Tal vez….

—¿Est谩s bien?

Otra vez aquella voz. No sonaba muy lejos. No a su lado, pero s铆 muy cerca. Decidi贸 responderle.

—Hola…. Estoy bien, o eso creo. ¿D贸nde estoy? –le pregunt贸 con un deje de miedo en su voz.

—Escucha –le respondi贸- imp煤lsate con los pies para subir.

—C贸mo?

—S贸lo tienes que dar un salto y podr茅 verte. Hazme caso s茅 de lo que hablo –le dijo el desconocido.

«Dar un salto, pens贸 David».  ¿Podr铆a hacerlo? Lo intentar铆a. Por intentarlo que no quedara.

Dobl贸 las rodillas y se impuls贸. Al hacerlo sinti贸 como si fuera un cohete propulsado hacia el espacio. Pero su viaje termin贸 en la rama de un 谩rbol.

Sinti贸 como sus pulmones se llenaban de aire puro. La claridad le hizo entornar los ojos. Volvi贸 a escuchar la voz.

—Tranquilo te ir谩s adaptando poco a poco a la luz –le dec铆a- por cierto, me llamo Antonio.

Tard贸 unos minutos en que su visi贸n se adaptara a tanta luz. Cuando lo hizo vio cientos, quiz谩 miles de 谩rboles que se levantaban majestuosos delante de sus ojos formando un inmenso bosque del que no se ve铆a el final. Gir贸 la cabeza en la direcci贸n de donde proven铆a aquella voz desconocida. Vio a un muchacho de unos veinte a帽os vestido con vaqueros rotos y una camiseta negra con el logotipo de una conocida banda de rock. Lo miraba fijamente, sonriendo. Hasta ah铆 todo bien. Pero lo que no encajaba era que aquel muchacho estaba sentado sobre la rama de un 谩rbol. Se asust贸. Pero pronto fue consciente de su situaci贸n. El tambi茅n estaba encaramado en la rama de un 谩rbol. Otro 谩rbol.

Grit贸. Un grito desgarrador sali贸 de lo m谩s profundo de su garganta.

—Tranquilo –le dijo el muchacho en un tono sosegado y amable- no te vas a caer. Est谩s a salvo. Ahora perteneces al 谩rbol.

—Pero… qu茅 est谩s diciendo? ¿Que yo soy un 谩rbol?

—Algo as铆 –le respondi贸.

Aquello era una locura. Estaba so帽ando. No pod铆a ser de otra manera. Aquello era una terrible pesadilla, no le cab铆a la menor duda. Se tocaba y era aire. La nada hab铆a adquirido la forma de su cuerpo. Era un fantasma. Ten铆a que ser eso. Se toc贸 la cabeza. El chich贸n segu铆a all铆. Era de locos.

—Tengo que salir de aqu铆 –le dijo al joven

Intent贸 descender por la rama para llegar al suelo. Estaba muy alto. Era consciente de que si se ca铆a se matar铆a. Pero….

—Si te caes no te matar谩s –le dijo el joven como si le hubiera le铆do el pensamiento- no puedes volver a morir. Las ramas te recoger谩n antes de que caigas al suelo. Todo eso ya lo hice yo. Intent茅 huir como quieres hacerlo t煤 ahora. Puedes intentarlo, eres libre de hacerlo, pero no lo conseguir谩s nunca.

—Entonces… [estar茅 en este 谩rbol para siempre? –le pregunt贸 David asustado y desconcertado.

—Bueno hay una manera de quedar libre.

—Cu谩l? –le pregunt贸 David deseoso de conocer la respuesta para poder ponerla en pr谩ctica cuanto antes.

—La muerte del 谩rbol.

David no pod铆a creer lo que le acababa de decir. El 谩rbol se ten铆a que morir para que quedara libre. Aquello ten铆a que ser una broma. Porque c贸mo podr铆a morirse un 谩rbol. Se le ocurrieron algunas opciones, que lo talaran, un incendio, que lo partiera un rayo, una plaga….

—S铆, colega, un poco dif铆cil pero no imposible –le dijo Antonio al ver la cara de incredulidad de su nuevo vecino.

—Y… ¿C贸mo llegu茅 aqu铆? 

—Eso s铆 que te lo puedo decir. Te has suicidado.

David no entend铆a nada. No recordaba nada. Antonio sigui贸 hablando.

