miércoles, 10 de febrero de 2021

INFIDELIDAD

 


Tras preparar aquella escapada de fin de semana de manera casi milimétrica, para no levantar las sospechas de su mujer, todo se fue al traste. Su cita había cancelado el viaje citando textualmente, "motivos de trabajo" de los cuales no le explicó mucho, salvo que era muy importante. Así que, tras pasar una noche en el hotel solo decidió volver, la mañana del sábado, temprano a casa. Estaba seguro de que su mujer se pondría muy contenta al verlo, además ya tenía una excusa para justificar su regreso a casa antes de lo previsto. Pero las cosas casi nunca suceden como uno espera. Lo había escuchado muchas veces, pero aquel día lo viviría en primera persona.

 Al llegar a su casa, vio un coche en el camino de acceso, lo reconoció de inmediato, era el de su amante. La gran pregunta era ¿Qué demonios hacía allí? Y otra igual de importante ¿por qué estaba allí? Se sintió furioso y asustado. La primera idea que se le cruzó por la cabeza fui la de irse de allí, lo más lejos posible. Pero él no era la clase de persona que huye, él siempre afrontaba sus miedos y sus problemas, aunque aquello sobrepasaba todo lo que había tenido que vivir hasta ahora. Su peor pesadilla se estaba haciendo realidad. Despacio se encaminó hacia la puerta, esperando que en cualquier momento salieran cosas volando en su dirección o su mujer enfurecida abalanzándose sobre él con un cuchillo en la mano, llamándole infiel y cosas peores. No sucedió nada de eso.

Entró en casa, había abierto la puerta con sus propias llaves. Escuchó voces en el salón, reconoció dos de ellas, la de su mujer y la de su amante, pero la tercera no. Escuchaba risas mientras se acercaba. Aquello no tenía ningún sentido, ¿por qué se reían? Llegó hasta el salón, que era de donde provenían las voces, tres cabezas se giraron para mirarle, eran dos mujeres y un hombre. No entendía nada. Se levantaron, no mostraban signos de enfado hacia él. Ella iba tomada de la mano de la otra mujer. Su amante se acercó y lo besó en los labios. Había champán sobre la mesa y cuatro copas. Y una gran tarta de chocolate, su preferida. Lo abrazaban y felicitaban, se había olvidado de que era su cumpleaños. Lo habían dispuesto todo a sus espaldas. No sabía si enfadarse o seguirles la corriente. Optó por lo segundo. Tras unas copas de champán lo hablaron. Él era el único que no había visto lo que pasaba, tal vez porque pensó que ella no lo entendería. Pero ahora, se dio cuenta de que su mujer había pasado por lo mismo que él. Y no tuvieron la fuerza suficiente para hablarlo por no hacerse daño. Se rieron, lloraron y fue la mejor fiesta de cumpleaños de toda su vida. Al final, si los astros te acompañan, incluso las historias de infidelidad, pueden tener un final feliz.


lunes, 8 de febrero de 2021

CARMEN

 



Carmen era una hechicera muy poderosa. Era joven y muy guapa, había nacido con aquel don, que había heredado de su madre y ésta de su abuela y así de generación en generación. La gente del pueblo acudía a ella para que le hiciera conjuros de lo más variopintos, buenas cosechas, curación de animales y personas, de amor, suerte, trabajo. Lo hacía por unas monedas o por algo de comida, cualquier cosa que le dieran a cambio, para ella siempre era bienvenido. La gente la respetaba y temía. Por donde ella pasaba se hacía un gran silencio, nadie se metía con ella, nadie la provocaba. Sabían de su poder, de lo que era capaz de hacer. Un día un apuesto joven se presentó en su casa. En el mismo instante que lo vio, quedó cautivada por sus encantos, era apuesto, con un gran don de palabras y una amabilidad inusual, nunca vista, un caballero de los pies a la cabeza. Ella se enamoró de inmediato. Pero a partir de aquel momento todo cambió en el pueblo. Empezaron a desaparecer niños de sus cunas, el pueblo entero estaba aterrado. Las madres lloraban, rotas de dolor, por sus hijos. Lo que desconocía aquella buena gente era que el oscuro había entrado en la vida de la hechicera. Ella le había vendido su alma a cambio de su amor. Sus hechizos eran ahora de sangre, malvados, para calmar la sed de su amado, que parecía no calmarse nunca. Siempre quería más y más y ella nunca se negaba.

