martes, 11 de enero de 2022

BAJO EL COLOR DE LA SANGRE, EST脕N LOS INOCENTES

 

- ¡Alfombra roja!, buscad una, ¡r谩pido! -les grit贸 a sus hombres.

Aquel monstruo, asesino de ni帽os, al cual, llevaban varios meses buscando, al fin lo hab铆an encontrado. Cuando se dio cuenta de que lo hab铆an descubierto, sin titubear un segundo, se hab铆a pegado un tiro en la sien.  Pero antes de acabar con su vida, hab铆a dicho algo. Tal vez, en aquellas palabras, estaba la clave para encontrar a las v铆ctimas.

-"Bajo el color de la sangre, est谩n los inocentes".

Estaba anocheciendo. En la casa, las sombras empezaban a ganar terreno. Encendieron todas y cada una de las luces. Se pusieron a registrar cada habitaci贸n, moviendo muebles, escudri帽ando cada rinc贸n, en un intento desesperado por encontrar a aquellos ni帽os.

- ¡Aqu铆 hay una! - grit贸 un polic铆a.

Corrieron hacia donde estaba su compa帽ero y efectivamente hab铆a una gran alfombra roja que ocupaba gran parte del suelo de aquella habitaci贸n. Sobre ella descansaba una gran mesa de madera de gran tama帽o. Era muy pesada y necesitaron la ayuda de los cinco hombres para poder moverla.  Levantaron la alfombra.

Encontraron una trampilla. La abrieron. A la luz quedaron visibles unas escaleras que se perd铆an en la oscuridad. Lo m谩s seguro es que llevaban hasta el s贸tano. El capit谩n baj贸 primero. Detr谩s de 茅l lo siguieron un par de hombres. Cada uno llevaba una linterna.  Un olor nauseabundo les golpe贸 la cara. Faltaban un par de pelda帽os para pisar el suelo del s贸tano cuando….

La trampilla se cerr贸 tras ellos con un golpe seco.  

Las linternas dejaron de funcionar.

La luz se fue en toda la casa.

Uno de los polic铆as, el que iba m谩s rezagado, se puso nervioso, perdi贸 el equilibrio y se precipit贸 escaleras abajo llev谩ndose a su paso a sus compa帽eros con 茅l.

Los polic铆as que hab铆an quedado arriba, al escuchar aquel estrepitoso ruido, intentaron abrir la trampilla. No lo consiguieron. Llamaron a gritos a sus compa帽eros, pero no recibieron respuesta.

Pidieron refuerzos por radio.

A lo lejos se empezaron a escuchar el ruido de las sirenas de los coches patrulla acerc谩ndose a la casa. Procedente del s贸tano los dos polic铆as escucharon gritos de dolor y p谩nico. Desesperados intentaban abrir la trampilla. Pero 茅sta no ced铆a. Cuando llegaron los refuerzos, los gritos cesaron. La trampilla se abri贸 de golpe, como impulsada con una fuerza descomunal.

Asomaron las cabezas esperando escuchar algo. Nada.

Comenzaron a bajar. Al final de las escaleras hab铆a tres cuerpos.  

Se acercaron, la luz de las linternas les permiti贸 ver un cuadro dantesco, repulsivo. Aquellos cuerpos semidesnudos estaban a medio comer.  Quienes estuvieran d谩ndose aquel fest铆n, se escondieron al escucharlos bajar.

Las manos les temblaban visiblemente mientras alumbraban el lugar. Uno de ellos le se帽al贸 al compa帽ero un punto en la pared del fondo. Unas figuras peque帽as, con los ojos inyectados en sangre y blancos como la cera, comenzaron a caminar hacia ellos. Despacio, muy despacio. Eran muchos, demasiados.

La trampilla se cerr贸 con un golpe seco.

Corrieron escaleras arriba, intentaron abrirla. No lo consiguieron.

Aquellos seres se acercaban a ellos. Los ten铆an acorralados. No hab铆a escapatoria posible. Comenzaron a gritar.

Los refuerzos intentaron abrirla. No lo consiguieron. Unos gritos desgarradores provenientes del s贸tano los pusieron en alerta…… Minutos despu茅s la trampilla se abri贸. Bajaron….

 

 

 

 

 

s谩bado, 8 de enero de 2022

LO IMPOSIBLE

 

Un trineo se deslizaba a una velocidad vertiginosa, por la ladera de la monta帽a.

Un guarda forestal en la cima, lo observaba a trav茅s de unos prism谩ticos.

