martes, 29 de diciembre de 2020

CHAMÁN

 


                                

                             Chamán, así lo llamaban. Era respetado y temido por su pueblo a partes iguales. Aquel día se internó en el bosque, los espíritus le hablaron en un sueño, el mal estaba entre ellos. Tenía una misión.

                         Cogida de la mano le acompañaba una niña. Su hija pequeña. Ella era la mandinga. Llegaron a un claro. Tenia que hacer que el demonio que habitaba en el cuerpo de su pequeña saliera. Había oído hablar de él, conocía su punto débil. Sólo tenia unos minutos para pasar de un cuerpo a otro, sino lo hacia tendría que volver al infierno de donde había salido. Él tenia un plan. Tenia que salvar a su niña y a su pueblo, sólo tenia una oportunidad y tenia que ser rápido. 

                       Le habló a aquel demonio, tenía que tentarlo, ofrecerle algo que deseara y sabia que lo quería a él, así que le ofreció su cuerpo a cambio del de la niña. Las ansias de poder de aquel demonio no le dejaron ver la trampa, así que aceptó. Salió del cuerpo de la pequeña y en los escasos minutos que tenia el hombre, le gritó a su hija que corriera todo lo rápido que pudiera y que no mirara atrás. El demonio entró en él, y antes de que pudiera tomar posesión de su nuevo cuerpo el Chamán se cortó el cuello.

sábado, 26 de diciembre de 2020

RITUAL

 




                                  Había muchas gallinas en el mercado aquella mañana fría de domingo. Un hombre muy alto, con una delgadez extrema, vestido de negro de pies a cabeza, en su atuendo iba incluida una chistera la cual cubría en parte su larga melena del color del azabache. Su tez pálida, resaltaba el azul intenso de sus ojos. Si te fijabas bien en ellos podías apreciar su falta de brillo, su mirada era fría como el témpano y nunca sonreía.

                               Vagaba por el mercado como un alma en pena de un lado a otro, de puesto en puesto, en busca de una gallina, sólo necesitaba una. Era para un ritual que agradaría al oscuro y para él tenia que llevar la mejor.

                               Encontró lo que buscaba. Satisfecho se la llevó a su casa que no quedaba lejos de donde estaba. Allí ya había reunido el resto de elementos que necesitaba para el ritual que llevaría a cabo esa noche. Bueno faltaba un pequeño detalle. El corazón de una mujer joven, era necesario para que el oscuro estuviera completamente satisfecho con él.

                                Seria fácil raptar a una joven, esa noche estarían reunidos en la plaza mayor del pueblo todos pendientes de un gran espectáculo con marionetas. 


martes, 22 de diciembre de 2020

CORAZÓN HELADO.

 




                             Estaba solo. La gente del pueblo lo evitaba, era huraño, avaro y malhumorado. Tenia un triste pasado tras de si, que lo convirtió en lo que era ahora.

                             Había nacido en el seno de una familia acomodada. Su infancia transcurrió sin muchos altibajos. Su padre era un eminente abogado, su madre era profesora universitaria. Tenia una hermana, dos años mayor que él, guapa e inteligente. El sueño de su padre era que él siguiera sus pasos. Pero aquel crio de nueve años tenia en mente otra cosa, quería ser escritor, un famoso y reputado escritor de misterio y terror.

                              Leía mucho y escribía siempre que podía. Guardaba todas sus escritos en un cajón de su escritorio, en una carpeta roja. 

                               Un día a la salida de clase su hermana no estaba en el lugar donde le esperaba siempre para ir juntos a casa. Esperó un buen rato hasta que decidió ir él solo, pensando que tal vez ella se hubiera olvidado de él y estuviera ya en casa. Por el camino iba muy enfadado con ella, podría haberle avisado, tenia hambre le dolían los pies de caminar. Al llegar a casa su hermana no estaba, eso lo alarmó. Sus padres tampoco estaban, eso era normal, solían llegar una hora o dos después que ellos. 

                               Se preparó un bocadillo y se fue a ver la tele, perdió la noción de tiempo, volvió a la realidad cuando sus padres llegaron a casa  y preguntaron por su hermana. Todavía no había llegado. Llamaron a sus amigas del cole, a sus vecinos, a todo el mundo que conocían pero ni rastro de ella. Avisaron a la policía y les tocó lo peor: esperar.