—Cuando te quitas de en medio tu alma es absorbida por un 谩rbol, donde se supone que purgas el pecado de acabar con tu vida. Yo llevo aqu铆 cinco a帽os. Me mat茅 cuando ten铆a veinte. Era un drogadicto. Siempre me met铆a en problemas. Lo perd铆 todo. As铆 que decid铆 desaparecer. Fue f谩cil. Me inyect茅 una dosis letal y cuando despert茅 me encontr茅 en esta mierda de lugar.  Tuve una compa帽era. F铆jate en lo que queda del 谩rbol a mi derecha. Est谩 seco. Creo que le entr贸 una plaga o algo as铆. La t铆a que viv铆a en ah铆 qued贸 libre. Fue ella quien me cont贸 todo esto y a ella se lo cont贸 otra persona y as铆 sucesivamente. La t铆a llevaba aqu铆 veinte a帽os. ¿Te imaginas?  ¡Veinte a帽os! A d贸nde fue. Ni idea colega, pero ya no est谩. Recordar谩s lo que te pas贸 con el tiempo cuando est茅s m谩s tranquilo. Bueno y d贸nde estamos, pues no lo s茅. Podremos estar cerca de casa como al otro lado del mundo. Vete t煤 a saber.

Todo era muy raro. Se hab铆a suicidado. Hab铆a acabado en un 谩rbol del que s贸lo podr铆a salir si se mor铆a. Definitivamente ten铆a que estar so帽ando. Aquello superaba cualquier pel铆cula de terror que hubiera visto.

Antonio hizo un comentario. Luego se recost贸 sobre la rama y cerr贸 los ojos como si fuera a echarse una siesta. David lo agradeci贸. No le ca铆a mal el chaval. Le gustaba no estar solo. Pero ten铆a que pensar detenidamente en todo aquello.

—Qu茅 has dicho? –le pregunt贸

—El mundo se acaba colega, tarde o temprano, es un hecho –le dijo Antonio antes de quedarse dormido.

Todo cobr贸 sentido en ese momento para David. Comenz贸 a recordar.

Se vio con el m贸vil en la mano enviando un mensaje a su grupo de amigos, al grupo de sus compa帽eros de trabajo y al grupo que ten铆a con la familia. El mensaje le vino claro a la mente EL MUNDO SE EXTINGUIRA A LAS 12. Lo envi贸 minutos antes de la hora se帽alada.

Luego…. Una ba帽era, su ba帽era llena de agua caliente. Y sangre, mucha sangre. El agua se hab铆a te帽ido de rojo en pocos minutos. Se hab铆a cortado la yugular. Su mundo explot贸. Se extingui贸.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

mi茅rcoles, 21 de diciembre de 2022

AJUSTE DE CUENTAS

 

Se embriag贸 de maldad porque su sed de venganza estaba sedienta de odio.

Para comenzar a narrar los hechos quiero que conozc谩is (lo que todav铆a no lo hab茅is hecho) y recordad (para los que ya la conoc铆ais) una cita de Charles Baudelaire que dice as铆: «El odio es un borracho al fondo de una taberna, que constantemente renueva su sed con la bebida» y podr铆a jurar, sin perder una parte de mi cuerpo que, en el momento en que a este gran poeta se le ocurri贸 esa frase, estaba viendo a un hombre ante una mesa de madera ajada por el paso de los a帽os y los clientes que en ella hab铆an apoyado sus cansados codos mientras esperaban que le sirvieran una jarra del vino, un hombre escondido entre las sombras queriendo pasar desapercibido para el resto de la clientela que en esos momentos brindaban por la llegada de la Navidad.

Ese hombre m谩s bien corpulento, vest铆a ropas que alguna vez fueron nuevas y que ahora presentaban un aspecto desgastado por el uso y los lavados llegando a perder su color original. Muchos a帽os sin renovar el armario, es lo que tiene vivir en la c谩rcel.

Nadie le prestaba atenci贸n. Solo una cucaracha en busca de alg煤n alimento que llevarse a la boca, paseaba por la mesa con una tranquilidad pasmosa sabiendo que era ignorada por todos incluido aquel hombre.

Si le pregunt谩semos a la susodicha alg煤n aspecto que destacar sobre aquel individuo, no me cabr铆a la menos duda que lo primero de lo que nos hablar铆a ser铆a de su mirada. Una mirada cargada de odio, rencor e ira. Y lo segundo que sus ojos estaban puestos en un hombre que junto a la barra hab铆a invitado a todos los all铆 congregados al mejor whisky que el due帽o de lo local les pudiera ofrecer. Dicho hombre desentonaba con el resto del personal. Vest铆a un traje caro, zapatos relucientes de piel y de su bolsillo hab铆a sacado una cartera repleta de billetes de los grandes, sin temor alguno que alg煤n amigo de lo ajeno quisiera hacerse con ellos, porque aquel hombre era el due帽o del pueblo, todos los all铆 presentes trabajaban para 茅l. Y como bien dec铆an las abuelas en su infinita sabidur铆a «nunca muerdas la mano que te da de comer»

Volvamos al hombre agazapado entre las sombras. El de la mirada de odio que beb铆a solo en un rinc贸n y que al parecer aquella celebraci贸n le tra铆a sin cuidado.