Tem铆a por la vida de aquel hombre. No pod铆a entender a qu茅 se deb铆a tanta prisa.

Ech贸 un vistazo a su alrededor y entonces lo vio. Una nube oscura y de grandes dimensiones parec铆a perseguirlo.

Su velocidad iba incrementando en proporci贸n a la velocidad que iba adquiriendo el trineo.

Entonces bajo la mirada estupefacta del guarda, sucedi贸 lo imposible.

Algo ins贸lito, macabro, impensable.

Aquella nube empez贸 a escupir peces de su interior. El trineo perdi贸 el control, impactando contra un 谩rbol.

El guarda, visiblemente nervioso, comenz贸 a deslizarse por la ladera, en un intento desesperado por salvar la vida de aquel hombre.

Cuando lleg贸 junto al trineo, el cuerpo del hombre hab铆a sido sepultado por centenares de peces provistos de grandes aletas y de color plateado.

Pidi贸 ayuda por radio. Con voz temblorosa y cargada de miedo trat贸 de explicar lo que hab铆a pasado. Ten铆an que enviar, urgentemente, al servicio de rescate y una ambulancia.

 

 

 

 

 

viernes, 7 de enero de 2022

SED DE VENGANZA

 

Esper贸 a que oscureciera para saltar la verja del cementerio y caminar con paso firme y decidido, hasta aquella tumba, la 煤ltima morada del asesino de su hija. Levant贸 el pico que llevaba en la mano y arremeti贸 contra ella, una y otra vez, hasta que no le quedaron fuerzas para seguir, mientras profer铆a un insulto tras otro. Luego condujo dos horas hasta su casa, en completo silencio.

El pueblo estaba celebrando la noche de Halloween. Las calles estaban abarrotadas de gente disfrazada. Pasaban diez minutos de la media noche. 

Estaba llenando la ba帽era cuando son贸 el timbre. Baj贸 a abrir. En el umbral de la puerta, hab铆a alguien disfrazado. Llevaba un hacha en la mano.

- ¿Truco o trato? –le pregunt贸.

-Lo siento, no tengo nada para darte –se excus贸 ella.

-Mejor –le respondi贸 el hombre, mientras empujaba la puerta y entraba en la casa.

La mujer, asustada, subi贸 las escaleras y se encerr贸 en el cuarto de ba帽o. Escuch贸 pasos acerc谩ndose. Cada vez m谩s y m谩s cerca.

- ¡No te escondas!, ¡no podr谩s escapar! -grit贸 el intruso.

Reconoci贸 esa voz. Pertenec铆a al hombre enterrado en la tumba que hab铆a destrozado.

- ¡Disfrut茅 viendo morir a tu hija, ahora lo har茅 contigo! 

Lanz贸 una carcajada malvada, siniestra, mientras destrozaba la puerta a hachazos.

 

 

mi茅rcoles, 5 de enero de 2022

EL ESCARABAJO

 

Ni en un mill贸n de a帽os, se hubiese imaginado que tendr铆a que ir a buscar a aquella mujer, con fama de bruja, que viv铆a en los confines del bosque, como la 煤ltima esperanza de salvar la vida a su padre.

脡l, el menor de tres hermanos que, a sus diez a帽os, todav铆a se met铆a en la cama de sus padres cuando hab铆a tormenta y que odiaba la naturaleza, el bosque y todo lo relacionado con 茅l, porque eran un avispero de animales y bichos de todo tipo. A todas luces parec铆a el menos indicado para llevar a cabo aquella tarea.

Pero no hab铆a vuelta atr谩s, la decisi贸n estaba tomada. Su madre hac铆a las veces de enfermera, su hermano mayor ten铆a que ir a trabajar y el mediano se encargaba de la casa mientras su padre siguiera enfermo.

Se hab铆a enfadado mucho, pero cuando puso un pie en la calle, aquella ira se evapor贸. Lo que ahora sent铆a, cuando caminaba por calles adoquinadas de aquel pueblo amurallado, era terror en estado puro.

Estaba anocheciendo. Empezaba a llover. Cubri贸 su cabeza con la capucha de su anorak rojo. Sin levantar la mirada del suelo, caminaba con rapidez. Pensando que cuanto antes llegara, antes regresar铆a y aquella pesadilla antes llegar铆a a su fin.

