- ¡Alfombra roja!, buscad una, ¡r谩pido! -les grit贸 a sus
hombres.
Aquel monstruo, asesino de ni帽os, al cual, llevaban
varios meses buscando, al fin lo hab铆an encontrado. Cuando se dio cuenta de que
lo hab铆an descubierto, sin titubear un segundo, se hab铆a pegado un tiro en la
sien. Pero antes de acabar con su vida,
hab铆a dicho algo. Tal vez, en aquellas palabras, estaba la clave para encontrar
a las v铆ctimas.
-"Bajo el color de la sangre, est谩n los
inocentes".
Estaba anocheciendo. En la casa, las sombras empezaban a
ganar terreno. Encendieron todas y cada una de las luces. Se pusieron a
registrar cada habitaci贸n, moviendo muebles, escudri帽ando cada rinc贸n, en un intento
desesperado por encontrar a aquellos ni帽os.
- ¡Aqu铆 hay una! - grit贸 un polic铆a.
Corrieron hacia donde estaba su compa帽ero y efectivamente
hab铆a una gran alfombra roja que ocupaba gran parte del suelo de aquella
habitaci贸n. Sobre ella descansaba una gran mesa de madera de gran tama帽o. Era
muy pesada y necesitaron la ayuda de los cinco hombres para poder moverla. Levantaron la alfombra.
Encontraron una trampilla. La abrieron. A la luz quedaron
visibles unas escaleras que se perd铆an en la oscuridad. Lo m谩s seguro es que
llevaban hasta el s贸tano. El capit谩n baj贸 primero. Detr谩s de 茅l lo siguieron un
par de hombres. Cada uno llevaba una linterna. Un olor nauseabundo les golpe贸 la cara.
Faltaban un par de pelda帽os para pisar el suelo del s贸tano cuando….
La trampilla se cerr贸 tras ellos con un golpe seco.
Las linternas dejaron de funcionar.
La luz se fue en toda la casa.
Uno de los polic铆as, el que iba m谩s rezagado, se puso
nervioso, perdi贸 el equilibrio y se precipit贸 escaleras abajo llev谩ndose a su
paso a sus compa帽eros con 茅l.
Los polic铆as que hab铆an quedado arriba, al escuchar aquel
estrepitoso ruido, intentaron abrir la trampilla. No lo consiguieron. Llamaron a
gritos a sus compa帽eros, pero no recibieron respuesta.
Pidieron refuerzos por radio.
A lo lejos se empezaron a escuchar el ruido de las
sirenas de los coches patrulla acerc谩ndose a la casa. Procedente del s贸tano los
dos polic铆as escucharon gritos de dolor y p谩nico. Desesperados intentaban abrir
la trampilla. Pero 茅sta no ced铆a. Cuando llegaron los refuerzos, los gritos
cesaron. La trampilla se abri贸 de golpe, como impulsada con una fuerza
descomunal.
Asomaron las cabezas esperando escuchar algo. Nada.
Comenzaron a bajar. Al final de las escaleras hab铆a tres
cuerpos.
Se acercaron, la luz de las linternas les permiti贸 ver un
cuadro dantesco, repulsivo. Aquellos cuerpos semidesnudos estaban a medio
comer. Quienes estuvieran d谩ndose aquel
fest铆n, se escondieron al escucharlos bajar.
Las manos les temblaban visiblemente mientras alumbraban
el lugar. Uno de ellos le se帽al贸 al compa帽ero un punto en la pared del fondo.
Unas figuras peque帽as, con los ojos inyectados en sangre y blancos como la
cera, comenzaron a caminar hacia ellos. Despacio, muy despacio. Eran muchos,
demasiados.
La trampilla se cerr贸 con un golpe seco.
Corrieron escaleras arriba, intentaron abrirla. No lo
consiguieron.
Aquellos seres se acercaban a ellos. Los ten铆an
acorralados. No hab铆a escapatoria posible. Comenzaron a gritar.
Los refuerzos intentaron abrirla. No lo consiguieron.
Unos gritos desgarradores provenientes del s贸tano los pusieron en alerta……
Minutos despu茅s la trampilla se abri贸. Bajaron….