 Una noche el pueblo entero apareció en su casa. Sabían que era la culpable de todo lo malo que ocurría últimamente en el pueblo y querían venganza. Habían preparado una hoguera donde la quemarían. Atada en aquel poste de madera, rodeada de leña, Carmen escuchaba el zurear de las palomas, y deseó ser una de ellas y volar libre, sin ataduras, y lloró por haber sido tan estúpida y hacer daño a las gentes del pueblo que tan bien la habían tratado siempre. Y se arrepintió de todo y su maltratado corazón esperaba que algún día les perdonara. Estaba anocheciendo. Si la gente del pueblo no estuviera tan ocupada en encender la hoguera y su sed de venganza no les hubiera nublado la vista, podrían haber escuchado los gritos de perdón de Carmen, y haber visto entre los árboles del bosque, que les rodeaba, unas figuras blancas.

La leña empezó a arder. El oscuro apareció de la nada, delante de la hoguera, la gente se iba apartando, quedando en círculo en torno a él. Reclamaba lo que era suyo, el alma de la joven que pronto seria consumida por las llamas. Aquellas figuras blancas del bosque comenzaron a caminar hacia la hoguera. Eran muchas, eran las almas de las hechiceras que habían sido quemadas en la hoguera a lo largo de la historia, mujeres y niñas condenadas por actos que no habían cometido, acusadas injustamente de utilizar su magia para hacer el mal. Querían ayudar a Carmen, que su alma pura no cayera en las manos del oscuro. La gente del pueblo no se movió, nadie hablaba, nadie hacia nada, porque nada podían hacer y lo sabían. Aquello estaba fuera de su control. Se fueron acercando, poco a poco, paso a paso, mientras el oscuro, ajeno a lo que estaba aconteciendo, clamaba lo que pensaba que le pertenecía. Llevaban algo entre sus brazos, eran bebés, los bebés que habían sido arrebatados a sus madres, y estaban con vida, aquello era un milagro. Rodearon a aquel demonio que lejos de atemorizarse las retó. No iba a asustarse por unas débiles mujeres. Su orgullo no le hizo ver que estaba solo frente a un ejército de almas en busca de venganza y cada vez eran más y más.

Los niños fueron entregados a sus madres, que los recogieron entre sus brazos entre sollozos y risas. Luego fueron a por él. Lo rodearon. Él notó que su fuerza iba disminuyendo, aquellas almas habían unido su poder, haciéndose muy poderosas. Finalmente, el oscuro se dio cuenta de su desventaja y como llegó desapareció, no sin antes jurar que se vengaría de cada una de ellas. Un juramento en vano, fruto de la presión y un orgullo herido. Apagaron el fuego y desataron el cuerpo sin vida de Carmen. Los habitantes del pueblo prometieron darle una digna sepultura en tierra sagrada. Sus pecados habían expiado. Las mujeres volvieron al bosque, pero ahora una más iba con ellas. Carmen las acompañaría para siempre, al fin era libre.


sábado, 6 de febrero de 2021

NO ENCIENDAS LA LUZ

 



Decidieron hacer un viaje por el interior del país, recorriendo los pueblos, buscando mitos, leyendas e historias que les pudieran contar la gente que vivía en ellos. Ana y Juan eran pareja, trabajaban para una revista especializada en viajes como colaboradores. Tenían un proyecto entre manos, necesitaban recopilar toda la información que pudieran, para llevarlo a cabo, así que un sábado por la mañana se pusieron en camino en la vieja furgoneta que tenían que era un milagro que siguiera funcionando.