Pas贸 por la tienda de bons谩is. No se fij贸 en el dibujo de una mano que alguien hab铆a pintado en la pared de una casa abandonada. Tampoco prest贸 atenci贸n al escaparate de una librer铆a donde ten铆an expuesta una m谩quina de escribir muy antigua. Ni en los paraguas, de lo m谩s variopintos, que portaban unos turistas. Ni se fij贸 en el suelo cubierto de mosaicos de piedras de colores cuando pas贸 por delante del ayuntamiento. No vio al zorro escondido tras unos cubos de basura.

Camin贸, camin贸 y camin贸 hasta llegar a un sendero que conduc铆a al bosque.

De noche todo era diferente. Escuchaba ruidos que no pod铆a identificar, la oscuridad ganaba terreno. Las sombras hab铆an llegado para quedarse, formando siluetas macabras, distorsionando la realidad.  

Apur贸 todav铆a m谩s el paso. Seg煤n las indicaciones que le hab铆a dado su madre sobre c贸mo encontrar la caba帽a de aquella mujer, no quedaba muy lejos de donde estaba.

El crujido de una rama tras 茅l, lo sobresalt贸. Grit贸 de puro terror. Ahora ya no caminaba, corr铆a como alma que lleva el diablo, rezando en voz baja, a quien le quisiera escuchar, que lo ayudara.

Corri贸 y corri贸 hasta que lleg贸 a un claro y a la morada de la bruja. Hab铆a dejado de llover.

Era una caba帽a de madera, vieja y destartalada. No hab铆a luz en su interior. Se acerc贸 con paso firme. La indecisi贸n no ten铆a cabida. Hab铆a llegado hasta all铆 y ten铆a que terminar lo que hab铆a empezado. Golpe贸 con los nudillos la ajada puerta. Esper贸. Nadie abri贸. No se rindi贸. Rode贸 la casa hasta la parte de atr谩s. Vio un fuego. Sobre 茅l, hab铆a una enorme olla. Sal铆a vapor de su interior. Ni rastro de la mujer.

- ¿Me buscabas, jovencito? Has tardado mucho en llegar. Llevo horas esper谩ndote.

Fue tal el susto que se llev贸 el muchacho al escuchar aquella voz, que el coraz贸n le dio un vuelco en el pecho. Ante 茅l hab铆a una mujer con un aspecto muy diferente al que se hab铆a imaginado. Cuando a uno le dicen que tiene que ir a buscar a una bruja, te imaginas a una anciana, muy mayor, de edad indeterminada, con aspecto desali帽ado, ropas largas, un sombrero de pico y alguna que otra verruga en la cara. Pero ante 茅l hab铆a una muchacha muy hermosa, joven, con una larga melena rubia, alta y delgada. Vest铆a unos vaqueros y un jersey rojo y no ten铆a ninguna verruga en su cara, s贸lo una amplia y bonita sonrisa. Se sonroj贸 al verla.

Lo llev贸 adentro, le pidi贸 que se sentara y le ofreci贸 un refresco. El interior de la caba帽a, nada ten铆a que ver con el aspecto que presentaba por fuera. Estaba todo muy bien cuidado y limpio, era muy amplia y ten铆a muebles modernos y funcionales.

Cuando hubo apurado hasta la 煤ltima gota del vaso, pas贸 a contarle lo que le hab铆a llevado hasta all铆. Ella lo escuch贸 atentamente. Cuando hubo acabado de relatarle lo sucedido, ella se levant贸, cogi贸 un malet铆n negro que descansaba sobre el sof谩 y se pusieron en marcha.

El camino de regreso fue m谩s llevadero. Hablaron durante el trayecto y el muchacho se sent铆a muy a gusto y relajado al lado de aquella joven.

Al llegar a la casa, la llevaron hasta el dormitorio donde el hombre yac铆a en la cama. Estaba p谩lido y ojeroso. Pidi贸 que le trajeran agua caliente y unas toallas limpias y que encendieran la chimenea.

Le coloc贸 sobre el abdomen y la frente las toallas, previamente mojadas en el agua caliente.

Luego extrajo de su malet铆n un frasquito de cristal, dentro hab铆a un l铆quido verde. Ayudada por la esposa, levantaron la cabeza del hombre que descansaba sobre una almohada, luego le dio de beber aquella poci贸n. La bruja comenz贸 a recitar unas palabras en una lengua desconocida para ellos.

Pasados cinco minutos, el hombre empez贸 a toser. Lo ayudaron a ir al ba帽o. En uno de esos accesos de tos expuls贸 un escarabajo negro cuyo tama帽o era inusualmente grande.