                               Días después encontraron su cadáver, parecía obra de un asesino en serie que llevaban tiempo buscando y que parecía que actuaba por aquella zona, su hermana no era la única victima de aquel monstruo, encontraron más cuerpos, todos de chicas.

                               La vida como la conoció hasta ahora cambió radicalmente, se sentía culpable por la muerte de su hermana.

                               Lo ignoraban, tanto era el dolor que tenían en el corazón que se hizo invisible para sus padres.

                               Su madre no pudo soportar tanta pena y una noche de aquel verano, unos meses después de la trágica muerte de su hija, se suicidó cortándose las venas en la bañera.

                               Su padre, se volvió loco ante tanta desgracia, se largó de casa, lo abandonó y ya nunca lo volvió a ver.

                               Acabó viviendo con una tía, la cual no había visto en su vida, una hermana de su padre, única familia que le quedaba. Le pegaba casi a diario, apenas le daba de comer, lo sacó del colegio y lo hacia trabajar en el campo de sol a sol. Pero nunca le quitó las ganas de escribir. Era su vía de escape ante tanto dolor que llevaba en su corazón, cuando escribía se evadía a otros mundos, era otra persona, aquello le ayudaba a salir adelante a pesar de todas las adversidades ocurridas en su corta vida.

                               Acabó siendo el escritor famoso que tanto deseaba. Pero su corazón nunca se recompuso, se convirtió en un hombre tosco, desagradable, no le gustaba la gente y menos el trato con ella. Se encerró en la casa donde había vivido con sus padres y su hermana, escribía día y noche, cada libro que sacaba era un éxito rotundo, sólo vivía para escribir y seguir evadiéndose, creando personajes y volando a lugares donde su corazón era feliz y estaba libre de dolor.

                              Pero llegó ella. Su salud se había deteriorado en los últimos años, todavía era joven, pero le habían quedado secuelas a causa de una coz que le había dado un caballo cuando vivía en la granja con su tía, algunos días el dolor de espalda era insoportable, y los calmantes apenas le hacían nada. Esos días su humor alcanzaba su grado mas álgido.

                              Entonces contrató a una enfermera, que le ayudara a levantarse de la cama, a vestirse y a caminar. Pero en cuanto la vio se dio cuenta de que un ángel había llegado a su vida. sintió algo que no había sentido nunca, aquello lo asustó y lo desconcertó a partes iguales. Reconocía que no le hacia la vida fácil a aquella joven, su caparazón se había hecho impenetrable con el paso del tiempo. Pero ella creía en él y le dio el calor y la paz que tanto anhelaba. Al final se rindió, el amor había llegado a su corazón y esta vez para quedarse.




CAMPO DE CRÁNEOS

 




                                  Llevaba mucho tiempo en ese trabajo y era bueno, muy bueno, disfrutaba con lo que hacia, hasta tal punto que nunca se le pasó por la cabeza la idea de dejarlo y disfrutar del resto de su vida en alguna isla paradisiaca, en medio del océano, tostándose al sol y bebiendo hasta desmayarse. Sabia que un día u otro tendría que dejarlo, cuando sus facultades físicas y mentales estuvieran al limite, pero todavía faltaba mucho para eso así que de momento seguiría disfrutando con lo que hacía.

                               Era un asesino a sueldo, lo contrataban para matar gente. Había aprendido a no hacer más preguntas que las necesarias. Cuánto menos sabía del encargo, mejor. Su trabajo consistía en localizar, vigilar, matar y hacer desaparecer el cuerpo. Y el sueldo era muy bueno, mejor que eso, era una mina de oro.

                               Trabajaba solo, tenía su rutina, sus métodos y funcionaba, en más de treinta años no lo habían pillado nunca. Era muy cuidadoso en no dejar huellas ni algún rastro que lo pudiera delatar. 

                               Aquel trabajo no era muy distinto a cualquier otro que hubiera hecho hasta el momento. Localizó, vigiló y luego ejecutó. Ahora la última parte, deshacerse del fiambre.

                               Tantos años haciendo lo mismo, lo llevaron a descubrir un sitio donde poder enterrar los cuerpos sin que nadie los encontrase, podía tirarlos al mar, pero muchas veces aparecían, y ellos, no querían eso. "El cuerpo nunca ha de aparecer" le dijeron desde un principio. 

