sábado, 9 de enero de 2021

ÚLTIMO DÍA DEL AÑO

 


                  Bueno aquí estoy, mi abogado tuvo la brillante idea de que escribiera una carta a mano, un comunicado o lo quiera que sea, para las familias de las mujeres que he matado, pidiéndoles perdón. Lo de escribirlo de mi puño y letra es para darle un aire más íntimo, personal, dice él, pero para mí eso no son más que tonterías, chorradas cargadas de sentimentalismo que no llevan a ninguna parte. No quiero hacerlo, no quiero pedirles perdón por algo que creo que está bien hecho. Además, decir que ME ARREPIENTO no sería la verdad, porque no me arrepiento para nada de lo que hice, bueno de una cosa sí, no haber acabado con la vida de la última mujer, eso es lo único que me quita el sueño realmente.

                    Como son tantas, pues la verdad escribir una a una a cada familia para mí sería algo muy tedioso así que hago algo general, que sirva para todos. No lo hago por falta de tiempo, aunque éste sea cada vez más breve, se me va escurriendo rápidamente entre los dedos, es que sería aburrido escribir lo mismo muchas veces sin olvidarnos del dolor de mano que me puede causar todo ello. Además, me cuesta recordar los nombres de todas las mujeres que he matado, aunque prefiero decir de todas las mujeres a las cuales les he ayudado a acabar con sus miserables vidas.

                     Estoy en el corredor de la muerte a la espera de mi ejecución. Hace dos días me han comunicado que se llevará a cabo el 31 de diciembre, la vida tiene unas paradojas que te hacen temblar, les explicaré por qué, pero antes permítanme que les hable un poco de mí.

                     No es que me guste alardear, pero soy el asesino en serie que más víctimas tiene a sus espaldas y que durante más años ha estado activo. Tengo cuarenta años y llevo matando desde los quince. Mi nombre perdurará en el tiempo. Soy y siempre seré famoso ¿no es eso lo que todos queremos? ¿Qué nuestro paso por este mundo no sea en balde, que deje huella? Pues yo lo he conseguido. Ahí lo dejo.

                  Nadie sospechaba de mí, ¿Por qué iban a hacerlo? Era un profesor respetado, querido por todos mis alumnos. Con los demás profesores y profesoras del instituto no tenía problema, les caía bien, era amable, servicial. Las mujeres me adoraban, aquello me encantaba y sabia como sacarle partido. Con buena presencia, siempre impecablemente vestido, con un cuerpo de gimnasio, alto, moreno, una sonrisa encantadora, simpático y sobre todo un caballero, ante todo, soy de los que abren la puerta y separan la silla en el restaurante. Aquello desconcertaba a mis citas, pero sabía que les gustaba, las hacía sentir importantes. Así que lo tenía muy fácil. Las mujeres caían rendidas a mis pies, el resto venía solo. Era muy meticuloso en todo lo que hacía, no dejaba ningún rastro. Buscaba mujeres que vivieran solas, sin pareja, hijos, ni nadie que se preocupara por ellas.

                   ¿Por qué las mataba? Pues por el puro placer de arrebatar una vida que consideraba banal, esas mujeres no aportaban nada a la sociedad más que problemas y más problemas. Eran unas adictas, drogas, alcohol, juego, sexo. Sus vidas ya estaban acabadas antes de que apareciera yo.

                  Luego tenía un ritual que celebraba el ultimo día del año, de ahí que es una paradoja que a mí me vayan a ejecutar en esa fecha. Colocaba doce velas en círculo e iba encendiendo una vela por cada campanada, en honor a cada mujer que había matado ese año. Una por cada mes.

                 Y se preguntaran ustedes, no sin razón, por qué me pillaron. Pues cometí un error. Uno muy grande, imprevisto. Me enamoré de la última mujer que iba a matar, y no pude hacerlo. Hasta el corazón más frio sucumbe al calor del amor. Dudé un momento cuando tenía su cuello entre mis manos y aquello marcó mi destino, el sedante no había hecho el efecto esperado y logró huir en esos segundos de duda. El resto imagínenselo.

                 Y si quieren que les pida perdón por lo que he hecho, no lo voy a hacer. Considero que son ustedes los que tienen que agradecerme a mí haber acabado con la vida de esas mujeres cuya existencia ya estaba agonizando y darme las gracias por ello.

                 Moriré con la conciencia tranquila, ¿pueden decir ustedes lo mismo? ¿se preocuparon de esas mujeres cuando estaban vivas?