R谩pidamente la joven lo agarr贸 y lo lanz贸 al fuego de la chimenea. Escucharon un grito desgarrador cargado de odio y dolor proveniente de las llamas. La bruja les pidi贸 que mantuvieran el fuego encendido durante dos noches y dos d铆as. Tiempo m谩s que suficiente para que aquella vampira, que hab铆a tomado la forma de aquel asqueroso insecto, se consumiera.

La recuperaci贸n del hombre, fue instant谩nea. Con los ojos anegados en l谩grimas le dijo a su mujer que ten铆a hambre. 脡sta fue a prepararle algo de comer. Se acerc贸 a la joven para darle las gracias y preguntarle qu茅 quer铆a como pago.

Ella sonri贸 maliciosamente.

El hombre al mirarla a los ojos pudo, su interior, su esencia, su oscuridad. Aquella visi贸n lo asust贸. Un escalofr铆o recorri贸 su espina dorsal. Fuera cual fuese su petici贸n no podr铆a negarse, estaba ante un ente muy poderoso y carente de alma.

Respondi贸:

-A tu hijo peque帽o.

 

 

 

 

 

lunes, 3 de enero de 2022

¿C脫MO COMENZAR DESDE EL DOLOR?

 


 

¿C贸mo comenzar desde el dolor?

¿C贸mo hacerlo despu茅s de conocer la verdad?

Seguramente esas preguntas y muchas m谩s se le pasaron por la cabeza a aquel muchacho despu茅s de averiguar la verdadera historia de su corta vida.

Pero no nos adelantemos y vayamos al principio.

Ricardo era un joven de quince a帽os. Viv铆a a las afueras de un peque帽o pueblo, en una casa de dos plantas rodeada de un enorme jard铆n.

Desde muy peque帽o estuvo al cuidado de su padre. Ellos dos solos. 脡ste le hab铆a contado que su madre hab铆a fallecido al poco de nacer 茅l. Quedando sumido en una gran depresi贸n por la p茅rdida de su esposa, se volc贸 completamente en el cuidado de su hijo reci茅n nacido.

El padre preocupado desde siempre por la seguridad de su peque帽o, le relataba historias que terminaban en moraleja. Historias sobre no hablar con extra帽os, obedecer a sus padres, hacer sus tareas, aplicarse en los estudios…

El tiempo fue pasando y aquellas historias dieron paso a otras m谩s acordes a su edad. En la era de internet y los peligros que acechaban a los j贸venes eran otros y m谩s oscuros.

Un d铆a el padre se present贸 en su habitaci贸n. El joven estaba ante el ordenador jugando online con otros usuarios.

-Hijo tengo que contarte una historia –le dijo

-Pap谩 –protest贸 el muchacho- ya no tengo cinco a帽os para tus cuentos de miedo.

-Pero 茅ste es real, Ricardo y creo que te vendr铆a bien escucharlo.

A lo que su hijo le respondi贸:

-Pap谩 te advierto que tus historias de terror ya no me dan miedo

-Entonces escucha atentamente –le pidi贸 el padre

“Un joven de tu edad, al igual que t煤, jugaba por internet con otros usuarios. Un d铆a se fij贸 en uno, se hac铆a llamar Inesperado66. Podr铆a haberle pasado desapercibido sino fuera por un detalle a tener en cuenta, siempre estaba conectado, fuera cual fuese la hora del d铆a o de la noche. Era muy bueno, estaba en la posici贸n m谩s alta. Un d铆a comenzaron a chatear. Parec铆a simp谩tico, incluso le hab铆a dicho que era de su misma edad. Hablaban del colegio y de trivialidades del d铆a a d铆a. Le ense帽贸 t茅cnicas del juego y en pocas semanas, hab铆a escalado posiciones situ谩ndose entre los diez mejores. El d铆a de su cumplea帽os aquel jugador le hab铆a obsequiado con una gran cantidad de monedas y vidas extras para el juego. Cosa que le halag贸 mucho y se sinti贸 de alguna manera m谩s cercano a 茅l. Entonces pas贸 algo que en el fondo deseaba que ocurriera, inesperado66 le propuso conocerse, a lo que el chaval no pudo negarse, porque esa idea ya se le hab铆a pasado por la cabeza varias veces. Le dio su direcci贸n.

