lunes, 18 de enero de 2021

¡¡HA SIDO TERRIBLE!!

 

             ¡Ha sido terrible! Rezaba la portada del periódico aquella mañana. La ciudad entera estaba conmocionada ante los hechos acaecidos la noche anterior. No había otro tema de conversación entre los vecinos. La policía había acordonado el instituto. Se habían retirado los cuerpos que descansaban en la morgue donde se les haría la autopsia, con la esperanza de obtener los datos necesarios para un total esclarecimiento de los hechos, que todavía estaban confusos.

               Había una testigo, una de las profesoras que se había escondido debajo de una mesa. Pero estaba demasiado asustada y confusa, por lo que el interrogatorio no iba tan bien como se esperaba.

              Las cámaras instaladas en el instituto mostraban a las cuatro profesoras ese día. Actuaban como de costumbre, nada de lo que se veía en las grabaciones hacía sospechar que aquella tragedia se iba a cernir sobre ellas.

              “¿Qué ocurrió aquella noche en el instituto? Intentaremos recrear los hechos, basándonos en el informe realizado por la policía, después de investigar durante horas el lugar de la tragedia, basándose en lo allí encontrado y sobre todo en las grabaciones recuperadas del móvil de la única superviviente, éstas fueron de vital importancia para esclarecer lo que había sucedido esa fatídica noche. No se lo pierdan esta noche a las diez en nuestro canal noticias.”

                Estaba sentado en aquel bar, viendo la tele, en todos los canales no hablaban de otra cosa. Seguramente ellos tendrán una versión de lo que ocurrió allí.

               Pero los que os voy a relatar es exactamente lo que pasó allí, aunque la policía se pueda acercar bastante a la realidad hay detalles que no se mencionarán, porque dichos detalles, los sé yo y lo saben ellas, porque los cinco estábamos presentes.

                También he de añadir que lo que voy a contar a continuación no es apto para los escépticos, los que reniegan de lo paranormal y fuerzas oscuras.

                Lo que os relataré a continuación es exactamente lo que pasó allí, aunque la policía se pueda acercar bastante a la realidad hay detalles que no se mencionarán, porque dichos detalles, los sé yo y lo saben ellas, porque los cinco estábamos presentes.

               ¿Quién soy yo? Pronto lo averiguarán. Paciencia.

                Clara había discutido con su marido, Raúl, hacia una semana, él se había ido a un hotel a vivir, hasta que las cosas se aclararan.  Trabajaban juntos, ambos eran profesores del instituto. Las malas lenguas hablaban de una infidelidad por parte del marido, se rumoreaba de que se había acostado con una alumna.

                  Había tres compañeras con las que se llevaba muy bien y a las cuales le había hablado de sus problemas de pareja. Una de ellas, gran conocedora de temas esotéricos le propuso hacer un ritual para recuperar a su marido. Al principio Clara estuvo reticente ante tal idea. Pero después de darle vueltas y más vueltas en su cabeza a la mañana siguiente le dijo que sí.

                  Así que lo hablaron entre las cuatro y se pusieron de acuerdo, se quedarían escondidas en el instituto hasta que éste cerrara y el sitio más adecuado para no levantar sospechas era el sótano, que lo utilizaban de almacén y casi nunca bajaba nadie allí, el único que podría hacerlo sería el conserje. Pero era más que improbable.

                   Azucena, la que se encargaría de hacer el ritual, llevó todo lo necesario para llevarlo a cabo, esa tarde al instituto. Cuando finalizaron las clases se encaminaron al sótano, esperando que el instituto cerrara. Para salir no tendrían problemas, cada una de ellas tenía una llave de la puerta de entrada.

                   Así que las tres mujeres despejaron una parte del sótano, apartando y apilando mesas, sillas viejas y otros enseres varios, para dejar espacio. Tenían que trazar un circulo de sal en el suelo, ellas permanecerían en el interior. Salir de allí podría significar el fracaso total del ritual e incluso desatar alguna fuerza oscura, dejaron claro que bajo ninguna circunstancia abandonarían el circulo trazado.

