lunes, 7 de junio de 2021

NUBEIRO

 


NUBEIRO

 

Celeste, era el color que presentaba el cielo aquella mañana. Nadie podría prever lo que acontecería ese día, al contemplar aquel cielo completamente despejado. Pero un mago demoníaco conocido como el Nubeiro, con enormes ganas de jugar y hacer el mal, entró en acción. Aquel caluroso mes de agosto, se convirtió en una verdadera agonía para la gente de aquel pueblo. Ese ser malvado tenía aspecto humano. Se presentaba desaliñado y con una gran barba muy poblada. Vestía de manera andrajosa, ataviado con pieles sucias y ajadas. Se decía que guardaba las nubes en cuevas que había en la montaña. Acudía allí cuando quería ocasionar un temporal. Caminaba sobre ellas, cargado de truenos. Hacía que las nubes soltaran todo el agua y el granizo, estropeando así las cosechas de los campesinos. Aquello me lo contaba mi abuela, creyente acérrima de que aquel ser existía. Incluso en su casa encontré algo sobre el tema, en un libro, en algunas de sus páginas.


sábado, 5 de junio de 2021

EL PLAN

 

 

 

Había escuchado rumores y especulaciones sobre el tema desde hacía mucho tiempo en boca de sus más allegados, aquellos en los que podía confiar plenamente. Aquello que contaban, si era cierto, podía significar un gran avance para los suyos, significaría expandirse y conquistar otros lugares donde asentarse y hacerse más fuertes. Esa noche decidió aventurarse a averiguar si todo aquello que contaban era verdad. Al anochecer cogió una barca, una de las muchas que había ancladas en el muelle, y se hizo a la mar. Conocía el sitio exacto donde tenía que situarse y esperar. La espera fue corta. Una nave, de enormes dimensiones, se posicionó encima de él. Un haz de luz se proyectó sobre la barca. Dentro de la cual vislumbró una rampa en movimiento continuo. En un abrir y cerrar de ojos, estaba dentro. Los seres que lo esperaban tenía una forma humana. Él también la tenía. Había optado por ella, para no levantar sospechas. Tal vez si hubiese adquirido una forma animal, no habría conseguido subir a aquella nave. Miró a su alrededor y supo que el plan que había trazado se estaba llevando a cabo. De momento todo iba bien. Lo llevaron a una gran sala donde había cientos de pantallas encendidas ofreciendo distintos datos en cada una de ellas. Le explicaron de dónde venían. Un planeta similar a la tierra y también le informaron de que había muchos más como el suyo que estaban habitados. Ellos tenían una tecnología superior a la que había en el planeta Tierra en esos momentos. Y tenían como única misión observarlos. Él les preguntó sobre temas variados, entre los cuales se interesó por el concepto que tenían ellos del bien y el mal. Para su sorpresa no era creyentes. Se regían por unas normas y leyes, pero no tenían un dios creador, ni un cielo ni un infierno. No había cárceles, ni iglesias, ni jueces. No les hacía falta. Tampoco existía en su vocabulario la palabra, crimen, ira, celos, racismo, violencia, guerra….. No existía el mal en el planeta del que venían. Aquello era una buena noticia, mejor que eso, una noticia excepcional. Hizo un ademán con la mano. La señal que los suyos esperaban, los demonios que habían entrado con él en aquella nave. Aquellos seres no podían ver nada que no tuviera una forma corpórea. Así que fue fácil poseerlos. Conquistar aquel planeta e implantar el mal en ella, era su misión. Satán volvió a la lancha, desde la cual contempló como desaparecía aquella nave en la inmensidad de la cúpula celestial.


viernes, 4 de junio de 2021

OTRA REALIDAD

 