                               Así que los llevaba hasta ese campo, con las luces de la ciudad al fondo como luciérnagas brillando en la noche. Se apeó del coche, fue hasta el maletero donde descansaba la pala junto al cuerpo del hombre que acababa de matar. Su último trabajo. Bajo las luces del coche comenzó a cavar. Esa era la peor parte, el hoyo tenía que ser lo suficientemente grande para que las alimañas no desenterraran el cuerpo. cavó durante un buen rato, descubrió en medio de la tierra resto de otro trabajo de hacía tiempo, un cráneo.                                   Eran muchos los cuerpos allí enterrados, había creado con el paso del tiempo, un cementerio en aquel campo, a las afueras de la ciudad, lejos de miradas curiosas y lenguas largas.

                              Terminó su trabajo, sacó el cuerpo del maletero, lo lanzó a la zanja, lo cubrió de tierra, guardó la pala y se largo de allí. 

                               



viernes, 18 de diciembre de 2020

NOCHE DE LUNA

 



          La luna brillaba esplendorosa en aquella noche invernal. Los dos se miraron, preguntándose qué hacer ante el panorama que se les presentaba.

          Frente a ellos estaban aquellas criaturas de las que tanto habían oído hablar las últimas horas. En un principio pensaban que la gente del pueblo estaba alucinando, una alucinación colectiva, pero ahora no lo podían poner en dura, los tenían enfrente y no venían cargados de buenas intenciones.

                - ¿Qué son estas cosas Juan? –le preguntó David a su compañero mientras iba caminando hacia atrás con una cara entre alucinación y miedo.

                 -No lo sé tío, pero mírales la cara –le respondió- la llevan pintada como si fueran unos malditos indios, y los dientes, ¿te has fijado? Están super afilados parecen agujas. Esto no me gusta nada, chaval.

          Frente a ellos había muchas figuras en miniatura, todos parecían tener vida propia, se movían de un lado para otro y portaban armas entre sus armas. Uno llevaba un cuchillo, otro una pistola, los había que portaban flechas, aquello era una locura. No hablaban, pero emitían extraños sonidos, seguro que era la manera de comunicarse entre ellos. Y no eran uno ni dos, había cientos, por no decir miles, era muy difícil contarlos, aunque ellos eran gigantes a su lado, estaban demasiado mezclados entre ellos y no perder la cuenta.

          Todo había empezado hacia menos de veinticuatro horas, cuando unos chiquillos habían ido al viejo establo abandonado a las afueras de la ciudad. A jugar habían dicho, pero vete tú a saber que iban a hacer una docena de chavales en un establo abandonado, nada bueno seguro.

          En comisaría confesaron que habían matado unas cuantas ratas, uno llevaba una escopeta de balines que le había cogido prestado a su padre, pero la cosa no tenía que ir a más hasta que uno de ellos sintió un dolor muy agudo en el tobillo, en un principio pensó que le había picado un bicho, pero cuando bajó la mirada vio a un hombrecillo minúsculo portando un cuchillo y que se lo clavaba repetidamente. Empezó a gritar cual poseso, dando la voz de alarma a sus amigos. Estos que en un principio no le creyeron, y se riendo de él, comprobaron la verdad en sus propias carnes, cientos de esos minúsculos seres se abalanzaron sobre ellos, mordiéndoles y hasta les llegaron a clavar alguna que otra flecha que, aunque minúscula hacían daño cuando eran muchas.

           La policía, algo reticente, sin dar mucho crédito a lo que los chavales les habían contado, pensaban que se habían pasado con el alcohol o habían fumado algo más que tabaco, fueron hasta allí de todas formas. No tenían nada mejor que hacer, aquel era un pueblo muy tranquilo y casi nunca sucedía nada que fuera mínimamente interesante.

          Cuando llegaron, salvo unas cuantas ratas muertas y otras no tanto, no encontraron nada más en aquel establo abandonado.

          Fueron hasta el coche, algo enfadados por hacerles perder el tiempo, cuando escucharon sonar la radio, Juan contestó mientras David daba una vuelta al coche patrulla. Cuando se acercó a su compañero estaba visiblemente alterado. No paraba de maldecir y gritar. Entonces Juan se dio cuenta de lo que pasaba: las cuatro ruedas del coche estaban pinchadas.

           Por la radio le habían dicho que toda la ciudad estaba llamando a la centralita, colapsándola, diciendo que había hombrecillos minúsculos atacando a la gente, a los animales, pinchando ruedas de coche. Que era un caos total.

           Pidieron refuerzos, necesitaban un coche que los llevara hasta la ciudad.