                   Encendieron unas velas blancas. Se sentaron en el suelo cruzando las piernas en posición de loto y cerraron los ojos, mientras Azucena pasaba a leer el ritual que estaba escrito en una hoja de papel. Cuando finalizó la lectura, lo dejó a su lado y se dieron las manos. Al cabo de un rato una ráfaga de aire apagó las velas e también hizo volar el papel. Una de ellas Marta, abrió los ojos asustada al notar como su pelo se movía por acción de aquel viento, estaba asustada.

                 De su garganta salió un grito aterrador que hizo que las demás mujeres también abrieran los ojos. Sara que estaba a su lado se levantó de un salto y con las prisas le dio una patada a su móvil que había colocado a su lado con la grabadora puesta. No creía mucho en esas cosas y pensó que si grababa toda aquella parafernalia que no llevaría a ningún lado, acabarían dándole la razón.

                  Entonces presa del pánico salió del circulo y se escondió debajo de una mesa. El móvil que había salido disparado a causa de la patada que le había propinado, estaba a pocos centímetros de ella, logró cogerlo y se acurrucó lo más que pudo esperando que aquella cosa no la viera.

                    Frente a ellas, apareció un ser encorvado, de gran tamaño, con garras en vez de manos, con unos dientes afilados que sobresalían de la boca, sin pelo, la tez de un color amarillento, en vez de piernas tenía patas semejantes a las de una cabra. De la boca salía una sustancia verdosa, que se deslizaba por su pecho hasta terminar en el suelo, allí donde se posaba lo quemaba.

                    Se acercó a las tres mujeres que todavía seguían allí sentadas, no podían moverse, estaban petrificadas, aquel ser se iba acercando a ellas mientras las miraba con unos ojos impregnados en sangre. De su boca, aquella sustancia verdosa salía a raudales, como si estuviera salivando ante una comida apetitosa.

                      Se abalanzó sobre ellas, a tal velocidad que aquellas mujeres ni se dieron cuenta de lo que pasaba.

                       Sara seguía escondida entre las mesas, pero ante tal visión su cerebro no lo pudo soportar y se desmayó.

                        Aquel ser les chupó toda la sangre, hasta la última gota. Lo que el móvil no grabó fue la transformación que ocurrió a continuación. Una vez bebida toda la sangre, el aspecto de aquella cosa infrahumana, cambió totalmente dando paso a un joven alto y apuesto.

                         Si señores aquel hombre apuesto soy yo. Aquellas mujeres me trajeron de vuelta del infierno. Y soy testigo de primera mano. ¿Por qué no maté a la mujer escondida? No necesitaba alimentarme más, estaba saciado, además la pobre no se enteró de mucho y lo poco que vio está relegado al fondo de su mente encerrado bajo llave.            

 

EQUIVOCADO

 

 

          -¡¡Fantoche!! Eso es lo que eres, le recriminé a aquel tipo que no paraba de parlotear sobre aquellos temas versados en brujería y magia negra que tanto le gustaban.

          Entonces aquel hombre me miró, en su mirada vi cansancio, me recordó a un profesor mirando a su alumno intentando que comprendiera aquella ecuación que era tan simple pero que el chaval no lograba entender. Me retó a ir con él a un ritual de magia negra que se estaba celebrando no muy lejos de allí. Acepté sin dudarlo, no sé muy bien que me llevó a aquello, tal vez fuera su mirada o tal vez mi cabezonería.

           Así que quedamos aquella noche, iríamos en su coche, me recomendó llevar algo de abrigo, porque las noches ya empezaban a ser frescas.

         Nos adentramos por el bosque, durante un buen rato, por un camino de tierra, que nos condujo hasta un claro.

         Una vez parado el coche observé que el sendero por el que habíamos venido no era el único que llevaba hasta allí. Había más.

         Había mucha gente allí congregada, casi todos estaban alrededor de una hoguera humeante, el ritual ya había comenzado.

          Nos sentamos con ellos. Un hombre vestido con una túnica negra se nos acercó y nos ofreció un vaso de madera, dentro había un líquido de color verde, el hombre que estaba a mi lado se lo bebió de un trago, yo hice lo mismo, ¡sabía a demonios!