Sin embargo, aquella noche cuando sus padres llegaron a casa, pens贸 en contarles lo que hab铆a hecho. Se sent铆a mal por haberle dado la direcci贸n a aquel usuario y las advertencias que, una y otra vez, le hac铆an sus padres de no dar datos personales a nadie que hubiera conocido por internet, no se iban de su cabeza. Pero para cuando quiso dec铆rselo a su padre, 茅ste se excus贸 con tener que hacer una llamada importante y que hablar铆an m谩s tarde. Al intentarlo con su madre le pidi贸 que se lo contara luego porque era la hora de la cena y tambi茅n la hora del ba帽o del beb茅. El joven se ofreci贸 a ba帽ar a Ricardo, su hermano peque帽o. Al final fue el 煤nico que lo escuch贸. M谩s tarde decidi贸 irse a la cama sin contarlo, pensando que quiz谩 aquel miedo que le rondaba era infundado.”

-Un momento pap谩 –le interrumpi贸 el muchacho- ¿el beb茅 se llama como yo? Nunca antes hab铆as puesto nombre a los protagonistas de tus historias.

-Quiz谩 porque nunca fueron tan reales como 茅sta, jovencito.

Aquello desconcert贸 al joven. Pero su padre prosigui贸 con su historia zanjando de aquella manera cualquier pregunta al respeto.

“En alg煤n momento de la noche, unos ruidos provenientes de la planta baja de la casa lo despertaron. Parec铆a que alguien hab铆a volcado alg煤n mueble. No se movi贸. Estaba asustado. Agarrando las s谩banas con fuerza, se mantuvo en alerta a la espera de nuevos ruidos. Pero esta vez fueron pasos lo que escuch贸. Pasos subiendo las escaleras. Pasos acerc谩ndose y el crujido de la puerta de la habitaci贸n de sus padres al abrirse. Se tap贸 la cabeza con las mantas a modo de escudo.

Durante un rato, rein贸 el silencio. En la cama de al lado dorm铆a su hermano Ricardo. Aquellos ruidos no lo hab铆an despertado.

Entonces escuch贸 pasos que se acercaban a su habitaci贸n. La puerta comenz贸 a abrirse lentamente con un chirrido ensordecedor que no recordaba que hiciera hasta ese momento.

En el umbral apareci贸 un hombre vestido de negro, era muy alto y sus ropas estaban cubiertas de sangre. Llevaba algo entre las manos que arroj贸 sobre la cama del joven. Eran las cabezas de sus padres.

-Hola querido amigo. –le salud贸.

El muchacho reconoci贸 a aquel hombre como su amigo de internet.

Presa del p谩nico se levant贸 de la cama de un salto y fue hasta la de su hermano. Lo cogi贸 en brazos y lo abraz贸 con todas sus fuerzas. El beb茅 comenz贸 a llorar.

El hombre se acerc贸 a ellos. Llevaba un cuchillo ensangrentado en la mano y lo bland铆a amenazadoramente hacia ellos. El joven le grit贸 que los dejaran en paz. El asesino de sus padres le arrebat贸 al beb茅 de sus brazos y luego le clav贸 el cuchillo en el abdomen.

Ricardo dej贸 de llorar. Miraba al hombre detenidamente mientras intentaba agarrarle la barba con sus peque帽as manos. El hombre tambi茅n lo mir贸 y entonces el beb茅 le sonri贸. En aquel momento supo que no podr铆a matar a ese ni帽o, supo que criar铆a aquel beb茅 como si fuera suyo.

El padre termin贸 el relato bajo una mirada cargada de dolor, terror y desconcierto por parte de su hijo Ricardo.

No hizo falta hablar, Ricardo comprendi贸 que todas aquellas historias de terror que, noche tras noche, le contaba su padre eran reales.

Se dio cuenta de que aquel beb茅 era 茅l.

Supo que aquel hombre, no era su verdadero padre y que su madre no hab铆a muerto al nacer 茅l. 脡l la hab铆a asesinado.

Supo que aquel hombre, era un asesino serial.

 

 

 

 

 

domingo, 2 de enero de 2022

SI ENTRAS, NO SALES

 

 

 

Era una c谩lida tarde de verano, cuando los vecinos de aquel peque帽o pueblo, vieron pasar una ranchera verde. Al llegar a una gran casa pintada de blanco, situada a las afueras, se detuvieron. Hab铆an llegado.

Del coche se apearon un hombre, una mujer y una adolescente. La muchacha con el ce帽o fruncido y semblante malhumorado, se plant贸 delante de la casa mir谩ndola de manera inquisitoria dispuesta a protestar por su aspecto. Pero no pudo hacerlo. Era m谩s bonita de lo que jam谩s se hubiera imaginado. Ten铆a dos plantas y hasta donde sus ojos pod铆an ver, un gran jard铆n en la parte trasera.