El tiempo parecía acompañarlos. La primavera había llegado para quedarse, se plasmaba su presencia en el verde de los campos y en las flores que veían por doquier de todos los colores y tamaños. Los pájaros trinaban con más fuerza que nunca y los árboles frutales estaban floreciendo.

La acogida de las gentes de los pueblos que visitaban, era cálida y acogedora. Y en los tres días que llevaban de viaje ya tenían mucho más material del que habían imaginado cuando emprendieron aquella aventura.

Llevaban anotados en una libreta los pueblos que tenían pensado visitar. Ana la consultó, faltaban sólo tres pueblos. Uno de ellos estaba a pocos kilómetros de donde se encontraban. Se encaminaron hacia allí. A pocos metros del pueblo las cosas empezaron a cambiar. La vegetación cambió de repente, pasando del verde de los prados, a una zona árida, sin vida. No se oía el trinar de los pájaros, ni se apreciaba atisbo de vida alguno. En la entrada del pueblo había un cartel que rezaba: BIENVENIDOS A TALOS, PUEBLO MINERO.

Las casas estaban cubiertas de hiedras venenosas y espinos. El pueblo tenía el aspecto de estar vacío, abandonado, con signos más que visibles de derrumbe y deterioro.

Recorrieron la calle principal, con el corazón sobrecogido.

Las luces de las farolas estaban rotas, los cables de la electricidad arrancados y tirados por el suelo.

Se estaban poniendo nerviosos, aquel sitio les causaba escalofríos, se miraron y sin mediar palabra supieron que tenían que irse de allí lo más rápido posible. Juan pisó a fondo el acelerador de la furgoneta, la imperiosa necesidad de alejarse de aquel lugar era acuciante. Entonces lo vieron. Un hombre, sentado en una silla delante de una casa. Tenía algo entre las manos, pero no podían ver con claridad lo que era desde donde estaban.

Juan paró la furgoneta, dando un frenazo a escasos metros de aquel hombre, que pareció no darse cuenta. Era un anciano, con el cabello largo y la barba blanca y espesa. Entre las manos tenía un cuchillo. Delante de él había una mesa, en ella descansaba una figura de unos veinte centímetros, con la forma de un hombre, Juan vio el parecido que tenía con ella, el hombre en esos momentos tallaba un trozo de madera con la forma de una mujer, sorprendentemente se parecía mucho a Ana.

Se bajaron de la furgoneta y se dirigieron hacia él. El hombre ajeno a todo lo que le rodeaba, ni levantó cabeza para observarlos, sólo cuando ellos le saludaron, el masculló algo entre dientes, parecido a una maldición. Ana y Juan visiblemente nerviosos se acercaron un poco más a aquel hombre, con cautela. Éste, por fin, levantó la mirada y los observó detenidamente, parecía enfadado.

-No deberían estar aquí –les dijo.

-Sentimos mucho molestarle –se disculpó Juan- estamos recorriendo los pueblos del interior del país. Hablamos con la gente y les animamos a que nos cuenten historias relacionadas con ellos, sobre crímenes, fantasmas, todo eso. ¿Le importa que le haga unas preguntas?

El silencio del hombre hizo que Juan pensara que no era una negativa así que se aventuró a seguir preguntándole:

- ¿Qué pasó aquí?, hemos visto que el pueblo está abandonado.

El hombre miró a su alrededor y dijo:

-Está oscureciendo, es mejor que entremos en casa –sentenció.

