martes, 5 de enero de 2021

MINIATURAS

 



          La luna brillaba esplendorosa en aquella noche invernal. Los dos se miraron, preguntándose qué hacer ante el panorama que se les presentaba.

          Frente a ellos estaban aquellas criaturas de las que tanto habían oído hablar las últimas horas. En un principio pensaban que la gente del pueblo estaba alucinando, una alucinación colectiva, pero ahora no lo podían poner en dura, los tenían enfrente y no venían cargados de buenas intenciones.

                - ¿Qué son estas cosas Juan? –le preguntó David a su compañero mientras iba caminando hacia atrás con una cara entre alucinación y miedo.

                 -No lo sé tío, pero mírales la cara –le respondió- la llevan pintada como si fueran unos malditos indios, y los dientes, ¿te has fijado? Están super afilados parecen agujas. Esto no me gusta nada, chaval.

          Frente a ellos había muchas figuras en miniatura, todos parecían tener vida propia, se movían de un lado para otro y portaban armas entre sus armas. Uno llevaba un cuchillo, otro una pistola, los había que portaban flechas, aquello era una locura. No hablaban, pero emitían extraños sonidos, seguro que era la manera de comunicarse entre ellos. Y no eran uno ni dos, había cientos, por no decir miles, era muy difícil contarlos, aunque ellos eran gigantes a su lado, estaban demasiado mezclados entre ellos y no perder la cuenta.

          Todo había empezado hacia menos de veinticuatro horas, cuando unos chiquillos habían ido al viejo establo abandonado a las afueras de la ciudad. A jugar habían dicho, pero vete tú a saber que iban a hacer una docena de chavales en un establo abandonado, nada bueno seguro.

          En comisaría confesaron que habían matado unas cuantas ratas, uno llevaba una escopeta de balines que le había cogido prestado a su padre, pero la cosa no tenía que ir a más hasta que uno de ellos sintió un dolor muy agudo en el tobillo, en un principio pensó que le había picado un bicho, pero cuando bajó la mirada vio a un hombrecillo minúsculo portando un cuchillo y que se lo clavaba repetidamente. Empezó a gritar cual poseso, dando la voz de alarma a sus amigos. Estos que en un principio no le creyeron, y se riendo de él, comprobaron la verdad en sus propias carnes, cientos de esos minúsculos seres se abalanzaron sobre ellos, mordiéndoles y hasta les llegaron a clavar alguna que otra flecha que, aunque minúscula hacían daño cuando eran muchas.

           La policía, algo reticente, sin dar mucho crédito a lo que los chavales les habían contado, pensaban que se habían pasado con el alcohol o habían fumado algo más que tabaco, fueron hasta allí de todas formas. No tenían nada mejor que hacer, aquel era un pueblo muy tranquilo y casi nunca sucedía nada que fuera mínimamente interesante.

          Cuando llegaron, salvo unas cuantas ratas muertas y otras no tanto, no encontraron nada más en aquel establo abandonado.

          Fueron hasta el coche, algo enfadados por hacerles perder el tiempo, cuando escucharon sonar la radio, Juan contestó mientras David daba una vuelta al coche patrulla. Cuando se acercó a su compañero estaba visiblemente alterado. No paraba de maldecir y gritar. Entonces Juan se dio cuenta de lo que pasaba: las cuatro ruedas del coche estaban pinchadas.

           Por la radio le habían dicho que toda la ciudad estaba llamando a la centralita, colapsándola, diciendo que había hombrecillos minúsculos atacando a la gente, a los animales, pinchando ruedas de coche. Que era un caos total.

           Pidieron refuerzos, necesitaban un coche que los llevara hasta la ciudad.

           No tardaron mucho en llegar y para cuando llegaron aquello sí que era realmente un caos como les habían dicho, la gente se escapaba de sus casas y corrían por las calles esperando estar más seguros fuera que dentro.

           Y entonces ahí estaban, los tenían enfrente, en formación, como un batallón a punto de atacar. No tenían escapatoria, eran demasiados y aunque echaran a correr ¿a dónde irían?, estaban por todas partes, eran miles. Pero morirían luchado. Desenfundaron sus armas y se pusieron a disparar.