El suicidio de su marido corrió como la pólvora por todo el pueblo. A la gente le encantaba afilar, con un diabólico sacapuntas, la mina de los acontecimientos para causarle el mayor daño posible. Ya no podía leer más los comentarios y suposiciones sobre el por qué, la razón, que le había llevado a su marido a realizar aquel acto tan atroz. Por la calle, la gente del pueblo, la miraba de reojo cuchicheando a su paso. Los que creía eran amigos la culpaban de ello hasta el punto de hacerla sentir culpable. Le había sido infiel. Sí. Que esa infidelidad pudiera ser el detonante. No. Lo tenía muy claro. Porque ya hacía tiempo que su matrimonio no estaba bien. Ni siquiera compartían la misma cama y la idea del divorcio ya rondaba por sus cabezas hacía meses. Se sentó en una terraza. Desde allí podía ver el muelle. No pudo reprimir las lágrimas. Sacó un pequeño espejo del bolso. Contempló su rostro demacrado con grandes ojeras y ojos enrojecidos. Vio a una pareja, caminando en dirección al muelle, cogidos de la mano. El último lugar donde había estaba su marido. El lugar que escogió para tirarse al mar, mientras el sol se ocultaba en el horizonte. Si lo piensas bien, hasta podía decirse que había sido un momento romántico aquel encuentro con la muerte. Aquella noche, al igual que las últimas siete, no pudo dormir. Decidió leer un rato pero era incapaz de concentrarse. Se levantó y fue hasta la cocina. Se sirvió un vaso de leche. Mientras lo hacía, decidió que tenía que hacer algo para poder dormir, o se volvería loca. Se le ocurrió la idea de arreglar el armario de su habitación. Había ropa que ya no se ponía y ese momento era tan bueno como cualquier otro para hacerlo. Fue sacando la ropa y colocándola sobre la cama. En un momento dado, su mano derecha, tocó la parte trasera del armario, atravesándolo literalmente. La mano desapareció tras la madera. La quitó rápidamente. La contempló asustada, desconcertada. Estaba intacta, sin rasguño alguno en ella. Decidió volver a probar. Esta vez metió el brazo entero para luego sacarlo con rapidez. No pasó nada. Decidió ir más allá. Introdujo todo su cuerpo. Se encontró dentro de otro armario. Estaba oscuro. Sintió el contacto de las prendas de ropa, que había allí colgadas, en su piel. Abrió despacio una de las puertas. Donde fuera que estaba era de día. Podía ver una cama, con una colcha igual que la que tenía en la suya. Un traje negro descansaba sobre ella. Parecía que no había nadie. Decidió salir y averiguar dónde estaba. Lo que vio la dejó petrificada. Estaba en una habitación igual que la suya. En la cabecera estaba el cuadro que le había regalado una amiga. Las lámparas eran las mismas, el tocador, el armario, las fotos enmarcadas sobre las mesillas, el joyero que había pertenecido a su madre. Se acercó a él y lo abrió, estaba el collar de perlas que le había regalado su marido por su décimo aniversario de boda. Incluso el libro sobre cómo ser una buena acuicultora, que había comprado hacía unos meses, cuando empezó a interesarse por el tema. Escuchó pasos acercándose. Se metió en el armario de nuevo. Dejó entreabierta un poco la puerta para poder ver de quién se trataba. ¡Era su marido! ¡Estaba vivo! Quiso salir y abrazarlo. Pero se contuvo. Aquello no podía ser real. Dejó algo sobre la cama. Alguien lo llamó. Era la voz de un hombre. Volvió a salir. Sobre la cama había ahora un periódico. Leyó los titulares. “La pasada noche, una mujer se lanzó al agua desde el muelle. Esta mañana, los buzos, encontraron su cuerpo.” La noticia venía acompañada de una foto de la mujer. Era ella.

martes, 1 de junio de 2021

HADA

 

 

 

 

Aceleración del coche de carreras, lo producía al pulsar el botón del mando que tenía entre las manos. Pulsaba una y otra vez dicho botón, haciendo que el coche avanzara de forma descontrolada por la habitación. Le habían despertado unos ruidos en la planta baja de la casa. A dichos ruidos le siguieron gritos. Reconoció de inmediato quién profería dichos gritos. Eran de su madre y su hermana. No escuchaba a su padre. Le habían regalado aquel coche hacía poco más de una semana, cuando celebró su octavo cumpleaños. Desde aquel momento no se desprendió de él, lo llevaba a todas partes.  Se había escondido debajo de la cama. No pensando que el ruido del coche al acelerar, pudiera alertar a quien hubiera entrado en la casa. Entonces los gritos cesaron. Él dejó de pulsar el botón. El coche dejó de moverse. En medio del silencio, que reinaba en esos momentos en la habitación, pudo escuchar ruidos de pasos subiendo las escaleras. No tardarían en descubrirlo. No podía llorar, ni moverse. El miedo lo había paralizado por completo. Una pequeña luz empezó a pulular por la habitación. Apareció a su lado. Esa luz tenía forma de mujer. Le tendió la mano. No lo dudó y la tomó con fuerza. Sus pies dejaron de pisar el suelo. Estaba volando de la mano de un hada.