Ana y Juan lo siguieron al interior de la vivienda. Era sencilla, los muebles se veían viejos y ajados, pero estaba todo muy limpio y ordenado. Los llevó hasta la cocina. Se sentaron en penumbra, aquel hombre no hizo ni el amago de encender una luz. Eso les pareció raro a Ana y a Juan, había una nevera que funcionaba, así que tenía que haber electricidad en aquella casa. ¿Por qué aquel hombre no encendía la luz? Miraron la lámpara que colgaba del techo y vieron que le faltaba la bombilla y pensaron que seguramente sería así en el resto de la casa.

-Pase lo que pase aquí a partir de ahora, no enciendan ninguna luz, si quieren seguir con vida, no se olviden de lo que les acabo de decir.

Ana y Juan se miraron entre ellos sin entender lo que estaba pasando. El hombre les sirvió café, se sentó con ellos y comenzó a hablar.

“Hubo un tiempo en que este pueblo era rico y próspero. Teníamos una mina de carbón que alimentaba a muchas familias. Los hombres trabajaban de sol a sol, pero no les importaba porque aquello significaba que sus hijos y sus mujeres no pasaran hambre. Durante años fueron cavando y cavando metros y metros de profundidad, alguno que otro bromeaba diciendo que a ese ritmo llegarían hasta el mismísimo infierno -soltó una carcajada mostrando una dentadura sucia y negra- Y no se equivocaron en sus predicciones. Un día se encontraron con algo inusual en una mina de carbón, o en cualquier otro sitio, ya puestos. Sus picos y palas se toparon con algo, que, por el ruido que producían parecía de metal, y así fue. Siguieron cavando hasta que se toparon con diez ataúdes enterrados muchos años atrás. Los sacaron al exterior. Estaba anocheciendo. Los pusieron en hilera delante de la mina, para que todo el pueblo pudiera contemplarlos. Iluminaron el lugar poniendo los coches de manera que los faros encendidos arrojaran luz sobre ellos. Entre los curiosos se encontraba una mujer, muy anciana, que vivía en ese pueblo desde mucho tiempo, antes incluso de que vivieran los abuelos de los allí presente. Nunca ocultó sus poderes curativos y de predicción. Todos, sin excepción, la respetábamos y la temíamos. Desde niños habíamos oídos infinidad de historias sobre ella, nada buenas, la verdad, pero si la respetabas, ella hacia lo mismo, pero pobre del que se cruzara en su camino, -el hombre sacudió la cabeza, luego prosiguió- Esa mujer se acercó a los ataúdes allí postrados. Con ayuda de los hombres allí presentes, levantó una de las tapas. Al ver aquel cuerpo, la expresión de su cara se tornó en puro terror. De dentro salió un humo negro que quedó flotando sobre el cadáver. La policía había llegado, intentaban abrirse paso entre la multitud allí congregada. Estaban llegando hasta los ataúdes cuando se escuchó un estruendo, como si una bomba hubiera estallado. La mina explotó, menos mal que ya no quedaba nadie dentro, sino aquello hubiera sido una catástrofe. Pero lo peor estaba por llegar. Las tapas de los ataúdes se abrieron en el momento de la explosión. Humos negros salieron de cada uno de ellos, quedando flotando sobre los cuerpos. El miedo nos dejó petrificados, no nos podíamos mover, aunque quisiéramos, aquel humo negro empezó a tomar forma. La bruja nos gritaba que no los mirásemos a la cara. Pero eso es lo que hacían la mayoría, mirarlos. Yo estaba de espalda a ellos, y no podía ver la cara de esas figuras fantasmagóricas. Entonces ocurrió algo que va más allá de cualquier entendimiento. La gente empezó a quemarse, reduciéndose a cenizas en poco tiempo. Los que pudieron reaccionar ante lo que estaban viendo escaparon despavoridos. Noté que me agarraban de un brazo y tiraban de mí. Yo por aquel entonces era joven y fuerte, pero aquella mano tenía más fuerza que veinte hombres juntos. Miré y era aquella anciana que me arrastraba con ella hacia el bosque. Corrimos como almas que lleva el diablo, no sé cuánto tiempo, pero fue mucho, me dolían los pies y me faltaba el aire. Entonces llegamos a un claro, nos sentamos sobre unos troncos caídos y allí me explicó que era todo aquello. Aquellos cuerpos allí enterrados pertenecían a gente de la peor calaña, asesinos, ladrones y violadores. Estaban bajo una maldición, estarían enterrados en la oscuridad por toda la eternidad junto con sus almas. Lo que habíamos hecho, era quebrantar aquella maldición al desenterrarlos, y al abrir los ataúdes las habíamos liberado. Yo me estremecí. Pero ella continuó hablando obviando el pánico que iba creciendo en mi interior. Al ser seres oscuros, odiaban la luz, al impactar contra ellos la devuelven en forma de calor haciendo que se quemen y queden reducidos a cenizas.