          

         

 

 

        

 

         


NIEVE NEGRA

 



                                       Navideño era el ambiente que se respiraba por las calles. Luces, árboles con adornos, niños cantando villancicos y muñecos de nieve. Estas fiestas mi hermana, por motivos de trabajo, no podría estar con nosotros, así que decidí hacerle un video con lo que iba viendo. Hacia mucho frio. Y nevó. Blancos copos de nieve lo cubrían todo. Pero... se escuchó un ruido, como un trueno y la nieve se tornó negra. Algunos perros que por allí andaban empezaron a olfatearla y lamer y cual fue mi sorpresa y de todos los que estábamos allí al ver que se volvían agresivos con la gente. El caos reinó en pocos minutos. La gente desesperada y asustada corría de un lado a otro huyendo de  aquellos canes embravecidos y fuera de control. Envié el video a mi hermana mientras buscaba un sitio para esconderme.

                                      Creo que ese fue la última vez que mi móvil funcionó. Quise llamar a la policía pero no daba señal, la pantalla se había oscurecido, no había manera de que volviera a funcionar.

                                      Logré llegar al centro comercial antes de que se cerraran las puertas, había mucha gente allí congregada, tenían miedo, algunos lloraban, otros rezaban, al fondo una mujer gritaba, que estábamos ante el juicio final y que nadie se salvaría, eso por supuesto alteraba más los ánimos de los allí presentes. Un hombre corpulento y con una gran barba le gritó que se callara.

                                      Pregunté si alguien había llamado a la policía, nadie lo había hecho, los móviles habían dejado de funcionar al unísono.

                                       No sé el tiempo que estuvimos allí encerrados, pero lo que prometía ser una agradable tarde navideña, había dado paso a una noche aterradora. Fuera escuchábamos a los perros ladrando, algunos aullaban como si fueran lobos. Ninguno de los allí presentes pudimos pegar ojo.

                                      Estaba amaneciendo, estábamos medio somnolientos pero el ruido de un helicóptero hizo que todos fuéramos hacia las ventanas para ver lo que estaba pasando fuera. Ya no se escuchaba el ladrido de  los perros. Fuera la nieve ya no era de color blanca, ni negra, ahora era roja.

Habían abatido a tiros a todos los canes, un grupo numeroso de soldados se acercaba al centro comercial, venían a rescatarnos. El peligro había pasado, o por lo menos esos creíamos.

                                       

lunes, 4 de enero de 2021

ESPERANZA

 



                                    El mundo tal y como lo conocemos había llegado a su fin. La madre naturaleza cansada del maltrato infligido por parte de los hombres, durante siglos, se  alzó con una furia descomunal sobre ellos.

                                    Pocos fueron los que sobrevivieron y los que lo hicieron pensaban que tal vez la muerte fuera la mejor opción ante el caos y la devastación en la que estaban inmersos.

                                    El planeta entero se sumergió bajo el agua, sólo se salvó un trozo de tierra en medio del océano, por algún motivo inexplicable, o tal vez fruto de una mente enfermiza, aquello se asemejaba al paraíso que nos mostraban los libros del catecismo: el Edén de Adán y Eva.

                                     No faltaba nada, tenían agua potable, árboles, fruta y una tierra fértil para sembrar.

                                      Se reunían a diario en la playa para charlar, recordar y planificar el futuro que tenían por delante. Un día, como cualquier otro, al atardecer, encendieron una hoguera mientras contemplaban la puesta de sol. Sólo por aquellas vistas la vida podría valer la pena y por un momento la angustia y la pena que llevaban en los corazones se esfumó.

                                     Ante ellos emergió del mar una mujer, era muy hermosa, con el cabello largo y dorado como el sol, vestida con una túnica larga de color blanco. Las gaviotas volaban sobre su cabeza en circulo dibujando una corona, los delfines bailaban a su alrededor. Ella les sonrió. Esa sonrisa les cautivó y la miraron embelesados. 

                                     Aquella bella mujer les habló. Su voz era suave como la brisa marina y dulce como el mar. "No temáis, nada os pasará, soy una nueva era, el mundo comenzará de nuevo aquí, en estas tierras. Me llamo Esperanza y he venido para quedarme en vuestros corazones".

sábado, 2 de enero de 2021

LA PALABRA MUERTE ESCRITA EN LA PARED.

 

           

                          Escuchó un ruido en el piso superior. Bajó el volumen de la radio donde estaban transmitiendo el partido de fútbol más importante de la liga. Le fastidiaba tener que perderse la siguiente jugada, parecía que la cosa se iba a poner más que interesante, pero tenia que ir a ver que pasaba. Al fin y al cabo era su trabajo, para eso le pagaban.

                          Así que se levantó y se encaminó hacia el piso de arriba. Hacia la vigilancia de los dos últimos pisos del hospital que en estos momentos estaba en obras, para que nadie se colara allí. La noche hasta ahora se había presentado más que tranquila, tanto que pudo ver toda la primera parte del partido sin contratiempos. Pero ahora....