Desde los inicios de los tiempos las rencillas entre hermanos existen. No se olviden de Ca铆n y Abel, tal vez la primera trifulca de este tipo conocida. Pues bien, el hombre amparado por las sombras se llama Jos茅 y es hermano de Juan, el hombre del traje caro y cartera llena.

Hubo un tiempo, cuando todav铆a eran peque帽os, en que se toleraban. Si bien el car谩cter reservado e introspectivo de Jos茅, el peque帽o, siempre fue motivo de burlas por parte de su hermano y sus amigos. Juan siempre consegu铆a el benepl谩cito de su padre para todo, como hermano mayor y el que a la muerte del viejo tomar铆a el mando de la empresa. Eso no molestaba a Jos茅 ni mucho tiempo, al contrario, que su padre no le prestara tanta atenci贸n le gustaba porque le permit铆a hacer lo que m谩s le gustaba, leer y escribir historias de ciencia ficci贸n.

Ni que decir tiene que mientras Jos茅 era un alumno aventajado, Juan era la pesadilla de los profesores por sus numerosas trastadas y malas notas. Pero siendo hijo de quien era al final de curso siempre consegu铆a el aprobado en todas las asignaturas.

El tiempo fue pasando y las rencillas entre ellos iban en aumento. Jos茅 fue a la universidad y Juan se qued贸 en el pueblo junto a su padre en la f谩brica, malgastando el dinero en alcohol y fiestas.

Una noche en que Jos茅 volvi贸 a casa para pasar las navidades, Juan hab铆a bebido demasiado. Jos茅 le quit贸 las llaves del coche y se puso delante del volante. Quer铆an ir a una discoteca de moda al pueblo m谩s pr贸ximo que distaba unos treinta kil贸metros. Por el camino Juan no paraba de insultarlo, de hostigarlo y humillarlo llegando a darles golpes reiterados en los brazos y en la cabeza, incluso m谩s de una vez se hab铆a hecho con el volante haciendo que el coche zigzagueara por la carretera. En una de esas alocadas maniobras perdieron el control. Algo golpe贸 el coche.

D铆as despu茅s Jos茅 se despert贸 en el hospital, hab铆a estado. Hab铆an atropellado a una joven del pueblo. Muri贸 a causa de las heridas en la ambulancia de camino al hospital. Juan que hab铆a salido ileso salvo por algunos rasgu帽os, culp贸 a su hermano del atropello. A Jos茅 le cayeron cinco a帽os de c谩rcel.

Hab铆a salido aquella tarde. Nadie lo sab铆a. Su padre hab铆a muerto hac铆a un a帽o. No ten铆a, salvo a su hermano, a nadie a quien cont谩rselo.

Tras m谩s de tres horas observando el comportamiento de su hermano, entr贸 en acci贸n. Juan hab铆a salido a tomar un poco el aire. Su borrachera era m谩s que evidente. Tambale谩ndose sali贸 por la puerta de atr谩s del bar. Nadie lo acompa帽贸, ni nadie lo echar铆a en falta durante alg煤n tiempo. Seguramente hasta que cerrara el bar y tuviera que abonar la cuenta.

Jos茅 sali贸 tras 茅l. Juan estaba vomitando entre unos cubos de basura. Se acerc贸 a 茅l. Juan lo mir贸. Nada en su comportamiento indic贸 que lo hubiera reconocido. Tal vez la causa podr铆a ser por la espesa barba y el pelo rapado al cero que presentaba el individuo que lo estaba mirando fijamente.

Jos茅 se ofreci贸 a llevarlo a su casa.

Juan rehus贸 en un primer momento, alegando que ten铆a el coche cerca y que no necesitaba ayuda.

Pero al comenzar a caminar y ver que no se ten铆a en pie le lanz贸 las llaves a aquel desconocido, del cual no desconfiaba. Sab铆a el poder que ten铆a en el pueblo y que gozaba del respeto de todos, as铆 que, no ten铆a nada por lo que preocuparse y mucho menos desconfiar.

Jos茅 lo ayud贸 a subir, luego se coloc贸 tras el volante y comenz贸 a conducir.

Juan se qued贸 dormido.

El coche se par贸. Juan abri贸 los ojos. Estaba somnoliento. Se dispuso a bajar. Fue entonces cuando se dio cuenta de que no estaba en su casa, ni siquiera en el pueblo. Estaba en un mirador, alejado de todo y de todos, que conoc铆a muy bien por sus innumerables noches de juerga.

—M铆rame –le inst贸 Jos茅- ¿No me reconoces?

Juan entrecerr贸 los ojos en un intento de centrar la mirada y enfocarlo bien. Todo giraba a su alrededor.