-Espera a ver su interior y la piscina –le susurr贸 su padre al o铆do, mientras cargaba con dos grandes cajas.

Su madre le pidi贸 que llevara sus maletas y procedieron a la apertura de la puerta principal. El padre, introdujo la llave en la cerradura. Al abrirla, hizo una ceremoniosa reverencia invit谩ndolas a entrar en su nuevo hogar.

Tanto la madre como la hija no pudieron menos que re铆rse. Carol hab铆a dejado atr谩s su enfado dando paso a la curiosidad propia de una chica de su edad, por ver c贸mo era por dentro.

La joven, comenz贸 a recorrer la planta de abajo. Y lo que vio le gust贸. La cocina era enorme. Ten铆a una puerta que daba al jard铆n desde la cual pod铆a ver una enorme piscina. Intent贸 abrirla, pero estaba cerrada.

Encamin贸 sus pasos hacia el sal贸n, de un tama帽o considerable. En una de las paredes hab铆a una gran chimenea que le rob贸 una sonrisa. Los muebles eran nuevos y funcionales, pero hab铆a algo que le llam贸 la atenci贸n. En las paredes, hab铆a retratos de familias enmarcados. En uno se ve铆a a una joven con un beb茅 en brazos. En otra, a un matrimonio de mediana edad con cinco ni帽os, tres ni帽as y dos ni帽os. Otra, mostraba a dos ancianos, un hombre y una mujer y en las otras dos, se ve铆a una pareja con una ni帽a de unos ocho a帽os, en una y la otra estaba vac铆a. Todos sonre铆an. A Carol le dio la impresi贸n que sus ojos se mov铆an para mirarla al pasar. Un escalofr铆o le recorri贸 el cuerpo.

Le quiso preguntar a su padre si sab铆a algo de aquello, pero prefiri贸 dejarlo para m谩s tarde y de paso sugerirle quitarlos de all铆. Tanto 茅l como su madre estaban muy atareados descargando cajas y bolsas del coche.

Al cabo de un rato, cuando por fin hubieron metido todo dentro, Carol ya hab铆a recorrido la parte de arriba y se hab铆a enamorado completamente de su habitaci贸n. Era enorme, muy soleada y daba al jard铆n trasero. Escuch贸 risas en la cocina. Baj贸 a ayudarles.

La tarde estaba cayendo y las primeras sombras de la noche ganaban terreno, a pasos agigantados, a la luz del sol. Decidieron hacer un descanso y comer algo.

Fue entonces cuando la joven le coment贸 a su padre que la puerta que daba al jard铆n estaba cerrada con llave. El hombre prob贸 cada una de las llaves que le hab铆a dado la inmobiliaria, pero ninguna abr铆a aquella puerta. Marc贸 el n煤mero de la joven que le hab铆a vendido la casa, pero el m贸vil no daba se帽al. No le dio mucha importancia y decidi贸 que por la ma帽ana se acercar铆a hasta all铆.

Pero la joven de la inmobiliaria se hab铆a dado cuenta de que no le hab铆a dado todas las llaves, en la oficina estaban la que daba al jard铆n trasero y la del s贸tano. As铆 que antes de irse a su casa decidi贸 pasarse por all铆 puesto que le quedaba de camino.

Mientras tanto en la casa se vieron que los problemas empezaban a mostrar su cara m谩s siniestra. No hab铆a electricidad. Encontraron una linterna que funcionaba, en uno de los cajones de la cocina y el hombre se encamin贸 hacia el s贸tano donde estaba el cuadro de la luz. Pero su sorpresa fue may煤scula cuando al ir a abrir la puerta se dio cuenta de que estaba cerrada con llave y 茅l no la ten铆a. Intent贸 volver a llamar a la inmobiliaria, pero segu铆a sin dar se帽al. Pens贸 en coger el coche e ir hacia all铆, pero era muy tarde y lo m谩s seguro es que hubieran cerrado. No se equivoc贸.

Decidieron que aquello no le iba a arruinar su primera noche en su nuevo hogar. Rebuscando por los cajones encontraron unas cuantas velas y se dispusieron a cenar amparados por su luz. Se acostar铆an temprano y al d铆a siguiente solucionar铆an el problema de la luz y de las llaves.