DESLIZAR

 

 

Deslizar aquellas ideas por mi mente, como pequeñas gotas de agua que se van escurriendo por el cristal de la ventana en un día de lluvia, me resultaba placentero y me atrevería a decir que estimulante. La sola idea de que estaban allí, dentro de mí, hacían crecer mi ego de manera exorbitante. Seguramente Dios se sentiría de aquella manera, era fascinante. Aquellas ideas, una vez depositadas en algún rincón de mi cerebro, empezaron a tomar forma. Se hacían cada vez más nítidas, más reales, a medida que se iban juntando y entrelazando entre ellas. Una mañana al despertarme supe que estaba listo. Me dediqué a planificar hasta el último detalle. No podía dejar ningún cabo suelto, ni fiarme del arma de doble filo, que es el azar. La parte que menos me gustaba era la de esperar, a veces durante horas. Quería entrar en acción, sentir el chute de adrenalina corriendo por mis venas, que me producía juguetear con mi presa, cuchillo en mano y luego arrancarle la vida con él. Al principio la torpeza, ralentizaba mi tarea. Pero, como en cualquier trabajo rutinario, con el tiempo, adquieres destreza y rapidez. Este es el cuerpo número cincuenta que tiro por esta cascada.

MUERTE EN VIDA

 


 

 

 

“Espartano, está libre. Tras cumplir una condena de veinte años, esta mañana ha salido en libertad.” Estaba en la cocina cuando escuchó la noticia por la radio. Su cuerpo se paralizó. Un escalofrío recorrió su espina dorsal y empezó a tener dificultades para respirar. Se sentó ante la mesa de la cocina y se agarró la cabeza con ambas manos. La habitación giraba a su alrededor. Las lágrimas se deslizaban por sus mejillas formando un pequeño charco sobre la mesa. Las manos aun le temblaban cuando llamó a la policía. La tranquilizaron diciéndole que le pondrían vigilancia delante de su casa, para que se sintiera segura y que no debía preocuparse porque ahora tenía una identidad nueva y vivía en otro país. Era muy difícil que la localizara. “Difícil, sí, pensó ella, pero no imposible”. Los siguientes días fueron una verdadera tortura para aquella mujer, siempre expectante a cualquier ruido que hubiera dentro o fuera de la casa. Hacía desplazamientos en coche, nunca iba andando. Un coche patrulla estuvo delante de su casa una semana, tras la cual, no volvió a aparecer. Pasaron seis meses desde que Espartano saliera de la cárcel. Poco a poco la rutina de aquella mujer entró a formar parte, de nuevo, de su vida. Una mañana, el cartero llamó a su puerta, le entregó un paquete. Ella lo llevó hasta la cocina y lo abrió. Salieron decenas de insectos de su interior. Un grito de terror salió de su garganta. Sólo una persona podría saber que era alérgica a la picadura de abeja.


VOLAR

 

 

 

 

 

Muelle, lugar de reunión para amigos, amantes. También lugar de encuentro con uno mismo. El mar, en toda su magnitud, a sus pies. Lugar de reflexión, de paz, de ensimismamiento. Lugar donde poder expiar tus pecados, llorar tus penas, añorar tiempos mejores y evocar sueños no cumplidos. Un bonito lugar para empezar algo nuevo. Dejar atrás penas, dolores, miedos, fobias. Lanzar al mar el ancla que te sujeta a la vida. Dejarte llevar. Volar. Soltar amarras. Buscar la felicidad que un día te fue vetada. Un lugar en el cual, si cierras los ojos, todo parece posible. Hasta ser feliz. Una mujer, sentada ante una mesa, contemplaba aquellas vistas impresionantes, tomando su última taza de café. Sus ojos ojerosos, rojos de tanto llorar y sufrir, cubiertos por unas gafas de sol, se deleitaba ante tal belleza. Pero aquello no era suficiente para reactivar su corazón, que yacía muerto hacía mucho tiempo. Muerto en vida. Maltratado una y otra vez. Tan roto, que cada vez era más difícil unir los miles de trozos que lo formaban y que tantas veces había tratado de pegar. Se levantó. Dejó unas monedas sobre la mesa. Se acercó a la barandilla, la subió, estiró los brazos como un pájaro dispuesto a alzar el vuelo y se dejó caer, mientras el sol se escondía tras el horizonte.

MASACRE

  —¿No los habéis visto? Gritaba una mujer enloquecida corriendo entre la muchedumbre congregada en la plaza de Haymarket el 1 de mayo, conm...