                 Me despido ya, no sin antes decirles que estoy deseando verlos a todos, sino pronto más tarde, en el lugar donde nos pertenece estar: en el infierno.

               

                 

 

 


EL MONJE

 





                                     Fue todo un misterio aquella explosión en la iglesia.

                                     Esa mañana una fuerte tormenta azotó la isla. Por tales causas nadie esperaba  la llegada del ferri aquel día. Pero al otro lado un monje había llegado cargado de mapas. Se acercó al ferri y habló con el hombre que lo llevaba. Éste negaba con la cabeza, con tal tormenta no lo llevaría a la isla, era de locos y arriesgar la vida a lo tonto. El monje le ofreció un fajo de billetes. Aquello convenció al hombre y de inmediato se pusieron en marcha. No se paró a pensar el motivo de las prisas que tenía aquel monje para ir a la isla con un tiempo como aquel. Tampoco le importaba mucho, ese día había ganado más que en todo un año, eso le bastaba para acallar su conciencia. 

                                     Al llegar a la isla el monje se apeó del ferri y se dirigió a la iglesia. Subió los cinco peldaños que lo separaba de la puerta y desapareció tras ella. Un rato después todo volaba por los aires.

VISCOSIDADES

 



                            Pletórico estaba aquel hombre. Había conseguido aquella tierra por un precio módico. Iba incluida una casita donde podría al fin vivir tranquilo lejos del bullicio de la ciudad. Aquella noche su descanso fue apacible, sin sueños y sin aquellas pesadillas recurrentes que venia teniendo desde tiempo atrás.. En ella la tierra era invadida por unos alienígenas con ideas un tanto perturbadoras. 

                           Al despertarse aquella mañana, deseoso de empezar a disfrutar de su nueva vida, lo que vio desde la ventana de su habitación, lo dejó sin palabras. En su tierra, intacta el día anterior, se podía ver un gran hoyo de unos cinco metros de largo. Alarmado y temeroso al mismo tiempo, salió a contemplar tal atrocidad, la profundidad de aquel hoyo era de unos dos metros. 

                           Se asomó para contemplarlo de cerca y descubrió que dentro había  unos seres viscosos de color gris de unos cinco centímetros de longitud, moviéndose entre ellos. Algunos, en su desesperación por salir de allí, se estaban acercando a los bordes de manera alarmante. 

martes, 5 de enero de 2021

MINIATURAS

 



          La luna brillaba esplendorosa en aquella noche invernal. Los dos se miraron, preguntándose qué hacer ante el panorama que se les presentaba.

          Frente a ellos estaban aquellas criaturas de las que tanto habían oído hablar las últimas horas. En un principio pensaban que la gente del pueblo estaba alucinando, una alucinación colectiva, pero ahora no lo podían poner en dura, los tenían enfrente y no venían cargados de buenas intenciones.

                - ¿Qué son estas cosas Juan? –le preguntó David a su compañero mientras iba caminando hacia atrás con una cara entre alucinación y miedo.

                 -No lo sé tío, pero mírales la cara –le respondió- la llevan pintada como si fueran unos malditos indios, y los dientes, ¿te has fijado? Están super afilados parecen agujas. Esto no me gusta nada, chaval.

          Frente a ellos había muchas figuras en miniatura, todos parecían tener vida propia, se movían de un lado para otro y portaban armas entre sus armas. Uno llevaba un cuchillo, otro una pistola, los había que portaban flechas, aquello era una locura. No hablaban, pero emitían extraños sonidos, seguro que era la manera de comunicarse entre ellos. Y no eran uno ni dos, había cientos, por no decir miles, era muy difícil contarlos, aunque ellos eran gigantes a su lado, estaban demasiado mezclados entre ellos y no perder la cuenta.

          Todo había empezado hacia menos de veinticuatro horas, cuando unos chiquillos habían ido al viejo establo abandonado a las afueras de la ciudad. A jugar habían dicho, pero vete tú a saber que iban a hacer una docena de chavales en un establo abandonado, nada bueno seguro.

          En comisaría confesaron que habían matado unas cuantas ratas, uno llevaba una escopeta de balines que le había cogido prestado a su padre, pero la cosa no tenía que ir a más hasta que uno de ellos sintió un dolor muy agudo en el tobillo, en un principio pensó que le había picado un bicho, pero cuando bajó la mirada vio a un hombrecillo minúsculo portando un cuchillo y que se lo clavaba repetidamente. Empezó a gritar cual poseso, dando la voz de alarma a sus amigos. Estos que en un principio no le creyeron, y se riendo de él, comprobaron la verdad en sus propias carnes, cientos de esos minúsculos seres se abalanzaron sobre ellos, mordiéndoles y hasta les llegaron a clavar alguna que otra flecha que, aunque minúscula hacían daño cuando eran muchas.