Tard贸 unos minutos en darse cuenta de qui茅n era aquel hombre.

- ¿T煤? –le pregunt贸 at贸nito- ¿No estabas en la c谩rcel?

-He salido esta ma帽ana, dos a帽os antes por buena conducta –le respondi贸.

El silencio cay贸 sobre ellos como una gran losa.

Juan intent贸 coger desprevenido a Jos茅 y se abalanz贸 sobre 茅l llevando sus manos al cuello. Pero su hermano peque帽o fue m谩s r谩pido y lo apart贸 propin谩ndole un golpe en la cara. El otro comenz贸 a sangrar por la nariz rota.

Jos茅 sac贸 el freno de mano y se baj贸 del coche que comenz贸 a descender por el camino de tierra a gran velocidad. Mientras en su interior Juan intentaba abrir la puerta.

No lo consigui贸.

El coche se precipit贸 por el acantilado.

 

 

mi茅rcoles, 14 de diciembre de 2022

UN DEMONIO ME CUIDA

 

—¿De verdad que no me vas a hacer da帽o?

Elisa que pasaba delante de la habitaci贸n de su sobrino, lo escuch贸 hablar.

—¿Est谩s bien cari帽o? –le pregunt贸 mientras abr铆a la puerta

Mario estaba sentado en la cama.

—¿Con qui茅n hablabas? –le pregunt贸 su t铆a.

El ni帽o movi贸 la cabeza de un lado a otro, se meti贸 bajo las mantas y cerr贸 los ojos. Ella le dio un beso de buenas noches y sali贸 de la habitaci贸n.

Elisa se hab铆a hecho cargo del ni帽o, hac铆a un par de meses tras la muerte de su hermana y su cu帽ado. Ten铆a tan solo seis a帽os.

El padre del ni帽o hab铆a llegado un d铆a borracho a casa y hab铆a matado a la mujer. Mario hab铆a sido testigo de la brutal paliza que le hab铆a costado la vida a su madre y tambi茅n hab铆a sido testigo del suicidio de su padre.

No hablaba. Se hab铆a convertido en un ni帽o introvertido, solitario. No ten铆a amigos en el colegio. Las 煤nicas veces que lo hab铆a escuchado hablar era cuando estaba solo, como en aquella ocasi贸n.

Lo hab铆a comentado con su marido y con el pediatra. Llegando a la conclusi贸n de que un amigo invisible le har铆a m谩s bien que mal. As铆 que no le dio mayor importancia ni aquella vez, ni las veces posteriores.

Hasta que un d铆a al entrar a limpiar su habitaci贸n encontr贸 un par de dibujos colgados en la pared.

Cada d铆a hab铆a alguno nuevo.

En todos aparec铆a siempre la misma figura.

Un ente, un demonio terror铆fico, muy alto y extremadamente delgado, provisto de dientes afilados, dedos largos y esquel茅ticos que presentaban unas u帽as en forma de garras.

En los primeros dibujos aparec铆a solo aquel monstruo.

Luego el ni帽o se dibujaba junto a 茅l. De pie unas veces cogidos de la mano, otras sentados en el suelo, jugando con sus coches de carreras o dibujando. En la ba帽era frot谩ndole la espalda con la esponja, en la cocina a帽adi茅ndole leche a su taz贸n de cereales. En la cama junto a 茅l abraz谩ndolo.

En ning煤n dibujo aparec铆a nadie m谩s.

S贸lo ellos dos.

Su t铆a se preocup贸 seriamente al ver aquellos dibujos.

El ni帽o dibuj贸 la bestia que destroz贸 la realidad de lo que hab铆a conocido hasta entonces, sumergi茅ndolo en una nueva.

Un d铆a tras merendar el ni帽o fue a su habitaci贸n a jugar.

Ella esper贸 a que cerrara la puerta. Sigilosamente se coloc贸 tras ella y escuch贸.

Mario hablaba sin parar, sobre el colegio, los compa帽eros de clase, sus profesores….

En un principio s贸lo lo escuchaba a 茅l y algo parecido a un gru帽ido. Hasta que aquellos gru帽idos se convirtieron en palabras.

Reconoci贸 aquella voz.

Sus piernas comenzaron a temblarle de miedo, de terror, de p谩nico. Se sent贸 en el suelo y rompi贸 a llorar.

—Tu t铆a est谩 detr谩s de la puerta –escuch贸 que le dec铆a aquella voz al ni帽o- ¿quieres que me encargue de ella?

—No, pap谩, es buena conmigo. Sigamos jugando.

 

 

 

 

 

 

 

 

MASACRE

  —¿No los hab茅is visto? Gritaba una mujer enloquecida corriendo entre la muchedumbre congregada en la plaza de Haymarket el 1 de mayo, conm...