Bebió el café de la taza, mientras en la cocina se había hecho un silencio casi sepulcral. Ana y Juan se miraron sin poder creerse aquella historia. Pero no dijeron nada. Ellos también apuraron su taza. El anciano continuó hablando:

Yo quise volver al pueblo y ver si mi familia seguía con vida. Pero en todas partes había cenizas y más cenizas, no quedaba nadie con vida. Intenté irme, varias veces para ser exactos, pero cuando pongo un pie fuera de los límites del pueblo, siento un calor tan grande que me provoca quemaduras. Se remangó el jersey que llevaba puesto y les mostró unas marcas en la piel, que se veía claramente que eran producidas por el fuego.

Ésta es mi casa, en la que nací y compartía con mis padres y mis hermanos, aprendí a vivir con esos seres, si no hay luz, no hay peligro. Sólo se acercan al anochecer. La luz del sol les hace daño. Ana le preguntó de dónde sacaban la comida, porque no habían visto un solo animal, ni vida alguna desde que habían entrado en el pueblo. Un ruido a sus espaldas los sobresaltó, intentaron levantarse, pero sentían las piernas muy pesadas como si fueran bloques de cemento, empezaron a sentirse mareados y somnolientos. Detrás de ellos apareció una anciana, de una edad indeterminada. Se dieron cuenta de que era aquella bruja que le había salvado la vida a aquel hombre. Portaba un hacha en su mano derecha que descargó sobre el hombre, luego sobre la mujer. La respuesta a la pregunta de Ana había llegado para desgracia de ellos.

 


viernes, 5 de febrero de 2021

MALA NOCHE

 



Acérrimo del equipo de fútbol, el Júpiter. Aquella tarde había partido, la copa estaba en juego. En la puerta del estadio escuchaba el zurear de las palomas mientras esperaba en la cola. Tras la victoria, una alfombra roja se desplegó en el campo. Todos los aclamábamos como si fueran estrellas de cine. Fui a celebrarlo. En la televisión escuché decir que esta noche un cometa surcaría los cielos, mientras intentaba abrir una botella de vino con el sacacorchos. Salí, el rocío empapó mi ropa y allí estaba Carmen, más guapa que nunca. El ocaso nos llevó a mi casa. Me desperté resacoso, desnudo, a mi lado, estaba ella, tapada con gruesas mantas, de pies a cabeza. La destapé. No era Carmen. Me quedé petrificado. En el suelo había un cuchillo con sangre. Estaba degollada. Fui hasta el baño, vi un reflejo tras de mí, un demonio, sonreía, traté de huir, la ventana estaba abierta, sentí cómo el frío me pellizcaba mientras me lanzaba. Grité con todas mis fuerzas, esperando que alguien me oyera, órale.

miércoles, 3 de febrero de 2021

MONSTRUO

 