                          No había luz, así que encendió la linterna y se dispuso a subir las escaleras. El ruido había cesado, pero de todas formas tenia que cerciorarse que allí no hubiera nadie

                       Letras unidas formando la palabra MUERTE escrita en la pared, en su última ronda no estaban, estaba seguro. Escuchó un ruido al fondo del largo pasillo. Lo alumbró con la linterna. Una sombra se acercaba a él, caminaba al son de una macabra música.

                        Se quedó petrificado, el miedo que sentía no le dejaba reaccionar. Aquella sombra con paso lento, cabizbajo, vestido con un túnica negra y una capucha de igual color cubriéndole la cabeza, se iba acercando cada vez más, no podía verle la cara, pensó que tal vez fuera mejor así. Lo peor, la música, una marcha mortuoria.

                        Tanteó el cinturón donde llevaba colgada la radio, tenia que avisar a su compañero que estaba en la  planta baja, en la entrada del edificio para que subiera. Aquello no le gustaba nada. Iba a necesitar ayuda. La radio se cayó al suelo. Aquella sombra estaba cada vez más y más cerca de él. Se agachó para cogerla, perdió el equilibrio y se dio de bruces contra el suelo. Aquel ser estaba a escasos centímetros mirándolo fijamente. Estaba ante una calavera, las cuencas donde deberían estar los ojos eran sendos agujeros negros.

                       Aquella figura alzó los brazos hasta ponerlos en cruz.  El vigilante sintió como se elevaba un palmo del suelo y era engullido por un remolino de viento surgido de la nada. Entonces abrió la capa. Sus gritos apenas se oían, quedaban amortiguados por la música que iba subiendo el tono, cada vez más y más alto, era un milagro que no se escuchara en todo el edificio. Quedó atrapado entre aquella capa para luego desaparecer. Sólo quedaba aquella radio en el suelo como único testigo de lo que allí había acontecido.

 

martes, 29 de diciembre de 2020

CHAMÁN

 


                                

                             Chamán, así lo llamaban. Era respetado y temido por su pueblo a partes iguales. Aquel día se internó en el bosque, los espíritus le hablaron en un sueño, el mal estaba entre ellos. Tenía una misión.

                         Cogida de la mano le acompañaba una niña. Su hija pequeña. Ella era la mandinga. Llegaron a un claro. Tenia que hacer que el demonio que habitaba en el cuerpo de su pequeña saliera. Había oído hablar de él, conocía su punto débil. Sólo tenia unos minutos para pasar de un cuerpo a otro, sino lo hacia tendría que volver al infierno de donde había salido. Él tenia un plan. Tenia que salvar a su niña y a su pueblo, sólo tenia una oportunidad y tenia que ser rápido. 

                       Le habló a aquel demonio, tenía que tentarlo, ofrecerle algo que deseara y sabia que lo quería a él, así que le ofreció su cuerpo a cambio del de la niña. Las ansias de poder de aquel demonio no le dejaron ver la trampa, así que aceptó. Salió del cuerpo de la pequeña y en los escasos minutos que tenia el hombre, le gritó a su hija que corriera todo lo rápido que pudiera y que no mirara atrás. El demonio entró en él, y antes de que pudiera tomar posesión de su nuevo cuerpo el Chamán se cortó el cuello.

sábado, 26 de diciembre de 2020

RITUAL

 




                                  Había muchas gallinas en el mercado aquella mañana fría de domingo. Un hombre muy alto, con una delgadez extrema, vestido de negro de pies a cabeza, en su atuendo iba incluida una chistera la cual cubría en parte su larga melena del color del azabache. Su tez pálida, resaltaba el azul intenso de sus ojos. Si te fijabas bien en ellos podías apreciar su falta de brillo, su mirada era fría como el témpano y nunca sonreía.

                               Vagaba por el mercado como un alma en pena de un lado a otro, de puesto en puesto, en busca de una gallina, sólo necesitaba una. Era para un ritual que agradaría al oscuro y para él tenia que llevar la mejor.

                               Encontró lo que buscaba. Satisfecho se la llevó a su casa que no quedaba lejos de donde estaba. Allí ya había reunido el resto de elementos que necesitaba para el ritual que llevaría a cabo esa noche. Bueno faltaba un pequeño detalle. El corazón de una mujer joven, era necesario para que el oscuro estuviera completamente satisfecho con él.

                                Seria fácil raptar a una joven, esa noche estarían reunidos en la plaza mayor del pueblo todos pendientes de un gran espectáculo con marionetas. 


martes, 22 de diciembre de 2020

CORAZÓN HELADO.