           No tardaron mucho en llegar y para cuando llegaron aquello sí que era realmente un caos como les habían dicho, la gente se escapaba de sus casas y corrían por las calles esperando estar más seguros fuera que dentro.

           Y entonces ahí estaban, los tenían enfrente, en formación, como un batallón a punto de atacar. No tenían escapatoria, eran demasiados y aunque echaran a correr ¿a dónde irían?, estaban por todas partes, eran miles. Pero morirían luchado. Desenfundaron sus armas y se pusieron a disparar.

          

         

 

 

miércoles, 16 de diciembre de 2020

DESTRUCCIÓN

 




                          La noticia empezó a correr de boca en boca como la pólvora. Algo extraño y siniestro estaba pasando en la ciudad.

                       En menos de una hora la gente empezó a congregarse por los alrededores del estadio. Todos querían ver lo que estaba sucediendo dentro. La policía intentaba contener a la muchedumbre que se agolpaba frente a las puertas de acceso. 

                       Columnas a lo largo y ancho del campo de fútbol aparecieron como de la nada aquella mañana, estaban perfectamente alineadas.

                       Sobre ellas descansaban unos seres oscuros, alados, de grandes dimensiones, semejantes a cuervos. Inmóviles sobre aquellas columnas. 

                       Los ancianos se santiguaban y mascullaban alguna oración. Aquello, pensaban, era un mal presagio, de eso estaban seguros.

                      No iban desencaminados, aquellos seres alados estaban esperando una señal.

                     Poco tardaron en darse cuenta de lo que aquello significaba, el cielo se oscureció en cuestión de segundos, un ser del inframundo apareció sobre el estadio, emitiendo un ruido parecido a un graznido, los seres que hasta ese momento habían estado inmóviles sobre las columnas empezaron a moverse inquietos deseando alzar el vuelo.

                    Era la señal que estaban esperando. La misión: destruir Brasil.


lunes, 14 de diciembre de 2020

BOTONES

 




                                     Se levantó de la cama, llevaba horas dando vueltas y más vueltas sin poder conciliar el sueño. Decidió calentar un vaso de leche, tal vez le ayudaría a dormir. Desde la ventana de la cocina se veía el jardín. Era un noche fría, húmeda, había nevado. Una luna llena, esplendorosa, arrojaba luz sobre las sombras tenebrosas de la noche.

                        Entonces lo vio, a escasos metros de donde estaba, junto al viejo roble, una luz, parecía surgir de las profundidades de la tierra. 

                         Dejó el vaso de leche, a medio tomar, encima de la encimera y salió por la puerta trasera que daba al jardín. Fue acercándose poco a poco, como si estuviera hipnotizado, hasta aquella luz. 

                         Se arrodilló en la hierba y empezó a escarbar con las manos la tierra hasta toparse con algo sólido.

                         Botones dentro de un pequeño cofre enterrado en el jardín. Eran seis, grandes y dorados, desprendían una luz brillante, cautivadora. Los contempló fascinado durante unos minutos, luego se levantó, cerró la tapa y se encaminó lentamente hacia la casa.

                         Llevaba escasos metros caminando cuando notó calor en sus manos, era tibio, no quemaba, miró el cofre que llevaba entre ellas y vio que la tapa se había levantado y que salía un haz de luz del interior. Los botones se elevaban en el aire, desafiando la gravedad, se movían de un lado a otro, entrelazándose, siempre dentro del haz de luz, como si de una danza macabra se tratara.  Lo que ocurrió después fue tan rápido que el hombre no se dio cuenta de lo que había pasado.

                          Al día siguiente un compañero de trabajo preocupado por no tener noticia de él en todo el día, después de llamarlo repetidas veces al móvil, fue hasta su casa. Al no obtener respuesta al llamar al timbre, fue hacia la parte de atrás, donde estaba el jardín. No vio al hombre, en su lugar, vio un muñeco de nieve, vestido con una chaqueta roja, abrochada con cuatro botones dorados y otros dos a modo de ojos, desprendían una luz cegadora. Aquel muñeco se parecía a su amigo pero lo que más le asustó, si cabe, era la sonrisa que se dibujaba en su cara, era siniestra.

                        

MASACRE

  —¿No los habéis visto? Gritaba una mujer enloquecida corriendo entre la muchedumbre congregada en la plaza de Haymarket el 1 de mayo, conm...