Órale, nos vemos el lunes, dijo el viernes cuando acabamos nuestra jornada de trabajo. Pero ya no lo volvimos a ver con vida. El día del entierro, su mujer estaba destrozada, todavía no podía creer que su marido estaba muerto y que ya no lo volvería a ver. A pesar de ello, se sentó con nosotros y nos contó lo que la policía le había dicho. El coche de su marido, había perdido el control, saliéndose de la carretera e impactando contra un árbol. Una de las ramas rompió el parabrisas atravesándole el pecho. Logró salir del coche, pero no llegó muy lejos, la pérdida de sangre era tal, que murió a escasos metros, desangrado. Pero ella lo ponía en duda. El accidente se produjo en una recta, con mucha visibilidad, el firme no estaba mojado y era de día. Uno de los sanitarios de la ambulancia, la llamó al día siguiente, mostrándole su versión de manera confidencial. Su marido presentaba zarpazos y mordeduras por todo el cuerpo, como si se hubiera peleado con un animal salvaje. Recalcó que tenía que ser muy grande y con una fuerza descomunal, prácticamente lo había descuartizado. Nos miró y continuó hablando. Corría el rumor, de que un ser infernal rondaba por allí desde hacía un tiempo. Mataba animales, pero... podía ir más allá, decían los más acérrimos.

Días después, otro suceso de las mismas características, alertó todavía más, si cabe, a la gente del pueblo. En este caso se trataba de una pareja que volvía a casa, después de pasar el día en la ciudad. Según contó la mujer a la policía, un ser terrorífico, como salido de la nada, se puso delante del coche. Su marido, preso del pánico perdió el control y se salió de la carretera. La mujer no llegó a perder el conocimiento y pudo ver todo lo que estaba pasando. Relató que aquel ser arrastró a su marido fuera del coche ensañándose con él hasta provocarle la muerte. La joven se pudo esconder entre unos matorrales que había junto a la carretera. Intentó hacer una llamada de emergencia, pero había perdido el móvil durante el impacto. Aquel ser, tras terminar con su marido, fue a por ella, caminaba a cuatro patas y utilizaba el olfato para rastrearla, como si fuera un animal. Estaba a escasos metros de ella, cuando escuchó el ruido de un coche acercándose, eso hizo que aquel monstruo se internara en el bosque, desapareciendo. Aquello le salvó la vida. Hizo una descripción a la policía bastante detallada. Cuando se erguía a dos patas, tenía una altura de unos dos metros. Era muy corpulento. Su espalda presentaba un enorme bulto, que se asemejaba a una joroba. Su cara presentaba unas protuberancias de gran consideración, sobre todo en la parte izquierda de la cara. Tenía un solo ojo, un hocico y la boca era un agujero. No tenía pelo, ni en la cabeza ni en el resto del cuerpo, estaba totalmente desnudo y su piel era blanca, casi translúcida.

Gracias a aquella descripción hecha por la joven, la policía logró identificar a aquel ser y atraparlo. Había nacido en aquel pueblo, hacia unos treinta años, con unas horribles malformaciones. Su madre lo mantuvo escondido toda su vida. Nadie del pueblo conocía de su existencia. Vivían en una casa apartada del pueblo, junto al bosque. La mujer tenía mal carácter y casi no se dejaba ver por los vecinos. La gente empezó a murmurar y a apartarse de ella, tachándola de bruja. Nadie se acercaba a su casa, decían que por las noches escuchaban gritos aterradores, que asustaban a niños y mayores. La mujer falleció y aquel ser, su hijo, salía a cazar para alimentarse. Nunca había visto otro ser humano que no fuera su madre. Tal vez, la falta de comida lo hizo llegar hasta la carretera y atacar a los coches y a la gente que iba en ellos, o tal vez, su ira y su odio eran tal, que le llevaba a matar a todo aquello que se asemejase a su madre.