           La policía, algo reticente, sin dar mucho crédito a lo que los chavales les habían contado, pensaban que se habían pasado con el alcohol o habían fumado algo más que tabaco, fueron hasta allí de todas formas. No tenían nada mejor que hacer, aquel era un pueblo muy tranquilo y casi nunca sucedía nada que fuera mínimamente interesante.

          Cuando llegaron, salvo unas cuantas ratas muertas y otras no tanto, no encontraron nada más en aquel establo abandonado.

          Fueron hasta el coche, algo enfadados por hacerles perder el tiempo, cuando escucharon sonar la radio, Juan contestó mientras David daba una vuelta al coche patrulla. Cuando se acercó a su compañero estaba visiblemente alterado. No paraba de maldecir y gritar. Entonces Juan se dio cuenta de lo que pasaba: las cuatro ruedas del coche estaban pinchadas.

           Por la radio le habían dicho que toda la ciudad estaba llamando a la centralita, colapsándola, diciendo que había hombrecillos minúsculos atacando a la gente, a los animales, pinchando ruedas de coche. Que era un caos total.

           Pidieron refuerzos, necesitaban un coche que los llevara hasta la ciudad.

           No tardaron mucho en llegar y para cuando llegaron aquello sí que era realmente un caos como les habían dicho, la gente se escapaba de sus casas y corrían por las calles esperando estar más seguros fuera que dentro.

           Y entonces ahí estaban, los tenían enfrente, en formación, como un batallón a punto de atacar. No tenían escapatoria, eran demasiados y aunque echaran a correr ¿a dónde irían?, estaban por todas partes, eran miles. Pero morirían luchado. Desenfundaron sus armas y se pusieron a disparar.

          

         

 

 

        

 

         


NIEVE NEGRA

 



                                       Navideño era el ambiente que se respiraba por las calles. Luces, árboles con adornos, niños cantando villancicos y muñecos de nieve. Estas fiestas mi hermana, por motivos de trabajo, no podría estar con nosotros, así que decidí hacerle un video con lo que iba viendo. Hacia mucho frio. Y nevó. Blancos copos de nieve lo cubrían todo. Pero... se escuchó un ruido, como un trueno y la nieve se tornó negra. Algunos perros que por allí andaban empezaron a olfatearla y lamer y cual fue mi sorpresa y de todos los que estábamos allí al ver que se volvían agresivos con la gente. El caos reinó en pocos minutos. La gente desesperada y asustada corría de un lado a otro huyendo de  aquellos canes embravecidos y fuera de control. Envié el video a mi hermana mientras buscaba un sitio para esconderme.

                                      Creo que ese fue la última vez que mi móvil funcionó. Quise llamar a la policía pero no daba señal, la pantalla se había oscurecido, no había manera de que volviera a funcionar.

                                      Logré llegar al centro comercial antes de que se cerraran las puertas, había mucha gente allí congregada, tenían miedo, algunos lloraban, otros rezaban, al fondo una mujer gritaba, que estábamos ante el juicio final y que nadie se salvaría, eso por supuesto alteraba más los ánimos de los allí presentes. Un hombre corpulento y con una gran barba le gritó que se callara.

                                      Pregunté si alguien había llamado a la policía, nadie lo había hecho, los móviles habían dejado de funcionar al unísono.

                                       No sé el tiempo que estuvimos allí encerrados, pero lo que prometía ser una agradable tarde navideña, había dado paso a una noche aterradora. Fuera escuchábamos a los perros ladrando, algunos aullaban como si fueran lobos. Ninguno de los allí presentes pudimos pegar ojo.

                                      Estaba amaneciendo, estábamos medio somnolientos pero el ruido de un helicóptero hizo que todos fuéramos hacia las ventanas para ver lo que estaba pasando fuera. Ya no se escuchaba el ladrido de  los perros. Fuera la nieve ya no era de color blanca, ni negra, ahora era roja.

Habían abatido a tiros a todos los canes, un grupo numeroso de soldados se acercaba al centro comercial, venían a rescatarnos. El peligro había pasado, o por lo menos esos creíamos.

                                       

lunes, 4 de enero de 2021

ESPERANZA

 



                                    El mundo tal y como lo conocemos había llegado a su fin. La madre naturaleza cansada del maltrato infligido por parte de los hombres, durante siglos, se  alzó con una furia descomunal sobre ellos.