         Las llamas de la hoguera me hipnotizaban, por un momento, hasta podía jurar que había una mujer que danzaba en su interior. Algo poco probable. Aparté la mirada de las llamas y miré a mi derredor. Todos estaban sentados, parecían en trance y con la vista fija en la misma dirección: la hoguera.

        Volví a mirarla, y quise gritar, pero ningún sonido salió de mi garganta, quise levantarme, pero mis piernas se habían convertido en un par de bloques de cemento y no respondían a mis impulsos, me quedé quieto con el corazón desbocado y el sudor empapando mi frente, ahora había alguien con aquella mujer entre las llamas, lo había visto en dibujos que hacían referencia al maligno, al príncipe de las tinieblas, a Satán, era un macho cabrío el que bailaba con aquella joven entre las llamas.

¿UN SUEÑO?

 


                   ¿A qué vienen los extraterrestres a nuestro mundo? ¿A conquistarnos, tal vez, a observarnos, a dar un paseo casual o quizá son otras sus intenciones?

                    Aquella noche, ya pasadas las doce, algo ocurrió en aquel bosque, los pájaros levantaron el vuelo presas de pánico, los animales huyeron refugiándose en otro lugar donde pudieran estar a salvo, pero, ¿de qué? Nadie escuchó nada, todos estaban durmiendo, salvo un puñado de personas que por un motivo u otro estaban despiertos y vieron algo que surcaba el cielo. Algo luminoso, de grandes proporciones, silencioso, que se posó en el bosque.

                   Una de esas personas era Clara, había estado trabajando hasta tarde en un proyecto que tenía entre manos. Desde la ventana de su estudio había visto una luz atravesando el cielo y que luego desaparecía entre los árboles que poblaban el bosque que tenía enfrente de su casa. Tano, su perro mestizo comenzó a ladrar con ímpetu en la puerta. Ella, trató de calmarlo, pero los ladridos iban subiendo de intensidad. Decidió salir con él a dar una vuelta, antes de que despertara a sus vecinos con sus ladridos y de paso intentaría averiguar que era aquello que había visto en el cielo.

                   Salieron, ella llevaba al perro de la correa, caminaron por un sendero que se adentraba en el bosque, no le hacía falta llevar una linterna, aquella noche había luna llena.

                   El perro que hasta entonces había dejado de ladrar, comenzó a ponerse nervioso y cada vez tiraba más de la correa, en un descuido el perro se soltó y comenzó a correr internándose en el bosque. Ella comenzó a llamarlo mientras iba tras él.

                   Llegó hasta un claro en el bosque, y allí descubrió lo que había visto y leído multitud de veces, un ovni. Se quedó boquiabierta ante lo que tenía delante. Aquel aparato era más grande que un avión, pero a diferencia de éste, era ovalado, como un huevo, con luces por todas partes, de color plateado. La mitad para arriba de aquel objeto estaba formada en su totalidad por cristal. No podía ver lo que había dentro porque las luces la cegaban. La mitad para abajo era completamente lisa, no se veía ninguna puerta.

                   Los ladridos insistentes del perro la sacaron de su ensimismamiento. Acudió a su encuentro. Tano le estaba ladrando a algo que permanecía inmóvil frente a él, como si fuera una estatua, al acercarse, Clara descubrió que estaba ante un ser, vestido con un mono plateado, del mismo color que aquel aparato, le cubría la cabeza, dejando ver sólo la cara y las manos. Los pies estaban enfundados en unas botas negras.

                 Aquel ser extendió las manos vacías indicándole que no llevaba nada en ellas, en un intento de tranquilizarla. Clara llamó a su perro, éste se acercó a ella, reticente, sin dejar de mirar y gruñir a aquella cosa.

                 Ella se acercó un poco más a él, con cautela y a medida que lo iba haciendo apreció que a los pies de aquel ser había unos frascos pequeños, redondos, de un color azul intenso como el cielo, calculó que habría decenas, quizá un centenar de ellos esparcidos por el suelo. Él la estaba mirando y se percató de que miraba a aquellos frascos, entonces le habló, y no lo hizo en una lengua extraña, lo hizo en su idioma. Tenía una voz grave, le hablaba despacio, con calma, para no asustarla.