La joven de la inmobiliaria enfil贸 el coche por el sendero de grava, que daba a la casa. Estaba muy oscuro dentro. Pens贸 que tal vez hubieran retrasado su llegada hasta el d铆a siguiente. Pero vio las siluetas de una joven con un beb茅 en brazos en el sal贸n. Al ir acerc谩ndose escuch贸 m煤sica y pudo vislumbrar a una pareja de ancianos bailando. Le pareci贸 bastante extra帽o todo aquello. Por lo que le hab铆a contado el hombre al que le hab铆a vendido la casa, all铆 iban a vivir 茅l, su esposa y su hija adolescente. En ning煤n momento le habl贸 ni de un beb茅 ni de unos ancianos.

Se ape贸 del coche y se dirigi贸 a la puerta de la entrada. Timbr贸.

Dentro de la casa, poco antes de que sonara el timbre, el equipo de m煤sica que hab铆a en el sal贸n comenz贸 a sonar, dejando escapar las notas armoniosas de un vals. Aquello los dej贸 petrificados.  El padre se levant贸 y accion贸 el interruptor de la cocina, donde estaban, que no arroj贸 luz en la estancia. Linterna en mano fue hasta el sal贸n seguido de su mujer y su hija que por nada del mundo quer铆an quedarse solas en la cocina, estaban muy asustadas.

La m煤sica ces贸 cuando se escuch贸 el timbre. Estaban en el umbral de la puerta del sal贸n cuando aquello sucedi贸. Un peque帽o grito sali贸 de sus gargantas provocado por el susto que les caus贸 el timbrazo.

Lo primero que se les pas贸 por la cabeza es que eran los de la inmobiliaria y que les iban a solucionar los problemas de la luz. El padre se dirigi贸 hacia la puerta de la entrada dispuesto a abrirla, pero…. no pudo. Ten铆a la llave puesta, pero por m谩s que lo intentaba no lograba hacerla girar. Grit贸 al que estuviera al otro lado de la puerta. Pero nadie le respondi贸. Escuch贸 pasos que iban en direcci贸n al garaje. Corri贸 hacia la ventana para abrirla. No lo consigui贸. La temperatura en la casa hab铆a bajado considerablemente. Pero lo peor no era el fr铆o que sent铆an, sino la sensaci贸n de estaban siendo observados.

Fuera la joven timbr贸 un par de veces m谩s al ver que nadie acud铆a a abrir la puerta. La m煤sica hab铆a cesado.  Se acerc贸 a las ventanas por si ve铆a a los ancianos o a la mujer con el beb茅, pero parec铆a que la casa estaba vac铆a. No sab铆a qu茅 hacer. Fue hasta su coche y cogi贸 su m贸vil. Llam贸 al hombre que hab铆a comprado la casa, pero no daba se帽al. Fue hasta el garaje. Hab铆a un coche all铆. Una ranchera verde. Aquello s贸lo pod铆a significar una cosa: hab铆an llegado ese d铆a.

Volvi贸 a timbrar. Nada. Entonces una idea acudi贸 a su cabeza. Hab铆an salido a cenar al pueblo. No pod铆a haber otra explicaci贸n. Sonri贸 con alivio. Se hab铆a puesto nerviosa por nada. Se subi贸 al coche con la idea de volver al d铆a siguiente por la ma帽ana.

As铆 lo hizo. De camino al trabajo par贸 en la casa.

Se dio cuenta de que algo no iba bien a medida que se iba acercando con el coche.

Las luces de toda la casa estaban encendidas. La puerta de la casa estaba abierta de par en par. Asom贸 la cabeza mientras lanzaba una pregunta al aire: ¿hay alguien? Nadie respondi贸

Vio cajas vac铆as y otras a medio vaciar esparcidas por toda la planta baja.

Fue hasta el sal贸n. Lo recorri贸 con la mirada y algo le llam贸 la atenci贸n. Los cuadros se hab铆an ca铆do. El suelo estaba cubierto de cristales. S贸lo quedaba uno colgado en la pared. Se acerc贸. En 茅l se ve铆a a un hombre, una mujer y una adolescente. Reconoci贸 al hombre. Era el nuevo propietario de la casa.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

martes, 28 de diciembre de 2021

PASOS

 

 Cuando aquella ma帽ana, el despertador que descansaba sobre su mesilla de noche son贸, se levant贸 como cada d铆a, para ir a trabajar. El camino al trabajo siempre lo hac铆a a pie, apenas distaba unos veinte minutos de su casa. Al ser tan temprano, s贸lo se cruzaba con dos o tres personas por la calle, siempre las mismas, somnolientas y apretando el paso para no llegar tarde.