 


martes, 2 de febrero de 2021

ocaso

 



 

 

 El ocaso, se cernía sobre la playa. Después de toda una vida dedicada a la investigación de otras civilizaciones en el universo, me habían jubilado forzosamente. Decían que me había vuelto loco. Dudaban de mis ideas, de mis descubrimientos y aunque les había mostrado mis pruebas una y otra vez, seguían sin creerme. Me dolía que pusieran en tela de juicio mi salud mental, incluso más que no creyeran los hechos que les mostraba. Pero, ahora allí sentado sobre la arena, viendo aquella magnífica puesta de sol, ni siquiera me importaba que me hubieran tachado de loco. Una nueva vida se presentaba ante mí, una nueva vida llena de nuevos proyectos y un aprendizaje sin fin. Me la habían ofrecido y la había aceptado. Alguien creía en mi, alguien me daba otra oportunidad, alguien todavia estaba interesado en mostrarme la verdad de mis teorías y muchas más que ni habría imaginado en un millón de años. El encuentro sucedería en escasos minutos. Estaba nervioso, lo nuevo nos asusta, pero también nos atrae y llena de esperanza. A lo lejos divisé unas luces en el cielo, supe que eran ellos. Se pararon encima de mi cabeza, sin hacer ruido, como una aparición, casi podía tocar con la mano aquella nave enorme, llena de misterios por descubrir. Era la hora. Me levanté, sacudí la arena de mis ropas y me encaminé hacia la orilla. Un haz de luz me envolvió, me elevé del suelo, flotaba, la gravedad que por tanto tiempo me había atado a la tierra, ya no existía. Me embriagó una sensación de libertad como nunca había sentido. Cerré los ojos y me dejé llevar. No sabía cuál sería mi destino, me daba igual a donde me llevaran, a galaxias lejanas o a otras más cercanas, tal vez a Venus, Marte, Saturno o Júpiter.


domingo, 31 de enero de 2021

YO, TE MALDIGO

 

Había salido a tomar unas copas con la gente de la oficina, para celebrar mi recién estrenado ascenso. La noche transcurrió sin novedad. Allí estaban casi todos mis compañeros, alegres por mi merecido logro, esperado durante muchos años.

Al día siguiente era sábado, no había que trabajar, pero decidí retirarme en una hora que consideré prudencial, porque aquellas copas me habían dejado un poco tocado y tenía un largo trayecto hasta casa, intuía que a esas horas de la madrugada se presentaría tranquilo, sin mucho tráfico por la carretera que conducía a mi casa. Craso error.

Me despedí de cada uno de ellos, con la promesa de volver a vernos en la oficina el lunes por la mañana y salí al aparcamiento del restaurante donde estábamos, en busca de mi coche.

Como ya me había imaginado, el regreso a casa, por lo menos los primeros kilómetros, se presentaron tranquilos, pocos coches circulando por aquella carretera.

Aquello hizo que me relajara y decidí cambiar la emisora de la radio que tenía sintonizada, a una con música variada, para mantenerme despierto y no adormecerme ante el volante. No estaba borracho, pero si algo mareado. No circulaba a gran velocidad, aunque también he de confesar que alguna que otra vez, sobre todo en alguna recta, hundía bastante el pie en el acelerador.

Dejé de mirar la carretera durante unos instantes, mientras cambiaba de emisora, cuando levanté la mirada pude ver una figura cruzaba corriendo, delante del coche, era pequeña, parecía un animal, tal vez un conejo, una comadreja….

No me dio tiempo de frenar y sentí como impactaba en el coche. Frené a escasos metros, nervioso, confuso, mirando por el retrovisor, pude ver que allí postrado en medio de la carretera había un bulto, estaba inmóvil.

Desabroché el cinturón de seguridad que llevaba puesto y me bajé del coche. Las piernas me temblaban a causa del nerviosismo que me embargaba.

Me acerqué despacio hacia aquel bulto en medio de la carretera y comprobé que se trataba de un perro, no muy grande, no entendía mucho de razas de perros, pero creía que se trataba de un cocker de pelaje marrón y blanco. Me arrodillé en el suelo junto a él, mis sospechas se hicieron realidad al comprobar que no respiraba. El atropello había sido mortal.