                             -Hola, -comenzó a decirle- mi nombre es Arum, como ya habrás imaginado vengo de muy lejos. Pero no vengo a hacerte daño ni a ti ni a nadie, vengo en una misión.

                  Clara, parpadeó, estaba confusa y eufórica al mismo tiempo. Su instinto le decía que aquel tipo no era peligroso, su instinto y su perro que se había acostado a su lado como si nada hubiera pasado.

                               -Yo me llamo Clara y éste es Tano mi perro.

                  Una vez echas las presentaciones el ambiente se distendió un poco. El tipo aquel se sentó sobre el tronco de un árbol caído y le hizo un ademán para que se sentara a su lado y Clara así lo hizo.

                                -Bueno, esto te parecerá raro, pero quiero contártelo todo para que lo entiendas. Cada cierto tiempo, viajamos por el espacio, recorremos muchos planetas entre ellos éste. Venimos de una galaxia muy lejana a la vuestra, donde vivimos en un planeta parecido al tuyo. Allí nacemos, hacemos nuestra vida, estudiamos, trabajamos, igual que vosotros y luego también morimos. Cuando alguien muere, metemos su alma en estos frascos. Esperamos a tener muchas, cientos, miles, para emprender el viaje. Durante muchos años vamos de planeta en planeta y las vamos dejando. Mi misión, lo que me ha traído a este planeta, es esparcir estos frascos por todo el mundo. No estoy solo, hay más naves surcando vuestros cielos, en estos momentos, con la misma misión.

                                  - ¿Y para que hacéis esto? –logró preguntarle Clara.

                           Él la miró y ella pudo ver un atisbo de ternura y comprensión en su cara, entonces continuó hablando.

                                    -Verás, sabemos de vuestros procedimientos y ritos cuando uno de vosotros muere, nosotros también tenemos los nuestros. Estas almas que están en los frascos, son liberadas en cuanto vosotros, por pura curiosidad, abráis el frasco. Esta alma al fin liberada, buscará un recién nacido y se introducirá en su cuerpo, de esa manera volverá a vivir y tendrá otra oportunidad de redimir los pecados que habría hecho en la otra u otras vidas que haya tenido, hasta alcanzar la plenitud, la paz total.

                                    - ¿Y por qué están estas esparcidas por el suelo?

                                     -¡¡Ahh!!, eso, sí –y soltó una carcajada- no esperaba compañía, tu perro me asustó y me cayeron, pero tranquila, los frascos no se rompen.

                                Clara estaba realmente confundida, lo que le había contado la había dejado desconcertada. El hombre se levantó y ella hizo lo mismo.

                                        -Bueno tengo trabajo que hacer como ya ves, -le dijo- pero he de hacer una última cosa para que no tengas problemas con los tuyos. Esto no lo pueden saber, no están preparados todavía, lo hago por tu bien. Espero que me perdones.

                                   Clara se despertó sobresaltada. Había tenido un sueño rarísimo, sobre una nave espacial y un extraterrestre. Se levantó, Tano estaba a su lado en su cama, durmiendo plácidamente. Fue hasta la cocina a beber un vaso de agua, y entonces vio tierra en el suelo, delante de la puerta de la entrada.

 

 


sábado, 16 de enero de 2021

POR DENTRO

 


 

 

                                -Canelones, por favor, le pidió al camarero sin apenas mirarlo, cuando se acercó a su mesa. Estaba sentado en un rincón al fondo del local, lejos de las miradas curiosas del resto de comensales.

                Estaba encorvado sobre la mesa, con unas gafas de sol puestas y visiblemente nervioso. Estuvo tentado un par de veces en levantarse e irse de allí, pero el ruido de su estómago lo hizo cambiar de idea.  Así que, pacientemente, siguió esperando su comida. Había mucho barullo, mucho movimiento de gente, unos se iban y otros entraban, los camareros iban con prisas, casi volaban de una mesa a otra tomando nota de los pedidos y sirviendo la comida. Él no miraba, no había cambiado su postura inicial, seguía encorvado sobre la mesa, podía deducir todo eso con tan sólo el ruido que había en el restaurante.