                                    Pocos fueron los que sobrevivieron y los que lo hicieron pensaban que tal vez la muerte fuera la mejor opción ante el caos y la devastación en la que estaban inmersos.

                                    El planeta entero se sumergió bajo el agua, sólo se salvó un trozo de tierra en medio del océano, por algún motivo inexplicable, o tal vez fruto de una mente enfermiza, aquello se asemejaba al paraíso que nos mostraban los libros del catecismo: el Edén de Adán y Eva.

                                     No faltaba nada, tenían agua potable, árboles, fruta y una tierra fértil para sembrar.

                                      Se reunían a diario en la playa para charlar, recordar y planificar el futuro que tenían por delante. Un día, como cualquier otro, al atardecer, encendieron una hoguera mientras contemplaban la puesta de sol. Sólo por aquellas vistas la vida podría valer la pena y por un momento la angustia y la pena que llevaban en los corazones se esfumó.

                                     Ante ellos emergió del mar una mujer, era muy hermosa, con el cabello largo y dorado como el sol, vestida con una túnica larga de color blanco. Las gaviotas volaban sobre su cabeza en circulo dibujando una corona, los delfines bailaban a su alrededor. Ella les sonrió. Esa sonrisa les cautivó y la miraron embelesados. 

                                     Aquella bella mujer les habló. Su voz era suave como la brisa marina y dulce como el mar. "No temáis, nada os pasará, soy una nueva era, el mundo comenzará de nuevo aquí, en estas tierras. Me llamo Esperanza y he venido para quedarme en vuestros corazones".

sábado, 2 de enero de 2021

LA PALABRA MUERTE ESCRITA EN LA PARED.

 

           

                          Escuchó un ruido en el piso superior. Bajó el volumen de la radio donde estaban transmitiendo el partido de fútbol más importante de la liga. Le fastidiaba tener que perderse la siguiente jugada, parecía que la cosa se iba a poner más que interesante, pero tenia que ir a ver que pasaba. Al fin y al cabo era su trabajo, para eso le pagaban.

                          Así que se levantó y se encaminó hacia el piso de arriba. Hacia la vigilancia de los dos últimos pisos del hospital que en estos momentos estaba en obras, para que nadie se colara allí. La noche hasta ahora se había presentado más que tranquila, tanto que pudo ver toda la primera parte del partido sin contratiempos. Pero ahora....

                          No había luz, así que encendió la linterna y se dispuso a subir las escaleras. El ruido había cesado, pero de todas formas tenia que cerciorarse que allí no hubiera nadie

                       Letras unidas formando la palabra MUERTE escrita en la pared, en su última ronda no estaban, estaba seguro. Escuchó un ruido al fondo del largo pasillo. Lo alumbró con la linterna. Una sombra se acercaba a él, caminaba al son de una macabra música.

                        Se quedó petrificado, el miedo que sentía no le dejaba reaccionar. Aquella sombra con paso lento, cabizbajo, vestido con un túnica negra y una capucha de igual color cubriéndole la cabeza, se iba acercando cada vez más, no podía verle la cara, pensó que tal vez fuera mejor así. Lo peor, la música, una marcha mortuoria.

                        Tanteó el cinturón donde llevaba colgada la radio, tenia que avisar a su compañero que estaba en la  planta baja, en la entrada del edificio para que subiera. Aquello no le gustaba nada. Iba a necesitar ayuda. La radio se cayó al suelo. Aquella sombra estaba cada vez más y más cerca de él. Se agachó para cogerla, perdió el equilibrio y se dio de bruces contra el suelo. Aquel ser estaba a escasos centímetros mirándolo fijamente. Estaba ante una calavera, las cuencas donde deberían estar los ojos eran sendos agujeros negros.

                       Aquella figura alzó los brazos hasta ponerlos en cruz.  El vigilante sintió como se elevaba un palmo del suelo y era engullido por un remolino de viento surgido de la nada. Entonces abrió la capa. Sus gritos apenas se oían, quedaban amortiguados por la música que iba subiendo el tono, cada vez más y más alto, era un milagro que no se escuchara en todo el edificio. Quedó atrapado entre aquella capa para luego desaparecer. Sólo quedaba aquella radio en el suelo como único testigo de lo que allí había acontecido.

 

MASACRE

  —¿No los habéis visto? Gritaba una mujer enloquecida corriendo entre la muchedumbre congregada en la plaza de Haymarket el 1 de mayo, conm...