 




                             Estaba solo. La gente del pueblo lo evitaba, era huraño, avaro y malhumorado. Tenia un triste pasado tras de si, que lo convirtió en lo que era ahora.

                             Había nacido en el seno de una familia acomodada. Su infancia transcurrió sin muchos altibajos. Su padre era un eminente abogado, su madre era profesora universitaria. Tenia una hermana, dos años mayor que él, guapa e inteligente. El sueño de su padre era que él siguiera sus pasos. Pero aquel crio de nueve años tenia en mente otra cosa, quería ser escritor, un famoso y reputado escritor de misterio y terror.

                              Leía mucho y escribía siempre que podía. Guardaba todas sus escritos en un cajón de su escritorio, en una carpeta roja. 

                               Un día a la salida de clase su hermana no estaba en el lugar donde le esperaba siempre para ir juntos a casa. Esperó un buen rato hasta que decidió ir él solo, pensando que tal vez ella se hubiera olvidado de él y estuviera ya en casa. Por el camino iba muy enfadado con ella, podría haberle avisado, tenia hambre le dolían los pies de caminar. Al llegar a casa su hermana no estaba, eso lo alarmó. Sus padres tampoco estaban, eso era normal, solían llegar una hora o dos después que ellos. 

                               Se preparó un bocadillo y se fue a ver la tele, perdió la noción de tiempo, volvió a la realidad cuando sus padres llegaron a casa  y preguntaron por su hermana. Todavía no había llegado. Llamaron a sus amigas del cole, a sus vecinos, a todo el mundo que conocían pero ni rastro de ella. Avisaron a la policía y les tocó lo peor: esperar.

                               Días después encontraron su cadáver, parecía obra de un asesino en serie que llevaban tiempo buscando y que parecía que actuaba por aquella zona, su hermana no era la única victima de aquel monstruo, encontraron más cuerpos, todos de chicas.

                               La vida como la conoció hasta ahora cambió radicalmente, se sentía culpable por la muerte de su hermana.

                               Lo ignoraban, tanto era el dolor que tenían en el corazón que se hizo invisible para sus padres.

                               Su madre no pudo soportar tanta pena y una noche de aquel verano, unos meses después de la trágica muerte de su hija, se suicidó cortándose las venas en la bañera.

                               Su padre, se volvió loco ante tanta desgracia, se largó de casa, lo abandonó y ya nunca lo volvió a ver.

                               Acabó viviendo con una tía, la cual no había visto en su vida, una hermana de su padre, única familia que le quedaba. Le pegaba casi a diario, apenas le daba de comer, lo sacó del colegio y lo hacia trabajar en el campo de sol a sol. Pero nunca le quitó las ganas de escribir. Era su vía de escape ante tanto dolor que llevaba en su corazón, cuando escribía se evadía a otros mundos, era otra persona, aquello le ayudaba a salir adelante a pesar de todas las adversidades ocurridas en su corta vida.

                               Acabó siendo el escritor famoso que tanto deseaba. Pero su corazón nunca se recompuso, se convirtió en un hombre tosco, desagradable, no le gustaba la gente y menos el trato con ella. Se encerró en la casa donde había vivido con sus padres y su hermana, escribía día y noche, cada libro que sacaba era un éxito rotundo, sólo vivía para escribir y seguir evadiéndose, creando personajes y volando a lugares donde su corazón era feliz y estaba libre de dolor.

                              Pero llegó ella. Su salud se había deteriorado en los últimos años, todavía era joven, pero le habían quedado secuelas a causa de una coz que le había dado un caballo cuando vivía en la granja con su tía, algunos días el dolor de espalda era insoportable, y los calmantes apenas le hacían nada. Esos días su humor alcanzaba su grado mas álgido.

                              Entonces contrató a una enfermera, que le ayudara a levantarse de la cama, a vestirse y a caminar. Pero en cuanto la vio se dio cuenta de que un ángel había llegado a su vida. sintió algo que no había sentido nunca, aquello lo asustó y lo desconcertó a partes iguales. Reconocía que no le hacia la vida fácil a aquella joven, su caparazón se había hecho impenetrable con el paso del tiempo. Pero ella creía en él y le dio el calor y la paz que tanto anhelaba. Al final se rindió, el amor había llegado a su corazón y esta vez para quedarse.




LA ESCRITORA

  Marta llevaba tres días encerrada en su casa, concretamente en su despacho. La muerte de su marido la había hundido en un pozo de pena y d...