               Un hombre se sentó en su mesa. Sorprendido lo miró. Era alto, delgado, con el pelo canoso y vestido totalmente de negro.

                Se miraron durante un rato sin mediar palabra, luego aquel hombre se inclinó hacia él como si fuera a contarle el secreto mejor guardado del mundo y le dijo:

                                –Sé lo que ves cuando miras a la gente si te quitas esas gafas.

                Él no le respondió.

                El otro hombre no se rindió ante su silencio y prosiguió:

                                -Ves la parte oscura de la gente. 

                Hizo ademán de levantarse, pero aquel hombre le agarró el brazo con fuerza y con un gesto le indicó que permaneciera sentado. Así lo hizo y siguió en silencio.

                 Le sirvieron la comida, pero el apetito se había esfumado. El hombre pidió un café solo, doble.

                                - ¿Qué sabrás tú? -le espetó.

                               -Dime qué ves y te diré si estoy equivocado.

                  Tras un rato en silencio, lo miró tras sus gafas de sol y le respondió:

                               –Veo los demonios que habitan en ellos.

                   El hombre sonrió y asintió.

                              - ¡Descríbemelo, y no acepto un no! -le dijo, y por el tono de sus palabras se dio cuenta de que no bromeaba.

                   El hombre notaba gotas de sudor bajando por su frente, las manos húmedas, calor y ahogamiento a causa de la ansiedad que crecía a pasos agigantados en su interior. No podía moverse de la silla, sentía una gran fuerza haciendo presión sobre sus piernas. Haciendo un esfuerzo casi sobrenatural al fin pudo contestarle:

                              -Cuando miro a la gente que está a mi alrededor como, por ejemplo, ahora comiendo aquí, no los veo a ellos realmente, veo unos demonios grises, que están en su interior y que mastican y engullen la comida de manera grotesca, salivando y haciendo mucho ruido.

                               -Bien, ¿y dime esos demonios los ves en toda la gente? –le preguntó aquel hombre, mientras echaba azúcar al café que el camarero le había traído hacia unos minutos.

                               -No, no todos, pero sí la mayoría –le respondió.

                    Revolvía el café con la cucharilla lentamente, mientras parecía que estaba pensando sobre todo aquello, aunque a él le parecía que, simplemente estaba haciendo teatro, le recordó a un mago a punto de realizar su número final, buscaba que la audiencia estuviera pendiente, anhelante, para luego sorprenderlos.

                                -Bien, ahora quítate las gafas y mírame.

                    El hombre lo hizo sin rechistar. Se quitó las gafas de sol despacio, tímidamente, como si se desprendiera de una máscara y al hacerlo quedara desnudo mostrando sus intimidades más profundas.

                                - ¿Dime qué ves?

                      No hubo vacilación en su respuesta, fue directa y rápida.

                                 -A Satán.

                                      

 

miércoles, 13 de enero de 2021

EL CUCHILLO

 


                Agendar aquella cita era de máxima urgencia, su cordura y su vida estaban en juego. Llevaba días encontrándose mal, concretamente y si mal no recordaba, desde que había regresado de aquel viaje a Yucatán. Allí estaban realizando unas excavaciones. Encontraron diversos objetos de gran valor, tanto histórico como cultural, que nos acercaría más a comprender más de cerca la vida y costumbres de aquella civilización de más de cuatro mil años. Entre aquellas adquisiciones se encontraba un cuchillo de grandes dimensiones, en el mango, entre la madera tallada, estaban incrustadas varias gemas de color verde. Creían que lo utilizaban para los sacrificios humanos que realizaban para los dioses.

                  Entonces tuvo una idea, que en esos momentos le pareció la más brillante del mundo, se la llevaría a casa para hacerle un estudio exhaustivo, del cual se encargaría personalmente, porque aquel hallazgo lo había dejado fascinado. Así que lo metió en la maleta y lo llevó hasta su casa con la intención de analizarlo cuanto antes.

                  Las noches siguientes empezó a tener un sueño recurrente, donde se veía en lo alto de una colina, con un niño o una mujer, cada noche era uno distinto, clavándoles aquel cuchillo y provocándoles la muerte.