Lo aparté de la carretera y lo puse en la cuneta, no se me pasó la idea de que su dueño lo pudiera estar buscando, aunque a simple vista se veía que no estaba abandonado, estaba limpio y parecía que lo cepillaban bastante a menudo. Pensé que ya no podía hacer ya nada por él, así que lo aparté, regresé a mi coche y me fui.

Cuando llegué a casa me había olvidado por completo de aquel perro. Me metí en la cama y me quedé dormido casi al instante.

Un par de horas después de haberme dormido noté que la cama se inclinaba levemente hacia un lado, como si alguien se hubiera sentado en ella, estiré mi brazo derecho y comprobé que a mi lado estaba mi mujer, así que no podía ser ella. Me desperté somnoliento pensando que eran imaginaciones mías. Pero allí a un palmo de mi cara, mirándome fijamente, había una anciana, con la cara surcada de miles de arrugas como si se tratara de un mapa de carreteras. Llevaba un pañuelo en la cabeza, era de color negro igual que el resto de sus ropas. Se inclinó hacia a mí y me susurró algo al oído.

“Has matado a mi perro, yo te maldigo”. Y desapareció.

Por la mañana oí gritar a mi mujer, me desperté sobresaltado y quise levantarme para ver qué le pasaba, pero mi cuerpo estaba rígido y no podía moverme. Mis ojos abiertos miraban al techo y a la lámpara que colgada de él. No podía girar la cabeza. Escuché como hablaba por teléfono llamando una ambulancia. Los gritos de mi hija pequeña en el pasillo, se metieron en mi cabeza como si fueran afilados cuchillos.

Gente entrando y saliendo en mi habitación y yo seguía allí postrado sin poder mover siquiera un dedo. Oí lo que los sanitarios le decían a mi esposa, me había dado un infarto mientras dormía, causándome la muerte. Se equivocaban, quise gritarles, sin conseguirlo, claro, de que estaba vivo, que podía escuchar todo lo que decían.

Creo que me desmayé porque cuando volví en mí, sabía que ya no estaba en mi cama, ni en mi habitación y por supuesto no estaba en mi cama. Me habían cerrado los ojos, así que no podía ver donde me encontraba. Oía los llantos de mi mujer, y murmullos a cierta distancia de gente, como si estuviera rezando. Supe con certeza que estaba en la iglesia posiblemente metido en un ataúd. Entré en pánico, me iban a enterrar y no se daban cuenta de que estaba vivo. Quise gritar, llorar, pero seguía sin poder mover ni un ápice de mi cuerpo. Noté sobre mi cara el aliento de alguien que me estaba observando muy de cerca. Si pudiera mover los ojos, aunque fuera un segundo se daría cuenta de que estaba vivo. Pero mis pocas esperanzas de que alguien me salvara, se esfumaron cuando escuché aquella voz que ya la había oído. Era la de aquella anciana, la dueña del perro que había atropellado. Esta vez volvió a susurrarme algo al oído.

“Sentirás como tu cuerpo se va descomponiendo poco a poco, minuto a minuto, hora a hora, día a día, semana tras semana y así durante meses y años. Tu alma permanecerá atrapada en él hasta que te conviertas en polvo, luego podrá emprender su último viaje, libre de esta maldición”.

No sé cuánto tiempo llevo aquí metido, porque no tengo manera de medirlo. Siento nostalgia del sol, del aire, de la lluvia, de la cálida sonrisa de mi mujer, de sus besos, de los abrazos de mi hija, de los pájaros, del amanecer. Nostalgia de la vida, desde la tumba oscura, fría y húmeda donde me encuentro.

 

 

 

 


REBELIÓN

  Era una agradable noche de primavera, el duende Nils, más conocido como el Susurrador de Animales, estaba sentado sobre una gran piedra ob...