¿Cómo comenzar desde el dolor?
¿Cómo hacerlo después de conocer la verdad?
Seguramente esas preguntas y muchas más se le pasaron por
la cabeza a aquel muchacho después de averiguar la verdadera historia de su corta
vida.
Pero no nos adelantemos y vayamos al principio.
Ricardo era un joven de quince años. Vivía a las afueras
de un pequeño pueblo, en una casa de dos plantas rodeada de un enorme jardín.
Desde muy pequeño estuvo al cuidado de su padre. Ellos
dos solos. Éste le había contado que su madre había fallecido al poco de nacer
él. Quedando sumido en una gran depresión por la pérdida de su esposa, se volcó
completamente en el cuidado de su hijo recién nacido.
El padre preocupado desde siempre por la seguridad de su
pequeño, le relataba historias que terminaban en moraleja. Historias sobre no
hablar con extraños, obedecer a sus padres, hacer sus tareas, aplicarse en los
estudios…
El tiempo fue pasando y aquellas historias dieron paso a
otras más acordes a su edad. En la era de internet y los peligros que acechaban
a los jóvenes eran otros y más oscuros.
Un día el padre se presentó en su habitación. El joven
estaba ante el ordenador jugando online con otros usuarios.
-Hijo tengo que contarte una historia –le dijo
-Papá –protestó el muchacho- ya no tengo cinco años para
tus cuentos de miedo.
-Pero éste es real, Ricardo y creo que te vendría bien
escucharlo.
A lo que su hijo le respondió:
-Papá te advierto que tus historias de terror ya no me
dan miedo
-Entonces escucha atentamente –le pidió el padre
“Un joven de tu edad, al igual que tú, jugaba por internet
con otros usuarios. Un día se fijó en uno, se hacía llamar Inesperado66. Podría haberle pasado desapercibido sino fuera por un
detalle a tener en cuenta, siempre estaba conectado, fuera cual fuese la hora
del día o de la noche. Era muy bueno, estaba en la posición más alta. Un día
comenzaron a chatear. Parecía simpático, incluso le había dicho que era de su
misma edad. Hablaban del colegio y de trivialidades del día a día. Le enseñó
técnicas del juego y en pocas semanas, había escalado posiciones situándose
entre los diez mejores. El día de su cumpleaños aquel jugador le había
obsequiado con una gran cantidad de monedas y vidas extras para el juego. Cosa
que le halagó mucho y se sintió de alguna manera más cercano a él. Entonces
pasó algo que en el fondo deseaba que ocurriera, inesperado66 le propuso conocerse,
a lo que el chaval no pudo negarse, porque esa idea ya se le había pasado por
la cabeza varias veces. Le dio su dirección.
Sin embargo, aquella noche cuando sus padres llegaron a
casa, pensó en contarles lo que había hecho. Se sentía mal por haberle dado la
dirección a aquel usuario y las advertencias que, una y otra vez, le hacían sus
padres de no dar datos personales a nadie que hubiera conocido por internet, no
se iban de su cabeza. Pero para cuando quiso decírselo a su padre, éste se
excusó con tener que hacer una llamada importante y que hablarían más tarde. Al
intentarlo con su madre le pidió que se lo contara luego porque era la hora de
la cena y también la hora del baño del bebé. El joven se ofreció a bañar a
Ricardo, su hermano pequeño. Al final fue el único que lo escuchó. Más tarde
decidió irse a la cama sin contarlo, pensando que quizá aquel miedo que le
rondaba era infundado.”
-Un momento papá –le interrumpió el muchacho- ¿el bebé se
llama como yo? Nunca antes habías puesto nombre a los protagonistas de tus
historias.
-Quizá porque nunca fueron tan reales como ésta,
jovencito.
Aquello desconcertó al joven. Pero su padre prosiguió con
su historia zanjando de aquella manera cualquier pregunta al respeto.
“En algún momento de la noche, unos ruidos provenientes
de la planta baja de la casa lo despertaron. Parecía que alguien había volcado
algún mueble. No se movió. Estaba asustado. Agarrando las sábanas con fuerza,
se mantuvo en alerta a la espera de nuevos ruidos. Pero esta vez fueron pasos
lo que escuchó. Pasos subiendo las escaleras. Pasos acercándose y el crujido de
la puerta de la habitación de sus padres al abrirse. Se tapó la cabeza con las
mantas a modo de escudo.
Durante un rato, reinó el silencio. En la cama de al lado
dormía su hermano Ricardo. Aquellos ruidos no lo habían despertado.
Entonces escuchó pasos que se acercaban a su habitación.
La puerta comenzó a abrirse lentamente con un chirrido ensordecedor que no
recordaba que hiciera hasta ese momento.
En el umbral apareció un hombre vestido de negro, era muy
alto y sus ropas estaban cubiertas de sangre. Llevaba algo entre las manos que
arrojó sobre la cama del joven. Eran las cabezas de sus padres.
-Hola querido amigo. –le saludó.
El muchacho reconoció a aquel hombre como su amigo de
internet.
Presa del pánico se levantó de la cama de un salto y fue
hasta la de su hermano. Lo cogió en brazos y lo abrazó con todas sus fuerzas.
El bebé comenzó a llorar.
El hombre se acercó a ellos. Llevaba un cuchillo
ensangrentado en la mano y lo blandía amenazadoramente hacia ellos. El joven le
gritó que los dejaran en paz. El asesino de sus padres le arrebató al bebé de
sus brazos y luego le clavó el cuchillo en el abdomen.
Ricardo dejó de llorar. Miraba al hombre detenidamente
mientras intentaba agarrarle la barba con sus pequeñas manos. El hombre también
lo miró y entonces el bebé le sonrió. En aquel momento supo que no podría matar
a ese niño, supo que criaría aquel bebé como si fuera suyo.
El padre terminó el relato bajo una mirada cargada de
dolor, terror y desconcierto por parte de su hijo Ricardo.
No hizo falta hablar, Ricardo comprendió que todas
aquellas historias de terror que, noche tras noche, le contaba su padre eran
reales.
Se dio cuenta de que aquel bebé era él.
Supo que aquel hombre, no era su verdadero padre y que su
madre no había muerto al nacer él. Él la había asesinado.
Supo que aquel hombre, era un asesino serial.