Llevaba poco menos de la mitad del camino recorrido cuando se percat贸 de que no estaba solo, alguien caminaba tras 茅l, muy cerca, demasiado para su gusto. Por su manera de andar y por el ruido que hac铆an aquellos pasos, dedujo que se trataba de un hombre. En un principio no le dio mayor importancia y sigui贸 su camino. El sonido de aquellos pasos lo acompa帽aron hasta llegar a un cruce. Se par贸 esperando que el sem谩foro cambiara de color. La incertidumbre lo estaba matando. Se mor铆a por saber qui茅n caminaba tras 茅l. Su imaginaci贸n hab铆a echado a volar, mostr谩ndole un abanico inmenso de posibles identidades, cada cual m谩s aterradora, de aquel individuo. Incluso se vio en las noticias de la noche como la 煤ltima v铆ctima de un asesino serial.  Con cierto disimulo, gir贸 la cabeza para ver de quien se trataba. Pero se llev贸 una gran sorpresa al comprobar que tras 茅l no hab铆a nadie. Estaba solo en la calle. Cuando la luz del sem谩foro se puso verde, el hombre cruz贸. Al llegar al otro lado algo hab铆a cambiado en 茅l. Era su semblante. Estaba p谩lido como la cera. En 茅l se ve铆a reflejado el p谩nico que lo invad铆a. Estuvo un rato parado en la acera tratando de aclarar sus pensamientos. Aquella situaci贸n en la que se ve铆a inmerso, no le gustaba. Le causaban angustia y mucho miedo. Aquellos pasos eran reales. Los hab铆a escuchado claramente. No estaba loco. No se imaginaba cosas. Los hab铆a o铆do. Estaba seguro. Entonces… ¿c贸mo pod铆a explicar que no hubiera nadie caminando tras 茅l?, es m谩s, ¿c贸mo pod铆a explicar que no hubiera nadie en toda la calle? Aquel pensamiento, aquella pregunta sin una aparente respuesta, que se repet铆a en su cabeza una y otra vez, no hac铆a m谩s que incrementar el miedo que sent铆a. Un golpe de aire, salido de la nada, hizo que sus cabellos se alborotaran y movieran su abrigo, cesando tan r谩pido como hab铆a comenzado.

Sigui贸 caminando intentando mantener la compostura. Sus pasos se hicieron m谩s r谩pidos y algo torpes, provocados por el nerviosismo que le embargaba. Su coraz贸n lat铆a desbocado en su pecho, provoc谩ndole un dolor intenso. Los apenas diez minutos que distaban de su trabajo los hizo casi corriendo. No dejaba de escuchar aquellos malditos pasos a sus espaldas cada vez m谩s y m谩s cerca.

Su mente intentando aferrarse con fuerza a su lado racional buscaba explicaciones coherentes para aquello.

Se par贸 en seco. Su respiraci贸n era entrecortada. Estaba sudando. Gotas de sudor resbalaban por su frente. Las limpi贸 con el dorso de la mano en un acto reflejo. Respir贸 hondo e hizo acopio de todo el valor que pudo reunir y se dio la vuelta, otra vez.

No hab铆a nadie. La calle estaba vac铆a.

Ech贸 a correr como alma que lleva el diablo, los apenas cinco minutos que distaban de la f谩brica. Cuando lleg贸 a la puerta met谩lica que separaba la calle del edificio la abri贸 de un tir贸n, entr贸 y la cerr贸 r谩pidamente tras de s铆. Se apoy贸 en ella para tomar aliento. Pero antes de que se cerrara completamente, se col贸 un soplo de aire, envolvi茅ndolo con su g茅lido manto. Un escalofr铆o recorri贸 todo su cuerpo. Sent铆a una presencia a su lado. Pod铆a jurar que no estaba solo. Se estaba volviendo loco.

Un enorme cansancio se apoder贸 de 茅l. Arrastrando los pies lleg贸 hasta su despacho. Se dej贸 caer en el sill贸n.  La dol铆a la cabeza. La apoy贸 sobre la mesa y cerr贸 los ojos esperando que el dolor cesara.

Poco despu茅s, cuando entr贸 su secretaria, lo encontr贸 sin vida.

 

REBELI脫N

  Era una agradable noche de primavera, el duende Nils, m谩s conocido como el Susurrador de Animales, estaba sentado sobre una gran piedra ob...