                  Por las mañanas se despertaba cansado, como si no hubiera dormido, y lo peor, lo que más le asustaba es que había sangre en sus ropas, sus manos, en la cara….

                  Estaba desesperado y necesitaba respuestas, por eso aquella llamada era tan crucial para él, sabía que aquel hombre podría ayudarlo, era un eminente experto en parapsicología y fenómenos extraños, se temía que tal vez estaba bajo los efectos de un hechizo, de una maldición.

                 Decidió poner unas cámaras de vigilancia por su piso, sobre todo en su dormitorio, tal vez al ver las imágenes pudiera recordar algo y le daría una idea el porqué de la sangre encontrada por todo su cuerpo.

                 Las imágenes de las cámaras le mostraron cómo se levantaba por las noches de la cama, cómo cogía aquel cuchillo y salía a la calle, volviendo al cabo de unas horas ensangrentado, entonces dejaba el cuchillo sobre la mesa de la cocina y se volvía a meter en la cama. Estaba claro que estaba bajo los efectos de una maldición maya.


lunes, 11 de enero de 2021

EL ÚLTIMO DÍA DEL AÑO

 




                  Bueno aquí estoy, mi abogado tuvo la brillante idea de que escribiera una carta a mano, un comunicado o lo quiera que sea, para las familias de las mujeres que he matado, pidiéndoles perdón. Lo de escribirlo de mi puño y letra es para darle un aire más íntimo, personal, dice él, pero para mí eso no son más que tonterías, chorradas cargadas de sentimentalismo que no llevan a ninguna parte. No quiero hacerlo, no quiero pedirles perdón por algo que creo que está bien hecho. Además, decir que ME ARREPIENTO no sería la verdad, porque no me arrepiento para nada de lo que hice, bueno de una cosa sí, no haber acabado con la vida de la última mujer, eso es lo único que me quita el sueño realmente.

                    Como son tantas, pues la verdad escribir una a una a cada familia para mí sería algo muy tedioso así que hago algo general, que sirva para todos. No lo hago por falta de tiempo, aunque éste sea cada vez más breve, se me va escurriendo rápidamente entre los dedos, es que sería aburrido escribir lo mismo muchas veces sin olvidarnos del dolor de mano que me puede causar todo ello. Además, me cuesta recordar los nombres de todas las mujeres que he matado, aunque prefiero decir de todas las mujeres a las cuales les he ayudado a acabar con sus miserables vidas.

                     Estoy en el corredor de la muerte a la espera de mi ejecución. Hace dos días me han comunicado que se llevará a cabo el 31 de diciembre, la vida tiene unas paradojas que te hacen temblar, les explicaré por qué, pero antes permítanme que les hable un poco de mí.

                     No es que me guste alardear, pero soy el asesino en serie que más víctimas tiene a sus espaldas y que durante más años ha estado activo. Tengo cuarenta años y llevo matando desde los quince. Mi nombre perdurará en el tiempo. Soy y siempre seré famoso ¿no es eso lo que todos queremos? ¿Qué nuestro paso por este mundo no sea en balde, que deje huella? Pues yo lo he conseguido. Ahí lo dejo.

                  Nadie sospechaba de mí, ¿Por qué iban a hacerlo? Era un profesor respetado, querido por todos mis alumnos. Con los demás profesores y profesoras del instituto no tenía problema, les caía bien, era amable, servicial. Las mujeres me adoraban, aquello me encantaba y sabia como sacarle partido. Con buena presencia, siempre impecablemente vestido, con un cuerpo de gimnasio, alto, moreno, una sonrisa encantadora, simpático y sobre todo un caballero, ante todo, soy de los que abren la puerta y separan la silla en el restaurante. Aquello desconcertaba a mis citas, pero sabía que les gustaba, las hacía sentir importantes. Así que lo tenía muy fácil. Las mujeres caían rendidas a mis pies, el resto venía solo. Era muy meticuloso en todo lo que hacía, no dejaba ningún rastro. Buscaba mujeres que vivieran solas, sin pareja, hijos, ni nadie que se preocupara por ellas.

                   ¿Por qué las mataba? Pues por el puro placer de arrebatar una vida que consideraba banal, esas mujeres no aportaban nada a la sociedad más que problemas y más problemas. Eran unas adictas, drogas, alcohol, juego, sexo. Sus vidas ya estaban acabadas antes de que apareciera yo.

                  Luego tenía un ritual que celebraba el ultimo día del año, de ahí que es una paradoja que a mí me vayan a ejecutar en esa fecha. Colocaba doce velas en círculo e iba encendiendo una vela por cada campanada, en honor a cada mujer que había matado ese año. Una por cada mes.

                 Y se preguntaran ustedes, no sin razón, por qué me pillaron. Pues cometí un error. Uno muy grande, imprevisto. Me enamoré de la última mujer que iba a matar, y no pude hacerlo. Hasta el corazón más frio sucumbe al calor del amor. Dudé un momento cuando tenía su cuello entre mis manos y aquello marcó mi destino, el sedante no había hecho el efecto esperado y logró huir en esos segundos de duda. El resto imagínenselo.

                 Y si quieren que les pida perdón por lo que he hecho, no lo voy a hacer. Considero que son ustedes los que tienen que agradecerme a mí haber acabado con la vida de esas mujeres cuya existencia ya estaba agonizando y darme las gracias por ello.

                 Moriré con la conciencia tranquila, ¿pueden decir ustedes lo mismo? ¿se preocuparon de esas mujeres cuando estaban vivas?

                 Me despido ya, no sin antes decirles que estoy deseando verlos a todos, sino pronto más tarde, en el lugar donde nos pertenece estar: en el infierno.

               

                 

domingo, 10 de enero de 2021

ÉRASE UNA VEZ

 



                 Érase una vez… o dos o tres o quizá más porque en el mundo de la fantasía todo puede pasar muchas veces.

                 Esta es la historia de una araña, grande, negra y peluda, que, si no te gustan mucho, y la ves, echarás a correr como alma que lleva el diablo. Nuestra araña vivía en una iglesia, un sitio como otro cualquiera para vivir, y la verdad sea dicha, le encantaba estar allí. Bueno a lo que vamos, nuestra protagonista tenía una ilusión, un sueño, quería ser una doncella. Diréis pues vaya tontería esa. ¿Cuándo se vio que una araña pudiera convertirse en doncella? No os equivoquéis amigos, a veces, los sueños se cumplen, sólo tienes que desearlo mucho, y bueno, un poco de ayuda tampoco estaría mal.

                  Un día el sacerdote dejó un viejo libro sobre la mesa. La araña, curiosa por naturaleza, descendió por su tela para ver de qué se trataba. Allí se hablaba de magia, pócimas y hechizos. Muy interesante, pensó ella. Pero los pasos del sacerdote acercándose, la puso en alerta y se fue trepando por la tela, quedando colgada a una altura prudencial, la incertidumbre la corroía.

                    El hombre empezó a pasar hojas de aquel libro, llevaba un frasco en la mano con un líquido de color rosa. Estaba claro que andaba buscando algo. Cuando al fin encontró lo que buscaba, dejó el frasco sobre la mesa junto al libro y volvió a irse.

                  La araña volvió a bajar, estaba desando ver lo que estaba escrito en aquella página que tanto le interesaba al sacerdote. Descubrió que era un hechizo para convertirte en lo que quisieras ser. Y había más, si lo decías en voz alta tres veces y luego te bebías la pócima lo conseguirías. No cabía en sí de alegría, al final iba a ver convertido su sueño en realidad. Tenía plena fe en que aquello funcionaría. La fe, amigos, dicen que mueve montañas y nuestra araña estaba sobrada de ella, podría mover el mundo entero si quisiera.

                     El hombre volvió a entrar, ella quiso irse, pero no lograba moverse, estaba aterrada, aquel hombre la mataría de un manotazo, ese sería su final por ser una pobre ilusa con la cabeza llena de sueños. Incrédula vio cómo se acercaba a ella, le sonreía mientras le hablaba: buenas tardes señorita ¿puedo ayudarle en algo?


LA ESCRITORA

  Marta llevaba tres días encerrada en su casa, concretamente en su despacho. La muerte de su marido la había hundido en un pozo de pena y d...